lunes, 24 de junio de 2019

Pensamiento mapuche.-a



 
ACERCA DE
LA FILOSOFÍA MAPUCHE

Por Ricardo Salas Astraín (*)

El pensamiento mapuche (mapuche rakiduam) está en íntima vinculación tanto a las posibilidades de la lengua mapuche (mapudungun) y de sus saberes (kimün) como a la afirmación existencial de una cultura como modo auténtico de vida (mapu mogen), en este sentido es un complejo sistema de significaciones, valores y prácticas culturales (admapu) que permiten dar cuenta de su visión del mundo y de su historia como pueblo. En tanto que fue y es uno de los pueblos indoamericanos que a través de sus estrategias discursivas y práxicas plasma sistemáticas formas de identidad y resistencia en una larga historia de encuentros y desencuentros con otros pueblos y sociedades del sur de América—, su dinámica reflexiva es un preciso ejemplo del desenvolvimiento de saberes culturales, nativos e históricos, caracterizados por complejos procesos de identidad y resistencia. En síntesis, tales conocimientos han demostrado una capacidad intrínseca para responder, creativamente, desde sus contextos endógenos y tradiciones ancestrales, a nuevas vicisitudes históricas. El pensar mapuche es un ejemplo paradigmático de lucha por el reconocimiento, en la que los propios conocimientos (kimün) son la base de una práctica de la vida cultural (mogen), que se afirma y resiste culturalmente, no sólo cuestionando la subordinación política, sino también la hegemonía de conocimientos y las visiones de mundo extranjeras (winka) que pretenden imponerse en sus territorios. La reiterada lucha por el reconocimiento exige entender el mapuche rakiduam a partir de criterios de lo que constituye el pensamiento mapuche en su especificidad y en sus diálogos con el pensar ajeno (winka rakiduam), es decir, con los tipos de conocimientos definidos como no mapuches. 

Desde esta perspectiva, las tesis de las filosofías monoculturalistas y logocentristas, que erigen criterios absolutistas y ahistóricos sin conciencia de sus dimensiones contextuales, han fracasado en este intento. Las implicaciones interculturales conllevan asumir la tesis de un pensar "entre" que restaure las traducciones posibles entre mundos culturales que forjan múltiples conocimientos y praxis —que ya ha sido cuestionada desde ambos tipos de culturas. Esto implica necesariamente la idea del diálogo intercultural —deudora de una práctica histórica de parlamentar entre mapuches y colonizadores españoles— que presupone la reconstrucción intercultural de los saberes como saberes históricos vinculados a los mundos de vida, desde los que nacen y desde donde si consolidan, pero que exigen ser cuidadosos con las dificultades inherentes a la traducción de lenguas (rulpazugu), que no permite una trasposición de todos y cada uno de los significados y sentidos de sus terminologías, de manera tal que afirmamos una imposibilidad de transportar los saberes de una cultura a otra; en lo que refiere a la mera traducción y trasplante de saberes. Entre otras cuestiones, esta tesis de diálogo debería dar cuenta de lo que es propio de los saberes del mundo mapuche no a partir de disociaciones de los planos lingüísticos, epistémicos y ontológicos, tal como lo plantean los desarrollos del pensamiento de la filosofía latinoamericana del siglo XX, sino de una afirmación de que existe una sabiduría que reconstruye sus propios conocimientos autóctonos. El pensar mapuche (rakiduam) ha elaborado en este sentido distinciones propias e campos específicos: antropológico, ético, epistémico y ontológico. Desde tradiciones inmemoriales hasta nuestros días se puede definir como el particular desenvolvimiento de conocimientos del entorno natural, personal y espiritual, que son afirmados por los propios sujetos en su vida (mapuche mogen) y guardados celosamente por sus propios jefes (lonkos) intelectuales: hombres y mujeres de conocimientos, sabios y pensadores (kimche), autoridades que mantienen la memoria histórica (weupife), mensajeros (werken) y personalidades religiosas y teológicas (nguenpin, machi, etc.). Existen asimismo otros, como el lawentuchefe (conocedor de las plantas medicinales). Como lo demuestran estudiosos e intelectuales indígenas, las aproximaciones cognitivas al mundo no se pueden sistematizar y homogeneizar para todo el mundo mapuche, y cada uno de estos tipos de conocimientos presupone formas subjetivas y contextúales de profundización de dicho saber autóctono. Hay tipos de conocimientos míticos que sólo están reservados para los iniciados y para los que participan de los misterios de lo sagrado. En cualquier caso, estos tipos de saberes presuponen una sofisticada visión del mundo y admiten tipos de realidades intermedias, que sólo en los últimos tiempos han comenzado a vislumbrarse y a comprenderse en su complejidad. Este modo de acercamiento al pensar mapuche no ha sido escudriñado más que parcialmente por las ciencias occidentales de la cultura, por lo general prisioneras de estereotipos ligados a la definición de la racionalidad científica predominante, atrapada en los siglos XIX y XX en una deficiente filosofía de la historia y una epistemología incapaces de hacer la crítica de sus formas provincianas de saber, producto de un miope prejuicio eurocentrista impotente para reconocer las convergencias y diferencias específicas entre los saberes y las sociedades diferentes. La valoración de otras formas cognoscitivas y racionales y de su manera de interactuar en un mundo complejo es parte de un reciente ejercicio intercultural. Desde este actual enfoque filosófico intercultural, que supera tales modos positivistas, racionalistas y el etnocentrismo que los anima, cabe entender por pensamiento mapuche no solamente los modos cognoscitivos ancestrales —lo que implica superar la idea de un pensar autóctono puro e intocado—, sino su relación con las sucesivas oleadas de ideas, creencias y modos de vida de los pueblos invasores y mis permanentes resignificaciones. En dicha óptica el pensar mapuche es parte de conocimientos autóctonos desarrollados por sus sujetos y comunidades, pero que han sido reinterpretados acompañando a los grandes procesos históricos de interacción del pueblo mapuche con las otras culturas, y exige explicitar un interlogos que presupone una permanente redefinición del saber indígena como articulación de los conocimientos apropiados a su modo de vivir (adrnapu), que se adquieren y resignifican e interpretan de cara a prácticas sociales y saberes derivados de conflictos inter-interétnicos asimétricos.  

