Cartel creado para promover el Plan Marshall en Europa. En el cartel puede leerse Cualquiera que sea el clima sólo juntos alcanzamos la prosperidad. |
El Plan Marshall —oficialmente llamado European Recovery Program (ERP)— fue una iniciativa de Estados Unidos para ayudar a Europa Occidental, en la que los estadounidenses dieron ayudas económicas por valor de unos 12 000 millones de dólares de la época para la reconstrucción de aquellos países de Europa devastados tras la Segunda Guerra Mundial. El plan estuvo en funcionamiento durante cuatro años desde 1948. Los objetivos de Estados Unidos eran reconstruir aquellas zonas destruidas por la guerra, eliminar barreras al comercio, modernizar la industria europea y hacer próspero de nuevo al continente; todos estos objetivos estaban destinados a evitar la propagación del comunismo, que tenía una gran y creciente influencia en la Europa de posguerra.
El Plan Marshall requirió de una disminución de las barreras interestatales, una menor regulación de los negocios y alentó un aumento de la productividad, la afiliación sindical y nuevos modelos de negocio «modernos».
Las ayudas del plan se dividieron entre los países receptores sobre una base más o menos per cápita. Se dieron cantidades mayores a las grandes potencias industriales, ya que la opinión dominante era que su reactivación sería esencial para la prosperidad general de Europa. Aquellas naciones aliadas recibieron algo más de ayuda per cápita que los antiguos miembros del Eje o que se habían mantenido neutrales. El mayor receptor de dinero del Plan Marshall fue el Reino Unido, que recibió el 26 % del total, seguido de Francia con el 18 % y la nueva Alemania Occidental con el 11 %. En total 18 países europeos se beneficiaron del plan.
A pesar de que se le había prometido durante la guerra y se le ofreció, la Unión Soviética se negó a participar en el programa por temor a la pérdida de independencia económica; con su negativa también bloqueó la posible participación de países de Europa del Este, como Alemania Oriental o Polonia. Al plan pronto se le criticó la poca importancia dada a la recuperación de ciertos sectores estratégicos europeos para favorecer la entrada de empresas estadounidenses y el temor a que los países europeos se convirtieran en estados clientelares y dependientes de EE.UU. Los Estados Unidos desarrollaron programas similares en Asia, pero bajo otras denominaciones.
Sin embargo, su papel en la rápida recuperación ha sido debatido. La mayoría rechaza la idea de que solo revivió milagrosamente a Europa, ya que la evidencia muestra que ya se estaba llevando a cabo una recuperación general. Las subvenciones del Plan Marshall se proporcionaron a una tasa que no era mucho más alta en términos de flujo que la ayuda anterior de UNRRA y representaban menos del 3 % del ingreso nacional combinado de los países receptores entre 1948 y 1951,5 lo que significaría un aumento en el crecimiento del PIB de solo 0,3 %.67 Además, no existe una correlación entre la cantidad de ayuda recibida y la velocidad de recuperación: tanto Francia como el Reino Unido recibieron más ayuda, pero Alemania Occidental se recuperó significativamente más rápido.
Las ayudas del plan se dividieron entre los países receptores sobre una base más o menos per cápita. Se dieron cantidades mayores a las grandes potencias industriales, ya que la opinión dominante era que su reactivación sería esencial para la prosperidad general de Europa. Aquellas naciones aliadas recibieron algo más de ayuda per cápita que los antiguos miembros del Eje o que se habían mantenido neutrales. El mayor receptor de dinero del Plan Marshall fue el Reino Unido, que recibió el 26 % del total, seguido de Francia con el 18 % y la nueva Alemania Occidental con el 11 %. En total 18 países europeos se beneficiaron del plan.
A pesar de que se le había prometido durante la guerra y se le ofreció, la Unión Soviética se negó a participar en el programa por temor a la pérdida de independencia económica; con su negativa también bloqueó la posible participación de países de Europa del Este, como Alemania Oriental o Polonia. Al plan pronto se le criticó la poca importancia dada a la recuperación de ciertos sectores estratégicos europeos para favorecer la entrada de empresas estadounidenses y el temor a que los países europeos se convirtieran en estados clientelares y dependientes de EE.UU. Los Estados Unidos desarrollaron programas similares en Asia, pero bajo otras denominaciones.
Sin embargo, su papel en la rápida recuperación ha sido debatido. La mayoría rechaza la idea de que solo revivió milagrosamente a Europa, ya que la evidencia muestra que ya se estaba llevando a cabo una recuperación general. Las subvenciones del Plan Marshall se proporcionaron a una tasa que no era mucho más alta en términos de flujo que la ayuda anterior de UNRRA y representaban menos del 3 % del ingreso nacional combinado de los países receptores entre 1948 y 1951,5 lo que significaría un aumento en el crecimiento del PIB de solo 0,3 %.67 Además, no existe una correlación entre la cantidad de ayuda recibida y la velocidad de recuperación: tanto Francia como el Reino Unido recibieron más ayuda, pero Alemania Occidental se recuperó significativamente más rápido.
