Urnas que contienen grama manchada con la sangre de los sacerdotes asesinados, en la Sala Memorial de los Mártires del Centro Monseñor Romero de la UCA. |
Se denomina por el nombre genérico mártires de la UCA a 8 personas que fueron asesinadas el 16 de noviembre de 1989, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), ubicada en la ciudad de San Salvador (El Salvador), por un pelotón del batallón Atlacatl de la fuerza armada de El Salvador bajo las órdenes del coronel René Emilio Ponce, en la administración del presidente de Alfredo Félix Cristiani. Todo ello ocurrió en el marco de la Guerra Civil salvadoreña.
Los jesuitas eran partidarios de un acuerdo negociado entre el gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), la organización guerrillera que había luchado contra el gobierno durante una década. Los asesinatos atrajeron la atención internacional a los esfuerzos de los jesuitas y aumentaron la presión internacional para un cese al fuego, lo que representa uno de los puntos clave que condujeron a un acuerdo negociado para la guerra.
Antecedentes
Para un sector ultra-conservador de los mandos militares en el ejército salvadoreño, los padres intelectuales jesuitas que ejercían la alta dirección y cátedra dentro del Alma Mater eran considerados sospechosos de sostener la teología de la Liberación, por lo que se suponía que serían aliados de la guerrilla izquierdista del FMLN, y por lo tanto, subversivos para el control político, cuyas amenazas hacia los mismos se venían gestando desde mediados de la década de 1980, pero que se aunarían en el año 1989.
El 3 de marzo de 1989, en un campo pagado del grupo ultra- derechista "Cruzada pro Paz y Trabajo" ataca a los que llama "grupo de cerebros satánicos conducidos por Ellacuría" y "perros comunistas" que están arruinando al país. El 14 de marzo del mismo año hace explosión una granada colocada dentro de la planta eléctrica de la UCA.
Entre el 16 y 20 de abril un campo pagado del Alto Mando de la Fuerza Armada de El Salvador acusa al P. Segundo Montes de defender el uso de minas por parte del FMLN. Un comunicado de prensa de ARENA llama al sacerdote Segundo Montes "inhumano e inmoral". En ese mismo mes el coronel Juan Orlando Zepeda, comandante de la Primera Brigada da Infantería, afirmaba que la UCA es un refugio de los líderes terroristas y que en ella se planifica la estrategia de ataques contra los salvadoreños. El 28 de ese mismo mes ocurre una nueva explosión con tres bombas en la imprenta de la UCA y en el portón de entrada junto a ella.
El 3 de julio del mismo año. el presidente Alfredo Cristiani recibe una carta abierta por parte de la organización "Cruzada pro Paz y Trabajo" en la que piden la captura y juicio sumario de los sacerdotes Ignacio Ellacuría y Segundo Montes, a los que considera responsables de toda la destrucción de la infraestructura y de todos los viles asesinatos cometidos en nombre de la teología de la liberación y de la doctrina marxista-leninista que intentan imponer. Para el 22 de julio, se da una tercera explosión con cuatro bombas en la imprenta de la UCA.
Entre los días 11 y 15 de noviembre la Radio emisora Cuscatlán emite ciertos mensajes con amenazas de muerte dirigidas contra los jesuitas de la UCA, contra Mons. Rivera Damas y contra Mons. Rosa Chávez. Se emiten amenazas explícitas como "Ellacuría es un guerrillero, que le corten la cabeza" o "Deberían sacar a Ellacuría para matarlo a escupidas". Para el 13 de noviembre, el rotativo La Prensa Gráfica informa la realidad de las amenazas retransmitidas por la cadena nacional de radio en las que se afirmaba "es de suma importancia que saquen del país a los jesuitas, porque en la UCA esconden armas desde hace alrededor de diez años". Señalando estos como principal responsable al sacerdote jesuita español Ignacio Ellacuría.
Crimen
Urnas que contienen grama manchada con la sangre de los sacerdotes asesinados, en la Sala Memorial de los Mártires del Centro Monseñor Romero de la UCA.
Según el informe de la Comisión de la Verdad y el resumen de las acusaciones admitidas por un tribunal español contra los miembros del ejército salvadoreño que fueron condenados por el delito,4 el ejército salvadoreño consideró el Centro Pastoral de la UCA como un "refugio de subversivos". El coronel Juan Orlando Zepeda, viceministro de Defensa, había acusado públicamente a UCA de ser el centro de operaciones de los terroristas del FMLN. El coronel Inocente Montano, viceministro de Seguridad Pública, dijo que los jesuitas estaban "plenamente identificados con movimientos subversivos". En las negociaciones para una solución pacífica al conflicto, Ignacio Ellacuría (rector de la universidad) había jugado un papel fundamental. Muchas de las fuerzas armadas identificaron a los sacerdotes jesuitas con los rebeldes, debido a su especial preocupación por los salvadoreños que eran los más pobres y, por lo tanto, los más afectados por la guerra.