PROBLEMA FILOSÓFICO

En el lenguaje filosófico predominante, un concepto de pensamiento mapuche (mapuche rakiduam) contiene una comprensión y una extensión mucho más amplias que la noción reductiva de filosofía que ha predominado en Occidente, pues comprende formas que se han disociado y que han llevado a la separación de filosofía, religión y arte. En dicha tradición, la fractura inicial entre lagos y mythos lleva a separar drásticamente en el proceso del conocimiento esquematizaciones dualistas, oponiendo de este modo, conocimientos sensibles e inteligibles, mundos práxicos y teóricos, lo que es no científico y científico, conocimiento común, cienciasabiduría. En la filosofía intercultural que nace desde la comprensión de los saberes culturales, la comprensión del mapuche rakiduam renueva una teoría de la reflexividad contextual, del lazo de diversos kimün, y entiende de otro modo el nexo entre conocimientos naturales y conocimientos sapienciales, de forma tal que ya no es posible hacer la separación entre las ciencias del mundo y la sabiduría de la vida que ha sido el origen de la "crisis de las ciencias occidentales". Este asunto remite, por tanto, a la discusión ya clásica acerca de la deconstrucción de los conceptos de logos y mythos, de ciencia y de saber, que han predominando en la filosofía y en el pensamiento racionalista europeo. El problema filosófico del mapuche rakiduam entiende el pensamiento como brotando siempre 3 desde un mundo de vida (mapuche mogen) y asociado a normas y valores contextúales (admapu) específicos que afirman un modo de ser, un saber y un valorar que resiste a los procesos negadores de otros saberes hegemónicos. El problema crítico del pensar mapuche radica en que no ha sido reducido ni domeñado, y su cosmovisión sigue entrañablemente unida a una compleja comprensión del sentido de la vida humana, a una tierra originaria que se expresa históricamente en las texturas internas de su lengua (mapudungun), en la estructura social pre y posreduccional, löf, y a las altas formas de vida espiritual (en el arte, en la religión, y en lo que cabría denominar el esbozo de una "filosofía mapuche"), en las que se describe un sofisticado mundo socioantropológico y ontológico, donde el ser humano (che) y el cosmos (mapu), entendidos como naturaleza y metanaturaleza (wenumapu) no están disociados. Es entonces un pensar integrador que despliega tanto el sentido conjunto del mundo material, humano y espiritual como asimismo una inserción ético-política en el mundo, que desplegaremos muy sucintamente a continuación.
LA VISIÓN MAPUCHE DEL MUNDO
En especial la visión mapuche del mundo se refiere a los modos de vivir y convivir dentro de la cultura mapuche, entre sus comunidades de origen y en todos los contextos históricos resignificados en los que han vivido, lo que implica entender la visión mapuche también en contacto con la vida urbana. Para un estudioso que no nació en dicha cultura, resulta relevante destacar que, tanto en el análisis de las estructuras profundas de su lengua (dunguri) y de sus formas contextúales de saber (kimuh) como de los presupuestos ético-vitales implícitos, aparece un mundo de vida (mapuche mogen) que es una intrincada visión de mundo. Es preciso reconstruir de un modo apropiado esta visión de mundo mapuche —desconocida por años en los estudios de los investigadores winka—, desde sus formas cognitivas y práxicas —con frecuencia despreciadas y devaluadas— y sus resignificaciones históricas. La profundización de la visión sigue siendo un ejercicio pendiente. En este ejercicio es decisivo relevarlas vivencias, análisis e interpretaciones de los mapuches mismos, y en particular el aporte de las nuevas generaciones de intelectuales y profesionales mapuches. Estas modalidades de rakiduam reinterpretado aportan hallazgos y descubrimientos decisivos para la comprensión de las sapienciales formas de saber y convivir de la sociedad mapuche inserta en las sociedades chilenas y argentinas, reconociendo sus diversos conocimientos y donde se reconoce una sabiduría profunda del ser humano, del mundo y del vivir la vida que cuestiona definitivamente el legado positivista y el etnocentrismo hegemónico que menospreció en el pasado el rakiduam mapuche. Repasemos cuatro breves dimensiones a modo de ilustración, a partir de lo que indican sus propios sujetos.
La visión del ser humano
La noción de ser humano está definida por el término mapudungun che, que tiene significados dentro de la cultura referidas a las nociones en español de gente, ser humano y persona. Para la cultura mapuche el che está en permanente construcción, es decir, es un hacerse persona (chegen). El ser humano no es sólo un cuerpo, sino que tiene una mente y un espíritu que continúa sobreviviendo luego de la muerte, manteniendo interacciones reales en el otro mundo de los ancestros y de las divinidades. En esta cultura todos son personas comunes (reche), pero hay algunas que tienen cualidades específicas según su linaje familiar (küpan), y están llamadas a asumir específicos roles religiosos, espirituales y políticos. Las cualidades más valoradas son que las personas posean fortaleza (newenche), sabiduría (kimche), bienestar (kümeche) y rectitud (norche), ideales para ser mapuche, o más bien para la proyección de la cultura.
 La visión del cosmos
La noción del cosmos se define por una serie de términos en mapudungun entrelazados con la idea de ser humano, que tienen como eje central el término mapu, que significa la tierra habitada por los che. Como lo dice Curivil: "Ser mapuche es ser del mapu, de la tierra y de esta tierra. Es más que ser originario del lugar, es haber nacido del mapu, y ser parte del mapu a la vez". No cabe en este contexto separar el lugar físico del concepto más amplio de los vínculos de las familias (löf) y de su adscripción territorial; se trata decisivamente de una noción polisémica en la que mapu se refiere no sólo a los cuatro puntos cardinales, sino también a los dos niveles ontológicos superpuestos: el wenumapu (separado en sus dos niveles de arriba: wente wenu mapu y ragiñ wenu mapu), y el mapu (espacio terrestre dividido en naq mapu y minche mapu). Cada uno de estos niveles se refiere a modos de ser, a seres y formas religiosas que tienen relación con las diversas formas de saber de la sabiduría ancestral en la que se fundan los vínculos religiosos. Esto conlleva la afirmación de que el cosmos no es entendido en su dimensión naturalizada, como lo afirma el naturalismo científico occidental, sino en una abierta a las relaciones miticorreligiosas que los seres humanos tienen con otros niveles del mundo metanatural (wenumapu).
 El devenir de la comunidad
El sentido de la comunidad es central, como en el contexto mapuche lo es la referencia a los antepasados, al linaje, y a la familia. Por ello, no hay devenir de la comunidad sin referencia a una afirmación de la memoria ancestral y a su configuración presente por parte de sus líderes (lonkos). La coordinación de la comunidad XIX, pues se suplanta la autoridad comunitaria por organismos e instituciones determinados por las sociedades chilenas y argentinas dominantes. Las comunidades que conforman el territorio mapuche prosiguen en la afirmación de su identidad cultural y en el permanente reclamo de sus tierras, como lo demuestran las permanentes movilizaciones de estas últimas décadas y los discursos de las nuevas formas de dirigencia mapuche.
Los principios éticos y políticos
Los principios de la moralidad mapuche están definidos por la íntima relación con la normatividad centrada en el admapu, que precisa el modo de llegar a ser che (persona) arraigada a una tierra (mapu), lo cual presupone el valor relevante de la dignidad del ser humano expresado en la fórmula ancestral: yo también soy gente (Iñche cay che!) En este plano existe el ideal del hombre bueno (Kümeche) que incorpora los valores del saber, la rectitud y la fuerza. La cultura mapuche confirma el valor de la convivencia y la afirmación de la vida comunitaria en el respeto profundo a los otros (kawün), el respeto a la tierra (ecoética) y a los otros a través de consejos morales (gülamtuwun). Como dice Marimán, estos principios ético-políticos estaban vinculados a la igualdad, a la reciprocidad, la redistribución y la horizontalidad, lo que impedía prácticas relacionadas con la verticalidad del poder. Recapitulando, en esta tradición sapiencial el mapuche rakiduam mantiene un carácter no sólo racional sino sapiencial trascendente, porque resitúa los conocimientos a su específico modo de vincularse a la tierra, lo que exige un lazo estrecho entre conocimientos multidimensionales y su relación con el entorno ecológico. Pero en general se trasunta el principio antropológico por el gran aprecio al ideal de la persona sabia (kimche) y al vivir bien (küme felen). Este saber indígena presupone la necesaria reevaluación de una comprensión intercultural en tanto aprehensión de un saber vivir en un contexto interétnico específico.

CRITICA INTERCULTURAL DEL PENSAR MAPUCHE EN LAS CIENCIAS CULTURALES

Estas brevísimas cuatro dimensiones de la cultura mapuche y los principales elementos constituyentes han sido a veces estudiados por las ciencias de la cultura; sin embargo, en general sus patrones generales han sido desconocidos y minusvalorados a lo largo de la historia de un 5 pensamiento de cinco siglos de dominación y exclusión. La mayor parte del pensar de las élites políticas e intelectuales que dieron forma a las sociedades chilenas y argentinas subrayaron —lo que permanece aún en varios textos escolares y visiones mediáticas— aspectos estereotipados y etnocéntricos. Se considera aún, como prejuicio o precomprensión generalizada, que las formas cognoscitivas de estas poblaciones indígenas no tenían ni tienen suficiente valor porque en ellas prevalecían elementos místico-religiosos propios de sociedades primitivas y no seguían los patrones del conocimiento científico. Muchos planteamientos asumieron acríticamente la herencia positivista, en particular la ley comteana, de la humanidad de la que extraían la necesaria subordinación de las formas culturales indígenas —incivilizadas y bárbaras— a la de las grandes civilizaciones, en las que predominaba el progreso social resultado de las investigaciones científicas y de su aplicación técnica. La mayor parte de los textos históricos y etnológicos donde se estudia e interpreta el conocimiento mapuche, cuya influencia llega hasta el siglo XX, sobredimensionan sus elementos extraños y folklóricos, por lo que se justifica la imposición de la instrucción y educación científica en tanto que era preciso llevar a sus inteligencias la luz de la razón y de este modo expandir el progreso de la ciencia y la civilización entre todas las poblaciones del país. El prisma positivista aplicado a la cultura, sobre todo el modelo elaborado por Levy-Bruhl, ayudó, en su aplicación ideológica, a consolidar el prejuicio de que las sociedades mapuches eran prelógicas e hizo prevalecer la idea de que la plena racionalidad era sólo posible en una sociedad moderna y científica. Esta manera de interpretar sólo fue criticada gradualmente a través de las discusiones promovidas hace pocas décadas por otras líneas de investigación de lingüistas, antropólogos, historiadores y semiólogos que iniciaron un proceso de comprensión de las culturas siguiendo la inspiración de antropologías estructurales y posestructurales. Esta nueva relectura histórica de las grandes explicaciones del pensar mapuche que triunfaron en las ciencias socioantropológicas de las últimas décadas en Chile y en Argentina demuestra la necesidad de que se dé una permanente crítica de las tendencias racionalistas y etnocéntricas que se han heredado. Explicar los saberes indígenas a partir de las teorías europeístas predominantes exige mucho cuidado, porque claramente se manifiesta una aversión a la cultura indígena comunitaria, denostada por la presencia de lo mítico, lo místico y lo numinoso y por una visión comunitarista respetuosa de la tierra, que se oponía a una ideología liberal. A pesar de los pioneros aportes de L. Lehmanm-Nitsche, T. Guevara, R. Latcham y L. Faron, se hace evidente que en general cada una de estas explicaciones antropológico-sociales quedan frecuentemente atrapadas en los modelos teóricos predominantes, en los que el valor de los saberes indígenas quedaba reducido al valor que le asignan dichos constructos teóricos. En los años sesenta del siglo pasado y hasta nuestros días, surgen visiones y estilos de investigación más apropiados para justipreciar los conocimientos y las formas de la realidad indígena que configuran este pensar, en los que se asume gradualmente un giro epistémico que cuestiona el papel del investigador y repone el papel central de los propios sujetos y comunidades mapuches. Nuevas epistemologías provenientes de las ciencias sociales críticas, desarrolladas desde las creativas modalidades de las actuales generaciones chilenas y argentinas, generan grandes líneas de investigación presentes en los enfoques disciplinarios del amplio campo de matriz histórico-sociocultural (J. Bengoa, I. Hernández y J. Pinto), tipo emic (M.E. Grebe, T. Duran y M. Bacigalupo), estética (P. Mege, M. Alvarado, Chihuailaf), lingüística (A. Salas, I. Carrasco, L. Golluscio) y etnopolítica (R. Foerster, J. Vergara, P. Marimán), jurídica (J. Aylwin), etnorreligiosa (F. Díaz, A. Marileo, R. Curivil), entre muchos otros aportes relevantes. En la mayor parte de los mencionados estudios se amalgaman otras modalidades epistémicas para entender el punto de 6 vista mapuche del saber, superando la mera confrontación del conocimiento nativo con el pensar moderno. En ellos se insiste especialmente en los plurales discursos y prácticas de sus propios sujetos y comunidades.

CONCLUSIÓN
En síntesis, el mapuche rakiduam es un pensamiento autóctono parte de un proceso de reconstrucción del saber del propio pueblo mapuche; está relacionado con una reconstrucción del saber de una cultura centrada en el vínculo del ser humano (che) a la tierra (mapu), que articula y sistematiza los propios conocimientos (kimün) que los sujetos producen y reproducen como parte de un "saber cultural", que no se limita y reduce a los debates construidos a través de las ideas y prácticas llevadas adelante por las ciencias sociales y filosóficas. Este pensamiento reconstruido desde el núcleo ético-mítico de una "tierra" habitada por los mapuches se opone en buena medida al pensamiento eurocéntrico cosmopolita, ya que no es un conocimiento universalista abstracto. El mapuche rakiduam es histórico y en él opera hasta hoy discursos y prácticas de los sujetos, movimientos y comunidades mapuches de Chile y Argentina, que cuestionan su posición subalterna y asimétrica frente a los modelos cognoscitivos que son hegemónicas en las sociedades chilenas y argentinas mayores, y desde su alteridad, plantea desafíos a las formas universalistas del saber.