Secretario de estado estadounidense George Marshall
La iniciativa lleva el nombre del entonces secretario de estado George Marshall, que también había sido uno de los más célebres generales estadounidenses durante la guerra. El plan tuvo el apoyo en Estados Unidos de los dos grandes partidos, los republicanos controlaban el Congreso, mientras los demócratas controlaban la Casa Blanca con Harry Truman como presidente.
La iniciativa lleva el nombre del entonces secretario de estado George Marshall, que también había sido uno de los más célebres generales estadounidenses durante la guerra. El plan tuvo el apoyo en Estados Unidos de los dos grandes partidos, los republicanos controlaban el Congreso, mientras los demócratas controlaban la Casa Blanca con Harry Truman como presidente.
El plan fue en gran medida creado por funcionarios del Departamento de Estado, especialmente por William L. Clayton y George F. Kennan, con la ayuda de la Institución Brookings, conforme a lo solicitado por el senador Arthur Vandenberg, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Marshall habló de la necesidad urgente de ayudar a la recuperación europea en su discurso en la Universidad de Harvard de julio de 1946.
George Marshall |
Desde entonces, se han utilizado términos como «nuevo o equivalente Plan Marshall» para describir programas o propuestas de rescate económico a gran escala
Consecuencias
El Plan Marshall finalizó, tal y como estaba previsto, en 1951. Todos los esfuerzos de prolongarlo toparon con los gastos crecientes de la Guerra de Corea y el rearme. Además, y si bien el factor fundamental fueron los gastos de Corea, los republicanos, más hostiles al Plan, habían incrementado su representación en las elecciones al Congreso de 1950 y se opusieron duramente. En cualquier caso, siguieron llegando a Europa otras formas de ayuda.
De 1948 a 1952, Europa vivió el periodo de máximo crecimiento económico de su historia. La producción industrial se incrementó un 35 %, y la agrícola sobrepasó fuertemente los niveles de antes de la guerra.40 La pobreza y el hambre de los primeros años de posguerra desaparecieron y Europa Occidental tuvo delante de sí dos décadas de crecimiento sin precedentes, que comportaron un aumento espectacular del nivel de vida. Existe un importante debate entre los historiadores sobre hasta qué punto puede atribuirse dicho crecimiento al Plan Marshall. La mayoría rechazan la idea de que el Plan, por sí solo, resucitase milagrosamente a Europa, ya que existen evidencias de que la recuperación económica ya había dado algunos pasos antes. Muchos creen que el Plan Marshall sirvió para acelerar esta recuperación, pero que no la inició.
Por otra parte, hay quien piensa que los efectos políticos del Plan Marshall podrían ser casi tan importantes como los económicos. El Plan facilitó que las naciones europeas flexibilizaran las medidas de austeridad y el racionamiento, reduciendo el descontento y aportando estabilidad política. La influencia comunista en Europa Occidental se redujo considerablemente, y a lo largo de la región los partidos comunistas fueron gradualmente perdiendo popularidad en los años siguientes al Plan Marshall. Las relaciones comerciales entre las dos costas atlánticas favorecieron la creación de la OTAN, que incluso sobreviviría durante la Guerra Fría. Además, la no participación de Europa del Este fue uno de los primeros síntomas claros de que el continente ya estaba dividido en dos áreas de influencia enfrentadas.
El Plan Marshall también contribuyó en cierta medida a la integración europea. Los europeos, al igual que los estadounidenses, creían que una unificación del continente era casi imprescindible para asegurar la paz y la prosperidad de Europa. El Plan fue una herramienta interesante para establecer una primera guía de cómo llevar a término este proceso, pero en cierto modo falló, ya que la organización que impulsó, la OECE, no pasó nunca de ser un simple agente de cooperación económica. Sin embargo, fue un antecedente de la llamada Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) la que verdaderamente fundó las bases de lo que un día sería la Unión Europea (aunque excluía al Reino Unido,). Con todo, la OECE sirvió de modelo y campo de pruebas para las estructuras y la burocracia que más tarde se utilizaría en la Comunidad Económica Europea. El Plan, en cierto modo ligado a los Acuerdos de Bretton Woods, también instauró el libre comercio entre los países de la región.
Pese a que algunos historiadores modernos sostienen que los elogios al Plan Marshall son exagerados, en general se tiene una visión positiva y se ha considerado que un proyecto similar podría ayudar a otras áreas en el mundo. Tras la caída del comunismo hubo varias propuestas para crear un «Plan Marshall para Europa del Este» que ayudase a revitalizar la región. Otros han propuesto un Plan Marshall para África o incluso el vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, llegó a sugerir la creación de un «Global Marshall Plan» (Plan Marshall Mundial).
