martes, 23 de abril de 2019

Cómo hablar de política sin pelearse; wokeismo; -a

Guía para debatir sobre cualquier idea, incluso con quien opina lo contrario, sin arruinar una agradable velada.


01/11/2019

¿Es posible hablar de política sin acalorarse, sin perder las formas ni herir los sentimientos de nadie y, sobre todo, sin acabar con el ego magullado? Es posible, pero no es fácil, y menos en campaña elec­toral. Hay muchas emociones en juego estos días, mucha polari­zación política, que se traslada a los ciudadanos, y demasiadas ­tertulias y debates crispados, que no enseñan nada bueno. Pero se puede hablar de política sin discutir. Y pasarlo bien. Aquí siguen unas reglas para salir invicto cuando en una reunión familiar o con amigos, o en una charla informal en el trabajo, alguien plantee “¿y qué te parece todo lo que está pasando?”.


Mejor estar informado

Más allá de la ideología de cada uno, para intentar defender con solvencia cualquier idea hay que saber qué está pasando. Y eso implica obtener información de fuentes diversas, de medios de comunicación serios, veraces y plurales, y no limitarse a una burbuja informativa, a chats telefónicos en los que todos opinan igual o a las cuentas de Twitter que sólo reafirman lo que queremos oír.

Discrepar con respeto.

Defender las propias ideas con firmeza no implica ser agresivo. Hay que hablar de forma directa –para que nos respeten y para que quede claro lo que opinamos–, pero sin perder los nervios, que no solo es de mala educación sino también un signo de debilidad. Hay que dejar hablar a los demás, sin interrumpir, sin suspirar, sin muestras de desagrado, y luego, en un tono amable, explicar por qué se discrepa y cuál es la propia opinión. Y es muy importante cuidar el lenguaje no verbal: si no se está en absoluto de acuerdo con lo que está diciendo la persona que habla, es comprensible en algún momento mover la cabeza en señal de disgusto o entornar los ojos o fruncir los labios, pero no hacerlo todo y a la vez.

Elegir las batallas.

En una charla entre varios, es fácil que surjan diversos temas con los que no se está de acuerdo, pero hay que elegir bien si vale la pena intervenir y en qué momento hacerlo, para no salir damnificado o parecer el clásico gruñón que siempre va a la contra. Desde luego se pueden poner límites respecto a opiniones que uno no esté dispuesto a tolerar, por ejemplo sobre el racismo o la violencia de género, pero en algún momento la mejor estrategia puede ser apartarse del grupo y salir a tomar el aire.

Aprender a frenar.

El mejor propósito en una conversación es escuchar el doble de lo que se va a hablar. Es una vieja regla, pero muy útil cuando hay posiciones discrepantes. Escuchar al interlocutor no significa esperar el turno para saltarle al cuello y soltar el discurso habitual. Hay que intentar mantener la moderación. Ante una escalada retórica de cualquiera de los presentes, mejor echar el freno. Al fin y al cabo, el placer de la oratoria es buscar argumentos para defender una opinión y la contraria. Lamentablemente, lo que suele ocurrir es que la discusión se pervierte: ante una opinión contraria la tendencia es radicalizar la propia para contrarrestar. Nunca se es tan soberanista como cuando se discute con el cuñado de Ciudadanos. Y a la inversa.

Usar el humor.

No hay que esperar que los demás se muestren pacientes y amables cuando se habla de política. Al fin y al cabo es uno de los temas, como el fútbol o antes la religión, que provocan discusiones más intensas. Hacer una broma puede ser un recurso para enfriar la conversación si en algún momento alguien sube el tono, pero hay que ser cuidadoso con la ironía y no herir sensibilidades. Un tema que parece superficial puede ser muy importante para otro. A veces la línea entre el humor y una burla es fina.

No caer en provocaciones.

Hay gente que tiene una habilidad especial para poner de los nervios al personal. Siempre con la excusa de la confianza –mal entendida–, pero saben qué temas tocar para molestar a otro. Hay que estar vigilante en estas situaciones, especialmente si se trata de una celebración y la charla está subiendo de tono. “No voy a caer en esa provocación”, puede ser una respuesta. O simplemente no entrar al trapo, quizás desviando la atención hacia otro tema.

