domingo, 24 de marzo de 2019

En la Argentina, no quiere la reconciliación con los militares, sino la justicia.-a

Querido don Martín 

En Argentina reina el odio, gran parte de los trasandinos, no quieren  la reconciliación con los militares, sino la verdad,  y la justicia o la venganza. Durante los años 1976 a 1983,  unos 30.000 izquierdistas fueron asesinados y  otros miles fueron secuestrados y torturados por militares y policías. En actualidad  es una herida que no cierra, a pesar que ha pasado mas de 40 años. 
El escritor español Emilio Calderón,(Málaga, 1960), señala que la reconciliación en Argentina es imposible, grandes grupos de la sociedad no usan la palabra reconciliación, sino verdad, memoria y justicia, nadie quiere la reconciliación. 

Derechos  humanos

Por otro lado la Argentina se ha convertido en un referente mundial en la justicia de los derechos humanos, consiguió condenar a los responsables de tantos crímenes, mientras en otros países reino la impunidad asta actualidad. Por el fenómeno de la tradición político-social en Argentina, su herencia española y italiana, la población  está muy acostumbrada a salir a la calle, se han contagiado las luchas por la justicia, y no los va acallar; por lo menos dos  generaciones mas, cuando la dictadura militar sea olvidada por la conciencia colectiva.

Golpes Militares

Tampoco se pueden olvidar, don martín,  los trasandinos, que en la Argentina, hubieron seis golpes de Estado exitosos en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. En estos  53 años que transcurrieron desde el primer golpe hasta que cayó la última dictadura cívico-militar en 1983, hubo seis regímenes militares en el poder, habiendo estos sumado 25 años en total, en donde todas los gobierno elegidas democráticamente entre radicales y justicialistas fueron interrumpidas mediante  pronunciamiento militar, esto es una crisis del régimen político trasandino. Ademas lo mas odian los argentinos fue la derrota de la guerra de las Malvinas  en 1982, ante la Gran Bretaña, fue la primera guerra de Argentina en más de 100 años, y una derrota humillante, se observo la falta de preparación de las fuerza Armadas argentinas, la cobardía y falta valor de los militares.

Don martín me da lastima a los argentinos, tan divididos por su pasado, asta mismas familias hay rencor y odio; que patético.

jueves, 21 de marzo de 2019

A 100 años de la revolución húngara 1919.-a

József Cserny y algunos de sus «chicos de Lenin», una banda de cerca de doscientos hombres armados, sin control del Gobierno, que extendieron el terror por el país, causando el desprestigio de la república soviética entre parte de la población.

La República Soviética Húngara fue un efímero régimen de dictadura del proletariado en Hungría, instaurado por la unión del Partido Socialdemócrata y el Partido Comunista en la primavera de 1919, ante la grave crisis interna en el país. Se inició el 21 de marzo de 1919 y terminó el 1 de agosto del mismo año.​ Incapaz de alcanzar un acuerdo con la Entente que mantenía el bloqueo económico a Hungría, acosada por los países vecinos por disputas territoriales y embarcada en un profundo cambio social interno, la república fracasó en sus objetivos y quedó abolida a comienzos de agosto.
La presentación de la nota Vyx condujo a la caída del Gobierno de Károlyi —para entonces sin apoyo significativo—​ y a la proclamación de la república soviética al día siguiente, 21 de marzo de 1919.​ Su principal figura fue el comunista Béla Kun, a pesar de que la mayoría del nuevo Gobierno era socialista.​ Aparentemente democrático, el nuevo sistema concentraba en realidad el poder en el nuevo Consejo de Gobierno, que lo ejerció de manera autoritaria en nombre, presuntamente, de la clase trabajadora.
El nuevo régimen no logró alcanzar un acuerdo con la Entente que supusiese el levantamiento del bloqueo económico, la mejora del trazado de las nuevas fronteras o el reconocimiento del nuevo Gobierno por las potencias vencedoras de la guerra mundial.7​ Se reorganizó el Ejército y se trató de recuperar los territorios perdidos a manos de los países vecinos, objetivo que suscitó amplio apoyo en todas las clases sociales, no solo en las más favorables al nuevo régimen.
Por su parte, los países vecinos utilizaron la lucha contra el comunismo, primero contra el Gobierno de Károlyi y más tarde contra la república soviética, como justificación de sus ambiciones expansionistas. Al comienzo y respaldados por razones patrióticas por oficiales conservadores, las fuerzas de la república avanzaron contra los checoslovacos en Eslovaquia, tras sufrir una derrota en el este a manos del Ejército rumano a finales de abril, que llevó a este a las orillas del Tisza.
​ A mediados de junio se proclamó una República Soviética Eslovaca, que duró dos semanas, hasta el repliegue húngaro por exigencia de la Entente.​ El 20 de julio, la república lanzó un nuevo ataque contra las posiciones rumanas. Tras unos días de avance, los rumanos lograron detener la ofensiva,​ romper el frente y alcanzar la capital húngara, pocos días después del fin de la república soviética, abolida el 2 de agosto.
Los dirigentes húngaros aplicaron medidas doctrinarias tanto en política exterior como interior que les hicieron perder el favor de la mayoría de la población.​ El intento del nuevo Gobierno de cambiar profundamente el modo de vida y el sistema de valores de la población resultó un rotundo fracaso.
​ El empeño por convertir la feudal Hungría en una utopía marxista resultó infructuoso por una mezcla de falta de tiempo, de personal experimentado en la Administración y de organización, así como de ingenuidad gubernamental, tanto política como económica, en algunas de sus medidas.
 El Gobierno fracasó en sus intentos de lograr el apoyo campesino, mantener la producción agrícola y abastecer las ciudades, en parte por su propia ineptitud y en parte por la situación que impedía soluciones rápidas. Tras la retirada de Eslovaquia, ordenó la aplicación de algunas medidas con las que trató de recobrar popularidad, con escaso éxito.​ Se rescindió la prohibición de venta de bebidas alcohólicas, se planeó la entrega de algunas parcelas a los campesinos sin tierra y se trató de mejorar la situación monetaria o el abastecimiento de alimentos.​ Incapaz de aplicarlas, entre junio y julio la república había perdido el respaldo de la mayoría de la población, lo que condujo, junto a las derrotas militares, a su caída.
Al fracaso de la reforma interna se unió el de la política exterior: el aislamiento político y económico de la Entente, el fracaso militar ante los países vecinos y la imposibilidad de unir fuerzas con las unidades soviéticas rusas coadyuvaron en el hundimiento de la república soviética. Al Gobierno social-comunista le sucedió uno exclusivamente socialista el 1 de agosto. En grave crisis ya en julio, se disolvió en agosto; sus dirigentes huyeron​ al extranjero mientras el poder volvía a manos de la aristocracia feudal y nacionalista que lo había detentado el siglo anterior.