El Plan Marshall se convirtió en una metáfora para hacer referencia a cualquier programa gubernamental a gran escala diseñado para solventar un problema social específico. A menudo se utiliza desde sectores neoliberales para hacer llamamientos a gastos federales en los posibles fallos del sector privado.
El Plan Marshall finalizó, tal y como estaba previsto, en 1951. Todos los esfuerzos de prolongarlo toparon con los gastos crecientes de la Guerra de Corea y el rearme. Además, y si bien el factor fundamental fueron los gastos de Corea, los republicanos, más hostiles al Plan, habían incrementado su representación en las elecciones al Congreso de 1950 y se opusieron duramente. En cualquier caso, siguieron llegando a Europa otras formas de ayuda.
De 1948 a 1952, Europa vivió el periodo de máximo crecimiento económico de su historia. La producción industrial se incrementó un 35 %, y la agrícola sobrepasó fuertemente los niveles de antes de la guerra.40 La pobreza y el hambre de los primeros años de posguerra desaparecieron y Europa Occidental tuvo delante de sí dos décadas de crecimiento sin precedentes, que comportaron un aumento espectacular del nivel de vida. Existe un importante debate entre los historiadores sobre hasta qué punto puede atribuirse dicho crecimiento al Plan Marshall. La mayoría rechazan la idea de que el Plan, por sí solo, resucitase milagrosamente a Europa, ya que existen evidencias de que la recuperación económica ya había dado algunos pasos antes. Muchos creen que el Plan Marshall sirvió para acelerar esta recuperación, pero que no la inició.
Por otra parte, hay quien piensa que los efectos políticos del Plan Marshall podrían ser casi tan importantes como los económicos. El Plan facilitó que las naciones europeas flexibilizaran las medidas de austeridad y el racionamiento, reduciendo el descontento y aportando estabilidad política. La influencia comunista en Europa Occidental se redujo considerablemente, y a lo largo de la región los partidos comunistas fueron gradualmente perdiendo popularidad en los años siguientes al Plan Marshall. Las relaciones comerciales entre las dos costas atlánticas favorecieron la creación de la OTAN, que incluso sobreviviría durante la Guerra Fría. Además, la no participación de Europa del Este fue uno de los primeros síntomas claros de que el continente ya estaba dividido en dos áreas de influencia enfrentadas.
El Plan Marshall también contribuyó en cierta medida a la integración europea. Los europeos, al igual que los estadounidenses, creían que una unificación del continente era casi imprescindible para asegurar la paz y la prosperidad de Europa. El Plan fue una herramienta interesante para establecer una primera guía de cómo llevar a término este proceso, pero en cierto modo falló, ya que la organización que impulsó, la OECE, no pasó nunca de ser un simple agente de cooperación económica. Sin embargo, fue un antecedente de la llamada Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) la que verdaderamente fundó las bases de lo que un día sería la Unión Europea (aunque excluía al Reino Unido,). Con todo, la OECE sirvió de modelo y campo de pruebas para las estructuras y la burocracia que más tarde se utilizaría en la Comunidad Económica Europea. El Plan, en cierto modo ligado a los Acuerdos de Bretton Woods, también instauró el libre comercio entre los países de la región.
Pese a que algunos historiadores modernos sostienen que los elogios al Plan Marshall son exagerados, en general se tiene una visión positiva y se ha considerado que un proyecto similar podría ayudar a otras áreas en el mundo. Tras la caída del comunismo hubo varias propuestas para crear un «Plan Marshall para Europa del Este» que ayudase a revitalizar la región. Otros han propuesto un Plan Marshall para África o incluso el vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, llegó a sugerir la creación de un «Global Marshall Plan» (Plan Marshall Mundial).
El Plan Marshall se convirtió en una metáfora para hacer referencia a cualquier programa gubernamental a gran escala diseñado para solventar un problema social específico. A menudo se utiliza desde sectores neoliberales para hacer llamamientos a gastos federales en los posibles fallos del sector privado.
Milagro Aleman.
En cuanto a la recuperación económica alemana, se debió en parte a la ayuda económica que aportó el Plan Marshall, pero también se considera que uno de los factores fundamentales fue ajeno al Plan, y consistió en la reforma monetaria realizada en 1948 y que reemplazó el Reichsmark por el marco alemán como moneda de curso legal, y que sirvió para detener la inflación desorbitada. Este cambio de moneda, que sirvió para fortalecer la economía alemana, había sido prohibido expresamente durante los dos años en los que estuvo en vigor la directiva de ocupación JCS 1067. Esa política económica se enmarcó dentro del conjunto de políticas implementadas por el canciller alemán Ludwig Erhard en su programa económico de recuperación.
