miércoles, 24 de abril de 2019

El regreso de los yihadistas magrebíes del ISIS amenaza la seguridad europea.-a


En Al Hol están las mujeres y los niños perdidos del grupo autodenominado
 Estado Islámico, abandonados por todos.
Introducción

Más de 50.000 yihadistas procedentes de más de cien países viajaron en el último lustro a Siria, Irak y Libia para incorporarse a las filas del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). Y solo del Magreb salieron casi 7.000 combatientes, en una movilización sin precedentes. 
El regreso de los supervivientes a países como Marruecos, Túnez o Egipto supone una amenaza para esos países, pero también para la Unión Europea, según un estudio publicado este miércoles por el centro de análisis Egmont, de Bruselas, y la fundación alemana Konrad-Adenauer-Stiftung.
El informe, prologado, a título personal, por el coordinador europeo de la lucha contra el terrorismo, Gilles de Kerchove, advierte de que el retorno de los yihadistas magrebíes puede generar una inestabilidad en la región con potencial "impacto negativo en la seguridad europea". Los analistas añaden que el riesgo de contagio se ve reforzado porque "la mayoría de los combatientes extranjeros procedentes de Europa son de descendencia norteafricana, lo cual refuerza los lazos de los círculos yihadistas a través del Mediterráneo". Esa relación, añaden, "puede tener un impacto duradero en la seguridad de ambos lados".

El documento recuerda que el contagio ya se produjo en anteriores oleadas de combatientes y vincula los ataques de Casablanca (2003) y Madrid (2004) a los grupos de marroquíes que se trasladaron a Afganistán tras la victoria de los talibanes en 1996 y a Irak tras la invasión de EE UU en 2003. En esta ocasión, advierte el estudio, el riesgo es aún mayor porque la movilización de combatientes magrebíes "ha sido posiblemente mayor que las anteriores, incluida la yihad antisoviética que se puso en marcha en Afganistán en los años 1980".

Europa naufraga en la gestión de sus yihadistas

Ahora que el auto llamado Califato ha sido expulsado de su último reducto en Siria, muchos Gobiernos se ven ante el reto de afrontar el regreso de los supervivientes. Hay países que se niegan a acogerlos, como Holanda y Suiza. Otros están dispuestos a recibir a sus nacionales, pero tampoco dispone nadie de una fórmula mágica para detectarlos, procesarlos, detenerlos y… rehabilitarlos, en caso de que sea posible.
El estudio del centro Egmont y la fundación Konrad-Adenauer-Stiftung se centra en cómo deberían  afrontar semejante desafío los Gobiernos de Egipto, Túnez y Marruecos, países que suman por sí solos más combatientes extranjeros que toda la Unión Europea. Argelia no forma parte de la investigación porque el número de yihadistas que se alistaron con el ISIS es muy reducido, según los investigadores.
Kerchove subraya en el prólogo la cooperación existente entre las autoridades europeas y los países del norte de África, con apoyo para la seguridad en fronteras o mantenimiento y comprobación de las bases de datos de Interpol. Pero la UE se muestra dispuesta a aumentar su colaboración dado el riesgo que implican, en particular, los combatientes con doble nacionalidad, una de ellas europea.

De los tres países analizados en el informe, Marruecos aparece “con gran diferencia” como el mejor preparado para afrontar el regreso de los yihadistas. Marruecos ha tomado medidas legales al tiempo que reforzaba sus servicios de seguridad. Y, cosa única en el Magreb, ha iniciado programas de desradicalización en las cárceles. “En contraste”, señala el estudio, “Túnez y Egipto son mucho menos transparentes y sistemáticos en sus procedimientos”.
Marruecos es el país que aporta cifras oficiales más precisas sobre la situación: los marroquíes que viajaron a Irak y Siria entre 2013 y 2017 fueron 1.664, entre ellos 285 mujeres y 378 niños. De ellos, 596 murieron en combate o en ataques suicidas. Y volvieron 213. Entre ellos hay 52 mujeres y 15 niños. De los 200 retornados casi todos ellos han sido llevados ante la justicia y se encuentran ahora en la cárcel, con sentencias que van desde los 10 a los 15 años, según fuentes oficiales.