En la tarde del 15 de noviembre de 1989, el coronel Guillermo Alfredo Benavides Moreno se reunió con oficiales bajo su mando en el Colegio Militar. Les informó que el Estado Mayor consideraba que la reciente ofensiva rebelde era "crítica", que debía enfrentarse con toda su fuerza, y que todos los "elementos subversivos conocidos" debían ser eliminados. Se le ordenó eliminar a Ellacuría, sin dejar testigos. Los oficiales (miembros del batallón Atlacatl) decidieron disfrazar la operación como un ataque rebelde, usando un rifle AK-47 que había sido capturado por el FMLN.
Los soldados primero intentaron entrar por la fuerza a la residencia de los jesuitas, hasta que los sacerdotes les abrieron las puertas. Después de ordenar a los sacerdotes que se acostaran boca abajo en el jardín trasero, los soldados registraron la residencia. Después de que el teniente Guerra diera la orden de matar a los sacerdotes, Ellacuría, Ignacio Martín-Baró y Segundo Montes fueron asesinados a tiros por el soldado Grimaldi, mientras que los padres Amando López y Juan Ramón Moreno fueron asesinados por el sargento adjunto Antonio Ramiro Avalos Vargas. Más tarde, los soldados descubrieron al padre Joaquín López y López en la residencia y también lo mataron. El sargento adjunto Tomás Zarpate Castillo le disparó a Julia Elba Ramos y a su hija de 16 años, Celina Mariceth Ramos. El soldado José Alberto Sierra Ascencio le disparó a ambas mujeres nuevamente
Los soldados sacaron una pequeña maleta que contenía fotografías, documentos y 5000 dólares. Luego dirigieron fuego de ametralladoras a la fachada de la residencia, así como cohetes y granadas. Dejaron un letrero de cartón que decía "El FMLN ejecutó a quienes lo informaron. Victoria o muerte, FMLN".
El día 16 de noviembre de 1989 seis sacerdotes de la Compañía de Jesús y dos empleadas domésticas son asesinados dentro del campus de la UCA, estos fueron colocados boca abajo, mientras eran ejecutados. En el patio central se encontraron los cuerpos de cinco de los religiosos, y en una de las habitaciones se encontraba otro de ellos. Los cadáveres de la mujer y la niña estaban en otro cuarto anexo. Los asesinos también incendian y saquean el Centro Monseñor Romero, como estratagema los autores del crimen dejaron señales y pruebas falsas simulando que los crímenes habían sido cometidos por la guerrilla, la cual fue descubierta como espurio sin soporte en las posteriores investigaciones.
Las víctimas fueron:
Ignacio Ellacuría S. J., español, rector de la universidad
Ignacio Martín-Baró S. J., español, vicerrector académico
Segundo Montes S. J., español, director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA
Juan Ramón Moreno S. J., español, director de la biblioteca de Teología
Amando López S. J., español, profesor de Filosofía
Joaquín López y López S. J., salvadoreño, fundador de la universidad y estrecho colaborador
Elba Ramos, salvadoreña, empleada doméstica.
Celina Ramos, salvadoreña, hija de Elba Ramos, de 16 años.
Todos menos Celina Ramos eran empleados de UCA. Otro residente jesuita, Jon Sobrino, estaba dando una conferencia sobre teología de la liberación en Bangkok. Dijo que se había acostumbrado a vivir con amenazas de muerte y comentó: "Queríamos apoyar el diálogo y la paz. Estábamos en contra de la guerra. Pero hemos sido considerados comunistas, marxistas, partidarios de los rebeldes, todo ese tipo de cosas".6 Cuando el periódico estadounidense The New York Times describió a los sacerdotes asesinados como "intelectuales de izquierda" en marzo de 1991, el arzobispo John R. Quinn de San Francisco se opuso al uso de esa caracterización "sin calificación ni matiz". Ofreció al periódico las palabras del arzobispo brasileño Hélder Câmara: "Cuando alimento a los hambrientos, me llaman santo. Cuando les pregunto por qué no tienen comida, me llaman comunista".