(*) Ricardo Salas Astraín es filósofo nacido en Chile y doctorado en la Universidad Católica de Lovaina, tiene una amplia trayectoria académica y es autor de numerosas publicaciones. Actualmente es Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad Católica de Temuco.

viernes, 21 de junio de 2019

Otras etnias relacionadas con los mapuches.-a





Huilliches, mapuche-huilliches
DescendenciaNo determinada, 17 014 indígenas en la Provincia de Chiloé, de acuerdo al censo del año 2002.​ alrededor de 50 000 en la misma provincia en el censo de 2017.
IdiomaEspañol, mapudungun (chesungun)
ReligiónReligión tradicional y cristianismo (predominantemente católico)
Etnias relacionadasMapuches, chilenos, payos.
Desde el Río Bueno hasta la comuna de Quellón, Chile y en el suroeste de Argentina


1.-Huilliches (gente del sur): Entre el río Toltén y la Isla Grande de Chiloé. La economía y sus alimentos principales eran la papa, el maíz y el poroto pero también cazaban, pescaban y recolectaban mariscos y algas marinas en la costa del Océano Pacífico y las playas del mar interior de Chiloé. Los huilliches al sur de igual manera que los promaucaes al norte, se entremezclaron con otros pueblos indígenas que hablaba un idioma diferente (los Chonos).
Los huilliches seguían hablando mapudungun, pero con diferencias de pronunciación y de vocabulario cuyo dialecto moderno en la costa de Osorno es conocido hoy como chesungun.
A algunos huilliches se los ha llamado cuncos de la zona del canal de Chacao, los juncos de los llanos de Osorno y e incluso a los payos que provienen del sur de la isla de Chiloé. Este último grupo era compuesto por agricultores y pescadores que hablaban la lengua mapuche, pero no se sabe con certeza si eran parcialidades huilliches o un grupo en principio distinto que había asimilado la cultura mapuche.

Bandera adoptada en 1991 para los 
pehuenches por el Consejo de Todas las Tierras



2.-Pehuenches (gente del pehuén): En el siglo XVI los llamados "pehuenches antiguos" ocupaban las regiones montañosas a ambos lados de la cordillera de los Andes; con la expansión mapuche estas tribus fueron los primeros en adoptar la lengua y parte de las costumbres mapuches. Hacia fines del siglo XIX, la región estaba poblada solo por gentes de habla mapuche y cultura mezclada.
La organización política de Argentina y Chile llevó a las autoridades a tener un mayor control fronterizo, impidiendo de este modo su libre circulación.
Los pehuenches antiguos son descritos como altos, delgados, ágiles y de tez oscura, se relacionaron mucho con sus vecinos huarpes, aprendiendo de ellos las técnicas de la cestería. Sus vestimentas podían ser hechas del cuero de los animales, adornándolos con plumas de ñandú u otras aves.
Actualmente este pueblo se encuentra ubicado entre la VIII y IX Región de Chile, siempre en la cordillera. Dependiendo de la estación del año se sitúan más arriba o más abajo en los cerros. En el invierno, por ejemplo, evitan las frías temperaturas bajando a los valles. Su fuente de supervivencia son las recolecciones estivales y los productos obtenidos de la crianza de animales.

Bandera de los lafkenches.

3.-Lafquenches (gente de la costa): El territorio lafquenche es el mar del Océano Pacífico chileno, el bordemar, las vertientes de la Cordillera de la Costa o alrededor del Lago Budi. ​En la actualidad se localizan comunidades lafkenches al sur de la provincia de Arauco. Hablan español y mapudungun y se dedican mayormente a la pesca artesanal.

Picunche
UbicaciónZona central de Chile, Imperio español, Chile
DescendenciaIntegrada en la población chilena en el siglo xix
IdiomaMapudungun, español
ReligiónReligión mapuche, religión incaica, catolicismo
Etnias relacionadasChilenos, mapuches, diaguitas, chiquillanes y pehuenches
Desde el río Aconcagua hasta el río Bio-Bio (Chile)

4.-Picunches (gente del norte): Estaban ubicados entre los ríos Choapa e Itata (territorio llamado Pikun Mapu). Parte de este grupo, los Promaucaes, se entremezcló pacíficamente con el Imperio inca.​ La principal actividad económica era la agricultura, que se practicaba en un sistema de roza y quema. Además, practicaban la ganadería de llamas y conocían la alfarería en greda. 
Fueron aculturados y mestizados con los colonizadores españoles; de esta mezcla surgió la mayor parte de la población que habita la zona central de Chile. Otras agrupaciones identificadas por los españoles, además de los promaucaes fueron los mapochoes, los maules y los cauquenes.
Este grupo esta extinguido.



lunes, 17 de junio de 2019

Mártires y masacre de la UCA.-a

Urnas que contienen grama manchada con la sangre de los sacerdotes asesinados,
en la Sala Memorial de los Mártires del Centro Monseñor Romero de la UCA.



Se denomina por el nombre genérico mártires de la UCA a 8 personas que fueron asesinadas el 16 de noviembre de 1989, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), ubicada en la ciudad de San Salvador (El Salvador), por un pelotón del batallón Atlacatl de la fuerza armada de El Salvador bajo las órdenes del coronel René Emilio Ponce, en la administración del presidente de Alfredo Félix Cristiani.​ Todo ello ocurrió en el marco de la Guerra Civil salvadoreña.
Los jesuitas eran partidarios de un acuerdo negociado entre el gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), la organización guerrillera que había luchado contra el gobierno durante una década. Los asesinatos atrajeron la atención internacional a los esfuerzos de los jesuitas y aumentaron la presión internacional para un cese al fuego, lo que representa uno de los puntos clave que condujeron a un acuerdo negociado para la guerra.

Antecedentes

Para un sector ultra-conservador de los mandos militares en el ejército salvadoreño, los padres intelectuales jesuitas que ejercían la alta dirección y cátedra dentro del Alma Mater eran considerados sospechosos de sostener la teología de la Liberación, por lo que se suponía que serían aliados de la guerrilla izquierdista del FMLN, y por lo tanto, subversivos para el control político, cuyas amenazas hacia los mismos se venían gestando desde mediados de la década de 1980, pero que se aunarían en el año 1989.
El 3 de marzo de 1989, en un campo pagado del grupo ultra- derechista "Cruzada pro Paz y Trabajo" ataca a los que llama "grupo de cerebros satánicos conducidos por Ellacuría" y "perros comunistas" que están arruinando al país. El 14 de marzo del mismo año hace explosión una granada colocada dentro de la planta eléctrica de la UCA.
Entre el 16 y 20 de abril un campo pagado del Alto Mando de la Fuerza Armada de El Salvador acusa al P. Segundo Montes de defender el uso de minas por parte del FMLN. Un comunicado de prensa de ARENA llama al sacerdote Segundo Montes "inhumano e inmoral". En ese mismo mes el coronel Juan Orlando Zepeda, comandante de la Primera Brigada da Infantería, afirmaba que la UCA es un refugio de los líderes terroristas y que en ella se planifica la estrategia de ataques contra los salvadoreños. El 28 de ese mismo mes ocurre una nueva explosión con tres bombas en la imprenta de la UCA y en el portón de entrada junto a ella.
El 3 de julio del mismo año. el presidente Alfredo Cristiani recibe una carta abierta por parte de la organización "Cruzada pro Paz y Trabajo" en la que piden la captura y juicio sumario de los sacerdotes Ignacio Ellacuría y Segundo Montes, a los que considera responsables de toda la destrucción de la infraestructura y de todos los viles asesinatos cometidos en nombre de la teología de la liberación y de la doctrina marxista-leninista que intentan imponer. Para el 22 de julio, se da una tercera explosión con cuatro bombas en la imprenta de la UCA.
Entre los días 11 y 15 de noviembre la Radio emisora Cuscatlán emite ciertos mensajes con amenazas de muerte dirigidas contra los jesuitas de la UCA, contra Mons. Rivera Damas y contra Mons. Rosa Chávez. Se emiten amenazas explícitas como "Ellacuría es un guerrillero, que le corten la cabeza" o "Deberían sacar a Ellacuría para matarlo a escupidas". Para el 13 de noviembre, el rotativo La Prensa Gráfica informa la realidad de las amenazas retransmitidas por la cadena nacional de radio en las que se afirmaba "es de suma importancia que saquen del país a los jesuitas, porque en la UCA esconden armas desde hace alrededor de diez años". Señalando estos como principal responsable al sacerdote jesuita español Ignacio Ellacuría.

Crimen

Urnas que contienen grama manchada con la sangre de los sacerdotes asesinados, en la Sala Memorial de los Mártires del Centro Monseñor Romero de la UCA.
Según el informe de la Comisión de la Verdad​ y el resumen de las acusaciones admitidas por un tribunal español contra los miembros del ejército salvadoreño que fueron condenados por el delito,4​ el ejército salvadoreño consideró el Centro Pastoral de la UCA como un "refugio de subversivos". El coronel Juan Orlando Zepeda, viceministro de Defensa, había acusado públicamente a UCA de ser el centro de operaciones de los terroristas del FMLN. El coronel Inocente Montano, viceministro de Seguridad Pública, dijo que los jesuitas estaban "plenamente identificados con movimientos subversivos". En las negociaciones para una solución pacífica al conflicto, Ignacio Ellacuría (rector de la universidad) había jugado un papel fundamental. Muchas de las fuerzas armadas identificaron a los sacerdotes jesuitas con los rebeldes, debido a su especial preocupación por los salvadoreños que eran los más pobres y, por lo tanto, los más afectados por la guerra.
En la tarde del 15 de noviembre de 1989, el coronel Guillermo Alfredo Benavides Moreno se reunió con oficiales bajo su mando en el Colegio Militar. Les informó que el Estado Mayor consideraba que la reciente ofensiva rebelde era "crítica", que debía enfrentarse con toda su fuerza, y que todos los "elementos subversivos conocidos" debían ser eliminados. Se le ordenó eliminar a Ellacuría, sin dejar testigos. Los oficiales (miembros del batallón Atlacatl) decidieron disfrazar la operación como un ataque rebelde, usando un rifle AK-47 que había sido capturado por el FMLN.
Los soldados primero intentaron entrar por la fuerza a la residencia de los jesuitas, hasta que los sacerdotes les abrieron las puertas. Después de ordenar a los sacerdotes que se acostaran boca abajo en el jardín trasero, los soldados registraron la residencia. Después de que el teniente Guerra diera la orden de matar a los sacerdotes, Ellacuría, Ignacio Martín-Baró y Segundo Montes fueron asesinados a tiros por el soldado Grimaldi, mientras que los padres Amando López y Juan Ramón Moreno fueron asesinados por el sargento adjunto Antonio Ramiro Avalos Vargas. Más tarde, los soldados descubrieron al padre Joaquín López y López en la residencia y también lo mataron. El sargento adjunto Tomás Zarpate Castillo le disparó a Julia Elba Ramos y a su hija de 16 años, Celina Mariceth Ramos. El soldado José Alberto Sierra Ascencio le disparó a ambas mujeres nuevamente
Los soldados sacaron una pequeña maleta que contenía fotografías, documentos y 5000 dólares. Luego dirigieron fuego de ametralladoras a la fachada de la residencia, así como cohetes y granadas. Dejaron un letrero de cartón que decía "El FMLN ejecutó a quienes lo informaron. Victoria o muerte, FMLN".
El día 16 de noviembre de 1989 seis sacerdotes de la Compañía de Jesús y dos empleadas domésticas son asesinados dentro del campus de la UCA, estos fueron colocados boca abajo, mientras eran ejecutados. En el patio central se encontraron los cuerpos de cinco de los religiosos, y en una de las habitaciones se encontraba otro de ellos. Los cadáveres de la mujer y la niña estaban en otro cuarto anexo. Los asesinos también incendian y saquean el Centro Monseñor Romero, como estratagema los autores del crimen dejaron señales y pruebas falsas simulando que los crímenes habían sido cometidos por la guerrilla, la cual fue descubierta como espurio sin soporte en las posteriores investigaciones.