Menos datos.

No se debe confundir una conversación con una conferencia y abrumar a los demás a datos. De entrada, los interlocutores pueden poner esos datos en cuestión –circula mucha noticia falsa– y aportar otros para sostener una posición distinta. Debatir con cifras puede ser de utilidad entre profesionales, pero no ayuda a llevar una conversación ágil y distendida en un contexto informal entre amigos o compañeros de trabajo. Mejor aportar alguna experiencia concreta para sostener una opinión.

Fomentar la empatía.

Se pueden defender puntos de vista muy diferentes sobre un tema con personas a las que se tiene en estima. Más que verlo como una dificultad, es una oportunidad para mirar las cosas desde una perspectiva diferente a la habitual. Ponerse en el lugar del otro es una actitud inteligente cuando se habla de política; entender por qué opina así sobre determinados asuntos, qué vivencias han ayudado a que piense así. Si se trata de una persona a la que no se conoce en profundidad, unas cuantas preguntas estratégicas pueden ayudar a entender por qué defiende determinadas posiciones. Y esa empatía puede acabar siendo recíproca.

Abandonar la idea de ganar.

Algunas personas defienden con tanta pasión sus ideas que resulta incómodo discutir con ellos. Fijan el relato de los hechos y no hay quien les mueva de sus posiciones. No es una buena actitud. Hay que respetar que cada uno tenga sus opiniones y no intentar convencer a nadie por la vía de la vehemencia. Es mucho mejor utilizar frases del tipo “yo lo veo así” o “esto es lo que opino”. Y no sólo como una estrategia, sino admitiendo que existe la posibilidad de que estemos equivocados. Mejor ser flexible y humilde y atreverse a poner en duda las propias ideas.

Salvar la relación.

Hay quien defiende que con los amigos o la familia mejor no hablar de política para no pelearse, pero esta norma puede invertirse porque los valores compartidos, el respeto, el cariño, protegen la relación de cualquier tentación de hostilidad, a pesar de las discrepancias. Sin embargo, existe el riesgo de que la conversación suba de tono y surja el conflicto. Mejor pensárselo dos veces, antes de arruinar la fiesta a todos. Mejor pasar página. Al fin y al cabo, es muy difícil conseguir que alguien cambie de opinión y seguramente no vale la pena pe­learse sólo por la política.

Cambiar de tema

Algunas personas deciden no hablar de política, no porque no les interese o no estén informados; quizás prefieren dejar este tema al margen en ámbitos como el lugar de trabajo para que no afecte sus relaciones personales. Seguro que agradecen que los compañeros trasladen el debate a un lugar más privado.


wokeismo.


Qué es "woke" y por qué este término generó una batalla cultural y política en EE.UU.

"Desperté".

Ese es el significado literal de la palabra "woke", el pasado de "wake", que significa despertar.
Pero el término es mucho más complejo y ser o estar woke en slang o jerga estadounidense puede hacer ver con qué posturas políticas estás más alineado.
El uso de woke surgió dentro de la comunidad negra de Estados Unidos y originalmente quería decir estar alerta a la injusticia racial.
"La persona que mucha gente considera que lo acuñó fue [el novelista] William Melvin Kelley", le dijo a la BBC Elijah Watson, editor de noticias y cultura del sitio web de música estadounidense Okayplayer y autor de una serie de artículos llamados "El origen de woke".
"En 1962 publicó un ensayo en el New York Times titulado If You're Woke, You Dig It ('Si estás despierto, lo entiendes')", relató.
El término resurgió en la última década con el movimiento Black Lives Matter, que nació en rechazo a la brutalidad policial hacia personas afrodescendientes.
Pero esta vez su uso se difundió más allá de la comunidad negra y empezó a ser utilizado para significar algo más amplio.
En 2017, el diccionario Oxford agregó esta nueva acepción de "woke", definiéndolo como:

 "Estar consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo".

Suena como algo positivo, ¿verdad?

Pues depende de a quién se le pregunte. Porque, así como hay gente que se autodefine con mucho orgullo como una persona "woke", que está alerta a la discriminación y la injusticia, hay muchos otros que utilizan el adjetivo como un insulto.
El propio diccionario Oxford hace la distinción. Debajo de la definición, agrega lo siguiente:

"Esta palabra a menudo se usa con desaprobación por parte de personas que piensan que otras personas se molestan con demasiada facilidad por estos temas, o hablan demasiado sobre ellos de una manera que no cambia nada".

