lunes, 28 de mayo de 2018

Raúl Julio Escobar Poblete.-a



(Santiago, 17 de octubre de 1963) conocido como comandante Emilio en sus actividades guerrilleras, fue un integrante del grupo armado chileno Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) sindicado como el autor material del asesinato del senador Jaime Guzmán, ideólogo de la dictadura militar del general Augusto Pinochet. Se encontraba prófugo de la justicia chilena desde ese crimen, cometido en 1991; además, habría participado en el rescate de cuatro de sus compañeros desde la cárcel de alta seguridad de Santiago en 1996 y cometido otros delitos diversos. Fue detenido en México el 30 de mayo de 2017.​ 

Biografía

Hijo del periodista deportivo Mariano Escobar González, conocido por el seudónimo de Sansón, y de Celia Poblete, profesora normalista, Raúl quedó huérfano de padre a los nueve años de edad. Debido a los aprietos económicos que generó el fallecimiento de Mariano, la madre decidió enviar al hermano mayor, Manuel, donde unos familiares en Estados Unidos; cuando este regresó, se quedó con unos tíos en Providencia e iba solo esporádicamente a la casa de su madre y su hermano Raúl, en la Villa Santa Elena de Macul.
En esos tiempos, Celia Poblete "vendía lencería en Irarrázaval y Raúl Escobar estudiaba en el Liceo Lastarria y pasaba las tardes en las calles de Santa Elena, donde sus amistades lo conocían por su segundo nombre, Julio. Una de sus cercanas era Marcela Mardones, con quien, además, compartía ideas políticas".​ Con ella se casaría más tarde y tendría dos hijos.
Raúl Escobar se unió al Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en 1987 y sobre los motivos que le impulsaron a hacerlo existen dos versiones. Según la primera, que figura en informes de la Policía de Investigaciones de Chile (PDI), habría sido al asesinato de una tía paterna, la frentista Elizabeth Escobar Mondaca, ocurrido en la denominada operación Albania (conocida también como matanza de Corpus Christi, 15 y 16 de junio de ese año) lo que habría inducido a Escobar a unirse al FPMR. Sin embargo, familiares directos tanto de Elizabeth como de Raúl niegan el parentesco. La segunda versión dice que lo hizo influenciado por Mauricio Arenas Bejas, conocido como Lobo o Joaquín, uno de los frentistas que habían atentado contra la comitiva del general Augusto Pinochet en septiembre de 1986. 
A este, Escobar lo conoció en la Penitenciaría, donde estuvo encarcelado durante casi siete meses después de ser detenido por su participación, en enero de 1987, en un asalto fallido a un departamento en avenida Pocuro, en Providencia. Al quedar en libertad a fines de año, Escobar se puso a las órdenes de un amigo de Arenas Bejas, Mauricio Hernández (conocido como Ramiro, el Abuelo o simplemente Pepe), y adoptó como chapa (seudónimo de guerra) el nombre de Emilio (convirtiéndose más tarde en el comandante Emilio; los detectives le asignaron a él y a su compañera sus propias chapas: Emilio era para ellos Pájaro Loco y Ximena, es decir, Marcela, era Minnie).

El el aparato operativo del FPMR conformó dupla con Ricardo Palma Salamanca, otro joven frentista; en 1990 actuó en las muertes del coronel de carabineros Luis Fontaine primero, y del sargento de ejército Víctor Valenzuela Montecinos a finales del mismo año.3​ En febrero de 1991 participó en el atentado con un cohete Law contra la residencia en Santiago del personal de seguridad de la embajada de Estados Unidos, en la que un infante de marina resultó herido.
El 1 de abril ese año, junto a Ricardo Palma, tomó parte en el atentado que le costó la vida al senador Jaime Guzmán, y a finales de 1991 intervino como uno de los jefes en el grupo que secuestró a Cristián Edwards, un joven empresario hijo del dueño del diario El Mercurio. Luego de estos hechos fue identificado por la policía que inició una intensa búsqueda, sin éxito.
Volvió a reaparecer en diciembre de 1996 como jefe del comando de la llamada operación Vuelo de Justicia, que rescató a los frentistas Hernández, Palma, Pablo Muñoz Hofmann y Patricio Ortiz Montenegro desde la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago, utilizando un helicóptero.
En el 2002, la policía de Brasil descubrió sus huellas dactilares en la vivienda que fue utilizada por los secuestradores del publicista Washington Olivetto.​ Meses más tarde fue ubicado por la Interpol en la localidad fronteriza de Santana do Livramento, donde estuvo a punto de ser capturado. Pese a ello su rastro se perdió inexplicablemente.
El martes 30 de mayo de 2017 fue detenido en San Miguel de Allende, México, país donde vivía desde hacía más de una década; también su ex pareja, Marcela Mardones, de la que separó a principios de la década de 2010, residía en ese país.​ Mardones había viajado a Chile, donde fue detenida el día 9 en las cercanías de Puerto Varas y llevada a la cárcel de Puerto Montt para luego ser trasladada a Santiago. Mardones, exestudiante de Educación Básica en el campus Oriente de la Universidad Católica, está acusada desde 1993 de asociación ilícita y delito terrorista; según la investigación, habría entregado la información sobre los movimientos y horarios de Guzmán.4​ En México, Emilio había pasado a llamarse Ramón Guevara y residía en San Miguel de Allende, donde era conocido como "fanático del fútbol, apoderado ejemplar y aficionado al arte" (jugaba dos veces a la semana, los martes y jueves, por su equipo Generación 35).1​ Fue en esa ciudad donde fue detenido en su camioneta Tacoma blanca patente GR29157. A San Miguel de Allende había llegado con su pareja que adoptó la identidad falsa de Patricia Fernández y sus dos hijos, el mayor, Carlos, tenía entonces quince años y la menor, Rebeca, dos; vivían en el barrio del Atascadero. Después de separarse y de unirse a la española Isabel Mazarro (residían en el sector El Nigromante), continuó manteniendo una estrecha relación con su hija, a la que pasaba a buscar todos los días para llevarla a la escuela Árbol de Vida.