Las víctimas fueron:

Ignacio Ellacuría S. J., español, rector de la universidad
Ignacio Martín-Baró S. J., español, vicerrector académico
Segundo Montes S. J., español, director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA
Juan Ramón Moreno S. J., español, director de la biblioteca de Teología
Amando López S. J., español, profesor de Filosofía
Joaquín López y López S. J., salvadoreño, fundador de la universidad y estrecho colaborador
Elba Ramos, salvadoreña, empleada doméstica.
Celina Ramos, salvadoreña, hija de Elba Ramos, de 16 años.

Todos menos Celina Ramos eran empleados de UCA. Otro residente jesuita, Jon Sobrino, estaba dando una conferencia sobre teología de la liberación en Bangkok. Dijo que se había acostumbrado a vivir con amenazas de muerte y comentó: "Queríamos apoyar el diálogo y la paz. Estábamos en contra de la guerra. Pero hemos sido considerados comunistas, marxistas, partidarios de los rebeldes, todo ese tipo de cosas".6​ Cuando el periódico estadounidense The New York Times describió a los sacerdotes asesinados como "intelectuales de izquierda" en marzo de 1991,​ el arzobispo John R. Quinn de San Francisco se opuso al uso de esa caracterización "sin calificación ni matiz". Ofreció al periódico las palabras del arzobispo brasileño Hélder Câmara: "Cuando alimento a los hambrientos, me llaman santo. Cuando les pregunto por qué no tienen comida, me llaman comunista".

España

En 2008, 2 organizaciones de derechos humanos, el Centro de Justicia y Rendición de Cuentas y la Asociación Pro Derechos Humanos de España, presentaron una demanda en la Audiencia Nacional de España contra el expresidente salvadoreño Alfredo Cristiani y 14 miembros del ejército salvadoreño, alegando su responsabilidad directa por la masacre de 1989. El juez Eloy Velasco admitió esta demanda en 2009, sobre la base del principio de justicia universal.​ Ni los jesuitas ni la UCA fueron partes en esta demanda.
El juez Eloy Velasco y los querellantes particulares en el caso abierto en Madrid, España, por la masacre de la UCA entienden que, con las nuevas órdenes de arresto emitidas, las autoridades salvadoreñas deberían capturar de inmediato a cualquiera de los 18 militares acusados de la masacre a los que tengan ubicados en territorio salvadoreño.
Durante el curso de este proceso judicial, un testigo no identificado confesó su propia participación en la masacre e implicó al Alto Mando del Ejército salvadoreño y expresidente Cristiani. Las pruebas puestas a disposición de los periodistas incluyeron notas escritas a mano tomadas durante una reunión del Alto Mando Militar Salvadoreño en la que supuestamente se planeó la masacre, y tanto el Alto Mando militar como el Ejecutivo del país probablemente sabían, si no estaban directamente involucrados en estas reuniones de planificación. Los documentos desclasificados de la CIA indicaron que durante muchos años la CIA supo de los planes del gobierno salvadoreño para asesinar a los jesuitas.
El 30 de mayo de 2011, el tribunal falló contra 20 miembros del ejército salvadoreño que los declararon culpables de asesinato, terrorismo y crímenes contra la humanidad y ordenó su arresto inmediato. Esos documentos generaron una circular roja de la Interpol. El presidente Cristiani no fue incluido en el fallo. Según la justificación del fallo, el acusado aprovechó un contexto de guerra inicial para perpetrar violaciones de los derechos humanos, con el carácter agravante de la xenofobia. 5 de los eruditos asesinados eran ciudadanos españoles. La propaganda contra ellos, que preparó el contexto para el asesinato, los llamó neoimperialistas izquierdistas de España, que estaban en El Salvador para restablecer el colonialismo. Los declarados culpables enfrentan sentencias que suman 2700 años en prisión.
El fallo de la corte española especifica que los jesuitas fueron asesinados por sus esfuerzos para poner fin pacíficamente a la guerra civil salvadoreña. La planificación del asesinato comenzó cuando las negociaciones de paz entre el gobierno salvadoreño y el FMLN se rompieron en 1988. Los líderes del ejército salvadoreño estaban convencidos de que podían ganar militarmente la guerra contra el FMLN. Interpretaron los esfuerzos de Ignacio Ellacuría por las negociaciones de paz como un inconveniente que debía eliminarse.
La operación contra los jesuitas implicó la cooperación entre varias instituciones militares. Consistió inicialmente en una campaña psicológica para deslegitimar a los jesuitas en los medios, acusándolos de conspiración y cooperación con el FMLN. Posteriormente hubo redadas militares contra la universidad y la casa de los jesuitas, para planificar la operación y finalmente ocurrió la masacre, perpetrada por el batallón Atlacatl.
Los arrestos, sin embargo, no procedieron, primero porque la Corte Suprema de Justicia salvadoreña (CSJ) dijo entonces que la difusión roja solo implicaba para las autoridades locales ubicar a los acusados, no arrestarlos. Y además porque el gobierno del presidente Mauricio Funes decidió, a través de su ministro de Defensa Crnel. David Munguía Payés, dar refugio a los militares en un cuartel.
Las nuevas órdenes internacionales de arresto emitidas en Madrid son contra Juan Orlando Zepeda, Rafael Humberto Larios, Juan Rafael Bustillo, Francisco Elena Fuentes, José Ricardo Espinoza Guerra, Gonzalo Guevara Cerritos, Óscar Mariano Amaya Grimaldi, Antonio Ramiro Ávalos, Ángel Pérez Vásquez, Tomás Zárpate Castillo, José Alberto Sierra Ascensio, Guillermo Alfredo Benavides, Joaquín Arnoldo Cerna, Carlos Mauricio Guzmán Aguilar, Héctor Ulises Cuenca Ocampo y Óscar Alberto León. El defensor de los militares dijo desconocer la existencia de nuevas órdenes.
El 15 de noviembre de 2017 la Corte Suprema de Estados Unidos rechazó la última apelación posible del ex-viceministro de Seguridad salvadoreño Inocente Orlando Montano para evitar su extradición a España. En España será la Audiencia Nacional quien le juzgue una vez extraditado. Están acusados una veintena de militares salvadoreños.


Justicia para la UCA
19.06.2020 


Inocente Orlando Montano es todo menos inocente. El lunes día 8 de junio comenzó el juicio en Madrid contra el excoronel y exviceministro de Defensa de El Salvador, por su responsabilidad en los crímenes de la UCA, donde fueron asesinados el 16 de diciembre de 1989 seis padres jesuitas y dos mujeres, Elba y su hija Celina. Y, ¿saben una cosa? Me duele que este juicio sea posible por la decisión de Estados Unidos, que siempre estuvo del lado del ejército de la dictadura, de extraditar a España a Inocente Orlando Montano, toda vez que las autoridades salvadoreñas poco o nada hicieron por la extradición de los culpables reclamados por la justicia española. Eran 17 militares los extraditables, entre los cuales se encontraban los coroneles René Ponce y Guillermo Alfredo Benavides, dos de los máximos responsables, en confabulación con los también coroneles Rafael Bustillo, Juan Orlando Zepeda, Francisco Elena Fuentes, entre otros.
Inocente Orlando Montano fue entregado a España en agosto de 2017 tras dos años de espera en una prisión estadounidense. Desde entonces está en prisión por orden del juez Manuel García Castellón.
Es cierto que Benavides terminó siendo juzgado en El Salvador y fue condenado a 30 de cárcel, siendo beneficiado por la amnistía decretada pocos meses después de firmada la paz el 16 de enero de 1992. La justicia española reclamó a Benavides por ser el jefe del operativo que ejecutó los crímenes. La Corte Suprema de justicia salvadoreña, en agosto de 2006, resolvió por unanimidad que el coronel Guillermo Alfredo Benavides no fuera extraditado a España, donde un juzgado inició su procesamiento por el crimen de los sacerdotes, pero también decidió que el coronel volviera a prisión para cumplir la condena de 30 años de cárcel que le había sido impuesta en 1992 y de la que se había librado gracias a la ley de amnistía de 1993.

