miércoles, 3 de enero de 2018

La infiltración del marxismo en la educación superior.-a

Manifestantes protestan en la Universidad de Utah contra un evento en el que se presentaba un orador conservador en Salt Lake City el 27 de septiembre de 2017. (GEORGE FREY/GETTY IMAGES)

Por Mike Shotwell
19/12/2018


El escrutinio de cualquier periódico y programa de noticias estadounidense deja a una gran parte de los habitantes del país con un sabor agrio a políticas progresistas forzadas sobre ellos por décadas.
Muchos entre el público estadounidense finalmente están llegando a darse cuenta que las instituciones básicas de nuestra herencia occidental, tanto económicas como culturales, están bajo ataque: el capitalismo, las bases judeo-cristianas, la familia, nuestro sistema legal, nuestra Constitución, nuestra democracia representativa, y nuestra civilidad básica; todas las instituciones que nos dieron tanta seguridad y prosperidad por 250 años.


El motor más grande que hace andar este tren ha sido la continua transformación de la mayoría de nuestros colegios y universidades de instituciones que albergaban un debate abierto y el intercambio de ideas, a incubadoras de socialismo, marxismo cultural y activismo político de izquierda, formando generaciones de gente joven.
Muchos informes demostraron la inclinación izquierdistas de nuestras instituciones de educación superior, entre ellos un exhaustivo estudio publicado por Mirchell Langbert en el sitio web de la Asociación Nacional de Académicos de EE. UU. el 24 de abril.
Langbert descubrió que la inscripción a partidos políticos de los profesores con títulos doctorales en las universidades de artes liberales más destacadas es abrumadoramente demócrata, y que un 39 por ciento de las universidades carecían de profesores republicanos.
Además de la inscripción política en los partidos, el estudio descubrió que la afiliación política es en gran parte demócrata, mientras que más del 78 por ciento de los departamentos académicos no tienen representación política conservadora. Pese a que existen excepciones, entre las instituciones de artes liberales hay pocas.
El sesgo de estas cifras es “más notable en las áreas de humanidades y ciencias sociales, donde la batalla de ideas es más importante”, dijo Carson Holloway, profesor asociado de ciencias políticas de la Universidad de Nebraska Omaha, a The Daily Signal.
Estas cifras plantean la pregunta: ¿Qué produjo este sospechoso desequilibrio, especialmente teniendo en cuenta que las cifras no reflejan la composición del público estadounidense? Una encuesta de Gallup de 2014 mostró que el 38 por ciento de los estadounidenses se identifican como conservadores, versus un 24 por ciento que se identifican como progresistas. Como veremos, los ancestros de la academia liberal moderna provienen de los niveles más altos de la izquierda radical.

La Ilustración


Tal vez sea sorprendente, pero los comienzos del camino pueden ser rastreados hasta la Ilustración, o la Era de la Razón, aproximadamente de 1685 a 1815. Esta era vio muchos avances científicos positivos; no obstante, en términos de reforma social, cambiar las filosofías social y política fundamentalmente impactó a las poblaciones occidentales, por ejemplo, con la revuelta política de la Revolución Francesa y su Reino del Terror.

En su ensayo “Pascal en el mundo post-cristiano”, publicado en el diario Era Moderna, Ann Hartle cita a Vicenzo Ferrone en lo que respecta al ambiente intelectual y revolucionario desde mediados de los años 1600 hasta los años 1800.

“La Ilustración fue un ‘proyecto de emancipación’ que tiene el fin de crear una ‘nueva civilización’ basada en la autonomía de la razón humana y la centralidad del hombre. Entonces, ante todo, la Ilustración significa la emancipación de la tradición, especialmente de la tradición religiosa y la eliminación de la trascendencia de lo divino a favor de un ‘punto de vista completamente inmanente [humano]'”, escribe Hartle.