jueves, 14 de marzo de 2019

El viejo oeste.-a

American Progress (1872), de John Gast. Nótese cómo animales salvajes
 y nativos huyen ante el avance de pioneros, ferrocarril, agricultores, etc..
acompañados estos de Columbia, alegoría americana, que cubre el territorio
 con líneas telegráficas.


La fiebre del oro en California, la guerra de Secesión y el exterminio o confinamiento de los últimos indios libres podrían ser el comienzo, el interludio y el final de la conquista del Oeste, una etapa de Estados Unidos mitificada gracias a Hollywood. Generaciones de espectadores revivieron la historia en los cines. Parece un periodo largo, pero median poco más de 40 años entre la avalancha de mineros de 1849 y el fin casi total de la resistencia nativa con la masacre de Wounded Knee de 1890…
Las películas del Oeste, como las del género negro, están plagadas de frases que deberían cincelarse en mármol. Una de las más recordadas de El hombre que mató a Liberty Valance (1962), del maestro por John Ford y protagonizada por otros dos colosos, John Wayne y James Stewart, es esta:

 “En el Oeste, a la hora de elegir entre la verdad y la leyenda, quédate con la leyenda”. Aquellos niños que crecieron entre palomitas y matinés de domingo deberían saber que el cine también eligió la leyenda…
Viejo Oeste, antiguo Oeste, salvaje Oeste, lejano Oeste o la Frontera (en inglés Old West, Wild West, Far West o The Frontier) son los términos con que se denomina popularmente a los hechos históricos (con sus personajes protagonistas) que tuvieron lugar entre el siglo XIX y principios del siglo XX durante la expansión de la frontera de los Estados Unidos hacia la costa del océano Pacífico.1​2​ Aunque la colonización del territorio comenzó en el siglo XVI con la llegada de los europeos, el objetivo de alcanzar la costa oeste se debió principalmente a la iniciativa gubernamental del presidente Thomas Jefferson, tras la compra de Luisiana en 1803. La expansión de la frontera fue considerada como una búsqueda de oportunidades y progreso.

Esta incesante y prolongada migración de personas hacia el oeste desplazó culturas ancestrales y oprimió a minorías étnicas de amerindios. En contraste, el período suscitó importantes avances en la industria, las comunicaciones y la agricultura, a costa en muchos casos de una intensa explotación de los recursos humanos y naturales.