Escobar fue encarcelado en Valle de Santiago, Guanajuato, donde ingresó bajo el nombre Ramón Alberto Guevara Valencia, de acuerdo a su falsa identidad.​ Allí se le relacionaba con el secuestro de la francoestadounidense Nancy Michelle Kendall.​ El ministro del Interior chileno, Mario Fernández, señaló que lo más probable es que el frentista sea juzgado primero en México según las leyes de ese país; Chile pedirá la extradición para poder juzgarlo a su vez por los crímenes que se le imputan.

domingo, 6 de mayo de 2018

Nacionalismo catalán V.-a


Segunda República y Guerra Civil (1931-1939)
La proclamación de la «República Catalana» y la recuperación de la Generalidad
Proclamación de la Segunda República en Barcelona.
Un mes antes de la celebración de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, cuyo resultado condujo a la proclamación de la Segunda República Española, se fundó en Barcelona Esquerra Republicana de Catalunya, que iba ser el partido hegemónico en Cataluña durante la Segunda República Española, de la misma forma que la Lliga Regionalista lo había sido durante el reinado de Alfonso XIII. En Esquerra Republicana confluyeron Estat Català liderado por Francesc Macià —aunque un sector del partido no le siguió y mantuvo su nombre—, el Partit Republicà Català, con Lluís Companys a la cabeza y el llamado Grup de L'Opinió por el nombre del semanario (L'Opinió) que lo aglutinaba. El líder indiscutible del nuevo partido era l'Avi Francesc Macià, cuyo carisma fue clave para el rotundo triunfo de Esquerra en las elecciones municipales, especialmente en Barcelona donde se presentó en solitario —consiguió 25 concejales, frente a los 12 de la Lliga Regionalista y a otros 12 de la candidatura republicana-socialista—.
El 14 de abril, alrededor de la una y media de la tarde, Lluís Companys salió al balcón del Ayuntamiento de Barcelona, en la plaza de San Jaime que en esos momentos no estaba muy concurrida, para proclamar la República e izar la bandera republicana.
 Alrededor de una hora después y desde el mismo balcón, donde ya ondeaba también la senyera catalana, el líder de Esquerra Francesc Macià se dirigió a la multitud concentrada en la plaza y proclamó, en nombre del pueblo de Cataluña, «L'Estat Català, que amb tota la cordialitat procurarem integrar a la Federació de Repúbliques Ibèriques». Así pues, antes de que se proclamara la República en Madrid, Macià daba por constituido un Estado catalán y definía la forma de Estado de la nueva República «ibérica» como federal o confederal. A media tarde Macià se dirigía de nuevo a la multitud pero esta vez desde el balcón de la Diputación de Barcelona, situado enfrente del Ayuntamiento, para comunicarles que había tomado posesión del gobierno de Cataluña, afirmando a continuación que «d'aquí no ens trauran sino morts» ('de aquí no nos sacarán sino muertos'). A continuación firmó un manifiesto en el palacio de la Diputación en que proclamaba de nuevo el «Estat Català» bajo la forma de «una República Catalana», que pedía a los otros «pueblos de España» su colaboración para crear una «Confederació de Pobles Ibèrics».
 Inmediatamente Macià empezó ejercer el poder y destituyó al capitán general Despujols, nombrando en su lugar al general Eduardo López Ochoa y designó nuevo gobernador civil de Barcelona a su compañero de partido Lluís Companys. Asimismo nombró a los miembros de su gobierno, dominado por la Esquerra Republicana de Cataluña, en el que incluyó a un representante del Partido Republicano Radical y otro del PSOE, pero ninguno de la Lliga Regionalista —en la calle algunos gritaban "¡Visca Macià i mori Cambó!"—147​ Macià llegó a ofrecerle una cartera a la CNT, pero la organización anarcosindicalista rehusó participar alegando su tradicional apoliticismo.
Una tercera declaración de Macià, por escrito como la segunda, se produjo a última hora de la tarde, cuando se supo que la República había sido proclamada en Madrid y el rey Alfonso XIII abandonaba el país, en la que, después de hacer referencia al Pacto de San Sebastián, se proclamaba «La República Catalana com Estat integrant de la Federació Ibèrica».​ «En realidad, la actuación de Macià no iba encaminada a una ruptura con España, proclamando la independencia, sino a provocar desde una situación de fuerza el cumplimiento de lo acordado en San Sebastián, la concesión inmediata de una amplia autonomía, que quería federal».
La proclamación de la República Catalana obligó al Gobierno Provisional de la Segunda República Española a enviar a tres ministros (los catalanes Marcelino Domingo y Lluis Nicolau d'Olwer, más Fernando de los Ríos) para que se entrevistaran en Barcelona con Francesc Macià. El mismo día de su llegada, el 17 de abril, se llegó al acuerdo de que Esquerra Republicana de Cataluña renunciaba a la “República Catalana” a cambio del compromiso del Gobierno Provisional de que presentaría en las futuras Cortes Constituyentes el Estatuto de Autonomía que decidiera Cataluña, previamente «aprobado por la Asamblea de Ayuntamientos catalanes», y del reconocimiento del gobierno catalán que dejaría de llamarse Consejo de Gobierno de la República Catalana para tomar el nombre de Gobierno de la Generalidad de Cataluña recuperando así «el nombre de gloriosa tradición» de la centenaria institución del Principado que fue abolida por Felipe V en los decretos de Nueva Planta de 1714. La nueva Generalidad asumiría las funciones de las cuatro diputaciones catalanas y sería la encargada de organizar una Asamblea con representantes de los Ayuntamientos hasta que no fuera elegida por sufragio universal.
 Casi todos los partidos políticos catalanes aceptaron el acuerdo, excepto Estat Català, que acusó a Macià —su antiguo líder— de traidor, y el Bloque Obrero y Campesino, un grupúsculo comunista recién creado, que afirmó que el Gobierno Provisional de Madrid había «aplastado la República Catalana, cuya proclamación fue el acto revolucionario más trascendental llevado a cabo el día 14».
El día 26 de abril el presidente del Gobierno Provisional Niceto Alcalá-Zamora fue aclamado en el viaje que realizó a Barcelona. Tres días después el gobierno provisional aprobaba un decreto que establecía la legalidad del uso catalán en los parvularios y en las escuelas primarias, que fue acogido con entusiasmo.149​ Sin embargo a los pocos días se produjo el primer conflicto entre la Generalidad y el Gobierno Provisional cuando el Ministerio de la Gobernación consideró una invasión de sus competencias el decreto publicado el 3 de mayo en el primer número del “Butlletí de la Generalidad de Cataluña” en el que se reorganizaban las instituciones de la Generalidad y se nombraban unos comisarios de la misma en Gerona, Lérida y Tarragona. Un delegado de la Generalidad tuvo que viajar a Madrid para delimitar las competencias entre la Generalidad y el gobierno central.