En 1848, infundido con ideales de la Ilustración, Karl Marx y Friedrich Engels escribieron “El Manifiesto Comunista”, un ideal imaginario de trabajadores oprimidos del mundo unificados en una revolución sangrienta para derrocar a sus opresores: oligarcas y capitalistas del mundo. De los escombros, formarían una sociedad nueva y perfecta gobernada por una “dictadura del proletariado” benevolente, de la cual los flagelos del crimen y la pobreza, la necesidad de cárceles y ejércitos y, ciertamente, el gobierno mismo, se derretirían.

El pensamiento político de Marx se estableció poderosamente en los ideales del estrato intelectual europeo de escritores y artistas, posteriormente esparciendo su mensaje tóxico a las universidades. Un estudiante entusiasta era Vladimir Ilyich Lenin, el bolchevique que lideró la revolución rusa. En efecto, muchos de la élite educada de Europa, Gran Bretaña y Estados Unidos fueron cautivados con las promesas socialistas/comunistas de Lenin y Stalin, de un nuevo paraíso en la Tierra.

La Sociedad Fabiana

En Inglaterra, en 1884, la Sociedad Fabiana fue formada para insertar clandestinamente el socialismo en las instituciones británicas y causar el deceso del capitalismo. A principios del siglo XX, los líderes de la sociedad incluían a H. G. Wells, Sidney y Beatrice Webb, y al dramaturgo George Bernard Shaw.


Los Fabianos eran socialistas marxistas; no obstante, diferían de Marx en cuanto a la necesidad de guerra de clases y revolución violenta. En cambio, apuntaban a las instituciones establecidas para difundir su influencia, utilizar las herramientas del “sigilo, intriga, subversión y el engaño de nunca llamar al socialismo por su nombre” para lograr sus objetivos. Su mascota era una tortuga, que representaba su lenta y agobiante metodología.

Bernard Shaw, el indiscutido líder de los Fabianos, elogiaba a Benito Mussolini (“el tipo correcto de tirano”), a Josef Stalin (“un caballero georgiano” sin “malicia en él”), e incluso a Adolf Hitler (“un hombre muy extraordinario”). Su visión era la de un gobierno socialista mundial gobernado por un dictador fabiano.

Penetrando aún más en la estructura educacional de Gran Bretaña, los fabianos fundaron la Escuela de Economía de Londres para promover sus principios económicos socialistas. Como institución educativa, se convirtió en la base del Partido Laborista británico. Con el telón de fondo de la Gran Depresión de los años 1930, también descubrieron el interés empático de sus pares socialistas en Estados Unidos.

Más allá de la economía y las instituciones sociales de Gran Bretaña durante los años 1930 y 1940, la arena científica vio el establecimiento del movimiento de ciencia radical. Sus miembros estaban cercanamente asociados con las comunidades científicas comunistas de la Unión Soviética y China.

Entre este grupo estaban algunos de los científicos y profesores de más alto nivel del sistema universitario británico, tales como J.B.S. Haldane (editor del periódico comunista de Gran Bretaña, el Daily Worker), Hyman Levy (miembro del Partido Comunista en los años 1950), Joseph Needham (embaucado sin piedad por espías y agentes chinos), Lancelot Hogben (socialista marxista y proselitista ateo), y J. D. Bernal (marxista y militante ateísta con lealtad ciega a Stalin).

Estos personajes encabezaron la intrusión comunista en la academia británica en su investigación, escritura y enseñanza, que pronto se superpondría con la investigación científica en las universidades estadounidenses.


Aún más peligroso que los fabianos, fue la Escuela de Frankfurt. Fue fundada en 1923 en la Universidad de Goethe en Frankfurt, Alemania, bajo el inofensivo nombre de “Instituto de Investigación Social” (Institut für Sozialforschung). Su objetivo era el desarrollo de los estudios marxistas en Alemania.

Al igual que los fabianos, la Escuela de Frankfurt evitaba las ideas de Marx y Lenin de revolución violenta y en cambio se concentraba en desarrollar formas alternativas e insidiosas para imponer su ideología y destruir las instituciones de la civilización judeo-cristiana occidental.