Estos eventos históricos, origen de un mito nacional en los Estados Unidos (conocido como «Mito de la Frontera»), inspirado en la llamada Doctrina del destino manifiesto, han sido recreados por diversas manifestaciones del arte, agrupadas bajo el género western.1​2​ Este género narra historias de cowboys, pioneros, amerindios, gambusinos, empresarios, etc.; historias de gentes de variada condición que emprendieron la aventura del oeste con la esperanza de alcanzar el éxito personal, pero que acabaron, no pocas veces, enfrentadas a la justicia o a la fatalidad del destino. Los estudios actuales consideran que detrás de esta mitificación se esconde una realidad más compleja, por lo que se tiende a replantear el papel de todos los actores que participaron en aquella coyuntura social, económica y cultural que fue la frontera estadounidense en el siglo XIX y principios del siglo XX.




1: Las carretas.

Las carretas de los colonos del Oeste eran más pequeñas y ligeras que las de las películas. Y los animales de tiro no solían ser caballos, sino bueyes o mulas. A ojos de los indios, aquellos blancos estaban locos. Muchos perecieron en el intento, como la malhadada expedición Donner, atrapada en Sierra Nevada en el invierno de 1846-1847. Pero la invasión no se frenó. A medida que se adentraban en la terra ignota, los pioneros se desprendían de trastos inútiles, como baúles, órganos, relojes de pie…
Los ejes, de madera joven y verde, se partían con frecuencia por el peso de tales extravagancias. Solo en 1850 más de 55.000 personas -buscadores de oro con rumbo a California o mormones en busca de su paraíso en Utah- formaron una cadena casi ininterrumpida de carretas en territorio indio. Casi dos siglos después, los surcos aún son visibles en algunos puntos. Incluso las tribus menos hostiles consideraron que había que hacer algo, pero tardaron demasiado y no actuaron de forma coordinada.

2: Los indios.

Los indios de América en general y del Oeste en particular no constituían una realidad homogénea, a pesar de que el cine los ha presentado como un bloque monolítico: todos con plumas y flechas. Los pueblos nativos carecían de un sentido panindigenista y estaban demasiado ocupados peleándose entre sí para prestar atención a las crecientes invasiones del este. Los aborígenes llevaban siglos guerreando, pero sus guerras no eran de exterminio, como las que estaban a punto de sufrir...
Los indios eran imbatibles en el combate cuerpo a cuerpo, pero siglos de luchas tribales no les prepararon para enfrentarse a unidades militares disciplinadas. Con la única excepción de Nube Roja, ganaban batallas y perdían guerras. Y los soldados no eran la única amenaza. Los invasores diezmaron las manadas de búfalos, agotaron y contaminaron los abrevaderos, arrasaron los pastos y extendieron el cólera o la viruela, males que junto al alcohol fueron para estos pueblos más letales que la pólvora.

3: Las tierras.

En la tradición del buen salvaje de Rousseau, Hollywood cimentó la imagen de seres primitivos y viviendo en armonía en sus tierras ancestrales. Lo cierto es que la conquista del Oeste fue un enfrentamiento entre pueblos emigrantes: los blancos, por un lado; los indios, por otro. Los pequots y los cherokees, los iroqueses y los choctaws, los delawares y los semínolas, y los hurones y los shawnees, entre otros, fueron arrinconados por tribus más poderosas antes de que llegaran los blancos.
Y cuando llegaron los blancos los peces grandes siguieron comiéndose a los chicos. Los sioux habitaban los bosques del Medio Oeste. Cuando la civilización les obligó a emigrar se asentaron en las grandes llanuras. Allí expulsaron a su vez a otros pueblos. En Enterrad mi corazón en Wounded Knee (Turner), Dee Brown desprecia a traidores como los shoshones, crows y pawnees (los malos de Bailando con lobos). Calla que se aliaron con los blancos por necesidad y para vengarse de sus otros verdugos, como los propios sioux.

4: Los fuertes.
 
El cine también ha dado una imagen distorsionada de las tropas de la frontera. Suenan los acordes de Garry Owen, el himno del Séptimo de Caballería, y vemos briosos corceles y caballeros con estandartes saliendo de un fuerte para luchar contra los indios. ¿Cuántas veces se habrá repetido esa imagen en la gran pantalla?
 La dotación normal de estos recintos militares, sin embargo, se componía sobre todo de soldados de infantería que una vez montados eran pésimos e inexpertos jinetes.
Los pocos soldados de caballería que realmente había en los fuertes eran destinados a “misiones de apoyo, reconocimiento, escolta y correo”, explican Tom Clavin y Bob Drury, biógrafos de Nube Roja (El corazón de todo lo existente, de la editorial Capitán Swing). Tampoco son muy verosímiles las arquetípicas cargas a caballo de indios contra empalizadas y carromatos formados en círculo. Los indios rara vez combatían a lomos de sus monturas y siempre que podían se acercaban sigilosamente al enemigo a pie.

5: Los duelos.