El Estatuto de Autonomía de 1932

Acto de homenaje a Rafael Casanova en 1931 presidido por Francesc Macià, presidente de la Generalidad de Cataluña.
Tal como había acordado Macià con los tres ministros del Gobierno provisional, la Generalidad convocó a los ayuntamientos catalanes para que eligieran a los 45 miembros —uno por cada partido judicial— de la Diputación Provisional de la Generalidad de Cataluña. Gracias al retraimiento de la Lliga Regionalista, que había sido derrotada en las municipales del 12 de abril, Esquerra consiguió una holgada mayoría. Nada más constituirse el 9 de junio, la Diputación nombró una comisión de seis miembros para que redactara el anteproyecto de Estatuto de Autonomía. Se reunieron en el santuario de Nuria y en pocos días lo acabaron, presentándolo el 20 de junio. Tras la aprobación por la Diputación Provisional el proyecto de estatuto fue sometido a referéndum a principios de agosto, obteniendo el 99% de votos positivos, con una participación del 75% del censo —las mujeres no pudieron votar, pero casi medio millón enviaron sus firmas de adhesión al mismo, al igual que unos 100.000 emigrantes que no figuraban en el censo—. En la provincia de Barcelona 175.000 personas votaron a favor y sólo 2.127 en contra. Macià entregó el texto a Niceto Alcalá Zamora, presidente del Gobierno Provisional, y éste lo presentó el 18 de agosto a las Cortes Constituyentes.
El llamado Estatuto de Nuria respondía a un modelo federal de Estado y rebasaba en cuanto a denominación y en cuanto a competencias a lo que ya había sido aprobado de la futura Constitución de la República —el «Estado integral» respondía a una concepción unitaria, no federal—.
​ El Estatuto creaba una ciudadanía catalana, declaraba como lengua oficial únicamente el catalán, abría la posibilidad de que se incorporaran a Cataluña otros territorios, como Valencia y Baleares, y hasta determinaba las condiciones en las que los jóvenes catalanes debían cumplir el servicio militar. Al presentar el proyecto los representantes catalanes argumentaron que en el Pacto de San Sebastián de agosto de 1930 se reconoció el derecho de autodeterminación de Cataluña.
Entre enero y abril de 1932 una comisión de las Cortes adecuaron el proyecto de Estatuto de Cataluña a la Constitución, lo que irritó a los diputados nacionalistas catalanes —uno de ellos llegó a afirmar que «habían sido engañados»—​. Pero aun así el proyecto encontró una fuerte oposición entre todos los sectores de la cámara, incluidos los intelectuales liberales como Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset y los diversos grupos republicanos y el socialista que apoyaban al gobierno. Así la autonomía catalana «se convirtió en un regateo constante que se tradujo en un progresivo diluir de sus contenidos» y «las sesiones borrascosas se multiplicaron con el paso de los días empujando a una sensación de desaliento progresivo en numerosos sectores del catalanismo, que veían rotas sus expectativas de un ensamblaje amigable dentro de la República».​ En la oposición al proyecto de Estatuto destacaron la Minoría Agraria y los diputados de la Comunión Tradicionalista que ya se habían separado de los diputados del PNV de la Minoría vasco-navarra, y que impulsaron una amplia movilización callejera «antiseparatista».
Tras cuatro meses de debates interminables, sólo el fallido golpe de Estado del general Sanjurjo de agosto de 1932 provocó que se acelerara la discusión del Estatuto, que finalmente fue aprobado el 9 de septiembre por 314 votos a favor —todos los partidos que apoyaban al gobierno, más la mayoría de los diputados del Partido Republicano Radical— y 24 en contra —y unas 100 abstenciones—.​ El presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora lo firmó el día 15 de septiembre en San Sebastián.​ Según Gabriel Jackson, «Manuel Azaña arriesgó la vida de su Gobierno y su prestigio personal en la aprobación del Estatuto... Para Azaña, como inteligente nacionalista español... el Estatuto era un juego calculado en la construcción de una España unida por mutuos intereses y no por la fuerza militar».
El Estatuto era menos de lo que los nacionalistas catalanes habían esperado «pero cuando el presidente del Consejo de ministros fue a Barcelona para la ceremonia de presentación, lo recibieron con una tremenda ovación».​ En realidad el Estatuto de Nuria sufrió una modificación a fondo durante su tramitación parlamentaria, ya que desaparecieron las referencias a la autodeterminación —el único recuerdo que quedó fue la afirmación de que «Cataluña se constituye como región autónoma», «como si el reflexivo indicara que lo hacía por propia y única voluntad»—​, los impuestos directos siguieron siendo competencia exclusiva del Estado, así como la legislación social, un tema irrenunciable para los socialistas, pero el resultado final fue una «solución de transacción, que no siendo totalmente satisfactoria para nadie se demostró estable y punto de coincidencia de izquierdas y derechas en Cataluña».
El Estatuto aprobado provocó la decepción entre muchos sectores pues se había eliminado del proyecto originario la referencia a la soberanía —la frase «el poder de Cataluña emana del pueblo» fue eliminada; la definición de Cataluña como «estado autónomo» fue sustituida por la de región autónoma—, se había impuesto la cooficialidad del castellano suprimiendo la posibilidad de dirigirse a los poderes estatales en catalán, se habían recortado las competencias exclusivas de la Generalidad, sobre todo en materia de enseñanza, orden público y administración de justicia, etc. Un grupúsculo comunista definió el Estatuto como «la subordinación catalana al imperialismo español», lo que «dejando de lado el maximalismo léxico, debía compartir una parte importante del electorado, al percatarse de las limitaciones a que era sometida la tan largamente reivindicada autonomía». Además la lentitud en el traspaso de las competencias del Estado central a la Generalidad y la infrafinanciación de los servicios transferidos, lo que generó un progresivo déficit en el presupuesto catalán, contribuyeron a incrementar la decepción. Pero a pesar de todo el Estatuto fue considerado «un instrumento útil para avanzar en el diseño de una legislación propia».
Las primeras elecciones al Parlament tuvieron lugar dos meses después y fueron ganadas por Esquerra Republicana de Cataluña —coaligada con la minoritaria Unió Socialista de Catalunya, una escisión del PSOE en 1923, que era prácticamente inexistente en Cataluña—, seguida a mucha distancia de la Lliga Regionalista, que al año siguiente adoptaría el nombre de Lliga Catalana y que se presentó en coalición con la Unión Democrática de Cataluña, nacida a finales de 1931 como resultado de la confluencia del sector del carlismo catalán favorable a la autonomía —a la que se oponía el grueso de la Comunión Tradicionalista— y del sector confesional y más nacionalista catalán, encabezado por Manuel Carrasco Formiguera, del Partit Catalanista Republicà —surgido a su vez de la reunificación en marzo de 1931 de Acció Catalana y de su escisión Acció Republicana de Catalunya, y que en 1933 adoptaría Acció Catalana Republicana—.