España
En 2008, 2 organizaciones de derechos humanos, el Centro de Justicia y Rendición de Cuentas y la Asociación Pro Derechos Humanos de España, presentaron una demanda en la Audiencia Nacional de España contra el expresidente salvadoreño Alfredo Cristiani y 14 miembros del ejército salvadoreño, alegando su responsabilidad directa por la masacre de 1989. El juez Eloy Velasco admitió esta demanda en 2009, sobre la base del principio de justicia universal. Ni los jesuitas ni la UCA fueron partes en esta demanda.
El juez Eloy Velasco y los querellantes particulares en el caso abierto en Madrid, España, por la masacre de la UCA entienden que, con las nuevas órdenes de arresto emitidas, las autoridades salvadoreñas deberían capturar de inmediato a cualquiera de los 18 militares acusados de la masacre a los que tengan ubicados en territorio salvadoreño.
Durante el curso de este proceso judicial, un testigo no identificado confesó su propia participación en la masacre e implicó al Alto Mando del Ejército salvadoreño y expresidente Cristiani. Las pruebas puestas a disposición de los periodistas incluyeron notas escritas a mano tomadas durante una reunión del Alto Mando Militar Salvadoreño en la que supuestamente se planeó la masacre, y tanto el Alto Mando militar como el Ejecutivo del país probablemente sabían, si no estaban directamente involucrados en estas reuniones de planificación. Los documentos desclasificados de la CIA indicaron que durante muchos años la CIA supo de los planes del gobierno salvadoreño para asesinar a los jesuitas.
El 30 de mayo de 2011, el tribunal falló contra 20 miembros del ejército salvadoreño que los declararon culpables de asesinato, terrorismo y crímenes contra la humanidad y ordenó su arresto inmediato. Esos documentos generaron una circular roja de la Interpol. El presidente Cristiani no fue incluido en el fallo. Según la justificación del fallo, el acusado aprovechó un contexto de guerra inicial para perpetrar violaciones de los derechos humanos, con el carácter agravante de la xenofobia. 5 de los eruditos asesinados eran ciudadanos españoles. La propaganda contra ellos, que preparó el contexto para el asesinato, los llamó neoimperialistas izquierdistas de España, que estaban en El Salvador para restablecer el colonialismo. Los declarados culpables enfrentan sentencias que suman 2700 años en prisión.
El fallo de la corte española especifica que los jesuitas fueron asesinados por sus esfuerzos para poner fin pacíficamente a la guerra civil salvadoreña. La planificación del asesinato comenzó cuando las negociaciones de paz entre el gobierno salvadoreño y el FMLN se rompieron en 1988. Los líderes del ejército salvadoreño estaban convencidos de que podían ganar militarmente la guerra contra el FMLN. Interpretaron los esfuerzos de Ignacio Ellacuría por las negociaciones de paz como un inconveniente que debía eliminarse.
La operación contra los jesuitas implicó la cooperación entre varias instituciones militares. Consistió inicialmente en una campaña psicológica para deslegitimar a los jesuitas en los medios, acusándolos de conspiración y cooperación con el FMLN. Posteriormente hubo redadas militares contra la universidad y la casa de los jesuitas, para planificar la operación y finalmente ocurrió la masacre, perpetrada por el batallón Atlacatl.
Los arrestos, sin embargo, no procedieron, primero porque la Corte Suprema de Justicia salvadoreña (CSJ) dijo entonces que la difusión roja solo implicaba para las autoridades locales ubicar a los acusados, no arrestarlos. Y además porque el gobierno del presidente Mauricio Funes decidió, a través de su ministro de Defensa Crnel. David Munguía Payés, dar refugio a los militares en un cuartel.
Las nuevas órdenes internacionales de arresto emitidas en Madrid son contra Juan Orlando Zepeda, Rafael Humberto Larios, Juan Rafael Bustillo, Francisco Elena Fuentes, José Ricardo Espinoza Guerra, Gonzalo Guevara Cerritos, Óscar Mariano Amaya Grimaldi, Antonio Ramiro Ávalos, Ángel Pérez Vásquez, Tomás Zárpate Castillo, José Alberto Sierra Ascensio, Guillermo Alfredo Benavides, Joaquín Arnoldo Cerna, Carlos Mauricio Guzmán Aguilar, Héctor Ulises Cuenca Ocampo y Óscar Alberto León. El defensor de los militares dijo desconocer la existencia de nuevas órdenes.
El 15 de noviembre de 2017 la Corte Suprema de Estados Unidos rechazó la última apelación posible del ex-viceministro de Seguridad salvadoreño Inocente Orlando Montano para evitar su extradición a España. En España será la Audiencia Nacional quien le juzgue una vez extraditado. Están acusados una veintena de militares salvadoreños.
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