O como apunta el diccionario Merriam-Webster, se usa con desaprobación para referirse a alguien políticamente liberal (como en asuntos de justicia racial y social) especialmente de una manera que se considera irrazonable o extrema.
Es decir, que mientras que para algunos ser "woke" es tener conciencia social y racial, y cuestionar los paradigmas y las normas opresoras impuestas históricamente por la sociedad, para otros describe a hipócritas que se creen moralmente superiores y quieren imponer sus ideas progresistas sobre el resto.

Los críticos de la cultura "woke" cuestionan, sobre todo, los métodos coercitivos que utilizan algunos "policías de la palabra" -así los definen- contra quienes dicen cosas o cometen actos que ellos perciben como misóginos, homofóbicos o racistas.
En particular ha generado mucho malestar el uso de un método conocido como la "cancelación": un boicot social y profesional, que suele realizarse a través de las redes sociales, contra individuos que actuaron o dijeron algo que para ellos es intolerable.
Para las personas "woke", se trata de una forma de protesta no violenta que permite empoderar a grupos históricamente marginalizados de la sociedad y corregir comportamientos, sobre todo de los sectores más privilegiados, que hasta ahora eran parte del stato quo y persistían sin castigo ni cambio.
Pero para los críticos es corrección política llevada al extremo, que atenta contra la libertad de expresión y "los valores tradicionales estadounidenses".

Batalla política.

Lo que empezó como un choque cultural se fue transformando en un enfrentamiento político.
El término "woke" se convirtió en sinónimo de políticas de izquierda o liberales que abogan por cosas como la equidad racial y social, el feminismo, el movimiento LGBT, el uso de pronombres de género neutro, el multiculturalismo, el uso de vacunas, el activismo ecológico y el derecho a abortar.
Políticas con las que se asocia el Partido Demócrata del presidente Joe Biden, así como también al ala más liberal que incluye políticos como Bernie Sanders o la congresista Alexandria Ocasio-Cortez.
En contraposición, el ala más extrema del Partido Republicano, liderada por el expresidente Donald Trump, considera que estas políticas representan no solo una amenaza a los "valores de familia" sino incluso a la misma democracia, a la que se quiere "reemplazar con una tiranía woke".

En 2020, Trump centró uno de los ejes de su campaña de reelección en combatir a estos llamados "woke lefties" (izquierdistas despiertos) quienes -aseguró- practican un "fascismo de extrema izquierda".
El entonces mandatario señaló que con su "cultura de la cancelación" estaban "expulsando a la gente de sus trabajos, avergonzando a los disidentes y exigiendo la sumisión total de cualquiera que no esté de acuerdo".
"Es la definición misma de totalitarismo", acusó el líder republicano.

Para los demócratas el autoritario es Trump, cosa que -según ellos- quedó demostrado cuando se rehusó a dejar el poder tras su derrota electoral y sus simpatizantes irrumpieron en el Capitolio.
Lejos de saldar el debate, los primeros dos años de gobierno de Biden han ahondado la polarización entre estos dos sectores.
Según el Pew Research Center, "los demócratas y los republicanos están más alejados ideológicamente hoy que en cualquier otro momento de los últimos 50 años".
Y una encuesta realizada en septiembre por el canal CBS mostró que casi la mitad de los miembros de ambos partidos ven al otro no como un opositor político sino como un "enemigo".

Las "midterms"

Las diferencias ideológicas se pusierom de manifiesto en la antesala de los comicios legislativos del 8 de noviembre, conocidos como las "midterms" o elecciones de mitad de período.
Durante la campaña electoral, muchos partidarios de Trump volvieron a advertir sobre los supuestos peligros que conlleva el llamado "wokeismo" demócrata.
"Puedes perder tu trabajo. Puedes ser rechazado en la plaza del pueblo de América en las redes sociales. Te pueden perseguir por la calle. Te pueden tirar cosas. Puedes ser agredido físicamente (como le ocurrió al escritor) Salman Rushdie. Te pueden apuñalar en la maldita garganta si no le caes bien", alertó recientemente en Fox News la comentarista política conservadora Tammy Bruce.