A las elecciones también se presentó una coalición monárquica integrada por la carlista Comunión Tradicionalista y los alfonsinos Peña Blanca y Renovación Española, que formarían al año siguiente Derecha de Cataluña, radicalmente opuesta a la autonomía de Cataluña y a la República. Quedaron fuera del Parlamento los grupúsculos comunistas Partit Comunista Català, vinculado al PCE, el Bloque Obrero y Campesino y la Esquerra Comunista —estos dos últimos grupos se fusionaron en 1935 para formar el POUM, liderado por Andreu Nin. Tampoco entraron en el Parlamento los grupos independentistas Partit Nacionalista Català, Nosaltres Sols! —traducción literal del Sinn Fein irlandés— y Estat Català-Partit Proletari —que a partir de 1934 pasó a llamarse Partit Català Proletari y que en 1936 seria uno de los grupos fundadores del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), junto con la Unió Socialista de Catalunya, el Partit Comunista Català y la federación catalana del PSOE—.
Tras el triunfo de Esquerra Republicana en las elecciones al Parlamento Francesc Macià fue confirmado como presidente de la Generalidad.​ Estuvo en el cargo hasta su muerte en diciembre de 1933. Le sustituyó Lluís Companys que formó un Gobierno de concentración de izquierda integrado por Esquerra Republicana, Acció Catalana Republicana, Unió Socialista de Catalunya y un sector de Estat Català, con Josep Dencàs en la conselleria de Gobernación.
Poco después, en enero de 1934, se celebraron las elecciones municipales de Cataluña de 1934 en las que la coalición formada por Esquerra Republicana de Catalunya, Acció Catalana Republicana, Unió Socialista de Catalunya y el Partit Nacionalista Republicà d'Esquerra consiguió las alcaldías de las principales localidades catalanas, a excepción de Gerona, Vich y Olot. En Barcelona Carles Pi i Sunyer se convirtió en el nuevo alcalde de la ciudad.

El conflicto de la ley de contratos de cultivos y la Revolución de octubre de 1934

