Hoy en día ya no se encuentra nada. Es más, el 34 de la calle Patriarcado, en la ciudad italiana de Padova, ya no existe. Se pasa directamente del 32 al 36. Se trata de una calle muy larga y llena de porticados medievales, ubicada a unos 200 metros de la Plaza de los Señores, en pleno centro histórico. Sin embargo ahí, en el 34, hace pocas décadas había una librería que estaba abierta al público todos los jueves de las 22:00 horas a la 1 de la madrugada. Sobre el interfono, la palabra “AR”.
Fue fundada el 9 de diciembre de 1963 por Franco Freda, que rentó un viejo cobertizo. Le fue dado el nombre de “Librería Ezzelino” en honor de aquel líder ghibellino de 1200, de orígenes germanos, muy feroz y terrible. No hay que olvidarse que hasta Dante Alighieri lo había colocado, no por casualidad, en el infierno, sumergido dentro de un río de sangre.
El término “AR”, también fue del mismo Freda. Era la raíz de “ario”, Ares o aristocracia, para indicar la guerra y una supuesta raza superior. Sobre los aconteceres que se dieron alrededor de esta librería y sobre la figura de Franco Freda, el escritor italiano Ferdinando Camon escribió uno de sus más destacadas novelas: Occidente.
Hablar de Estrategia de la Tensión es hablar inicio de los atentados perpetrados en Italia desde la primavera de 1969 hasta la masacre de plaza Fontana en Milán. En esta librería que se reunía la célula paramilitar neofascista de Ordine Nuovo dirigida por Franco Freda y Giovanni Ventura. Y a contar con particulares y detalles sobre este centro encontramos no pocos testigos.
Martino Siciliano, de Ordine Nuovo de Mestre, centro urbano ubicado cerca de Venecia, cuenta de una reunión donde “Freda anunciaba el programa de los atentados en los trenes”, que estallaron en el agosto sucesivo, una decena de bombas, entre éstas ochos explotadas y que procuraron 12 heridos. A su vez Gianni Casalini, uno de sus frecuentadores –posteriormente reclutado como informador del SID, los servicios secretos italianos, con el nombre en código de “el Turco”– en juicio en 2000 reconoció su participación en los atentados en los trenes. Tal confesión cayó literalmente en un saco roto, sin que nadie se plateara escucharlo otra vez. Sólo en septiembre de 2008 Gianni Casalini solicitó, mediante una carta, entrevistarse con el juez Guido Salvini, quien se había ocupado de las últimas investigaciones sobre las bombas del 12 de diciembre de 1969.
Decía que tenía muchas más cosas que narrar y que anteriormente no las había revelado por miedo a sus excamaradas. Antes, frente al juez Salvini y, luego frente a el abogado sustituto, Gianni Casalini contaba detalles sobre el operativo en la estación central de Milán en la noche del 8 de agosto de 1969. Explicó cómo había colocado dos bombas sobre dos trenes que estaban para salir; mencionó el número binario de uno de los dos; cómo fueron envueltas las bombas para ocultarlas… Especificó la identidad de quien lo había reclutado en la Librería Ezzelino. Reveló también el nombre de uno de los principales colaboradores de Franco Freda, Ivano Toniolo, miembro de Ordine Nuovo y exponente de una de las corrientes más radicales de ultra derecha dentro del Movimiento Social Italiano (MSI) que, luego de las primeras investigaciones sobre la “pista negra”, conociendo el peligro, huyó de Italia al Estado español, bajo la protección atenta de Francisco Franco. Luego se fue a Mozambique. Murió en 2015 en Luanda, Angola, sin que ningún juez lo buscara, pese a las presiones de los familiares de las víctimas.
La Librería Ezzelino fue controlada el 23 de junio de 1971 por el juez de Treviso Giancarlo Stitz, a raíz de las investigaciones sobre aquella “pista negra” por la masacre de Plaza Fontana. En los documentos confiscados fueron encontrados no pocas cartas y comunicaciones entre Freda e importantes exponentes del neofascismo, entre éstos Adriano Romualdi y Pio Filippani Ronconi, que hacían parte de la Waffen-SS italiana, luego destacada figura central del neofascismo italiano en las décadas de 1960 y 1970.
Veintidós fueron los atentados perpetrados en Italia entre el 13 de abril y el 12 de diciembre de 1969. El primero fue en la oficina del decano de la Universidad de los Estudios de Padova, Enrico Opocher, antifascista y partisano, de origen judío, con el cual Freda discutió su propia tesis por su carrera en derecho. De Opocher dirá: “Es un fanático antisemita”. La bomba colocada en un cubierto de metal devastó del todo los locales, destruyendo también cartas y documentos.
Las actas de los procesos destacan sin duda alguna que todos los atentados fueron obra de Ordine Nuovo, a través de su brazo armado ubicado en la región italiana del Veneto, la célula de Padova de Freda y Ventura. Por aquellos atentados a la Plaza Fontana, Freda y Ventura fueron considerados culpables y condenados a 15 años de detención por asociación subversiva. Por la masacre del 12 de diciembre de 1969, en 2005 la Casación escribió que “el juicio sobre las responsabilidades de Freda y Ventura con respecto de la masacre de Plaza Fontana es inequívoco: la respuesta es positiva”. Pero aquella responsabilidad no pudo traducirse en una condena, ya que éstos fueron absueltos en los procesos precedentes.
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