N. C. Wyeth (1882-1945) fue un pintor e ilustrador estadounidense, muy prolífico y popular en su época. Sus murales y cuadros históricos son épicos o realistas. Ejemplo de los primeros es La batalla de Westport, el Gettysburg del Oeste, que se libró el 23 de octubre de 1864 en Misuri. Ejemplo de los segundos es La pelea, un duelo en un saloon. Mirad el cuadro, unas líneas más abajo. Nada que ver con los duelos de extremo a extremo de la calle popularizados por los spaghetti western.
Una de las raras excepciones es quizá la escena del tiroteo de Sin perdón, cuando William Munny (Clint Eastwood) mata al sheriff Little Bill (Gene Hackman) entre gritos, armas encasquilladas, balas perdidas y tiros errados casi a quemarropa. En el Oeste había un dicho: “Dios creó a los hombres y el coronel Colt los hizo a todos iguales”. Samuel Colt patentó su primer revólver en 1835, pero aún faltaba mucho para que aquellas máquinas de matar adquirieran la precisión que acabaron teniendo.

Y 6: La leyenda.

Pensad en un forajido de leyenda. Probablemente, el primer nombre que habrá bailado en vuestra mente es Billy el Niño. No Frank o Jesse James. Ni los hermanos Dalton (que existieron de verdad y eran mucho más fieros que los personajes de Lucky Luke, aunque eran tres, y no cuatro como en el cómic). Quizá tampoco habréis pensado en Robert LeRoy Parker, Butch Cassidy, o en Harry Alonzo Longabaugh, Sundance Kid, a pesar del éxito de Dos hombres y un destino, (1969) con un Paul Newman y un Robert Redford en estado de gracia.

Todos esos pistoleros, sin embargo, fueron más importantes que Billy el Niño. Y Clay Allison, Bill Doolin, Cole Younger, Bill Anderson o Harvey Logan, entre una larga lista, más sanguinarios. Ni el lugar ni su fecha exacta de nacimiento están claros. Su madre era una viuda de origen irlandés que llegó al Oeste en una de aquellas carretas del comienzo. Tuvo dos hijos (el otro no tuvo problemas con la ley). Su primogénito, delgado, bajito y feo, aunque ágil, tuvo varios nombres y fue devorado por el peso de su fama.
En función de la vida sentimental de su madre, aquel niño fue conocido como Henry McCarty, Henry Antrim o William Bonney. De haber nacido hoy, sería un delincuente juvenil. Desde luego, no fue un santo. Era hábil con el revólver y pudo matar a cuatro personas (seis o nueve, según otras fuentes fidedignas), pero no a las 21 que se le achacaron, un crimen por año de vida. Lo suyo era en realidad el robo de ganado, explica su mejor biógrafo, Mark Lee Gardner, en Al infierno en un caballo veloz (Península).

Para desgracia del cuatrero, su destino se cruzó con el del gobernador de Nuevo México, Lew Wallace, que arrastró toda su vida el sambenito de cobardía durante la guerra de Secesión y que trató de redimirse con la creación literaria: es el autor de Ben-Hur. Wallace podía tolerar a regañadientes que cuestionaran su valentía en la guerra civil, pero no estaba dispuesto a que lo acusaran de flojear a la hora de enviar a la horca a un indeseable, y más si era un indeseable cuya cabeza exigía la prensa.
Las correrías, robos, tiroteos y fugas del chico de la viuda McCarty, reales o imaginarias, engrosaron las ediciones extra del Daily New Mexican, el Denver Tribune o el Chicago Tribune. Otro periódico, Las Vegas Gazette, lo bautizó como Billy el Niño el 3 de diciembre de 1880 y ya no se libró del mote. Según unos, se entregó. Según otros, no le importó que lo capturaran. Su última celda fue la del municipio de Lincoln, Nuevo México, donde esperaba el indulto que según él le habían prometido.

Como el perdón no llegaba, logró escapar y acrecentar todavía un poquito más su fama en portadas de diarios y en folletines y novelitas baratas. Podía haber cruzado la frontera y huido al sur, a México, como le pidieron sus amigos, pero se aferró a lo único que tenía, su mundo, aunque era un mundo que ya se estaba desmoronando, el salvaje Oeste. Se escondió en la vecina localidad de Fort Summer, donde el sheriff Pat Garrett lo mató el 14 de julio de 1881. Murió de un balazo en el estómago, aplastado por su leyenda y los nuevos tiempos.


El fin de la frontera.


Mapa del censo estadounidense de 1910 que muestra la
 extensión restante de la frontera estadounidense.

El período del Viejo Oeste ocurrió entre el final de la Guerra Civil Americana en 1865 hasta el cierre de la Frontera por la Oficina del Censo en 1890, para otros historiadores, el viejo oeste duro hasta 1910.

Fin de la frontera. 