El 21 de marzo de 1934 el Parlamento de Cataluña aprobó por unanimidad de los diputados presentes —los de la Lliga Catalana, nueva denominación de la veterana Lliga Regionalista, se ausentaron— la Ley de Contratos de Cultivo que garantizaba a los rabassaires la explotación de las tierras que tenían arrendadas durante un mínimo de seis años y que les daba el derecho a acceder a la propiedad de las parcelas que hubieran estado cultivando ininterrumpidamente durante más de dieciocho años.
La ley se encontró con la oposición frontal del Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, que agrupaba a los más importantes propietarios agrarios, y de la Lliga, que pidió al gobierno del Partido Republicano Radical presidido por Ricardo Samper, al que la Lliga y la CEDA apoyaban en las Cortes, que recurriese la ley ante el Tribunal de Garantías Constitucionales, cosa que hizo el 4 de mayo. El recurso se basaba en una presunta invasión de competencias estatales, lo que puso en evidencia a la Lliga pues ésta «anteponía la defensa de los intereses económicos de sus votantes potenciales a la de las potestades autonómicas, contradiciendo el deseo expresado en su declaración programática de 1933 de aspirar a "una fórmula de autonomía mucho más amplia"».
El 8 de junio de 1934 el Tribunal de Garantías, por 13 votos a 10, declaró incompetente al Parlamento de Cataluña sobre el tema y anuló por tanto la ley. La respuesta catalana fue la aprobación por el Parlamento de una ley virtualmente idéntica el 12 de junio.166​ Se generó así una grave crisis política entre Madrid y Barcelona —incluyendo la retirada de los diputados de Esquerra Republicana de Cataluña de las Cortes Españolas, a la que sumaron los del PNV en muestra de solidaridad— y una considerable exacerbación nacionalista, que favorecía las actividades paramilitares y la propaganda separatista de las Joventuts d'Estat Català, dirigidas por Josep Dencàs. El Partido Comunista de Cataluña reivindicó «la lucha por el ilimitado derecho de la nación catalana de disponer por sí mima hasta su separación completa del Estado opresor español».
Sin embargo, como ninguno de los dos gobiernos quería iniciar una nueva confrontación, representantes de los mismos negociaron a lo largo del verano la introducción de enmiendas en el reglamento que tenía que desarrollar la ley. Pero el acuerdo alcanzado entre Samper y Companys se rompió cuando a principios de octubre se constituyó en Madrid el nuevo gobierno presidido por Alejandro Lerroux y del que formaban parte tres ministros de la CEDA. Inmediatamente se inició la Revolución de Octubre de 1934, en la que Companys fue uno de los protagonistas con la Proclamación del Estado Catalán.
Hacia las 8 de la tarde del sábado 6 de octubre —al día siguiente del inicio de la huelga general revolucionaria en Cataluña convocada por la Alianza Obrera— Companys anunció que el Gobierno de la Generalidad rompía toda relación con «las instituciones falseadas» de la República —como habían hecho ya todos los partidos republicanos de izquierdas al conocerse la entrada en el gobierno de la CEDA— y a continuación proclamó, como en el 14 de abril de 1931, «el Estado catalán en la República Federal Española» como una medida contra «las fuerzas monárquicas y fascistas... que habían asaltado el poder».​ A continuación propuso la formación de un Gobierno Provisional de la República que tendría su sede en Barcelona.​ Sin embargo esta ruptura de la legalidad no tenía ninguna conexión con la revolución obrera que estaba en marcha, como lo probó el hecho de que la Generalidad se negó a armar a los revolucionarios e incluso actuó contra ellos.
​ Tampoco fue un acto secesionista, por lo que la actitud de Companys «sólo puede explicarse por la voluntad de frenar una auténtica revolución social, poniéndose al frente de un pronunciamiento político que asumía su dirección y la desactivaba, y por la necesidad de evitar la pérdida de control por la ERC de los sindicatos, en especial el agrario, que constituía una de sus principales fuentes de votantes. La actuación se justifica también por la presión de los distintos grupos de la izquierda marxista e independentista a favor de una defensa radical de los acuerdos del Parlament».
La falta de planificación —a pesar de que el conseller de Gobernació, Josep Dencàs, movilizó los escamots, las milicias de la Esquerra, y a los Mozos de Escuadra— y la pasividad con que respondió la principal fuerza obrera de Cataluña, la CNT, hizo que la rebelión catalana se terminara rápidamente el día 7 de octubre por la intervención del Ejército encabezado por el general Domingo Batet, cuya moderada actuación evitó que hubiera muchas más víctimas —murieron ocho soldados y treinta y ocho civiles—. Batet sería condecorado meses después con la Gran Cruz Laureada de San Fernando.
El president y los consellers de la Generalidad fueron encarcelados, menos Dencás que consiguió escapar, y el Estatuto de Autonomía fue dejado sin efecto y todos los órganos de la administración autonómica fueron suspendidos y sustituidos temporalmente por un control militar. Finalmente, las Cortes aprobaron una ley el 2 de enero de 1935 que acordaba la suspensión indefinida del Estatuto de Cataluña —la derecha exigía su derogación definitiva— y la recuperación por la Administración central de las competencias transferidas a la Generalidad. La Lliga participó en el Consell de la Generalidad designado por el Gobierno, «lo que confirmó su imagen de cómplice de los enemigos de la autonomía y alejó de ella a sectores de clases medias, pese a que paralelamente, desde finales del mismo octubre, denunciara al Gobierno central por aprovechar la situación creada para suprimir o recortar las facultades autonómicas, sosteniendo que "no se debe castigar a un pueblo por los errores de sus gobernantes". En nombre de la Lliga, el vicepresidente del Parlamento catalán, A. Martínez Domingo, impugnó ante el Tribunal de Garantías la ley de 2 de enero de 1935, que vaciaba de contenidos a la Generalidad».
Asimismo el gobierno de Lerroux desató «una dura oleada represiva con la clausura de centros políticos y sindicales, la supresión de periódicos, la destitución de ayuntamientos y miles de detenidos, sin que hubieran tenido una actuación directa en los hechos», lo que evidenció «una voluntad punitiva a menudo arbitraria y con componentes de venganza de clase o ideológica».

La victoria del Front d'Esquerres y el restablecimiento de la Generalidad

En las elecciones generales de febrero de 1936 triunfó el Frente Popular lo que supuso la formación de un gobierno de republicanos de izquierda presidido por Manuel Azaña. La primera decisión que tomó fue conceder la amnistía a los condenados por la Revolución de Octubre de 1934, que era el primer punto del programa electoral del la coalición.
Gracias a la amnistía también pudieron salir de la cárcel los miembros del gobierno de la Generalidad de Cataluña, una media que fue acompañada de inmediato por un Decreto de 1 de marzo que reanudaba las funciones del Parlamento y reponía en su puesto a Lluís Companys como presidente de la Generalidad de Cataluña y a sus Consejeros.174​ De esta forma se satisfacía la principal reivindicación del Front d'Esquerres, la versión del Frente Popular en Cataluña, que había obtenido el 59% de los votos, gracias en parte a que la CNT esta vez no había hecho campaña a favor de la abstención, pues también buscaba la amnistía para sus presos. Asimismo respondía a la nueva sensibilidad de los partidos republicanos y de izquierda respecto a la cuestión regional, que se tradujo en la aparición de propuestas de autonomía para otras regiones —Cambó llegó a decir: «hoy en España hay la moda estatutista»—, y que pudieron comprobar los miembros del Gobierno catalán cuando fueron aclamados en todas las estaciones de ferrocarril que recorrieron los trenes que los llevaron de vuelta a Barcelona desde las cárceles donde habían estado más de un año presos.175​ Companys al volver a Barcelona pronunció una frase que se haría célebre: «Volveremos a luchar, volveremos a sufrir, volveremos a vencer».
Una de las primeras decisiones que tomó el Consell Executiu de la Generalidad de Cataluña fue, de acuerdo con el gobierno central, empezar a aplicar la polémica Ley de Contratos de Cultivo. Y por otro lado el tono reivindicativo de los partidos políticos nacionalistas catalanes fue aumentando hasta rebasar en algunos casos los límites del Estatuto. Manuel Carrasco Formiguera de la Unió Democràtica de Catalunya dijo que «Cataluña ha de luchar hasta conseguir constituirse políticamente, como nación que es, en Estado independiente que con toda libertad pueda hacer las alianzas y confederaciones que crea convenientes», mientras que Joan Comorera de la Unió Socialista de Catalunya, que poco después se integraría en el nuevo Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), dijo que «debemos luchar por la República Socialista Catalana federada con la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas y hermana de la URSS».