Marruecos reformó en 2014 la legislación antiterrorista e incluyó penas de entre 5 y 15 años y multas de hasta el equivalente a 45.000 euros para quienes se unan o traten de unirse a grupos armados no estatales, ya sea fuera o dentro del país. Esa ley resultó clave para abordar la situación actual. Además, la Administración puso en marcha en 2016 un programa dentro de las cárceles llamado Reconciliación (Moussalaha, en árabe) que apunta hacia la desradicalización e integración de los terroristas. Abarca tanto a los que nunca salieron del país como a los que combatieron fuera.
El estudio ensalza la “eficiencia” con que Marruecos lucha contra el terrorismo, pero indica que a excepción de Reconciliación, no hay otros programas de rehabilitación. “Y no hay nada específico para los retornados, que son tratados como el resto de los terroristas. Tampoco hay nada previsto para las mujeres y los niños”, señala. También advierte sobre las denuncias de tortura, recogidas por Human Rights Watch. Y añaden que Marruecos puede restringir libertades civiles en nombre de la lucha contra el terrorismo. “Varias ONG denuncian de forma cíclica el arresto de salafistas no envueltos en ninguna actividad terrorista”, señala el informe.
En cuanto a Egipto, el panorama es más sombrío. De entrada, no se sabe cuántos combatientes se marcharon ni cuántos volvieron, aunque fuentes no oficiales manejadas por la ONU estiman entre 350 y 600 los yihadistas egipcios desplazados al extranjero. No hay una legislación apropiada para abordar el regreso y los autores lamentan la falta de transparencia de las autoridades. Señalan, además, que predomina “la tortura y las confesiones forzadas”, y que las cárceles superpobladas se han convertido en centros donde se expande la radicalización.
El estudio señala que la forma que tiene Egipto de afrontar el regreso de los yihadistas no solo no previene la violencia sino que recrea y refuerza la misma dinámica que llevó a los yihadistas al extranjero.

Finalmente, Túnez es el país que más terroristas ha engrosado las filas del ISIS en relación con su población de 11,5 millones de habitantes. Las estimaciones oscilan entre los 7.000 desplazados a Siria, según la ONU y los 3.000 asumidos por las propias autoridades tunecinas. A eso habría que sumar también entre 1.000 y 1.500 alistados en Libia. La mayoría de los retornados -cifrados en 1.000 hasta marzo de 2018- han sido sentenciado a penas de cinco años, seguidos de un periodo de vigilancia de tres años.
El informe lamenta que Túnez solo haya abordado el problema centrándose en medidas de castigo. “Algunos retornados permanecen varios meses en prisión sin ser juzgados, mientras otros son puestos en libertad tras ser brevemente interrogados. Esto sugiere que la gestión del Gobierno de este asunto es a veces arbitraria y expuesta al azar”.
Finalmente, los investigadores recomiendan a todos los países, incluida la Unión Europea, “humildad y transparencia” para seguir afrontando el problema del regreso. Aunque cada país tiene su particularidad, el asunto trasciende las fronteras. “Cada nación ganaría compartiendo discusiones abiertas y buenas prácticas. Si los yihadistas del mundo pueden unirse, nosotros también deberíamos hacerlo”, señala el informe.

¿POR QUÉ TÚNEZ?

¿Por qué tanta yihadismo proveniente de Túnez? El estudio aporta cuatro razones: el Gobierno islamista ofreció un ambiente favorable para la radicalización entre 2011 y 2013; después de la primavera de 2011 el aparato de seguridad del Estado quedó erosionado; la amnistía general de 2011 puso en la calle a 2.000 presos. De ellos, 350 tenía experiencia de combate en Afganistán, Irak y Argelia. Y por último, todo ello se vio agravado por el caos en la vecina Libia.


Las mujeres y niños de Estado Islámico que nadie quiere

El campamento de Al Hol, en el noreste de Siria, es un hervidero de ira y preguntas sin respuesta. Dentro se encuentran las mujeres y los niños perdidos del grupo radical autodenominado Estado Islámico (EI), abandonados por sus hombres, su califato y sus gobiernos. Algunas se aferran a su ideología, alimentada por el odio: "¡Estamos invictos!", te gritan en la cara. Otras, en cambio, piden una salida, un camino que las lleve a casa.
Derrotado, pero todavía peligroso: por qué el fin del califato de Estado Islámico no significa el fin de la organización Mientras los gobiernos occidentales no actúan, sus hijos mueren.

