(Santiago de Chile, 1793 - Cabritería, Chile, 1837) Político chileno. Defensor de los intereses del clero y de la oligarquía terrateniente, dirigió los asuntos de Estado desde un segundo plano, a la sombra del presidente Joaquín Prieto. Redactó la Constitución de Chile, promulgada en 1833. De carácter conservador, la Constitución reforzaba el poder ejecutivo, establecía el catolicismo como religión oficial, abolía la esclavitud y declaraba la igualdad formal ante la ley. Desde su cargo de ministro, fue el principal dirigente del país entre 1830 y 1837.
Biografía
Perteneciente a la aristocracia criolla, fue uno de los 23 hijos que tuvieron José Santiago Portales Larraín (director de la Real Casa de Moneda) y María Encarnación Palazuelos Acevedo, fervorosos patriotas ambos. Tras la batalla de Rancagua (1814), los realistas deportaron a José Santiago a Juan Fernández, y María Encarnación fue ingresada en un convento.
Diego Portales, sin embargo, se mantuvo más bien indiferente ante las luchas emancipadoras, pues la política aún no le interesaba. Estudió humanidades en el Colegio Carolino y en 1813, cuando el Instituto Nacional abrió sus puertas por primera vez, fue alumno hasta su clausura en el mes de octubre de 1814. Su padre lo convenció para que estudiara leyes, y alcanzó a estar un año en esa carrera, pero al poco tiempo ingresó a trabajar en la Casa de Moneda como ensayador de metales.
A finales de 1818 se casó con su prima Josefa Portales y Larraín, quien fallecería junto a su hijo en 1821. A raíz de ello se sumió en una crisis mística que casi lo llevó al sacerdocio, y se hizo penitente, visitando las iglesias diariamente. No volvería a casarse, pero mantuvo una larga relación con la limeña Constanza de Nordenflycht, hija del sabio sueco.
En 1822 resolvió establecerse en Lima (donde se asociaría con el comerciante José Manuel Cea) y se embarcó para El Callao. Permaneció en Perú durante dos años y regresó a Chile con una buena posición económica. También había cambiado su carácter taciturno y triste por otro alegre; ahora era un hombre acaudalado, galante, bien vestido y amigo de los saraos y tertulias.
En 1824, la sociedad Portales Cea contrató con el gobierno el estanco del tabaco, a cambio del cual esta sociedad se hacía cargo del servicio de empréstito que se había contratado en Inglaterra. Sin embargo, el negocio fue un fracaso. Esta circunstancia lo convenció de que sin orden público ni autoridad honrada sería imposible desarrollar actividades económicas ni obras de progreso material o cultural, sobre todo teniendo en cuenta que el país acababa de salir de una larga guerra de Independencia.
De esta manera, sin proponérselo, se constituyó el grupo político de los estanqueros, al cual se agregaron, además de los colaboradores inmediatos en el negocio del estanco, Diego José Benavente, Manuel Gandarillas y Manuel Rengifo, todos hastiados por la situación de desorden y desgobierno reinante desde la abdicación del Bernardo O'Higgins (1823).
También fundó dos periódicos que apoyaban y difundían sus teorías políticas conservadoras: El Vigía en Valparaíso, y en Santiago El Hambriento, desde el cual se criticaba la gestión del gobierno pipiolo. Poco a poco fue convirtiéndose en el líder de los estanqueros. En sus ideas se vieron reflejadas las aspiraciones de diversos políticos conservadores que, en 1830, derrotaron a las fuerzas liberales en la batalla de Lircay.
La noche del 3 de abril de 1830, durante una tertulia en la casa del vicepresidente José Tomás Ovalle, se supo de las excusas de Mariano Egaña para ocuparse del miniserio del Interior y de Benavente para el de Guerra. Portales, irritado, se hizo cargo de diversos ministerios (Interior, Relaciones Exteriores, Guerra y Marina) y se convirtió en la figura política más poderosa del país.
Diego Portales emprendió una tarea que cambió el mundo de la política existente hasta entonces. Visualizó cuáles eran las fuerzas con las que debía contar: una aristocracia cansada y temerosa después de una anarquía prolongada, la Iglesia católica y los militares de Concepción. Desde otra perspectiva afianzó la presidencia de la República, que debía reemplazar al rey y a la corona española. Creía en un gobierno impersonal, basado en principios y no en personas.
El estado de derecho fue un pilar en su política; todos estaban sujetos a la ley, no importando el cargo que se ejerciera. Contó con grandes juristas como Andrés Bello y Mariano Egaña. Disolvió todos los elementos que pudieran atentar contra el orden, dio de baja a 136 jefes y oficiales del ejército eliminando el militarismo, terminó con los funcionarios públicos ineficientes, con políticos pipiolos y con reaccionarios; y fue en definitiva el ideólogo de la Constitución de 1833.
Durante el gobierno de José Joaquín Prieto fue ministro interino de Guerra y Marina (el 17 de enero de 1831) y en propiedad (el 22 de marzo de 1831). A mediados de 1832 renunció a su puesto de ministro y fue nombrado gobernador de Valparaíso y comandante general de marina. En 1835 volvió al gobierno, ocupando la cartera del Interior y Relaciones Exteriores (9 de noviembre de 1835), y de Guerra y Marina (21 de septiembre de 1835). Ejerció además la cartera de Justicia, Culto e Instrucción Pública interinamente (1 de febrero de 1837) y fue elegido senador (1837-1846).
Mientras tanto, en Bolivia, Andrés de Santa Cruz iniciaba una atrevida política de intrigas en Argentina, Chile y Perú, cuyo objetivo era formar una federación bajo su mandato. Portales organizó una tenaz resistencia formando un ejército. La guerra contra la Confederación PeruBoliviana, que provocó en el país una reacción de descontento, fue declarada el 28 de diciembre de 1836. Y aunque Chile finalmente ganó la contienda, el 3 de junio de 1837, cuando estaba pasando revista a la tropa en Quillota, Portales fue hecho prisionero por el coronel José Antonio Vidaurre; tres días más tarde Santiago Florín, capitán e hijastro de Vidaurre, lo llevó engrillado a un sector llamado Cabritería y lo hizo asesinar de seis balazos.
Tal crimen espantó al país. Los culpables fueron castigados, pero el efecto más importante de su muerte fue el de popularizar la guerra contra la confederación. Diego Portales es sin duda una de las figuras políticas más interesantes con que ha contado la historia de la República chilena; su obra, no obstante, ha sido recientemente revisada por historiadores que han presentado visiones controvertidas respecto a su acción política y a su legado.
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