Muchos demócratas desmerecen este tipo de afirmaciones, señalando que es retórica alarmista que busca ganar votos.
"Cada elección, [los republicanos] inventan un nuevo cuco en lugar de tratar de resolver problemas y mejorar la vida de las personas", criticó en declaraciones a CBS News el demócrata Charlie Crist, quien se postulaba para la gobernación de Florida.
El rival de Crist -y eventual ganador- fue el actual gobernador Ron DeSantis, quien después de ser reeligo se torna en posible candidato presidencial en 2024. Es uno de los republicanos que más hace hincapié en los supuestos peligros del "woke culture" de sus rivales.

En sus discursos suele repetir que "woke es la nueva religión de la izquierda".

Dado este contexto, algunos demócratas, en especial los más moderados, han advertido que el llamado "wokeismo" está perjudicando a su partido, dándoles a los republicanos armas para atacarlos.
"El wokeness es un problema y todos [en el Partido Demócrata] lo saben", le dijo al sitio Vox el famoso consultor político demócrata James Carville, quien lideró la exitosa campaña presidencial de Bill Clinton en los años 90.
Según Carville, el problema son algunas de las propuestas más extremas que alienan a los sectores conservadores de la sociedad y son usados por los trumpistas para asustar al electorado.
Como ejemplo citó la iniciativa para "desfinanciar a la policía" y utilizar esos fondos para programas de ayuda comunitaria, una idea que surgió tras el asesinato de George Floyd en 2020 y que busca poner fin al problema del llamado "racismo sistémico en las fuerzas de seguridad".
Aunque muchos demócratas -incluido el presidente Biden- se expresaron en contra de esta idea, algunos la apoyaron, llevando a varios candidatos republicanos a asociar a todo el partido con la propuesta, que es impopular entre gran parte de la población.

Obama y AOC

La "cultura woke" también ha generado críticas internas dentro del liderazgo del Partido Demócrata. Uno de los detractores más famosos -y más vocales- es el expresidente Barack Obama (2009-2017). 
En 2019, en la antesala de la carrera para definir quién sería el candidato o la candidata demócrata en los comicios presidenciales del año siguiente, Obama criticó que el foco -en especial entre los más jóvenes- se estuviera poniendo en cuán "woke" era esa persona.
Sus palabras llegaron luego de que un número de posibles candidatos demócratas se vieran forzados a pedir disculpas públicas por cosas que habían dicho en el pasado.

"Tengo la sensación de que ciertos jóvenes en las redes sociales creen que la forma de generar el cambio es juzgar lo más posible a otras personas", afirmó durante un encuentro anual de la Fundación Obama.
"Si tuiteo o publico un hashtag sobre cómo no hiciste algo bien o usaste el verbo incorrecto, entonces puedo sentarme y sentirme bastante bien conmigo mismo porque '¿viste lo woke que fui? ¡Te pesqué!'".
"Basta", dijo.
"Si todo lo que haces es tirar piedras, probablemente no llegues muy lejos".
"El mundo es desordenado", aleccionó. 
"Hay ambigüedades. Las personas que hacen cosas realmente buenas tienen defectos".
Sin embargo, la legisladora más joven del Partido Demócrata (y de toda la Cámara de Representantes), la carismática Alexandria Ocasio-Cortez, salió a la defensa del "wokeismo".
AOC -como es conocida- señaló que si al partido le va mal en las próximas elecciones es porque el Congreso no ha logrado aprobar legislación sobre el derecho a votar, una de las causas insignia de los activistas "woke".
"'Woke' es un término que los expertos ahora usan como un eufemismo despectivo de los derechos civiles y la justicia", publicó en su cuenta de Twitter en noviembre de 2021.
"Inventar un problema 'woke' tiene como resultado poner los derechos civiles y de voto en un segundo plano"
, advirtió.
"En un año en el que las legislaturas estatales están planeando mayorías republicanas y supresión de votantes, eso es peligroso".