Umm Usma, una mujer belgo-marroquí, se aferra a la fantasía de que ayudó a las mujeres y los niños de Siria en los seis años que lleva aquí, la mayor parte bajo el mando de EI.
Esta exenfermera, que lleva guantes negros, agarra su niqab con una mano. "Esta es mi elección", dice. "En Bélgica no podía llevar niqab, y esta es mi elección".
"Todas las religiones hicieron cosas malas", afirma.

Hay tres grados distintos de radicalización entre las mujeres.
Mientras grita con un grupo de mujeres también vestidas de negro, una madre empuja por el barro un carrito con un niño que tiene graves quemaduras.
"Mira lo que hicieron", grita la madre, refiriéndose a las fuerzas respaldadas por Estados Unidos.
AlHol es una pesadilla, un campamento que pasó de albergar a 11.000 personas a tener más de 70.000.
Está devastado por las terribles secuelas del fracasado seudo-califato.

Al Hol, en el noreste de Siria, pasó de albergar a 11.000 personas a tener más de 70.000.
Umm Usma asegura que no tiene por qué disculparse por los atentados de 2016 en Bruselas, en los que murieron 32 personas, sin incluir a los atacantes.
Para ella, un ataque contra su país perpetrado por el grupo al que se unió no necesita ninguna respuesta.
Se envolvió en la condición de víctima. Cree que Occidente y sus ataques aéreos contra el último bastión de Estado Islámico en Baghouz, Siria, son los culpables de su miseria.
El odio y la violencia propagados por EI los relegó al olvido.
Esta es la trampa mental de los yihadistas, una memoria selectiva que borra cualquier delito.
"No hablaré sobre lo que hizo mi esposo, no sé lo que hizo", afirma Umm Usma.
¿Puede Estado Islámico recomponerse tras la derrota del califato?
La mujer vivió en democracia y bajo EI, y asegura que sabe qué es mejor.
"Ustedes tienen la mente cerrada", dice mientras se da la vuelta y se aleja.
Pasaron solo dos semanas desde la caída de Baghouz, el último de los territorios gobernados por EI, ante las fuerzas lideradas por los kurdos.
Los kurdos no tuvieron prisa y permitieron un alto el fuego tras otro para que las mujeres, los niños y los heridos pudieran salir.
Los aviones de combate de la coalición que mataron a civiles en Mosul y Raqqa, las dos últimas capitales que perdió EI, fueron más cautelosos en Baghouz.
Muchas de las víctimas, niños
Estado Islámico utilizó a sus familias como última línea de defensa.
"En un solo día, murieron al menos 2.000 personas", nos dice un chico iraquí que sobrevivió al combate.
Y sigue: "EI aparcó vehículos entre las tiendas de las familias. Sabíamos que los vehículos eran un objetivo, así que les dijimos que se los llevaran. Pero no lo hicieron, y los vehículos explotaron".
Cuando terminó la batalla, retiraron todos los cadáveres de Baghouz antes de que llegaran los medios de comunicación.
Los hombres de EI no eran solo soldados en un campo de batalla, sino que se llevaron con ellos a mujeres, niños y familias enteras.

Nour, de 6 años, recibió un disparo en la cara. Tiene las mejillas hinchadas y los dientes destrozados.
La pequeña Nour es una de las víctimas de la catástrofe. Está tendida en una litera en la clínica que la Media Luna Roja tiene instalada en el campamento.
La niña, de 6 años, recibió un disparo en la cara. Fue hace 15 días, y desde entonces solo recibió atención médica básica.
Tiene las mejillas hinchadas y los dientes destrozados.
Parece que se acostumbró al dolor, ya que solo grita cuando la mueven.
Un grupo de francotiradores entró en su tienda en Baghouz.
Los huérfanos de Estado Islámico: las impresionantes historias que emergen del último reducto del grupo militante
Nour estaba escondida allí con su familia, parte de un grupo de incondicionales que permanecieron del lado de EI hasta el final.
La madre de Nour, de Turkmenistán, está demasiado enferma como para tenerse en pie. Se acuesta de lado, junto a Nour, y se queda en el borde de la cama. Su marido, combatiente de EI, murió.
Nour necesita atención médica urgente y la mandan a un hospital de la ciudad de Hasaka.
Deja vacía la cama de la clínica, forrada de cuero negro, que poco después ya tiene una nueva ocupante, una bebé llamada Asma.
Sin embargo, Asma ni siquiera parece estar presente. Es un espectro de un ser humano, casi transparente. Asma parece tener solo unos días de edad, pero en realidad tiene 6 meses.
Demasiado débil para llorar, parece tener solo unos días de edad. Pero en realidad tiene 6 meses.
Su hermana, también una niña, la mira, con los ojos bajos. Mientras EI luchaba hasta el final, sus familias morían de hambre.

