jueves, 21 de marzo de 2019

A 100 años de la revolución húngara 1919.-a

József Cserny y algunos de sus «chicos de Lenin», una banda de cerca de doscientos hombres armados, sin control del Gobierno, que extendieron el terror por el país, causando el desprestigio de la república soviética entre parte de la población.

La República Soviética Húngara fue un efímero régimen de dictadura del proletariado en Hungría, instaurado por la unión del Partido Socialdemócrata y el Partido Comunista en la primavera de 1919, ante la grave crisis interna en el país. Se inició el 21 de marzo de 1919 y terminó el 1 de agosto del mismo año.​ Incapaz de alcanzar un acuerdo con la Entente que mantenía el bloqueo económico a Hungría, acosada por los países vecinos por disputas territoriales y embarcada en un profundo cambio social interno, la república fracasó en sus objetivos y quedó abolida a comienzos de agosto.
La presentación de la nota Vyx condujo a la caída del Gobierno de Károlyi —para entonces sin apoyo significativo—​ y a la proclamación de la república soviética al día siguiente, 21 de marzo de 1919.​ Su principal figura fue el comunista Béla Kun, a pesar de que la mayoría del nuevo Gobierno era socialista.​ Aparentemente democrático, el nuevo sistema concentraba en realidad el poder en el nuevo Consejo de Gobierno, que lo ejerció de manera autoritaria en nombre, presuntamente, de la clase trabajadora.
El nuevo régimen no logró alcanzar un acuerdo con la Entente que supusiese el levantamiento del bloqueo económico, la mejora del trazado de las nuevas fronteras o el reconocimiento del nuevo Gobierno por las potencias vencedoras de la guerra mundial.7​ Se reorganizó el Ejército y se trató de recuperar los territorios perdidos a manos de los países vecinos, objetivo que suscitó amplio apoyo en todas las clases sociales, no solo en las más favorables al nuevo régimen.
Por su parte, los países vecinos utilizaron la lucha contra el comunismo, primero contra el Gobierno de Károlyi y más tarde contra la república soviética, como justificación de sus ambiciones expansionistas. Al comienzo y respaldados por razones patrióticas por oficiales conservadores, las fuerzas de la república avanzaron contra los checoslovacos en Eslovaquia, tras sufrir una derrota en el este a manos del Ejército rumano a finales de abril, que llevó a este a las orillas del Tisza.
​ A mediados de junio se proclamó una República Soviética Eslovaca, que duró dos semanas, hasta el repliegue húngaro por exigencia de la Entente.​ El 20 de julio, la república lanzó un nuevo ataque contra las posiciones rumanas. Tras unos días de avance, los rumanos lograron detener la ofensiva,​ romper el frente y alcanzar la capital húngara, pocos días después del fin de la república soviética, abolida el 2 de agosto.
Los dirigentes húngaros aplicaron medidas doctrinarias tanto en política exterior como interior que les hicieron perder el favor de la mayoría de la población.​ El intento del nuevo Gobierno de cambiar profundamente el modo de vida y el sistema de valores de la población resultó un rotundo fracaso.
​ El empeño por convertir la feudal Hungría en una utopía marxista resultó infructuoso por una mezcla de falta de tiempo, de personal experimentado en la Administración y de organización, así como de ingenuidad gubernamental, tanto política como económica, en algunas de sus medidas.
 El Gobierno fracasó en sus intentos de lograr el apoyo campesino, mantener la producción agrícola y abastecer las ciudades, en parte por su propia ineptitud y en parte por la situación que impedía soluciones rápidas. Tras la retirada de Eslovaquia, ordenó la aplicación de algunas medidas con las que trató de recobrar popularidad, con escaso éxito.​ Se rescindió la prohibición de venta de bebidas alcohólicas, se planeó la entrega de algunas parcelas a los campesinos sin tierra y se trató de mejorar la situación monetaria o el abastecimiento de alimentos.​ Incapaz de aplicarlas, entre junio y julio la república había perdido el respaldo de la mayoría de la población, lo que condujo, junto a las derrotas militares, a su caída.
Al fracaso de la reforma interna se unió el de la política exterior: el aislamiento político y económico de la Entente, el fracaso militar ante los países vecinos y la imposibilidad de unir fuerzas con las unidades soviéticas rusas coadyuvaron en el hundimiento de la república soviética. Al Gobierno social-comunista le sucedió uno exclusivamente socialista el 1 de agosto. En grave crisis ya en julio, se disolvió en agosto; sus dirigentes huyeron​ al extranjero mientras el poder volvía a manos de la aristocracia feudal y nacionalista que lo había detentado el siglo anterior.

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