"Capitalismo woke"

Los debates sobre el "wokeismo" no solo dominan la agenda política y cultural estadounidense. También han permeado el mundo empresarial.
Algunas compañías se han encontrado en el ojo de la tormenta por adoptar cambios que son interpretados -para bien o para mal- como "woke".
Un caso conocido es el de Gillette, que generó controversia en 2019 con una publicidad llamada "Lo mejor que pueden ser los hombres", en el que se criticaba comportamientos masculinos "tóxicos" como el bullying, el acoso sexual y el sexismo.
Aunque fue aplaudido por muchos, también se convirtió en su momento en uno de los videos con mayor número de pulgares para abajo en You Tube, y provocó un boicot contra la fabricante de rasuradoras.
La polémica que desató Gillette con su anuncio en contra de la "masculinidad tóxica"
El golpe económico que sufrió Procter & Gamble, dueña de la compañía, llevó a la creación de un meme que se ha popularizado entre la derecha: Get woke, go broke ("Hazte woke, quiebra").

En los últimos tiempos, la empresa que más ha recibido elogios y críticas por ser considerada "woke" es Disney.
En abril pasado, el gobernador DeSantis firmó una ley para retirarle a la Walt Disney Company su estatus legal especial que le permite autogobernarse en el estado de Florida.
Y legisladores republicanos advirtieron que no aprobarán la extensión del derecho de autor de Disney sobre su principal personaje Mickey Mouse, que vence en 2024.
Fue en represalia a la oposición de los ejecutivos de la empresa a una ley que prohíbe enseñar sobre sexualidad, orientación sexual y diversidad de género en las escuelas primarias de Florida, bautizada por sus detractores como la ley "No digas gay".
Disney publicó un comunicado en contra de la norma, presionado por sus empleados que realizaron protestas y un paro ante el silencio inicial de la empresa.
"Nuestros empleados ven el poder de esta gran compañía como una oportunidad para hacer el bien. Yo estoy de acuerdo", dijo entonces el CEO de Disney, Bob Chapek.

La compañía también fue acusada por algunos sectores conservadores de "hacer activismo woke" por elegir a una actriz negra para protagonizar la nueva versión, con actores de carne y hueso, del clásico "La sirenita", en el que el personaje animado de Ariel (basado en el cuento de hadas de Hans Christian Andersen) aparece como una sirena de piel blanca y ojos azules (en ambas versiones es pelirroja).
Por el contrario, la elección de una actriz de piel oscura fue aplaudida por muchas voces que no solo se sintieron representadas sino que además consideran que, dado que las sirenas son personajes mitológicos, pueden ser de cualquier color de piel.
DeSantis y otros republicanos también han criticado a las empresas que priorizan las inversiones que tienen impacto medioambiental, social y de gobernanza (conocidas como ESG), catalogándolas como "capitalismo woke".

En julio pasado, el gobernador dijo que las inversiones ESG -que suelen priorizar temas como el cambio climático o la diversidad- "amenazan la vitalidad de la economía estadounidense y la libertad económica de los estadounidenses al apuntar a individuos e industrias desfavorecidas para promover una agenda ideológica woke".
Según el sitio Market Watch, si los republicanos toman el control del Congreso durante las midterms "es probable que apunten contra el capitalismo woke".
"Los inversores deben esperar un rechazo significativo de los republicanos contra las políticas ESG, tanto las ordenadas por los reguladores gubernamentales como las autoimpuestas por el sector privado", advirtió el analista Brian Gardner de la consultora financiera Stifel.