Llevó a cabo una política liberal, basada en la eliminación de la planificación centralizada y en la restauración de la economía de mercado en Europa, huyendo de la planificación extrema que había imperado durante la época nacionalsocialista. El Plan Marshall fue, por tanto, uno más de los distintos factores que impulsaron la recuperación alemana.4647 En cualquier caso, en Alemania todavía sigue vivo el mito del Plan Marshall. Según la obra de Susan Stern titulada Marshall Plan 1947–1997 A German View, muchos alemanes todavía creen que Alemania fue la exclusiva beneficiaria de las ayudas del plan, y que consistía en un regalo sin contraprestación de grandes sumas de dinero, siendo el único responsable de la recuperación económica alemana en la década de los años 50.
Devolución
La OECE se había hecho cargo de la distribución de los fondos y la ACE se encargaba de las importaciones europeas. A los productores estadounidenses se les pagaba en dólares provenientes del Plan Marshall y las mercancías importadas, claro está, no eran gratuitas, sino que los europeos debían pagar por ellas, ya fuera al contado o a crédito, con la moneda local. Este dinero iba a parar a un fondo contravalor, y podía ser reutilizado para proyectos de inversión.
La mayoría de los países participantes en el Plan ya sabían desde un principio que nunca tendrían que devolver a los Estados Unidos el dinero depositado en los fondos contravalor, así que fueron absorbidos dentro de los presupuestos nacionales y "desaparecieron". Por el contrario, todas las ayudas ofrecidas a Alemania debían ser devueltas; aunque tras los acuerdos de Londres sobre las deudas de 1953, la cantidad a devolver se redujo a 1 000 millones de dólares (incluyendo las reparaciones de guerra). Las ayudas dadas a los alemanes hasta el 1 de julio de 1951 sumaban 270 millones de dólares, de los cuales los alemanes devolvieron 16,9 a través del Banco Export-Import de los Estados Unidos. En realidad, hasta 1953 Alemania no supo la cantidad exacta de dinero que debía devolver a los Estados Unidos, por lo que insistía en que el dinero de los fondos contravalor sólo se daba en forma de préstamos, un sistema mediante el cual, gracias a los intereses, el dinero crecía en lugar de reducirse.
Los Estados Unidos encargaron a un banco hipotecario que se encargara de controlar el sistema y los préstamos del Programa de Recuperación Europea fueron utilizados en su mayoría para apoyar la actividad de pequeñas y medianas empresas. Al final Alemania pagó la deuda a plazos, pago que finalizó en junio de 1971. Sin embargo, el dinero para el pago de la deuda salió de los presupuestos nacionales, y no de los fondos contravalor, por lo que estos a fecha de hoy siguen existiendo.
Áreas sin Plan Marshall
España.
Muchas partes del mundo que también fueron devastadas por la Segunda Guerra Mundial no se beneficiaron de Plan Marshall. El único gran país de Europa occidental que quedó excluido de las ayudas fue España debido a que tras la Guerra Civil Española, España se cerró en una política de autarquía y proteccionismo bajo el régimen franquista.
En cuanto a la recuperación económica alemana, se debió en parte a la ayuda económica que aportó el Plan Marshall, pero también se considera que uno de los factores fundamentales fue ajeno al Plan, y consistió en la reforma monetaria realizada en 1948 y que reemplazó el Reichsmark por el marco alemán como moneda de curso legal, y que sirvió para detener la inflación desorbitada. Este cambio de moneda, que sirvió para fortalecer la economía alemana, había sido prohibido expresamente durante los dos años en los que estuvo en vigor la directiva de ocupación JCS 1067. Esa política económica se enmarcó dentro del conjunto de políticas implementadas por el canciller alemán Ludwig Erhard en su programa económico de recuperación.
Llevó a cabo una política liberal, basada en la eliminación de la planificación centralizada y en la restauración de la economía de mercado en Europa, huyendo de la planificación extrema que había imperado durante la época nacionalsocialista. El Plan Marshall fue, por tanto, uno más de los distintos factores que impulsaron la recuperación alemana.4647 En cualquier caso, en Alemania todavía sigue vivo el mito del Plan Marshall. Según la obra de Susan Stern titulada Marshall Plan 1947–1997 A German View, muchos alemanes todavía creen que Alemania fue la exclusiva beneficiaria de las ayudas del plan, y que consistía en un regalo sin contraprestación de grandes sumas de dinero, siendo el único responsable de la recuperación económica alemana en la década de los años 50.
Devolución
La OECE se había hecho cargo de la distribución de los fondos y la ACE se encargaba de las importaciones europeas. A los productores estadounidenses se les pagaba en dólares provenientes del Plan Marshall y las mercancías importadas, claro está, no eran gratuitas, sino que los europeos debían pagar por ellas, ya fuera al contado o a crédito, con la moneda local. Este dinero iba a parar a un fondo contravalor, y podía ser reutilizado para proyectos de inversión.