Todo empezó con las acusaciones radiales contra Ignacio Ellacuría y sus compañeros en aquellos días de diciembre en los que la guerrilla del FMLN cercaba la capital. Desde la emisora radio Cuscatlán, el coronel Juan Orlando Zepeda, lanzaba acusaciones contra la UCA de ser el centro de operaciones de los terroristas del FMLN. El coronel Inocente Orlando Montano, viceministro de Seguridad Pública, dijo que los jesuitas estaban "plenamente identificados con movimientos subversivos". En este ambiente, en la noche del 15 de diciembre de 1989, el coronel René Ponce, en el marco de una reunión con otros cinco coroneles de la llamada Tandona, dio la orden de dar muerte a Ellacuría, sin dejar testigos, y para ello dispuso de la utilización del Batallón Atlacalt. Los conjurados asintieron.
Lo cierto es que los padres jesuitas eran hombres de paz. En sus diálogos con el gobierno y con los guerrilleros siempre insistieron en el fin de la violencia y en el inicio de un proceso de diálogo que desembocara en una negociación y la firma de la paz. Además, desde la asunción de la Teología de la Liberación, se identificaban con los sectores sociales más pobres y defendían la justicia social.
Lo que ocurrió después fue una farsa, se abrió un proceso judicial fraudulento y sin garantías jurídicas, orientado a proteger a los culpables.
Pero a finales de 2004, abogados salvadoreños y españoles, entre ellos Benjamín Cuellar, del Instituto de DDHH de la UCA, y sobre todo la abogada Almudena Bernabeu, valenciana, y que junto a otras cuatro mujeres forman el The Guernica Group, que persigue judicialmente a dictadores, decidieron presentar una demanda en la Audiencia Nacional. Lo hicieron a finales de 2008. Para este esfuerzo se basaron en el Informe de la Comisión de la Verdad de la ONU, De la locura a la esperanza. El resultado lo podemos valorar hoy.

Lo realmente importante es que con Inocente Orlando Montano, en el banquillo de acusados se sientan las Fuerzas Armadas de El Salvador como institución. Es una lástima que numerosos militares que intervinieron en aquel crimen no sean juzgados de manera directa. Pero queda el consuelo de que para que estos tipos, su propio país, El Salvador, es su cárcel, pues salir por sus fronteras podría suponer ser detenidos por la Interpol.
Las autoridades salvadoreñas, que rechazaron la extradición de hasta 17 militares de alta y media graduación, lo hicieron esgrimiendo el pobre argumento de una soberanía nacional que nunca respetaron durante la guerra y afirmando tener un poder judicial fuerte, capaz de dictar justicia. De hecho, no lo hicieron, mostrando una vez más que casi todos los militares que conspiraron y participaron en los asesinatos, son intocables.
Hubo que esperar a julio de 2016 para que se derogara la ley de amnistía. Cuando se hizo, ya los conjurados, coroneles y algunos generales, y otros oficiales y suboficiales estaban a salvo por un juicio fraude y por el paso del tiempo. La amnistía ya había jugado su papel. Salvo en el caso de Benavides que años después de andar libre fue devuelto a la cárcel, como ya he citado. La votación en la Corte Suprema, para enviarlo a la cárcel fue de 11 votos contra 4.

El que se sienta en el banquillo, en Madrid, Inocente (ironías de la vida) Orlando Montano estaba preso en Estados Unidos y nunca ha mostrado arrepentimiento. Como miembro de la llamada Tandona, ha protegido al resto de asesinos. Por cierto, aunque en retiro, sigue siendo coronel del ejército y supongo que cobrando. Dice el juez García Castellón que Montano fue uno de los líderes de la Tandona, una asociación de veinte oficiales en puestos claves del Ejército y del Gobierno de El Salvador "temida por anteponer sus intereses y los de sus miembros a los intereses del gobierno o de la propia institución militar".
Han pasado ya 30 años y nunca pagarán por lo que hicieron. La justicia para ser justicia no puede dilatarse tanto. Este es un caso más que demuestra que hace falta una justicia universal.


Uno de los asesinos de los Mártires de la UCA, en El Salvador, vive en Santiago, se nacionalizó chileno y hoy es reclamado por la justicia española.

Radio Biobío informó este domingo que el exmilitar y violador de DDHH, Yusshy René Mendoza Vallecillos, nacido en El Salvador y que se nacionalizó chileno, hoy es requerido por la justicia española por haber formado parte de los Escuadrones de la Muerte que acribillaron el 16 de noviembre de 1989, a 5 jesuitas de la Universidad Centroamericana Simeón Cañas, un cura salvadoreño y a una trabajadora del hogar con su hija menor de edad, quienes fallecieron a consecuencia del ataque. Mendoza Vallecillos, gracias a una ley de amnistía fue liberado en 1993.

 07.06.2020 

La emisora chilena, Radio Biobío, informó que «la justicia madrileña envió un exhorto internacional a la Corte Suprema, para que el exteniente del Ejército de El Salvador Yusshy Mendoza Vallecillos, declare vía teleconferencia -desde el consulado ibérico en Chile- en el juicio por la matanza de seis sacerdotes jesuitas, ocurrido en 1986. Uno de los asesinados fue Ignacio Ellacuría, uno de los principales ideólogos de la Teología de la Liberación. El exmilitar se nacionalizó chileno y hoy vive en Santiago. La historia y los documentos los revela la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío.
El reportaje indica que «en 1991 el teniente del Ejército salvadoreño Yusshy René Mendoza Vallecillos fue condenado en su país a 30 años de presidio por su participación -junto a otros militares- en la matanza de seis sacerdotes jesuitas de nacionalidad española, su asesora del hogar y una niña menor de edad, ocurrida el 16 de noviembre de 1989 en la Universidad Centroamericana José Simeón Calas. Sin embargo, en 1993 una Ley de Amnistía lo liberó. Luego de ello se trasladó a Chile.

«Por esos hechos, la justicia española envió un exhorto internacional a la Corte Suprema de nuestro país para que Mendoza Vallecillos sea obligado a declarar -vía teleconferencia en el consulado ibérico en Chile- en el juicio oral por terrorismo y crímenes de lesa humanidad que tendrá lugar en Madrid el próximo 8 de junio».

«Los antecedentes constan en la carta rogatoria que ingresó a las 12.15 pm. del pasado 4 de junio a través de un correo electrónico enviado al máximo tribunal por la Fiscalía Nacional, a los que accedió la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío».
La radio indica que en Chile los antecedentes fueron derivados por la Corte Suprema a la fiscal Lya Cabello. El exmilitar, ya fue notificado de la citación.
Información de agencias internacionales, a fines de enero último, señalaron que Estados Unidos había prohibido el ingreso al país de 13 exmilitares salvadoreños, a quienes involucró en la ejecución extrajudicial de seis sacerdotes jesuitas y dos colaboradoras en el campus de la Universidad Centroamericana (UCA) en San Salvador en 1989.
La medida afectó Yusshy René Mendoza Vallecillos y además a los exmilitares Juan Rafael Bustillo, Juan Orlando Zepeda, Inocente Orlando Montano Morales, Francisco Elena Fuentes, Guillermo Alfredo Benavides Moreno, José Ricardo Espinoza Guerra, Gonzalo Guevara Cerritos, Carlos Camilo Hernández Barahona, Oscar Mariano Amaya Grimaldi, Antonio Ramiro Avalos Vargas, Angel Pérez Vásquez, y José Alberto Sierra Ascencio.

Historia de Impunidad

La matanza en la UCA tuvo lugar el 16 de noviembre de 1989, durante la guerra civil de El Salvador (1980-1992).
Ese día, en el marco de una ofensiva de la entonces guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), efectivos del ahora proscrito Batallón Atlacatl atacaron a los seis sacerdotes y a dos asistentes que se encontraban en un centro pastoral en las instalaciones de la UCA.
Las víctimas fueron el hispanosalvadoreño Ignacio Ellacuría (rector de la UCA), los españoles Ignacio Martín Baró (vicerrector), Segundo Montes, Amando López y Juan Ramón Moreno, el cura salvadoreño Joaquín López, y sus colaboradoras Elba Ramos y su hija Celina, menor de edad.
«Estados Unidos condena todos los abusos contra los derechos humanos que tuvieron lugar en ambos lados de la brutal guerra civil en El Salvador, incluidos los cometidos por partidos gubernamentales y no gubernamentales», dijo Pompeo en un comunicado.

El jefe de la diplomacia estadounidense subrayó que aunque el gobierno de Donald Trump valora la relación actual con las Fuerzas Armadas salvadoreñas, seguirá utilizando todas las herramientas disponibles para abordar los abusos de los derechos humanos y alentar la rendición de cuentas, «sin importar cuándo ocurrieron o quién los perpetró».
Al cumplirse 30 años de la masacre, centenares de salvadoreños denunciaron la impunidad que persiste sobre el caso, en el marco de conmemoraciones en la UCA.
En El Salvador solo fueron juzgados los militares acusados de ser los autores materiales del crimen. En enero de 2016, un tribunal español pidió a Interpol detener a otros 17 oficiales retirados, pero en agosto de 2017 la Corte Suprema salvadoreña dejó sin efecto la demanda.
En abril de 2018 un juzgado de San Salvador ordenó la reapertura de un proceso penal para investigar a los autores intelectuales de la masacre.
Los jesuitas acusan de ordenar la matanza a los generales en retiro Rafael Humberto Larios, Juan Rafael Bustillo, Francisco Elena Fuentes, Orlando Zepeda, al difunto René Emilio Ponce y al coronel Inocente Orlando Montano. Este último fue extraditado por Estados Unidos a España, donde permanece encarcelado por esta causa.
La guerra civil en El Salvador concluyó con un acuerdo de paz mediado por la ONU entre el gobierno y el FMLN, tras 12 años de un conflicto que dejó más de 75.000 muertos y 7.000 desaparecidos.

Quién es Yusshy René Mendoza Vallecillos

Según lo que informa el website memorial de los mártires de El Salvador, al momento de los hechos el Teniente Yusshy René Mendoza Vallecillos tenía 26 años, se graduó de la Escuela Militar el mismo año que el Tte. Espinoza, 1984, y fue destinado a la Brigada de Artillería. El 1 de septiembre de 1987 pasó a la Escuela Militar como jefe de sección. Fue con el Tte. Espinoza al curso para oficiales salvadoreños en la Academia de Infantería en Fort Benning, a comienzos de 1982. En 1988, regresó a Fort Benning para participar en el curso de comandos.
Fue acusado de asesinato, actos de terrorismo, proposición y conspiración para cometer actos de terrorismo y actos preparatorios de terrorismo. También se le acusó de haber participado en la destrucción de los libros de registros de la Escuela Militar.
Aunque negó su responsabilidad, las principales pruebas contra él las dio en su confesión extrajudicial.