Marxismo cultural
Este movimiento, distinto del marxismo económico, se hizo conocido como “marxismo cultural”. Entre los filósofos fundadores estaban Herbert Marcuse, Max Horkheimer, Erich Fromm y Theodor Adorno.

Horkheimer desarrolló un plan de estudios llamado “teoría crítica”, una ideología poco sólida y filosófica directamente opuesta a los principios de la civilización occidental, que se convirtió en la razón de ser de la Escuela de Frankfurt.

La teoría crítica planteaba que cualquier persona que viva bajo una sociedad capitalista era, de forma inconsciente, esclavizada, oprimida y vulnerable al fascismo. Por lo tanto, cualquier tema que atacara a las instituciones capitalistas, era comidilla justificada para el estudio crítico y repudio. Era natural, entonces, que las instituciones educativas de EE. UU. eventualmente estuviesen en su mira.


Durante los años 1930, la “Década Roja”, los miembros de la Escuela de Frankfurt ganaron relevancia en los círculos pedagógicos de izquierda. Pero con el ascenso de Adolf Hitler, se dieron cuenta que tendrían que irse de Alemania, puesto que los filósofos fundadores de la escuela eran principalmente judíos seculares. Desde Estados Unidos, llegó un ángel en la forma de educador socialista soviético, John Dewey, padre de la “educación moderna” en Estados Unidos.
Con el financiamiento de la Fundación Rockefeller y otras instituciones, llevó a miembros destacados de la Escuela de Frankfurt a las mejores universidades [de EE. UU.] tales como la Universidad de California-Berkeley, la Universidad de Princeton, la Universidad Brandeis -pero la más prestigiosa fue la Universidad de Columbia en Nueva York y su bien conocida Facultad de Magisterio.

En pocos años Adorno, Fromm y Marcuse estarían “derribando campus, vilipendiando la decencia, glorificando la violencia y la pornografía y nazificando el deletreo de ‘Amerika'”, escribió el periodista e investigador Ralph de Toledano en su libro “¡Griten caos!: La gran caída de América y cómo sucedió”.

Los horizontes de su influencia eran de tan amplio alcance que de Toledano describió al ingenuo Estados Unidos como “una vaca mugiendo para ser ordeñada”. Los grandes cimientos de Estados Unidos ahora estarían a su disposición, financiados por “una vasta piscina de fondos corporativos acomodados para evadir impuestos… lista para pasar sus millones y miles de millones a aquellos dedicados a destruir el sistema que les brindó esta riqueza… por un personal directivo que detestaba la sociedad [estadounidense]”.
Así nació el lento e incesante desplazamiento hacia la izquierda de la academia estadounidense.

Amor libre
Un gran principio de la filosofía de la Escuela de Frankfurt, desarrollado por George Lukacs, Adorno, Fromm, Wilhelm Reich, y otros, fue la siniestra creencia que el sexo sin restricciones podría ser un instrumento útil y devastador si se lo impulsaba para que corra desenfrenadamente. Promovían “la promiscuidad imperativa, los hogares de un solo progenitor, el sexo prematiral y la homosexualidad”, lo que atacó el corazón de los valores centrales de la familia y los hijos como pilares de la sociedad occidental. Los detractores eran condenados de fascistas y cómplices de la depravación capitalista.

En 1922, Lukacs junto con un pequeño puñado de teóricos intelectuales del Instituto Marx-Lenin en Moscú, elaboraron el esquema que seguiría la Escuela de Frankfurt, los objetivos eran la “abolición de la cultura [occidental]” y la meta de Marx: “la destrucción despiadada de todo lo existente”.