La mayoría de los países participantes en el Plan ya sabían desde un principio que nunca tendrían que devolver a los Estados Unidos el dinero depositado en los fondos contravalor, así que fueron absorbidos dentro de los presupuestos nacionales y "desaparecieron". Por el contrario, todas las ayudas ofrecidas a Alemania debían ser devueltas; aunque tras los acuerdos de Londres sobre las deudas de 1953, la cantidad a devolver se redujo a 1 000 millones de dólares (incluyendo las reparaciones de guerra). Las ayudas dadas a los alemanes hasta el 1 de julio de 1951 sumaban 270 millones de dólares, de los cuales los alemanes devolvieron 16,9 a través del Banco Export-Import de los Estados Unidos. En realidad, hasta 1953 Alemania no supo la cantidad exacta de dinero que debía devolver a los Estados Unidos, por lo que insistía en que el dinero de los fondos contravalor sólo se daba en forma de préstamos, un sistema mediante el cual, gracias a los intereses, el dinero crecía en lugar de reducirse.
Los Estados Unidos encargaron a un banco hipotecario que se encargara de controlar el sistema y los préstamos del Programa de Recuperación Europea fueron utilizados en su mayoría para apoyar la actividad de pequeñas y medianas empresas. Al final Alemania pagó la deuda a plazos, pago que finalizó en junio de 1971. Sin embargo, el dinero para el pago de la deuda salió de los presupuestos nacionales, y no de los fondos contravalor, por lo que estos a fecha de hoy siguen existiendo.
Áreas sin Plan Marshall
España.
Muchas partes del mundo que también fueron devastadas por la Segunda Guerra Mundial no se beneficiaron de Plan Marshall. El único gran país de Europa occidental que quedó excluido de las ayudas fue España debido a que tras la Guerra Civil Española, España se cerró en una política de autarquía y proteccionismo bajo el régimen franquista.
Aún con las reticencias en colaborar con un país de cariz fascista, los Estados Unidos decidieron ofrecer a España ayudas económicas, porque el régimen de Francisco Franco era, de todos modos, una garantía de que el país no recibiría influencias soviéticas. Durante la década de los cincuenta, España recibió financiación estadounidense; y aun cuando nunca llegó a las cantidades que sus vecinos habían recibido con el Plan Marshall,el año 48 fue el punto de partida de una recuperación económica tras más de diez años de durísima posguerra.
URSS y Europa del Este.
Mientras que la parte occidental de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas había quedado muy afectada por la guerra, la parte asiática del país estaba prácticamente intacta y se había industrializado rápidamente durante la guerra. El gobierno soviético impuso el pago de cuantiosas sumas de dinero en concepto de reparaciones de guerra a los países del Eje: Finlandia, Hungría, Rumanía y muy especialmente la RDA fueron obligadas a pagar ingentes cantidades de dinero y recursos, y muchas de sus fábricas fueron trasladadas pieza a pieza a territorio ruso.
Todas estas reparaciones igualaban, en la práctica, a las sumas procedentes del Plan Marshall que recibió Europa occidental.
Europa del Este no vio ni un dólar del Plan Marshall, dado que sus gobiernos rechazaron unirse al plan, y recibió más bien poca ayuda de los soviéticos. A pesar del establecimiento del COMECON para contrarrestar al Plan Marshall, éste no era tan generoso, y más bien acabó siendo un método para transferir recursos de Europa a la URSS. Los miembros del COMECON recurrían a la Unión Soviética por combustible, y a cambio debían entregar tanto maquinaria como bienes agrarios, industriales y de consumo a la Unión Soviética. La recuperación económica oriental fue, por tanto, mucho más lenta, y muchos piensan que las economías de Europa del Este, de hecho, jamás se recuperaron durante el periodo comunista, teniendo como resultado la formación de unas economías de penuria y una brecha entre el este y el oeste del continente.
Los estados policiales del Este podían garantizar, además, la continuidad del racionamiento y de las medidas de racionamiento, pero los fuertes gastos en policía y servicios de espionaje interior suponían grandes cantidades de dinero que podrían haberse destinado a tareas de reconstrucción. Yugoslavia, en cambio, sí recibió ayuda de los Estados Unidos, pero no se considera enmarcada dentro del Plan Marshall.
Europa del Este no vio ni un dólar del Plan Marshall, dado que sus gobiernos rechazaron unirse al plan, y recibió más bien poca ayuda de los soviéticos. A pesar del establecimiento del COMECON para contrarrestar al Plan Marshall, éste no era tan generoso, y más bien acabó siendo un método para transferir recursos de Europa a la URSS. Los miembros del COMECON recurrían a la Unión Soviética por combustible, y a cambio debían entregar tanto maquinaria como bienes agrarios, industriales y de consumo a la Unión Soviética. La recuperación económica oriental fue, por tanto, mucho más lenta, y muchos piensan que las economías de Europa del Este, de hecho, jamás se recuperaron durante el periodo comunista, teniendo como resultado la formación de unas economías de penuria y una brecha entre el este y el oeste del continente.