Según ésta, el Cnel. Benavides le ordenó acompañar al Tte. Espinoza, sin decirle en qué consistía la misión a la cual lo enviaba. Cuenta cómo vio a los hombres del Tte. Espinoza rodear el edificio en el que residían los jesuitas, registrándolo todo, y cómo vio a dos mujeres sentadas en una cama. Después, escuchó disparos tiro a tiro. Otros de los imputados le atribuyen un papel mucho más activo, pues dicen que fue él quien entregó el AK-47 al soldado Amaya Grimaldi y también impartió órdenes.
Aunque negó ante el juez haber dicho lo que figura en su declaración extrajudicial, sí admitió su participación en la quema de los libros de registros, por orden, según él, del subdirector de la Escuela Militar, Tte. Cnel. Camilo Hernández, «para dar cumplimiento a una orden de carácter permanente».
El jurado, inexplicablemente, lo encontró culpable de uno solo de los asesinatos, el de la joven de quince años Celina Ramos. El juez Zamora lo condenó también por los dos delitos que no pasaron a consideración del tribunal del jurado. Pasó a cumplir su condena de treinta años en el penal de Santa Ana, de donde salió, junto con el Cnel. Benavides, el 1 de abril de 1993, beneficiado por la amnistía aprobada por la Asamblea Legislativa unos días antes.
Después de ello y según lo relatado por la Biobío, Mendoza Vallecillos vino a Chile a vivir y se nacionalizó chileno «cumpliendo todos los trámites formales, de acuerdo a los documentos del Registro Civil».


Nota

El Tte. Mendoza, de 26 años, se graduó de la Escuela Militar el mismo año que el Tte. Espinoza, 1984, y fue destinado a la Brigada de Artillería. El 1 de septiembre de 1987 pasó a la Escuela Militar como jefe de sección. Fue con el Tte. Espinoza al curso para oficiales salvadoreños en la Academia de Infantería en Fort Benning, a comienzos de 1982. En 1988, regresó a Fort Benning para participar en el curso de comandos.
Fue acusado de asesinato, actos de terrorismo, proposición y conspiración para cometer actos de terrorismo y actos preparatorios de terrorismo. También se le acusó de haber participado en la destrucción de los libros de registros de la Escuela Militar
Aunque negó su responsabilidad, las principales pruebas contra él las dio en su confesión extrajudicial.
Según ésta, el Cnel. Benavides le ordenó acompañar al Tte. Espinoza, sin decirle en qué consistía la misión a la cual lo enviaba. Cuenta cómo vio a los hombres del Tte. Espinoza rodear el edificio en el que residían los jesuitas, registrándolo todo, y cómo vio a dos mujeres sentadas en una cama. Después, escuchó disparos tiro a tiro. Otros de los imputados le atribuyen un papel mucho más activo, pues dicen que fue él quien entregó el AK-47 al soldado Amaya Grimaldi y también impartió órdenes.
Aunque negó ante el juez haber dicho lo que figura en su declaración extrajudicial, sí admitió su participación en la quema de los libros de registros, por orden, según él, del subdirector de la Escuela Militar, Tte. Cnel. Camilo Hernández, "para dar cumplimiento a una orden de carácter permanente".
El jurado, inexplicablemente, lo encontró culpable de uno solo de los asesinatos, el de la joven de quince años Celina Ramos. El juez Zamora lo condenó también por los dos delitos que no pasaron a consideración del tribunal del jurado. Pasó a cumplir su condena de treinta años en el penal de Santa Ana, de donde salió, junto con el Cnel. Benavides, el 1 de abril de 1993, beneficiado por la amnistía aprobada por la Asamblea Legislativa unos días antes.

domingo, 16 de junio de 2019

El éxodo venezolano, un viaje sin boleto de regreso.-a


Viernes, 24 Mayo 2019
El régimen de Nicolás Maduro ha expulsado a más de 3,7 millones de venezolanos, obligados a emigrar por razones políticos o económicas. La mayoría de esa gente no regresará, aunque la oposición recupere el gobierno, coincidieron expertos reunidos ayer jueves en Barranquilla, Colombia.

La catedrática de la colombiana Universidad del Rosario, Francesca Ramos Pismataro, dijo en el panel sobre la migración en Venezuela, realizado en el marco del “Business Future of the America”, que solamente regresará entre el 15% y el 20% de los que emigraron. 
“Los primeros que retornarían son los altamente calificados, pero la gran mayoría se va a quedar en los países a donde han emigrado, especialmente en Colombia”, anotó Ramos, invitada al foro en su calidad de directora del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.
En su opinión, es tan grave la situación económica en Venezuela, que el ingreso per cápita es el mismo de hace 70 años y que los actuales niveles de desnutrición infantil tendrán alto impacto en las generaciones futuras.
Un total de 63.000 venezolanos cruzan a diario la frontera entre Colombia y Venezuela, 2.500 de los cuales se quedan en el país. Por su parte, el analista líder de la consultora Control Risk, Antonia Ecklund, “no se ve una pronta salida a la crisis venezolana” e incluso anticipó que por lo menos durante este año Maduro seguirá en el poder y agregó que las acciones o negociaciones que se realizan para buscar la salida del actual régimen en Venezuela tiene que considerar las posiciones que asuman países como Rusia, Cuba y China, quienes buscarán proteger sus intereses. En cuanto a una posible intervención militar de Estados Unidos en Venezuela, Ecklund la consideró poco probable porque sería una “carta muy costosa” para el presidente Donald Trump con miras a su reelección.
Entre tanto, el presidente de la junta directiva de AmCham Venezuela, Francisco Sananez recordó que la crisis en Venezuela comenzó con la implementación de una política asfixiante a la iniciativa privada en favor de una economía estatizada, con la cual se pasó de 7.500 empresas a tener menos de 2.500 en la actualidad.

Estatuto especial

En tanto, una legislación bipartidista que permite a los venezolanos en Estados Unidos solicitar el Estatuto de Protección Temporal (TPS), que impide su deportación y les autoriza a pedir un permiso de trabajo y viaje, fue aprobado en un comité del Congreso.




La odisea de los venezolanos que se convirtieron en ciudadanos brasileños.-


Dorianny Torres acaba de amamantar a su hijo pequeño Luis Joel y le entran ganas de comer algo dulce. “Un caramelo, una galleta”, comenta, sentada en la hamaca de la casa de PVC en la que se encuentra. “Es la ansiedad”, concluye. Dentro de algunas horas, esta venezolana de 30 años embarcará rumbo al estado de Minas Gerais, sureste de Brasil, saliendo de Boa Vista, al norte del país, acompañada de sus seis hijos. La mayor, Estrella, de 10 años, lleva un vestido de flores fruncido. Su pelo está adornado con una hilera de clips de colores, al igual que sus hermanas: Kereane, de 5; Luciane, de 7; y Victoria, de 6. Abraham, de 8, era el único varón, hasta la llegada de Joel. Es la primera vez que se subirán a un avión, rumbo a una ciudad desconocida. Pero no hay alternativas. Necesitan sobrevivir y en Brasil encontraron un camino.

Todos sus hijos nacieron en Ciudad Bolívar, menos Joel, a quien Dorianny dio a luz cuando vivía en un campamento de refugiados en Boa Vista, capital del estado de Roraima. El 8 de septiembre, tuvo contracciones y la trasladaron al hospital público de la capital, en plena pandemia. Joel, mofletudo y dueño de unos ojos negros despiertos, nació de parto normal. Su vida, desde entonces, no se diferencia solamente por haber venido al mundo desde un lugar distinto al de sus hermanos. Joel es la síntesis de un nuevo ciclo de inmigración que acoge Brasil, desde que Venezuela se hundió con el Gobierno de Nicolás Maduro. 
Si hasta la primera mitad del siglo XX, eran portugueses, italianos, japoneses y alemanes quienes llegaban a Brasil en busca de una vida mejor y huyendo de los horrores de las guerras mundiales, en este siglo, los venezolanos huyen de un país que se empobrece cada día más desde que Maduro asumió el poder y recrudeció la persecución a los opositores. 
Las continuas crisis y las detenciones injustificadas de quienes no están de acuerdo con Maduro llevó a Estados Unidos a determinar, en 2015, un bloqueo económico a Venezuela, país sumamente dependiente de la exportación de petróleo. El impacto fue inmediato, y la población pasó a convivir con la escasez, la inflación y un mercado paralelo de dólares. La represión aumentó y el país entró en lo que los analistas llaman cubanización.

Desde 2015, la cifra de venezolanos que cruzaron la frontera para llegar a Brasil ha subido. Sin embargo, desde 2018 hubo un salto vertiginoso en la entrada de venezolanos que los ha convertido en la comunidad extranjera más numerosa en el país. La ciudad de Pacaraima, frontera con la ciudad venezolana de Santa Elena de Uairén, en el norte de Brasil, estaba recibiendo una media de 500 personas al día, flujo interrumpido por la pandemia que cerró las fronteras en marzo de este año.

Hoy viven 262.475 venezolanos en Brasil, más del doble que hace dos años. La mayoría, en condición de migrante, solicitando vivir aquí con un visado de al menos dos años. Otros 46.647 aceptaron la condición de refugiados, argumentando la falta de condiciones de derechos humanos en su país de origen. Hay, además, 102.504 venezolanos con solicitudes de refugio pendientes, en lista de espera para conseguir la documentación que los aceptará como residentes.
 Configuran la cifra más alta de peticiones de refugio por nacionalidad, según el Comité Brasileño de Refugiados (CONARE). Por los registros de migración del Ministerio de Justicia de Brasil, los venezolanos superaban en cantidad a portugueses, haitianos y bolivianos, que hasta hace poco representaban los principales grupos extranjeros residentes en Brasil.

La gran masa de venezolanos que ha entrado en Brasil a partir de 2018 lo hizo por Pacaraima, y buena parte se ha quedado allí o en la capital de Roraima, Boa Vista, a tres horas de la frontera. Con el flujo concentrado en el norte, el resto de Brasil no se dio cuenta de la evolución silenciosa de la migración de los venezolanos. Nadie conoce tan bien ese nuevo ciclo migratorio como los habitantes de Roraima. No es una convivencia muy tranquila que se diga.
 Los venezolanos ya ocupan el 40% de las camas de hospital del Estado, alertó el gobernador Antonio Denarium en febrero de este año, cuando una protesta en Pacaraima trataba de impedir la entrada de nuevos venezolanos. La mitad de los alumnos en las escuelas de Pacaraima también son niños de Venezuela. El Gobierno brasileño no se preparó para una respuesta a la altura de la migración, y Roraima no estaba capacitada para el nuevo desafío. Ha sido un camino accidentado para los que llegan por el norte del país.