Las tierras de cultivo vírgenes en oeste fueron cada vez más difíciles de encontrar después de 1890, aunque los ferrocarriles anunciaban algunas en el este de Montana. Bicha muestra que cerca de 600 000 granjeros estadounidenses buscaron tierras baratas trasladándose a la frontera de Pradera en el oeste canadiense entre 1897 y 1914. Sin embargo, alrededor de dos tercios de ellos se desilusionaron y regresaron a EE . UU .  
The Homestead Acts, y la proliferación de ferrocarriles a menudo se acredita como un factor importante en la reducción de la frontera, al traer colonos de manera eficiente y la infraestructura requerida. También se argumenta que el alambre de púas reduce el campo abierto tradicional. Además, la eventual adopción de automóviles y su red requerida de caminos adecuados solidificó el final de la frontera.
La admisión de Oklahoma como estado en 1907 tras la combinación del territorio de Oklahoma y el último territorio indio restante , y los territorios de Arizona y Nuevo México como estados en 1912, marca el final de la historia de la frontera para muchos estudiosos. Sin embargo, debido a sus poblaciones bajas y desiguales durante este período , el territorio fronterizo permaneció mientras tanto. Por supuesto, todavía ocurrieron algunos episodios típicos de la frontera, como el último robo de la diligencia ocurrido en la frontera restante de Nevada en diciembre de 1916.

Los últimos destellos del viejo oeste

La Revolución Mexicana también condujo a un conflicto significativo que atravesó la frontera entre Estados Unidos y México, que todavía se encontraba principalmente dentro del territorio fronterizo, conocido como la Guerra Fronteriza Mexicana (1910-1919).  Los puntos críticos incluyeron la Batalla de Colón (1916) y la Expedición punitiva (1916–17). La Guerra de los Bandidos (1915-1919) involucró ataques dirigidos contra los colonos de Texas.  Además, algunas peleas menores que involucraron a indios ocurrieron hasta la Guerra Bluff (1914-1915) y la Guerra Posey (1923). 
 El espíritu y la historia de la "frontera estadounidense" habían pasado. 

La guerra de Posey.

La Guerra de Posey fue un pequeño y breve conflicto con los indios americanos en Utah. Aunque fue un conflicto menor, implicó un éxodo masivo de nativos americanos ute y paiute de su tierra alrededor de Bluff , Utah , a los desiertos de la montaña Navajo.
 Los nativos estaban dirigidos por un cacique llamado Posey , quien llevó a su gente a las montañas para tratar de escapar de sus perseguidores. A diferencia de conflictos anteriores, las posesiones jugaron un papel importante mientras que el Ejército de los Estados Unidos jugó un papel menor. La guerra terminó después de una escaramuza en Comb Ridge.. Posey resultó gravemente herido y su banda fue llevada a un campo de prisioneros de guerra en Blanding. 
Cuando las autoridades confirmaron la muerte de Posey, los prisioneros fueron liberados y se les asignaron tierras para cultivar y criar ganado.  Según la Enciclopedia de Utah , "para los indios no fue una guerra y nunca tuvo la intención de serlo... unos pocos disparos como una acción dilatoria, y una rendición muy rápida no justifican elevar un éxodo a una guerra"

La Guerra Bluff.

La Guerra Bluff , también conocida como la Guerra Posey de 1915 , o la Guerra Polk y Posse, fue uno de los últimos conflictos armados entre los Estados Unidos y los nativos americanos Ute y Paiute (indios) en Utah . En marzo de 1914, varios utes acusaron a Tse-ne-gat (también conocido como Everett Hatch ), hijo del cacique paiute Narraguinnep ("Polk"), de asesinar a un pastor llamado Juan Chacón. Cuando una pandilla intentó arrestar a Tse-ne-gat en febrero de 1915, las bandas Paiute y Ute encabezadas por Polk y Posey resistieron y varias personas de ambos bandos resultaron muertas o heridas. El conflicto tuvo lugar cerca de la ciudad de Bluff, Utah . En marzo de 1915, después de negociaciones, Polk entregó Tse-ne-gat al general del ejército estadounidense Hugh L. Scott . En julio de 1915 fue declarado inocente de asesinato en un juicio en Denver.

El Robo de diligencia de Jarbidge.