Los estados policiales del Este podían garantizar, además, la continuidad del racionamiento y de las medidas de racionamiento, pero los fuertes gastos en policía y servicios de espionaje interior suponían grandes cantidades de dinero que podrían haberse destinado a tareas de reconstrucción. Yugoslavia, en cambio, sí recibió ayuda de los Estados Unidos, pero no se considera enmarcada dentro del Plan Marshall.
Milagro Japones.
Japón, por otra parte, también quedó muy devastado tras la guerra. Sin embargo, en este caso ni los estadounidenses y ni el Congreso tenían tantas simpatías hacia los japoneses como hacia los europeos; además, Japón no tenía interés ni estratégico ni económico para los Estados Unidos, por lo que no se creó ningún plan de ayudas y la recuperación económica hasta 1950 fue lenta. Aun así, aquel año estalló la Guerra de Corea, y Japón se convirtió en el centro de operaciones de las misiones de las Naciones Unidas, además de un proveedor crucial de material. A partir de 1952 el crecimiento japonés tomó un gran ritmo ascendente: entre 1952 y 1971 el crecimiento en el Producto Nacional Bruto real alcanzó una media anual de un 9,6 %. Los Estados Unidos, en contraste, crecieron una media de un 2,9 % anual entre 1952 y 1991.49 La importancia de la Guerra de Corea puede apreciarse en un ejemplo bien conocido, como es el de la compañía Toyota: en junio de 1950 sólo produjo unos 300 camiones y estaba a punto de la bancarrota. Durante los primeros meses de la guerra en el país vecino, recibió un pedido del ejército estadounidense de producir 5000 vehículos, y la compañía se revitalizó.50 Durante los cuatro años de la guerra, entró más dinero a la economía japonesa que a cualquier otro país miembro del Plan Marshall.
Canadá.
Canadá, como los Estados Unidos, prácticamente no había sufrido los efectos de la Segunda Guerra Mundial, y en 1945 era una de las economías más grandes del mundo. Sin embargo, dependía mucho más fuertemente que los Estados Unidos del comercio con Europa, y tras la guerra se empezaron a notar las consecuencias. En abril de 1948, el Congreso de los Estados Unidos modificó el Plan Marshall, permitiendo que los europeos compraran también bienes y productos de Canadá. Esta modificación fue la clave para la estabilidad económica canadiense, puesto que Canadá ganó 1 000 millones de dólares durante los dos primeros años de la operación. Esto contrasta con el tratamiento que se le dio a Argentina, otra gran economía dependiente de Europa en lo que respecta a sus exportaciones agrarias.
Sus productos fueron excluidos de forma deliberada de los mercados europeos que participaron en el Plan debido a las diferencias políticas entre los Estados Unidos y el entonces presidente de Argentina, Juan Perón. Esto dañaría al sector agrario argentino, y ayudaría a precipitar el deterioro de la economía del país.
Críticas negativas al Plan Marshall
Las primeras críticas al Plan Marshall llegaron desde diversos economistas de corte liberal. Wilhelm Röpke, que tuvo una gran influencia sobre las decisiones económicas del canciller alemán Ludwig Erhard en su programa económico de recuperación, creía que la recuperación económica debía basarse en la eliminación de la planificación centralizada, y en la restauración de la economía de mercado en Europa, y en especial en aquellos países que habían adoptado políticas económicas de carácter fascista y corporativista. Röpke criticaba el Plan Marshall porque se interponía en la transición al libre mercado mediante el subsidio de los sistemas existentes. Erhard puso en práctica la teoría de Röpke, y más tarde le atribuiría el mérito en el éxito económico de Alemania.
Henry Hazlitt, por su parte, criticaba el Plan Marshall en su libro Will Dollars Save the World? (en español, ¿Salvarán el mundo los dólares?), publicado en 1947, y en el que argumentaba que la recuperación económica procedía a través del ahorro, la acumulación de capital y la empresa privada, y no a través de subsidios monetarios. Ludwig von Mises también criticó el Plan Marshall en 1951 y, según sus palabras, creía que "los subsidios americanos posibilitan que los gobiernos oculten parcialmente los efectos desastrosos de varias medidas socialistas que han adoptado." También hacía una crítica general a la ayuda extranjera, considerando que servía para crear enemigos ideológicos en lugar de socios económicos, por interferir con el libre mercado.
Críticas modernas
Su papel en la rápida recuperación ha sido debatido. La mayoría rechaza la idea de que solo revivió milagrosamente a Europa, ya que la evidencia muestra que ya se estaba llevando a cabo una recuperación general. Las subvenciones del Plan Marshall se proporcionaron a una tasa que no era mucho más alta en términos de flujo que la ayuda anterior de UNRRA y representaban menos del 3 % del ingreso nacional combinado de los países receptores entre 1948 y 1951, lo que significaría un aumento en el crecimiento del PIB de solo 0,3 %. Además, no existe una correlación entre la cantidad de ayuda recibida y la velocidad de recuperación: tanto Francia como el Reino Unido recibieron más ayuda, pero Alemania Occidental se recuperó significativamente más rápido.