La Guerra Civil

El fracaso del golpe de Estado de julio de 1936 en Barcelona tuvo como consecuencia que el poder efectivo en Cataluña pasara a las organizaciones obreras, y fundamentalmente a la anarcosindicalista CNT-AIT. El gobierno de Lluís Companys se vio obligado a pactar con los cenetistas la creación del Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña, que teóricamente estaba subordinado a la Generalidad, pero que se convirtió en el organismo que en la práctica detentaba el poder real. Surgió así una dualidad de poderes Generalidad-Comité de Milicias que sólo fue formalmente superado cuando el 26 de septiembre Companys logró que el Comité de Milicias fuera disuelto y los anarquistas entraran a formar parte del gobierno de la Generalidad en el que también se integraron los comunistas estalinistas del PSUC y los comunistas antiestalinistas del POUM.
El único partido favorable a la República que quedó fuera del gobierno de la Generalidad fue Estat Català, que también había sido excluido del Comité de Milicias, debido a «su histórico enfrentamiento con los cenetistas y por la escasa simpatía que generaba en las filas de la ERC, que le veía como su principal oponente». Por su parte la Lliga Regionalista, que en contra de lo que se dijo no había participado en los preparativos del golpe militar, acabó dando su apoyo económico y personal al bando franquista debido a la revolución social que se desencadenó en la zona republicana y a la persecución que sufrieron sus militantes y dirigentes.
La exclusión de Estat Català estuvo relacionada con el confuso complot de noviembre de 1936 que pretendió sustituir a Companys al frente de la Generalidad por el presidentes del Parlamento Joan Casanovas —firme partidario de recuperar el control del orden público entonces en manos de las milicias cenetitas— y que fue organizado por el secretario general de Estat Català, Joan Torres Picart. El objetivo al parecer era proclamar la independencia de Cataluña bajo la protección francesa y quizá inglesa y a continuación declararse neutral en la guerra civil española. «Casanovas y otros protagonistas del supuesto complot siempre negaron su veracidad, que está en oposición con la salida de Barcelona el 19 de noviembre de una columna de mil hombres de Estat Català hacia el frente de Madrid, para contribuir a su defensa, y con la ratificación de Casanovas en la presidencia del Parlament el 8 de agosto de 1937».
El nuevo gobierno de la Generalidad, en el que se había integrado la CNT, la fuerza política y social dominante en aquellos momentos, amplió notablemente sus competencias asumiendo el control del orden público, la economía —con la creación de las industrias de guerra, y el decreto de colectivizaciones que legalizaba la socialización de multitud de empresas llevada a cabo en las primeras semanas de la guerra, además de intervenir las delegaciones de Hacienda y del Banco de España—, la justicia y el ejército —con la creación de una Consejería de Defensa—, por lo que durante los primeros diez meses de la guerra Cataluña se constituyó en una especie de Estado casi independiente. En enero de 1937 Companys declaraba a un diario francés: «En realidad ya somos una federación… El futuro no podrá desmentir las conquistas federalistas, construidas sobre la base de la resistencia y el factor de la victoria». La situación cambió radicalmente tras los hechos de mayo de 1937 y el traslado del gobierno de la República a Barcelona en octubre.
El lunes 3 de mayo de 1937 un destacamento de la Guardia de Asalto por orden de la Generalidad de Cataluña intentó recuperar el control sobre el edificio de la Telefónica en la plaza de Cataluña de Barcelona, en poder de la CNT desde las jornadas "gloriosas" de julio de 1936. Varios grupos anarquistas respondieron con las armas y el POUM se sumó a la lucha. En el otro bando, la Generalidad y los comunistas y socialistas unificados en Cataluña bajo un mismo partido —el PSUC— hicieron frente a la rebelión, que ellos mismos habían provocado, y la lucha se prolongó varios días. Barcelona se llenó de barricadas y hubo cuatrocientos muertos y mil heridos según el recuento oficial.
 El gobierno republicano con sede en Valencia envió a Barcelona un primer contingente de dos mil guardias de asalto —que en los días siguientes alcanzaría la cifra de cinco mil— respondiendo a la petición de ayuda que formuló el Presidente de la República, Manuel Azaña, que entonces tenía su sede oficial en el Palacio de Pedralbes en Barcelona. También salió para Barcelona una delegación encabezada por dos de los cuatro ministros anarquistas, Juan García Oliver y Federica Montseny, y por el secretario del Comité Nacional de la CNT Mariano Rodríguez Vázquez, que nada más llegar hicieron un llamamiento a sus correligionarios en favor de un alto el fuego «por la unidad antifascista, por la unidad proletaria, por los que cayeron en la lucha». El viernes 7 de mayo la situación pudo ser controlada por las fuerzas de orden público enviadas desde Valencia, ayudadas por militantes del PSUC. 181​ Para la Generalidad supuso la pérdida de sus competencias en materia de orden público y defensa que fueron asumidas directamente por el nuevo gobierno de la República presidido por el socialista prietista Juan Negrín, que se formó tras la caída del gobierno de Francisco Largo Caballero el 17 de mayo.
Negrín se marcó como objetivo convertir al Ejército Popular Republicano en una fuerza armada capaz de ganar la guerra o al menos conseguir una paz "digna", para lo que era necesario reconstruir la autoridad del Estado republicano en todos sus ámbitos,182​ incluida la recuperación por el gobierno central de todos los poderes, con la justificación de que la dirección de la guerra así lo reclamaba. A ello obedeció el traslado del gobierno de Valencia a Barcelona en octubre de 1937, cuando terminada la Campaña del Norte la República perdió toda la franja cantábrica. A partir de ese momento los conflictos entre los dos gobiernos con sede en Barcelona fueron en aumento sobre todo cuando el gobierno republicano asumió el control de la administración de justicia y de la industria de guerra y suprimió la Consejería de Defensa. Ya el 11 de septiembre de 1937 el presidente del Parlamento de Cataluña Canasanovas denunció la «política de absorción» que estaba sufriendo la Generalidad de Cataluña y reclamaba una «política de dignidad», recordando que «cuando el Gobierno central no existía, la acción de Cataluña suplió la acción del Estado». Casanovas fue más lejos al proponer desde Perpiñán una paz rápida que acabara con «el martirio de Cataluña» y la celebración de un referéndum sobre el «derecho de autodeterminación», lo que provocó la furiosa respuesta de Negrín.
La Generalidad perdió así toda capacidad de gestión, lo que influyó en la baja moral de resistencia de la población de Cataluña. Como dijo Lluís Nicolau d'Olwer: «Si Franco nos quita el Estatuto y la República no lo respeta, ¿para qué luchamos?». Como respuesta a la política de Negrín, el presidente de la Generalidad de Cataluña Lluís Companys, cuyo mandato fue prorrogado por el Parlamento hasta el final de la guerra, y el lehendakari José Antonio Aguirre, refugiado en Barcelona tras la ocupación franquista del País Vasco, hicieron gestiones ante los gobiernos de Francia y Gran Bretaña para conseguir la mediación de los dos países que pusiera fin a la guerra y garantizara la continuidad de los respectivos estatutos, pero la iniciativa no dio ningún resultado.