Como Ministro de Educación y Cultura, en el corto y sangriento gobierno comunista húngaro-soviético bajo el mando de Bela Kun en 1919, el camarada Lukacs introdujo el insidioso plan de quitar a los hijos del cuidado parental e introducir la educación sexual en la currícula de escuela primaria -este plan fue precursor de la filosofía de la Escuela de Frankfurt llamada “freudomarxismo”, incluso a pesar que Freud se refería a los adherentes de esta teoría como “moralmente desquiciados” y pensaba que sus ideas eran “completamente lunáticas”, según Paul Kengor en su libro ‘Demantelamiento: de comunistas a progresistas, cómo la izquierda saboteó la familia y el matrimonio’.
Durante los años 1960 y 1970 en Estados Unidos, los estudiantes eran educados dentro del marco del socialismo y marxismo cultural fabiano y de la Escuela de Frankfurt, con la estimulante mezcla de sexualidad abierta y la agitación social del ‘todo vale’. Gravitaron hacia los demagogos de la Escuela de Frankfurt tales como Marcuse, proclamado “padre de la Nueva Izquierda” y líder académico de la “revolución sexual”. Él alentaba no solo la militancia revolucionaria de grupos como las Panteras Negras y los Weatherman, sino también la agitación generalizada, los disturbios estudiantiles y el control de los campus.


No sorprende que estas nuevas ideas fueran internalizadas vigorosamente entre los rangos de los jóvenes recientemente “liberados” de nuestros colegios y universidades. Ésto fue precursor de la sofocante corrección política que estableció las pautas de la inestabilidad cultural y política de la que hemos sido testigos en las últimas décadas.

Los miembros de la Escuela de Frankfurt no se limitaron a la cultura, las ciencias sociales y la política; también fueron capaces de ganar asideros en las artes, Hollywood y la prensa- todos blancos maduros.

Sociedad amplia

En la arena científica de Estados Unidos, a partir de los años 1980, los profesores líderes, como Stephen Jay Hould y Richard Lewontin, educados dentro del reino marxista, se convirtieron en los portavoces principales de los campos de la antropología y la ciencia de la evolución. Desde sus púlpitos en la Universidad de Harvard, Columbia y otras instituciones, proclamaban orgullosamente sus creencias marxistas como un cimiento creíble para sus teorías científicas.
Juntos, con sus camaradas del área científica, expresaban libremente su ideología socialista-marxista en publicaciones radicales como Solidaridad, Ciencia para el Pueblo, y Repensando el Marxismo. Gould también estaba en el gabinete de asesores del Foro Marxista Brecht y patrocinaba la Escuela Marxista de Nueva York. Su impacto en el campo de la ciencia fue profundo.
Así, gracias a la “Ilustración”, Karl Marx y Friedrich Engels, los Fabianos, la Escuela de Frankfurt, el movimiento de ciencia radical, y muchos más; el sistema educativo de Estados Unidos tiene una cicatriz indeleble causada por esta lenta marcha de idealismo izquierdista destructivo.
Los resultados que finalmente están siendo revelados representan una letanía de ataques no solo a los valores tradicionales occidentales, sino a la libertad de expresión fundamental. La corrección política se convirtió en un término tan común que es fácil pasar por alto su propósito fundamental -concretamente, sofocar la libertad de expresión y los puntos de vista opuestos, llevando a una tiranía y represión en los campus y en la arena pública.
La continua revolución propugnada por Marx está viva y floreciente en la forma de una constante agitación y división sembradas por la izquierda, desde el trampolín de la academia. Marx y Lukacs se sentirían gratificados con la matanza que engendraron.
Pero la cortina se está corriendo, revelando la verdadera naturaleza que domina la educación superior. Y cuando se eche luz sobre la verdad, al menos tendremos la posibilidad de reivindicar nuestras instituciones.
Mike Shotwell fue criado en un hogar marxista y conoce íntimamente la historia comunista estadounidense y sus efectos en el siglo XX. Es autor de “Inmerso en rojo: Mis años de formación en un hogar marxista”. También es docente, investigador de la Guerra Civil y arquitecto forense retirado que vive con su esposa en Atlanta, Georgia.

1 comentario:

  1. gran parte de los académicos chilenos, especialmente los ciencias sociales y de filosofía son de la izquierda

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