El Robo de diligencia de Jarbidge fue el último robo de escenario en el Viejo Oeste . El 5 de diciembre de 1916, el conductor de un pequeño vagón de correo de dos caballos fue emboscado cuando se dirigía a la ciudad de Jarbidge , Nevada . El conductor fue asesinado y se robaron $ 4,000, sin embargo, tres sospechosos fueron arrestados poco después, incluido un ladrón de caballos llamado Ben Kuhl .. Kuhl eventualmente se convertiría en el primer asesino en la historia de los Estados Unidos en ser condenado y enviado a prisión mediante el uso de pruebas de huellas dactilares. Los $ 4,000 robados nunca se recuperaron y se dice que están enterrados en algún lugar de Jarbidge Canyon. Según el autor Ken Weinman, el robo del escenario de Jarbidge es una de las "historias de tesoros enterrados mejor autenticados en la larga historia de Nevada."

lunes, 11 de marzo de 2019

Muerte de José Martí, en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895.-a



Como ya hemos visto el día 12 de mayo habían llegado Martí y sus compañeros a los campos de "Dos Ríos" estableciendo allí su campamento, para dedicarse a despachar correspondencia, trasmitir órdenes, organizar e instruir sus fuerzas, recibir datos e informes de las operaciones de guerra y esperar refuerzos, principalmente las tropas al mando del General Bartolomé Masó, que debía reunírseles en ese lugar.
En dicho campamento pronunció Martí un elocuente discurso, como todos los suyos; y cuentan los que le oyeron ese día, que de pie, sobre los estribos de su caballo, se dirigió a las tropas, arengándolas, enardeciéndolas e impresionándolas hasta hacer derramar lágrimas a los viejos veteranos del 68. Esos viejos veteranos que eran inmutables ante los fusiles y cañones españoles, estaban allí conmovidos al oír las palabras ardientes y patrióticas del Maestro.
Todos llamaban a Martí "Presidente", aunque él sólo quería que lo llamaran "Delegado". Había en el campamento gran animación y alegría. Los revolucionarios se entregaban a sus trabajos con el brío y el entusiasmo de los grandes luchadores.
Martí laboraba con afán, moviéndose y visitando los lugares, más recónditos del campamento; atendiendo a todo; cuidando y alentando a los heridos; dando algún consejo; escribiendo y hablando siempre de la patria. Máximo Gómez, activo, enérgico, daba órdenes y se agitaba nervioso, preparándose para el combate... Pero, muy pronto, aquel patriótico júbilo y ardoroso entusiasmo, habría de convertirse en silencio profundo e infinita tristeza.
El General Gómez había tenido confidencias de que acababa de llegar a Palma Soriano un gran convoy custodiado por fuerte columna al mando de un Coronel, y que el mismo seguiría después a "Las Ventas de Casanova", a fin de aprovisionar toda esa línea de fuertes. Estimó el General de gran importancia atacarlo, y con tal objeto decidió el día 16 de mayo, salir para "Las Ventas de Casanova". Escogió cuarenta hombres de Caballería para dicha operación, dejando a Martí con el resto de las fuerzas encargado del campamento, donde debía permanecer en espera del General Masó, que "con el número mayor de hombres que pueda reunir", según la orden del General Gómez, debía incorporarse en ese lugar.
El coronel D. José Jiménez de Sandoval, jefe de la columna que abatió a los insurrectos entre Bijas y Dos Ríos (Santiago de Cuba) y la muerte al titulado presidente D. José Martí, en la revista española La Ilustración Española y Americana .

El día 17 salió el General Gómez con sus cuarenta jinetes y se dirigió a "Las Ventas de Casanova" para atacar al enemigo que suponía marchando en ese rumbo. No encontró rastro alguno del convoy, y creyendo que estaría por Remanganaguas, marchó hacia este lugar, llegando a el en los momentos que el enemigo entraba en el pueblo, lo que pudo apreciar con sus lentes desde una loma contigua, por lo que se emboscó en sus proximidades para esperarlo, tomando las precauciones del caso. El enemigo no se movió al parecer.
El día 18 al amanecer, el General Gómez emboscó a sus soldados y esperó la salida del convoy. Recibe aviso de sus escuchas de que "han comenzado a cargar las acémilas" para salir. Más tarde recibe otro aviso de que "han descargado las mismas" y hay silencio absoluto. A las 12 del día recibe un aviso de Martí, en el que le comunica la llegada al campamento del General Masó con caballerías estropeadas. El General Gómez contesta: "que acampe y espere..."
Parece que el convoy se detuvo a descargar en Remanganaguas, y por haber sabido confidencialmente el Coronel José Ximénez de Sandoval, que iba al mando del mismo, que el General Gómez lo esperaba en el camino de "Las Ventas de Casanova", para atacarlo, salió sigilosamente para dicho lugar, sin que el General se diera cuenta de ello, a pesar de su vigilancia.