Nada más ocupar Lérida el 5 de abril de 1938, a donde sus tropas llegaban «en plan de conquistadores de un territorio que no era España», el generalísimo Franco derogó el Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1932 «en mala hora concebido», cumpliendo así su compromiso de imponer «una sola lengua, el castellano, y una sola personalidad, la española». En un artículo publicado en El Norte de Castilla cuatro días después Francisco de Cossío escribió: «Ya no queda ni ezquerra [sic] ni lliga, ni derechas, ni izquierdas, ni catalanes templados, ni catalanes radicales…, esto se acabó… La guerra se hizo para esto y se gana para esto».​
Tras la derrota republicana en la batalla del Ebro (julio-noviembre de 1938), el 23 de diciembre de 1938 empezó la ofensiva final sobre Cataluña del ejército franquista desde el oeste y desde el sur sobre un ejército republicano muy inferior en hombres y medios que se batía en retirada. Huyendo de los bombardeos y temerosa de las represalias, mucha población civil comenzó a pasar en enero a Francia. El 26 de enero de 1939 las tropas de Franco entraban en Barcelona prácticamente sin lucha. El 5 de febrero ocupaban Gerona.186​ Al día siguiente las principales autoridades republicanas, encabezadas por el Presidente Azaña, cruzaban la frontera seguidos de un inmenso éxodo de civiles y militares republicanos que marchaban al exilio. El día 9 hacía lo mismo el presidente del gobierno, Juan Negrín, pero en Toulouse cogió un avión para regresar a Alicante al día siguiente acompañado de algunos ministros con la intención de reactivar la guerra en la zona centro-sur. El 11 de febrero habían cruzado la frontera las últimas tropas republicanas y toda Cataluña estaba en poder del bando sublevado.​ El 5 de febrero Antoni Rovira i Virgili había formulado su «juramento del exilio»:

En medio del presente desolado y trágico, pongo mi esperanza en los días que vendrán, en la lengua que persistirá. No me desaliento, no renuncio, no deserto.

El periodista y escritor Agustí Calvet Gaziel escribió:

Res no ha quedat en peu del que era nostre: ni el govern, ni les institucions, ni la cultura, ni la llengua, ni tan sols la senyera. Només ens resta, com un bocí trossejat i sense ànima, la nostra vençuda terra catalana

Nada ha quedado en pie de lo nuestro: ni el gobierno, ni las instituciones, ni la cultura, ni la lengua, ni tan solo la bandera. Tan solo nos queda, como un pedazo troceado y sin alma, nuestra vencida tierra catalana.

martes, 1 de mayo de 2018

El legado amargo del Castrisimo: La Grandeza de Miami.-a



El gobierno Castrista dejó a Cuba en unas desastrosas condiciones económicas y sociales después de ejercer el poder durante décadas; cuando triunfó la revolución cubano en 1959, el país caribeño compartía con Argentina, Uruguay, Chile y Costa Rica los indicadores económicos y sociales más avanzados de América Latina y Caribe de la Época.  Aunque se enfrentaba a desafíos como una lenta tasa de crecimiento; la excesiva dependencia en la industria azucarera; sobredimensionados vínculos económicos con Estados Unidos, en particular en la inversión y el comercio; altas tasas de desempleo y subempleo; desigualdades notables en los estándares de vida, especialmente entre las áreas urbanas y rurales; distribución injusta de la tierra, con extensos latifundios, deficientemente cultivados; y carencia de desarrollo industrial y de infraestructuras, entre otros.

Legado

Décadas después, la realidad indica que los problemas heredados del período prerrevolucionario no se resolvieron. La ruptura de los vínculos económicos y comerciales con los Estados Unidos no supuso el alcance de la independencia economica en esas esferas. La Unión Soviética y sus aliados lo sustituyeron hasta 1989, cuando desapareció el bloque socialista y comenzó una etapa de grandes carencias denominada «período especial en tiempos de paz». El PIB cayó un tercio entre 1990 y 1994. El gobierno de Fidel Castro permitió, con fuertes restricciones, los mercados campesinos, el turismo, cierta independencia de las empresas estatales e inversiones extranjeras. Pero lo restringió de nuevo cuando empezaron las fuertes contribuciones de petrodólares de Venezuela.