Un escenario que se repite a lo largo de la historia de Brasil, un país forjado por centenas de nacionalidades que aquí arriban. Los primeros japoneses que llegaron, a comienzos del siglo XX, por ejemplo, también vivieron resistencias. En 1914, São Paulo contaba con 10.000 inmigrantes japoneses que huían de las dificultades del Japón feudal. Brasil tenía, por aquel entonces, 25,5 millones de habitantes. Venían a trabajar en la agricultura cuando Brasil se vio obligado a renunciar a la mano de obra esclava tras la abolición de la esclavitud en 1888.
 Llevó un tiempo hasta que se ganaran el respeto de los dueños de las tierras que los contrataban. Hubo episodios de racismo y prejuicio en su momento, iguales a los que los venezolanos se enfrentan en las ciudades de Roraima.

Adaptación y acogida

El total de venezolanos en Brasil es un pequeño porcentaje si se compara con la masa de 5,5 millones que ya se ha ido a otros países, especialmente a Colombia y Perú —cada uno ha recibido a más de un millón de ellos—y Chile (casi medio millón). El territorio brasileño ya es el quinto receptor de venezolanos, según la Organización de los Estados Americanos (OEA). Por tener un idioma diferente, Brasil ha sido la última opción para emigrar. Pero, ante la reticencia de esos países menos poblados, que acogieron a muchos más venezolanos antes, era mejor encarar las diferencias.

Brasil también facilitó el camino. 

Redujo la burocracia para recibirlos al declarar que Venezuela era un país en el que se cometían graves y generalizadas violaciones de derechos humanos. El Comité Nacional de Refugiados adoptó el procedimiento prima facie, que elimina las entrevistas detalladas —y demoradas— en las que se decide si se le concede o no al extranjero el visado de residencia temporal o de refugiado. Este mecanismo garantizó una facilidad inédita para acoger a los venezolanos en el continente. Hoy, de los poco más de 49.000 refugiados en Brasil de distintas nacionalidades, el 95% son venezolanos.

El Gobierno de Jair Bolsonaro asumió y amplió la llamada Operación Acogida, creada en 2018 durante el Gobierno de Michel Temer, con el trabajo conjunto de 12 ministerios, que facilitaron el acceso de los inmigrantes venezolanos. “Hay una sensación en Venezuela de que Brasil trata bien a los suyos”, dice David Smolansky, exalcalde de El Hatillo, uno de los distritos de Caracas, capital de Venezuela. Smolansky actúa hoy en la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Washington, el el grupo que monitorea a los venezolanos que emigraron.

Él mismo vino huyendo de la furia de Maduro, que empezó a perseguirlo en su condición de opositor. Cuando recibió una orden de detención, se vio obligado a permanecer en la clandestinidad. Durante tres o cuatro días recorrió más de 1.000 kilómetros rumbo a la frontera disfrazado de seminarista para no ser reconocido. Con gafas, sotana y sin barba, Smolansky logró llegar a Brasil en 2017, con la ayuda del entonces ministro de Relaciones Exteriores, Aloysio Nunes. De allí, continuó hacia Estados Unidos, donde empezó a trabajar por una coalición para restablecer la democracia plena en Venezuela.

Seguridad social, Bolsa Familia y renta de emergencia.

El Gobierno brasileño ha garantizado a los que llegan de otro país, como los venezolanos, a que puedan vivir como ciudadanos brasileños (con excepción de votar). Tienen su propio Documento de identificación fiscal, frecuentan la sanidad pública, sus hijos van al colegio y pueden circular libremente por el país. Y muchos reciben las ayudas del programa gubernamental para familias con pocos recursos, conocido por Bolsa Familia. Durante la pandemia, tuvieron acceso incluso a la renta básica de emergencia para superar la crisis sanitaria. 
Al menos 42.519 recibieron este subsidio de la Caixa Econômica Federal, institución financiera estatal de Brasil. El presidente del banco, Pedro Guimarães, llegó a decir en una entrevista que en la ciudad de Pacaraima hay más venezolanos que brasileños cobrando la ayuda. El dinero alimenta, pero parte de él se va a Venezuela, para ayudar a los parientes necesitados. 
Lo que acá es poco, allá es mucho”, dice Dorianny, que tuvo la ayuda del Bolsa Familia y acceso a la renta emergencial durante la pandemia. Parte de lo que le llega se lo envía a sus padres.

El éxodo venezolano, el más grande de América Latina de la historia reciente, correspondía al 15% de su población de 2017. En proporción, sería como si 33 millones de brasileños se fueran del país a lo largo de tres años debido a persecuciones políticas, huyendo del hambre o para rescatar la dignidad y garantizarles a sus hijos unas mínimas condiciones de vida. Hoy, el 96% de los venezolanos que se quedaron en su país son considerados pobres. “Hoy, todos en Venezuela tienen dos sueños: comer o irse del país”, dice Raúl Escalona, director de teatro, de 74 años, que llegó a Brasil en 2018.

Raúl siguió los pasos de su hijo, Carlos Escalona, un periodista que se marchó a Brasil tras ser amenazado por no querer participar, en 2016, en una trama de corrupción en la televisión estatal en Maracay, capital del estado de Aragua. El hecho ocurrió cuando era gerente de producción de un programa cultural. A Carlos le retuvieron su sueldo ocho meses como forma de presionarlo.
 “Me decían que la solución estaba en mis manos”, recuerda. Pusieron a prueba su límite con un secuestro exprés en el que le amenazaron con perjudicar a sus padres y a su novia, Marifer, por no querer firmar unos presupuestos inflados en TeleAragua. 

“Me pegaban mientras decían cosas puntuales del trabajo”, cuenta. Después dispararon, al aire, para asustarlo. Carlos no aguantó y decidió emigrar.

Su padre se dio cuenta en ese momento de que quedarse en Venezuela pasaba a representar un riesgo de muerte. Él ya había sido vicepresidente de TeleAragua en los tiempos de Hugo Chávez, y en aquel momento ya sentía que había interferencias en la labor periodística del canal. Pero el atentado a su hijo fue un golpe de realidad. 
“Fue un llamado de atención, de algo muy serio que estaba pasando que va a superarte”, recuerda Raúl. Mientras su hijo elegía Brasil como destino, él y su esposa, Elvira, decidieron vivir un año en Ecuador, en 2017.
Los acuerdos entre los dos países facilitaban que pudiera cobrar allí la jubilación a la que tenía derecho en Venezuela. Pero la nostalgia les pudo y decidieron regresar al cabo de un año. Fueron a Isla de Margarita, donde tenían una casa que guardaba recuerdos de tiempos felices. Quedarse allí parecía una buena idea, lejos de los centros más agitados políticamente, hasta que se calmaran las aguas. Pero todo estaba diferente.
 “En un año, el país había sido arrasado”, recuerda Raúl, junto a Elvira, en la cocina del apartamento de su hijo, Carlos, en São Paulo. La flamante isla estaba abandonada, y encontrar alimentos básicos era una tarea cada vez más difícil. “Un día, nos levantamos y decidimos marcharnos”, dice Raúl.

En la maleta, tan solo dos altavoces y la certeza de que la vida nunca más sería igual. “A los setenta y tantos años me vi teniendo que salir de mi zona de confort”, asegura Raúl. Tomaron un barco, un autocar, un coche y siguieron hacia la frontera de Venezuela con Brasil. De allí, siguieron hacia Boa Vista y, luego, a São Paulo, donde ya estaba viviendo Carlos. Ahora, padres e hijo viven cerca, en la zona este de São Paulo. El otro hijo, Miguel, emigró a Estados Unidos. Raúl ya se ha adaptado a la capital paulista y no mira hacia atrás. “Mi hoy es Brasil.

Brasileños herederos de Venezuela.

Afrontar la vida en un nuevo país es también abrirse a la posibilidad de tener descendencia lejos de su tierra. En el campamento Janokoida, en Pacaraima, ya hay varios brasileñitos hijos de venezolanos. En ese campamento, destinado exclusivamente a los indígenas de la familia Warao —de los primeros venezolanos que migraron a Brasil—, viven cerca de 450 integrantes de dicho pueblo. Seis nacieron en Paracaima. 
Hablan español, portugués y warao”, explica con orgullo Teolinda Moralera Warao, una de las seis líderes de su pueblo. Los líderes dividieron el espacio para garantizar la organización. Teolinda es la responsable de 23 familias. Dos de los niños brasileños son nietos suyos. Williaimis y Lucas, hijos de sus hijos, Eliaimis y Cruz Antonio.

El espacio es una enorme nave adaptada a la cultura warao con el apoyo del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) y de las Fuerzas Armadas brasileñas. Duermen en hamacas extendidas a lo largo del espacio, divididos por familias. Plantan parte de sus alimentos y tienen materia prima para elaborar sus artesanías y utensilios domésticos, como bandejas y bolsos, al igual que hacían en su tierra, en el municipio de Antonio Díaz. Teolinda hacía su trabajo e iba a la ciudad a vender las artesanías de su comunidad, lo que ayudaba al sustento de la familia. También cantaba y hacía presentaciones de danzas típicas de su cultura para los turistas. La casa en la que vivía con su familia era suya.

Pero los días se fueron haciendo más duros, el dinero escaseaba y tenían pocos recursos para sobrevivir. Un día, la casa se vino abajo, como si se tratara de un presagio de lo que vendría después. Lo más trágico de esa realidad se cebó con la familia de su hija, Celenia. Un brote de cólera llegó a su región y provocó la muerte de niños y ancianos. El cólera se llevó a su nieta, Celiaini. Su hija estuvo gravemente enferma, sus pulmones se vieron afectados.
 “Vine aquí desesperada hace tres años”, recuerda. Junto a su esposo y sus otros dos hijos, se subieron a un auto que iba de camino y salieron de la ciudad. Llegaron a San Félix y, desde allí, partieron hacia Santa Elena, frontera con Pacaraima. Contaron con el apoyo de la parroquia de la ciudad y del ACNUR para salvar a Celenia, que afortunadamente se recuperó. Llegaron con lo puesto y vivieron de donaciones de comida hasta que se integraron en el campamento. “He venido para que tengan un futuro. Aquí hay sanidad y educación.”

Vivir en Brasil: corazones rotos.