Las fuerzas habían pasado un día terrible, según las palabras del General en su diario; "habían apenas comido y habían tenido que soportar un plaguero terrible".
A las cinco de la tarde el General levantó la emboscada y se retiró a un sitio mejor donde poder pasar la noche.
Parece que un isleño a quien el General había enviado al pueblo a buscar café le dio cuenta a Sandoval de que el General se encontraba allí con mucha gente esperándolo, lo que hizo que el Coronel Sandoval tratara de llegar a "Las Ventas de Casanova" con su convoy, que era su misión, sin ser molestado y una vez libre de ello poder actuar libremente sobre las fuerzas insurrectas.
El día 19, temprano, viendo el Generalísimo que no había señales del enemigo y estando en el campamento esperándolos Martí y Masó, decidió regresar a "La Bija" donde había dejado acampado a Martí, y emprendió la marcha hacia dicho lugar por la orilla derecha del Contramaestre, es decir, por un camino que va de Remanganaguas a "Dos Ríos".
Al llegar al campamento de "La Bija" no encuentra a Martí y demás fuerzas por haberse estos trasladados para "La Vuelta Grande", lugar apropiado para acampar las tropas, y haber mucho pasto para los caballos. Sigue su rastro hasta llegar al campamento cerca de la una de la tarde.
La llegada del General Gómez al campamento fue causa de gran alborozo y alegría. Formaron las fuerzas y hablaron los Generales Gómez y Masó, y también habló Martí, el que estuvo elocuentísimo. Después de esta ceremonia Martí almorzó con los Generales.
A Juan Masó Parra que era el jefe de Día, estaba encomendada la custodia del campamento. Mientras esto ocurría, veamos que hace Sandoval.

El 19 temprano, el Coronel Sandoval, por los informes que ha logrado recoger, sabe que hay partidas de insurrectos por los alrededores y que en la dirección de "La Vuelta Grande" había algún núcleo de importancia. No comunica su proyecto de salir a combatir esas partidas y emprende su marcha con mucho sigilo por la orilla izquierda del Contramaestre. Al llegar a Limones vadea el río y sigue la marcha por el camino de Remanganaguas a "Dos Ríos", o sea, por la orilla derecha del Contramaestre. A poco andar, la vanguardia da el alto a un campesino que trata de huir, pero es alcanzado.
Traído a presencia del Jefe de la Columna, el Guajiro cantó de plano todo lo que sabía, aun cuando ya había hecho desaparecer el papel que llevaba. Este individuo era el isleño Carlos Chacón, de la finca "La Vuelta Grande", donde estaban acampados Martí y Gómez, etc. Chacón confesó el lugar donde estaban los cubanos, y también que un señor a quien todos respetaban, llamado Martí, le había entregado cuatro monedas de oro y otras de plata para que le trajera ropas y víveres de acuerdo con una lista que le había dado éste de su puño y letra. En vista de ello Chacón fue obligado a servir de guía o práctico a la columna española. Sigue Sandoval su marcha y al llegar a "Dos Ríos", precisamente al lugar llamado "La Jatía", hace alto, seguramente por tener noticias de la proximidad del campamento cubano. Probablemente por la familia del prefecto Rosalío Pacheco se entera Sandoval que suman más de trescientos los hombres que hay en "La Vuelta Grande" y decide tomar posiciones estratégicas y esperar.
Coloca una avanzada como de cuarenta hombres cerca de la barranca del río por donde supone ha de venir el enemigo.
Despliega una compañía en línea de combate, apoyando su flanco en el monte distante del río Contramaestre como 400 metros.
También cerca del río aposta una sección, y con el grueso de las fuerzas de infantería y caballería a sus órdenes, espera el momento para lanzarlas donde menester fuere.
En el campamento cubano hay tranquilidad y se disponen a descansar cuando se oyen tiros en dirección del camino de "Dos Ríos". Parece que estos disparos fueron hechos a una patrulla cubana de caballería, por la avanzada española. Se da el aviso de enemigo a la vista. Habían transcurrido escasamente dos horas de la llegada de Máximo Gómez al campamento cuando sonaron los disparos. El General ordenó "¡a caballo!", y dijo al General Masó: "siga con toda la gente detrás de mí". Pensaba el General Gómez poder llegar a los campos de "Dos Ríos", que es un lugar bueno para maniobrar la caballería, lo que no logró por estar ya el enemigo posesionado de sus entradas. La gente demostró un gran entusiasmo, lo que hizo pensar al General Gómez en otro "Palo Seco", según dice en su diario de operaciones. Ataca el General con gran ímpetu la avanzada enemiga arrollándola. Entonces el General ordena a Martí "retirarse hacia atrás que aquél no era su puesto".