Decadencia de producción de azúcar cubana

Uno de los desastres más notables causados por régimen castrista fue la destrucción de la industria azucarera comenzada con la frustrada «zafra de los 10 millones» en 1970, con varios años de preparación aniquiladora de la agricultura no cañera y daños a la ganadería para sembrar caña de azúcar, y gigantescas inversiones en centrales que no dieron fruto.
En 2002 decidió el Gobierno de Fidel,  la reestructuración de los 156 centrales azucareras  existentes, con el desmantelamiento de 85 ingenios, 21 de ellos para supuestamente dedicarlos a producir miel o fines turísticos. Esto implicó la demolición de campos de caña, la destrucción de  infraestructura, la dispersión de personal experimentado y la decadencia de pueblos rurales vivían del azúcar. 
Cuba había sido la mayor productora y exportadora de azúcar de caña en el mundo durante los  siglos XIX y XX, con unas zafras de más de 6 millones de toneladas en 1959 y 8,2 millones en la década de 1980, que cayó a 1,1 millones anuales, sin poderse recuperar a pesar de la reorganización, la agricultura cubana no satisface las necesidades alimenticias de los habitantes de Cuba, no es aúarquicas,  tiene comprar productos alimenticios en extranjero. 
En 2013 funcionaron 49 centrales, que produjeron unos 1,6 millones de toneladas (similar a zafra de 1909). La cultura y la nacionalidad cubana se desarrollaron con esta industria iniciada en el siglo XVII. En esos tiempos se decía «sin azúcar no hay país».

Decadencia de la agricultura cubana

La tierra dedicada a producción del azúcar, nacionalizada después de 1959 no fue utilizada eficientemente. El latifundio estatal creado ha sido más improductivo que el anterior de los grandes terratenientes. La superficie agrícola permaneció durante muchos años con enormes extensiones deficientemente cultivadas, baldías o llenas de marabú. Los niveles de producción en términos relativos no superan lo alcanzado por habitante antes de 1959, importándose cerca del 80% de los alimentos de la reducida cesta de la compra, a pesar de la entrega de tierras en usufructo desde 2008. 
Cuba llegó a tener más de 7 millones de cabezas de ganado, pero hoy no sobrepasa los 4 millones, con una disminución sustancial de la producción de carne y leche. La industria manufacturera tiene un volumen de producción equivalente al 43% de lo obtenido en 1989. El salario y la pensión media mensual al cierre de 2014 eran de 467 y 269 pesos respectivamente (15 y 10 euros al cambio oficial). Los cubanos para subsistir dependen de las remesas, del trabajo en áreas relacionadas con extranjeros o del mercado informal, que han ocasionado una creciente pérdida de valores ético-morales por la simulación, el robo y las actividades ilícitas. 

Sin bienes para exportar

En julio de 2007, el presidente Raul Castro reconoció la necesidad de cambios estructurales y de concepto, que se han quedado en la «actualización del modelo económico, sin prisa pero sin pausa». No obstante, los cambios han sido pocos, limitados y tardíos, sin lograr acercarse a los niveles económicos de 1989. En los últimos 24 años, la tasa de inversión ha sido muy baja, ocasionando un proceso de descapitalización. No se cuenta con ahorros ni acceso a los créditos debido a la poca fiabilidad de pago, por tanto se pretende la inversión extranjera de 2.500 millones de dólares anuales en ramas específicas y prioritariamente en la nueva Zona Especial de Desarrollo de Mariel. 
El ministro de Economía y Planificación reconoció en julio de 2014 que «la economía crece en relación con 2013, aunque no alcanza los niveles previstos, lo cual induce una desaceleración superior a la esperada».

Prácticamente sin bienes para exportar, Cuba se ha convertido en suministrador de fuerza de trabajo cualificada al exterior, en particular personal sanitario, lo que constituye la principal fuente de ingresos en divisas. Caracterizada por tener una población avanzada, hoy exhibe un atraso tecnológico generalizado, que la sitúa a la zaga de las naciones de la región en cuestiones cruciales como el acceso a internet.
Los avances logrados al principio de la revolución en la salud pública y la educación se han deteriorado. Estos sectores vitales se resienten por la falta de recursos a causa de la crisis; al mismo tiempo que los graduados y especialistas, en general mal utilizados y retribuidos, cambian de trabajo por otro de menor cualificación pero con mayores ingresos u optan por dejar el país.

Auge de la ciudad de Miami a consecuencia de emigración cubana


La revolución cubana, y el régimen castrista,  provoco un   "exilio cubano" , hacia los estados unidos, en especial la ciudad de Miami.  Se estima que más de dos millones y medio de cubanos residen fuera de su país, algunos cálculos indican que alrededor del 70 % de la población cubana en el exterior reside en los Estados Unidos, concentrándose principalmente en el estado de Florida, y también en otros estados como Nueva York, Nueva Jersey, Luisiana y el Distrito de Columbia.


Cuba se encuentra a 145 kilómetros al sur de Florida en los Estados Unidos.

A lo largo de las décadas, los exiliados cubanos y descendientes han forjado en la ciudad de Miami un sólido grupo con una enorme influencia local, y han armado, poco a poco, una comunidad admirada por sus logros y la transformación que han sabido imprimir a la conocida como "ciudad del sol", Miami se convirtió de una ciudad balneario y recreo en una ciudad global, internacional.
La influencia que ejercen los cubano estadounidenses, en gran parte bilingües, resulta evidente en la vida política, administrativa y empresarial de la ciudad. Su vinculación sentimental y afectiva con la isla de cuba se mantiene, aunque este grupo de unos 1,8 millones de personas, según datos del censo de 2010, esté perfectamente integrado en la vida estadounidense y son defensores acérrimo de la economía de libre mercado, la democracia ,las sociedades abiertas y valores estadounidenses. 
Otro legado de la revolución es que éxodo cubano es que convirtió a la ciudad de Miami, es hispanohablante, un enclave lingüístico dentro de los estados unidos.

Miami es una creación no planeada del castrismo, la grandeza de ciudad de Miami, es la derrota de revolución cubana.

Fracaso del Castrismo

Los sueños revolucionarios despertados por Fidel Castro como líder máximo del proceso iniciado el 1 de enero de 1959 han terminado en una gran pesadilla, una catástrofe de magnitud colosal para Cuba. Derrochó la oportunidad de dejar un legado de progreso y bienestar para el pueblo cubano, al priorizar sus deseos revolucionarios, gasto los recursos en varias guerras revolucionarias en África; produjo éxodo de  millones de opositores hacia los estados unidos y otros países, provocando una importante perdida de capital humano.
Cuba tardara décadas para poder recuperarse del Castrismo, ese es legado de Fidel Castroy los revolucionarios, la ruina de Cuba, de prospera a decadente.

Juego de tronos y la política.-a ; Las 50 leyes del poder

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