Woke («despierto» en inglés) es un término, originario de los Estados Unidos, que inicialmente se usaba para referirse a quienes se enfrentan o se mantienen alerta frente al racismo.​ Posteriormente, llegó a abarcar una conciencia de otras cuestiones de desigualdad social, por ejemplo, en relación con el género y la orientación sexual.​ Desde finales de la década de 2010, también se ha utilizado como un término general para los movimientos políticos progresistas y/o de izquierda y perspectivas que alegan enfatizar la política identitaria de las personas LGBT, de la comunidad negra y de las mujeres.​
Para 2020, partes del centro político y derecha política en varios países occidentales usaban el término woke, a menudo de manera irónica, como forma de denominar a varios movimientos e ideologías progresistas radicales o de izquierda identitaria posmoderna percibidos como demasiado rabiosos, entusiastas, agresivos, agitadores, susceptibles o poco sinceros, y por su tendencia a la censura de opiniones discrepantes mediante la llamada cultura de la cancelación. A su vez, algunos comentaristas llegaron a considerarlo un término ofensivo con asociaciones negativas para quienes promueven ideas políticas que involucran identidad y raza.
Para 2021, woke se había usado casi exclusivamente como un concepto peyorativo, y los usos más destacados de la palabra tienen lugar en un contexto despectivo. Aunque en español no tiene una traducción asentada y generalmente se usa el término inglés crudo, destacada en cursiva o entrecomillada al ser un extranjerismo, en la jerga coloquial de España se llama despiertismo a este movimiento y despiertos o despiertitos​ a los que lo siguen, el primero como término neutro y el segundo despectivo. Una traducción propuesta por la RAE es concienciado
Woke también se refiere al progresismo actual (Feminismo, diversidad sexual y racial, generación de cristal, entre otros), todo ello llevado al extremo. En conclusión, Woke se utiliza como jerga para referirse a lo mencionado anteriormente.

Origen y usos del término

La frase «stay woke» («mantente despierto») surgió en los Estados Unidos en la década de 1930. Al desarrollarse dentro del inglés afroestadounidense vernáculo, woke se refirió a una conciencia de los problemas sociales y políticos que afectan a los afroamericanos, especialmente los prejuicios raciales y la discriminación. De esta forma, ha aparecido en varios contextos, por ejemplo, en canciones de Leadbelly y Erykah Badu. Tras el asesinato de Michael Brown en Ferguson, Misuri, en 2014, la frase fue popularizada por activistas de Black Lives Matter (BLM) que alegaban buscar crear conciencia sobre los tiroteos policiales contra afroamericanos. La expresión se popularizó en Black Twitter y ganó tracción como un meme de Internet, utilizándose con frecuencia por personas que no eran afroamericanas, a menudo para señalar su apoyo a Black Lives Matter. Asociado con la generación Y, el término se extendió internacionalmente y se agregó al Oxford English Dictionary en 2017.
A medida que el uso del término se ha extendido más allá de sus orígenes afroamericanos, woke se ha utilizado cada vez más como un término general para describir los movimientos e ideologías de justicia social de izquierda radical identitaria. Para 2020, críticos de estas posiciones en varios países occidentales han usado el término woke, a menudo de manera irónica, como una denominación dirigida a movimientos e ideologías de izquierda identitaria percibidos como demasiado fanáticos o insinceros, y tendentes a censurar de forma dogmática cualquier desviación de su perspectiva ideológica.​ Algunos movimientos de izquierda llegaron a considerarlo un término ofensivo utilizado para denigrar a quienes hacen campaña contra la discriminación.​
Con la extensión de las acciones de censura en redes sociales a cuentas de perfil conservador o críticas con la imposición de las posturas consideradas como «políticamente correctas» desde la izquierda, el término «woke» pasa a ser despectivo, como sinónimo de «progre».

Capitalismo woke y woke-washing

A mediados de la década de 2010, el lenguaje asociado con el "despertar" había entrado en los principales medios de comunicación y se estaba utilizando para marketing. El término capitalismo woke fue acuñado por el escritor Ross Douthat para las marcas que usaban mensajes políticamente progresistas como sustituto de una reforma genuina.​ Según The Economist, los ejemplos de capitalismo woke incluyen campañas publicitarias diseñadas para atraer a los millennials, quienes a menudo tienen puntos de vista socialmente más liberales que las generaciones anteriores.
Las científicas culturales Akane Kanai y Rosalind Gill describen el capitalismo woke como la tendencia "que se intensifica drásticamente" para incluir grupos históricamente marginados (principalmente en términos de raza, género y religión) como mascotas en la publicidad, con un mensaje de empoderamiento para señalar valores progresistas. Por un lado, Kanai y Gill argumentan que esto crea una idea individualizada y despolitizada de la justicia social, reduciéndola a un aumento de la confianza en uno mismo. Por otro lado, la visibilidad omnipresente en la publicidad también puede amplificar una reacción violenta contra la igualdad de precisamente estas minorías. Estos se convertirían en mascotas no solo de las empresas que los utilizan, sino también del indiscutible sistema económico neoliberal.

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