Las críticas al Plan Marshall fueron muy habituales entre los historiadores de la escuela revisionista, como Walter LaFeber, durante las décadas de los 60 y de los 70. Argumentaban que el plan era una muestra de imperialismo económico estadounidense, y que no era más que un intento para tomar el control de la Europa occidental de la misma forma que los soviéticos controlaban la Europa oriental. Esta escuela argumenta que la generosidad no formaba parte del plan, que realmente se movía impulsado por los objetivos geopolíticos norteamericanos. Revisando la economía de Alemania Occidental entre 1945 y 1951, el analista alemán Werner Abelshauser concluyó que «la ayuda externa no fue algo crucial a la hora de iniciar la recuperación o de mantenerla». Por su parte, el economista Tyler Cowen concluyó, tras un estudio de las economías de Francia, Italia y Bélgica, que fue Bélgica, el país que utilizó políticas de libre mercado antes y de forma más intensa, tras su liberación en 1944, quien experimentó una recuperación más rápida, y quien evitó los mayores problemas de alojamiento y alimentación de la población que sí que hubo en el resto de Europa continental.
Sin embargo, las naciones que más ayuda relativa habían recibido del Plan Marshall (Reino Unido, Suecia y Grecia) habían producido los menores retornos y habían sido los que menos habían crecido entre 1947 y 1955. Por otra parte, las naciones que menos recibieron (Alemania, Austria e Italia) fueron las de mayor crecimiento. Debería tenerse en cuenta, sin embargo, que estos últimos países eran también los más devastados y, por tanto, los que mayor potencial de recuperación tenían.
Alan Greenspan, antiguo presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, atribuye el mérito de la recuperación económica europea a Ludwig Erhard. Greenspan escribe en su obra The Age of Turbulence que fueron las políticas económicas implementadas por Erhard el factor principal de la recuperación europea, sobrepasando de largo a la contribución del Plan Marshall. Establece que fueron sus reducciones en la regulación económica las que permitieron la milagrosa recuperación alemana, y que esas políticas también contribuyeron a la recuperación de muchos otros países europeos. Utiliza también como ejemplo comparativo el caso de Japón, que también experimentó un rápido crecimiento sin ningún tipo de ayuda.
Atribuye el crecimiento al estímulo económico tradicional, como los incrementos en la inversión, acelerado por un alto nivel de ahorro y un nivel de impuestos bajo. Japón recibió una gran inyección de dinero durante la Guerra de Corea, si bien en la forma de inversión y no como subsidios.
Las críticas al Plan Marshall también intentan demostrar que fue el comienzo de una serie de programas de ayuda exterior, en su opinión, desastrosos. Desde los años 1990, los economistas se han ido volviendo cada vez más hostiles a la idea de la ayuda externa. Por ejemplo, Alberto Alesina y Beatrice Weder, sumándose a la literatura existente sobre ayuda económica y corrupción, entienden que ese tipo de ayudas se dilapidan y se utilizan de forma egoísta por los miembros del gobierno receptor de las ayudas, lo cual finaliza con un incremento en la corrupción gubernamental. Esta política en la que se promocionan gobiernos corruptos se atribuye al ímpetu inicial del Plan Marshall.
Noam Chomsky escribió que la cantidad de dinero entregado a Francia y Holanda igualaba a los fondos que estos países utilizaron para financiar a sus ejércitos en el sudeste asiático.
Críticas negativas al Plan Marshall
Las primeras críticas al Plan Marshall llegaron desde diversos economistas de corte liberal. Wilhelm Röpke, que tuvo una gran influencia sobre las decisiones económicas del canciller alemán Ludwig Erhard en su programa económico de recuperación, creía que la recuperación económica debía basarse en la eliminación de la planificación centralizada, y en la restauración de la economía de mercado en Europa, y en especial en aquellos países que habían adoptado políticas económicas de carácter fascista y corporativista. Röpke criticaba el Plan Marshall porque se interponía en la transición al libre mercado mediante el subsidio de los sistemas existentes. Erhard puso en práctica la teoría de Röpke, y más tarde le atribuiría el mérito en el éxito económico de Alemania.
Henry Hazlitt, por su parte, criticaba el Plan Marshall en su libro Will Dollars Save the World? (en español, ¿Salvarán el mundo los dólares?), publicado en 1947, y en el que argumentaba que la recuperación económica procedía a través del ahorro, la acumulación de capital y la empresa privada, y no a través de subsidios monetarios. Ludwig von Mises también criticó el Plan Marshall en 1951 y, según sus palabras, creía que "los subsidios americanos posibilitan que los gobiernos oculten parcialmente los efectos desastrosos de varias medidas socialistas que han adoptado." También hacía una crítica general a la ayuda extranjera, considerando que servía para crear enemigos ideológicos en lugar de socios económicos, por interferir con el libre mercado.