No todos viven la mudanza a Brasil con tanto desprendimiento. La morriña duele, la soledad lastima y la sensación de desplazamiento ante una cultura diferente a menudo golpea fuerte. El comienzo en otro país en busca de oportunidades para mantenerse también deja huellas. Edward, trabaja como vendedor en un centro comercial en Boa Vista, sabe que ya vivió momentos mucho más duros que los actuales.
 Llegó hace dos años, sin ninguna perspectiva, pero con el firme propósito de establecerse. Vivía con un primo suyo y hacía pan para venderlo. Muchas veces no lo lograba, y lo repartía en las plazas donde sus conterráneos, que también habían ido a probar suerte, dormían a la intemperie. Hoy, con un contrato de trabajo, sabe que ha superado las dificultades.
 “Pero es difícil, hay días que es muy difícil”, dice él, cuya familia está en Venezuela. Al mismo tiempo que quiere quedarse para construir su nueva vida, quiere regresar a su país.

La pandemia y la frontera cerrada desde marzo acentúan la angustia. Aunque Boa Vista esté cerca de la frontera con Venezuela, la perspectiva de no poder moverse deja más evidentes la distancia y la añoranza, sin la posibilidad de circular libremente. A muchas familias se les divide el corazón cuando cruzan la frontera. Por una parte, hay una gratitud por superar las necesidades básicas y rescatar la dignidad en Brasil. 
Por otra, una renuncia dolorosa. “Nunca en la vida pensé que saldría de Venezuela, menos aún en esas condiciones”, dice Samired Velandria, de 34 años, que vivía en Caracas hasta 2018.
 El 24 de octubre de ese año sacó fuerzas para venir a Brasil para cuidar de su salud. Samired tuvo un cáncer de tiroides y tenía que tomar una hormona diariamente para el afrontar el postoperatorio. Pero en su ciudad no la tenían. Y, cuando había, el precio era prohibitivo. “Me encontraba muy mal”, recuerda Samired, que ahora está instalada en un apartamento en São Paulo, donde vive con su hijo y su novio, que llegó este año.

Con una Venezuela de mal en peor, decidió seguir el consejo de su hermana, Saray, que ya había recalado en Brasil un año antes con su marido y su hija. 
“Me decía que ese medicamento era barato aquí y que se podía conseguir gratis en los servicios públicos”, recuerda. 
Salvar su salud sería la razón más lógica para emprender el viaje. También había una expectativa de rescatar un poco de la seguridad que se quedó en su pasado. “Vivir más o menos dignamente... a veces no había gas, o no había luz”, afirma.

Vino sola en un autocar con su hijo, Samir, que por entonces tenía 10 años, siguiendo la ruta que un año antes hizo su hermana. Llegó a Pacaraima, donde pasó los primeros 15 días. Estuvo un tiempo en un campamento de refugiados en Boa Vista, hasta llegar a São Paulo, para instalarse en un albergue religioso de Missão Paz, en el centro de la ciudad. Conoció a multitud de extranjeros como ella y, a los cuatro meses, consiguió un trabajo, en el que está hasta hoy. Es redactora de una agencia de publicidad extranjera. Alquiló un piso, en el que vive con Samir y, desde hace pocos meses, con su novio.

Su hijo Samir, de 12 años, está a gusto en su nuevo país. “A veces echa de menos a la familia, pero no es algo que le afecte tanto”, dice su madre. Samired, por otro lado, se frustra por haberse visto desgarrada de su país. “Hoy no tengo la esperanza de volver. Pero pienso volver un día”, afirma.

—¿Aunque sea dentro cinco o diez años?

―Sea cuando sea.

Su familia está partida por la mitad en la geografía del continente. En Monagas, donde nació, están su padre, su hermana y dos hermanos. Ahora, en Brasil, están Samired, su hermana Saray y otros tres hermanos. Todos trabajan. El sueño de Samired es que toda su familia esté cerca de nuevo. Lo que no sabe es si será allí o aquí.

Crecer en Brasil.

Samuel Cazorla también sueña con traer a sus padres, que se quedaron en Valencia. Pero, a sus 29 años, se siente feliz por haber realizado su principal objetivo en Brasil. Hace tres años empezó desde cero la barbería Samuel Barber Shop, en Boa Vista, a la que acuden entre 30 y 50 clientes diariamente. Se marchó de su ciudad hace tres años en busca de un local y un incentivo para montar su barbería. Pese a su juventud, Samuel posee la obstinación de los emprendedores. Con 17 años ya aprendía el oficio en su ciudad natal, y a los 22 montó su pequeño negocio en Valencia, el mismo año que se casó. Un día, un amigo de infancia al que le estaba cortando el pelo le dijo que se estaba mudando a la capital de Roraima. “Me invitó a irme con él, y estuve un mes pensándomelo”, recuerda. La crisis, cuenta, no era tan aguda. Pero sabía que el tamaño de su ambición no cabía ahí.

El venezolano Samuel abrió una barbería en Boa Vista. Decidió jugársela yéndose solo. Se instaló con el amigo que le propuso irse a Brasil, en una parcela detrás del presidio de Boa Vista, durante dos semanas. Se pateó la ciudad, a pesar de no hablar portugués, hasta conseguir un empleo en una barbería. 
“Estuve seis meses en los que solo guardaba dinero”, cuenta Samuel, que ahorraba en transporte —hacía todo a pie, incluso cuando residía en la casa de su amigo, que estaba a 17 km de su trabajo— y en comida: arroz con longaniza diariamente.

Luego, se fue a buscar a su esposa, a su hijo y a sus dos hermanos. Su autoconfianza acabó cautivando a un brasileño, que le propuso abrir una barbería con él y ser socios. Entraron juntos con un pequeño capital, pero allí vivió su primer tropiezo. Confió en él y no firmó ningún documento. Cuando su socio cambió algunas de las cosas que habían pactado, decidió que era hora de seguir otro rumbo. 
“Al principio fue cruel ver que aquí la palabra no valía nada sin unos papeles firmados de por medio”, se lamenta Samuel, que tuvo a su segundo hijo en Boa Vista.
“Pero fue la herramienta para convertirme en lo que soy”, dice Samuel, que emplea a cuatro barberos. Todos ellos son venezolanos casados con venezolanas. Prosperó. Primero, se compró una bicicleta para desplazarse. Luego, una moto. Después, un auto. Y ahora se ha comprado una casa. También ha aumentado su familia. Hace un año y medio nació Said, su hijo brasileño.

La barbería tiene estilo. Hace cortes modernos y Samuel ya sueña en dar cursos de formación profesional a otros venezolanos que lleguen a Brasil. O incluso abrir franquicias en otras ciudades.
“Ya tengo mi marca registrada en territorio nacional”, comenta, feliz, al tener “exactamente lo que soñaba cuando estaba en Venezuela”. 
Pero Samuel no esconde algunos dolores. Sufrió el prejuicio de ser venezolano en Boa Vista. Hay muchos venezolanos pidiendo limosna en las calles y, a veces, algunos ciudadanos locales no ocultan un cierto desconfort. Son minoría, certifica el propio Samuel.
 “Una vez entró aquí una persona y, al darse cuenta de que éramos venezolanos, dijo gritando que no quería que le tocásemos. Le dije que se fuera, y sacó una pistola.” 
Después de la amenaza, se marchó. Fue un susto enorme. “Pero el 90% de mis clientes son brasileños”, cuenta.

En la balanza de un inmigrante, los pros están ganando, según los cálculos de Samuel. 
“Estoy viviendo un momento muy bonito”, afirma el joven empresario. Venezuela, de momento, es su pasado. “Mi presente es Brasil”, concluye.

—¿Y el futuro? ¿Te quedarías aquí hasta que te mueras?

En ese momento enmudece. Piensa, y encuentra respaldo en su emprendimiento.

—Vuelvo cuando mi marca se haga internacional. Hoy, tengo dos casas. Aquí y en Venezuela. Cuando no esté bien aquí, me vuelvo allí; y, cuando no esté bien allí, me vuelvo aquí.

¿Morirse lejos de Venezuela?

La idea de un futuro eterno en Brasil asusta a la mayoría de venezolanos con los que habló EL PAÍS. Pero algunos ya han asimilado una ruptura difícil de restaurar. 
“Toda esta situación política y económica no solo nos ha hecho perder las cosas materiales, sino también los afectos”, dice Raúl Escalona.
 Su esposa, Elvira, coincide con él. “A los familiares podemos verlos por videollamadas”, dice ella.

—¿Pero no temen morirse en Brasil?

—No, responde Elvira, sin pestañear.

—La muerte no es una situación geográfica —reflexiona Raúl, sereno. “A esta edad, la muerte no es un susto, es una realidad que está ahí”, pondera.

La lucha con esa idea también ronda en la vida de los inmigrantes mucho más jóvenes que Raúl. Stefani, que estuvo un año y medio viviendo en los campamentos de la Operación Acolhida en Boa Vista, tampoco teme vivir aquí para siempre. “Allá no hay nada”, constata la joven de 26 años, casada con Pedro y madre de cinco hijos, que estaba a punto de mudarse a São Paulo a finales de octubre.

Dorianny también apuesta en Brasil por sus hijos. Vino en autocar con su marido, padre de los cinco hijos que nacieron allí. Vivieron en Pacaraima y luego en Boa Vista. Pero se separaron. El padre consiguió un trabajo en Manaos y la dejó con los hijos en el campamento. A la espera de nuevas oportunidades, se relacionó con otro venezolano refugiado. Así fue como nació Joel. “Soy madre soltera”, dice Dorianny, usando una expresión que quiebra su voz y parece pesar tanto como el hecho de haberse visto obligada a abandonar su país y de repente verse sola para cuidar a sus hijos en otro lugar.
 A Dorianny, verse soltera, como ella dice, le parece una traición del destino. Pero, a pesar del dolor, no tiene dudas en cuanto a su futuro. Brasil es donde quiere ver crecer a sus hijos. 
Si a mis hijos les va bien aquí, no creo que regrese. Eso no me asusta.”

Este artículo es resultado del laboratorio de producción y periodismo “Refugiados y Migrantes” y forma parte de la serie de publicaciones realizadas con el apoyo de la Fundación Gabo y ACNUR
Inicialmente este texto informabá que habian mas de 1 millón de venezolanos en Chile pero la información correcta es alrededor de medio millón.


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