Las tropas españolas están desplegadas en línea de combate y resisten la acometida de los cubanos, no sin sufrir muchas bajas. Se generaliza el combate y Máximo Gómez no sabe ya de Martí, el que ha quedado atrás.
Parece que Martí, ante la ruda lucha que estaba presenciando, y de los ineficaces ataques contra las líneas enemigas, se lanzó hacia el enemigo, diciéndole al Ayudante del General Masó, Angel de la Guardia: "vamos a la carga, joven", emprendiendo loca carrera con su revólver desenfundado, seguido por Angel de la Guardia. Parece que con este gesto, intentó en un arranque de valor provocar una reacción favorable de las armas cubanas.
Corría el caballo de Martí, sin saber este a donde iba, guiado solamente por el sonido de los disparos, y en su loca carrera, atravesaron el río Contramaestre, subieron la cuesta del camino, doblaron un recodo que hay en este, y al salir a la recta que desemboca en "La Jatía", cayeron en la zona de fuego de los fusiles enemigos. La cerca que servía de parapeto a los españoles, tenía una portada sobre el camino, y por ella cruzaron Martí y su Ayudante, avanzando hacia el enemigo. Los españoles abrieron intenso fuego sobre ellos, pero Martí siguió avanzando con un valor temerario, hasta caer, mortalmente herido, "de cara al sol", como el pedía en sus conocidos versos, más allá de la línea enemiga, a unos veinte metros de la margen derecha del río Contramaestre, entre un fustete y un dagame. Su Ayudante, Angel de la Guardia, logró escapar ileso después de haber caído herido su caballo. El caballo que montaba Martí volvió a las líneas cubanas, siendo recogido por el corneta José Gutiérrez. La sección que mandaba Sánchez de León fue la que hizo las descargas que produjeron la muerte de Martí.
El cadáver de Martí fue hallado por las fuerzas españolas, y al ver los soldados el aspecto distinguido y las ropas que vestía (sombrero de castor negro, saco oscuro, pantalón claro, borceguíes negros y revólver de cachas de nácar (atado al cuello con un cordón) sospecharon que fuera de algún Jefe de la Revolución y dieron aviso de su hallazgo al Coronel Sandoval, quien ordenó a su Ayudante Capitán de Infantería Don Enrique Satué y Carbonell, -que conocía a Martí de Santo Domingo- examinar el cadáver. Después de cumplimentar este la orden cuidadosamente, y de oír distintas opiniones, llegó a la conclusión, por las marcas de la ropa, por el revolver, etc., así como los papeles y diversos objetos, y la cantidad de dinero que llevaba, ascendente a 500 pesos oro, que se trataba de José Martí. Inmediatamente ordenó el Coronel Sandoval que el cadáver fuera recogido. Encerrado que fue en una hamaca, es colgado en el portal o colgadizo de la casa de Rosalío Pacheco, y después atado a un caballo para conducirlo al inmediato poblado de Remanganaguas.

La columna se puso en marcha siendo hostilizada durante un buen tramo de su recorrido por tiradores destinados al efecto por el General Gómez, con el objeto de que este se detuviera a combatir y tratar de rescatar el cadáver del Maestro, lo que no logro debido a las malas condiciones de los caminos y a que el Coronel Sandoval había acelerado la marcha, a fin de evitar el encuentro con tropas cubanas, que el comprendía tratarían de rescatar el cadáver de su Presidente.
Ya entrada la noche, el Coronel Sandoval ordeno hacer alto en el camino y coloco sus avanzadas. El cadáver fue descansado al lado de un árbol, -un Jobo- que había junto al camino. Este árbol se conservaba hasta hace pocos años y fue señalado por nosotros cuando lo visitó la "Comisión Histórica" en la reconstrucción de la ruta en el año de 1922. El Coronel Sandoval hizo ese alto en su marcha para descansar y reorganizarse ante el temor de caer en alguna emboscada preparada por las fuerzas libertadoras durante la noche, en su afán de rescatar el cadáver. Esto demuestra de una manera clara que el jefe español conocía perfectamente que llevaba los preciados despojos de nuestro Apóstol.
Ya una vez reorganizados y de haber descansado continuaron las fuerzas españolas su marcha, entrando en el poblado de Remanganaguas en la noche. Inmediatamente ordenó el Coronel Sandoval darle sepultura al cadáver de Martí y dio cuenta a la superioridad de la importante operación de guerra llevada a efecto en los campos de "Dos Ríos". El cadáver fue sepultado, sin haberlo colocado en un ataúd, en una fosa cavada en el Cementerio de Remanganaguas y junto con el de un sargento del ejército español, siendo colocado este último cadáver sobre el del Maestro.
En tanto eso ocurría en el bando español, todo era silencio y pesadumbre en el campamento cubano, y esa noche ni las cornetas tocaron silencio. Cuando amaneció, formáronse las tropas, y el General Gómez les dirigió la palabra. Dicen los que le oyeron que el General pronuncio breves, pero elocuentes y sentidas palabras que arrancaron lágrimas de sus oyentes. Después el General ordenó la salida en marcha del campamento, en columna de uno en fondo, y se dirigieron en ordenada y silenciosa peregrinación al lugar del combate.

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