Críticas modernas
Su papel en la rápida recuperación ha sido debatido. La mayoría rechaza la idea de que solo revivió milagrosamente a Europa, ya que la evidencia muestra que ya se estaba llevando a cabo una recuperación general. Las subvenciones del Plan Marshall se proporcionaron a una tasa que no era mucho más alta en términos de flujo que la ayuda anterior de UNRRA y representaban menos del 3 % del ingreso nacional combinado de los países receptores entre 1948 y 1951, lo que significaría un aumento en el crecimiento del PIB de solo 0,3 %. Además, no existe una correlación entre la cantidad de ayuda recibida y la velocidad de recuperación: tanto Francia como el Reino Unido recibieron más ayuda, pero Alemania Occidental se recuperó significativamente más rápido.
Las críticas al Plan Marshall fueron muy habituales entre los historiadores de la escuela revisionista, como Walter LaFeber, durante las décadas de los 60 y de los 70. Argumentaban que el plan era una muestra de imperialismo económico estadounidense, y que no era más que un intento para tomar el control de la Europa occidental de la misma forma que los soviéticos controlaban la Europa oriental. Esta escuela argumenta que la generosidad no formaba parte del plan, que realmente se movía impulsado por los objetivos geopolíticos norteamericanos. Revisando la economía de Alemania Occidental entre 1945 y 1951, el analista alemán Werner Abelshauser concluyó que «la ayuda externa no fue algo crucial a la hora de iniciar la recuperación o de mantenerla». Por su parte, el economista Tyler Cowen concluyó, tras un estudio de las economías de Francia, Italia y Bélgica, que fue Bélgica, el país que utilizó políticas de libre mercado antes y de forma más intensa, tras su liberación en 1944, quien experimentó una recuperación más rápida, y quien evitó los mayores problemas de alojamiento y alimentación de la población que sí que hubo en el resto de Europa continental.
Sin embargo, las naciones que más ayuda relativa habían recibido del Plan Marshall (Reino Unido, Suecia y Grecia) habían producido los menores retornos y habían sido los que menos habían crecido entre 1947 y 1955. Por otra parte, las naciones que menos recibieron (Alemania, Austria e Italia) fueron las de mayor crecimiento. Debería tenerse en cuenta, sin embargo, que estos últimos países eran también los más devastados y, por tanto, los que mayor potencial de recuperación tenían.
Alan Greenspan, antiguo presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, atribuye el mérito de la recuperación económica europea a Ludwig Erhard. Greenspan escribe en su obra The Age of Turbulence que fueron las políticas económicas implementadas por Erhard el factor principal de la recuperación europea, sobrepasando de largo a la contribución del Plan Marshall. Establece que fueron sus reducciones en la regulación económica las que permitieron la milagrosa recuperación alemana, y que esas políticas también contribuyeron a la recuperación de muchos otros países europeos. Utiliza también como ejemplo comparativo el caso de Japón, que también experimentó un rápido crecimiento sin ningún tipo de ayuda.
Atribuye el crecimiento al estímulo económico tradicional, como los incrementos en la inversión, acelerado por un alto nivel de ahorro y un nivel de impuestos bajo. Japón recibió una gran inyección de dinero durante la Guerra de Corea, si bien en la forma de inversión y no como subsidios.
Las críticas al Plan Marshall también intentan demostrar que fue el comienzo de una serie de programas de ayuda exterior, en su opinión, desastrosos. Desde los años 1990, los economistas se han ido volviendo cada vez más hostiles a la idea de la ayuda externa. Por ejemplo, Alberto Alesina y Beatrice Weder, sumándose a la literatura existente sobre ayuda económica y corrupción, entienden que ese tipo de ayudas se dilapidan y se utilizan de forma egoísta por los miembros del gobierno receptor de las ayudas, lo cual finaliza con un incremento en la corrupción gubernamental. Esta política en la que se promocionan gobiernos corruptos se atribuye al ímpetu inicial del Plan Marshall.
Noam Chomsky escribió que la cantidad de dinero entregado a Francia y Holanda igualaba a los fondos que estos países utilizaron para financiar a sus ejércitos en el sudeste asiático.
Dice que el Plan Marshall «creó el marco para la inversión de grandes cantidades de dinero estadounidense en Europa, estableciendo la base para las multinacionales modernas».
Otras críticas al Plan Marshall surgen a raíz de informes según los cuales los Países Bajos utilizaron una gran proporción de los mismos para intentar reconquistar Indonesia en la época en la que se independizó.
El periodista estadounidense ganador del premio Pulitzer, Tim Weiner, sostiene en su libro Legacy of Ashes que el 5 % del presupuesto del Plan Marshall, unos 685 millones de dólares, fue puesto a disposición de la recién creada Agencia Central de Inteligencia (CIA).
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