Un califato desplazado

Unos 169 niños murieron desde que escaparon de Baghouz. Los que quedan ahí corren el riesgo de contraer enfermedades.
Y hay un peligro aún mayor que los gobiernos occidentales parecen ignorar: todavía están bajo el cuidado de sus padres, incondicionales de EI, y nadie se preocupa de contrarrestar sus tendencias extremistas, algo que puede acabar enquistándose.
A las personas que sobrevivieron a EI, decenas de miles, las llevaron en camiones abiertos por el desierto hasta Al Hol.
El pueblo al lado del campamento es donde EI vendió a mujeres yazidíes como esclavas.
¿Qué hacer con los miles de hijos de combatientes extranjeros de Estado Islámico cuyos padres quieren repatriarlos a sus países de origen?

La escuela de dos pisos del pueblo todavía tiene la bandera de EI pintada, aunque difuminada por las lluvias y el sol.
El campamento se encuentra en uno de los extremos del pueblo.
Se trata de un mini-estado, un califato desplazado, un peligro creciente que ya es más grande que el pueblo en sí.
Lo que queda dentro no lo quiere nadie.
Unos pocos gobiernos recuperaron a gente: Rusia, Arabia Saudita y Marruecos. Estados Unidos recuperó a una mujer.
La pareja de europeos que buscaba la "vida perfecta" con Estado Islámico y ahora se lamenta
Reino Unido no tiene ningún plan para repatriar a los combatientes ni a sus familias.
Al Hol es el campamento donde la adolescente Shamima Begum, de Londres, fue retenida por primera vez y donde supo que había sido despojada de la ciudadanía británica.
Francia repatrió a un grupo de huérfanos cuyos padres murieron luchando por EI.
Hay varios grados de radicalización, y el escenario inmediatamente posterior a una guerra no es el lugar para juzgar a quién se puede reformar, a quién se puede salvar.

Ideología tóxica

Las mujeres extranjeras del campamento están separadas, bajo guardia armada.
Aquí la ideología agarra su máxima expresión tóxica. Aquí es donde están los verdaderos incondicionales.
Las mujeres se lanzan contra la cerca de alambre pidiendo que las dejen salir. Son de todas partes: Brasil, Alemania, Francia, Marruecos, Somalia… y la lista continúa.
Las mujeres occidentales son cautelosas a la hora de hablar en el interior del campamento. Temen que las ataquen las mujeres más radicales del lugar si las ven hablando con un hombre.
Estado Islámico es "derrotado territorialmente" en Siria, aseguran fuerzas apoyadas por EE.UU.
Si se quitan los velos, algunas mujeres las atacan. Alguna vez les quemaron las tiendas como represalia.
"Las tunecinas y las rusas son las peores", dice Leonora Messing, de 19 años, de Alemania. Y señala dos grandes tiendas comunales. "Fueron las últimas en salir de Baghouz".
La chica se unió a EI cuando tenía 15 años, un mes después de que otra chica de 15 años, Shamima Begum, y sus amigos huyesen de Reino Unido hacia Siria.
Messing se convirtió en la tercera esposa de un extremista alemán que ahora está bajo custodia kurda.
Se muestra llena de arrepentimiento, no solo por las circunstancias actuales sino desde mucho antes de la derrota de EI.
"Estuve medio año en EI y le pedí a mi padre si podía enviar a un mercenario para que me sacase de ahí. Mandaron a uno, pero los hombres de seguridad de EI lo mataron. Y luego me atraparon también a mí porque encontraron imágenes mías en su teléfono. Me encerraron por primera vez en prisión [en Raqqa] y luego por segunda vez en [el pueblo de] Shaafa", explica.
En sus brazos acuna a un bebé de 2 meses con la cara arrugada. Es su segundo hijo, nacido en Baghouz mientras alrededor todo eran combates.
"Di a luz sola. No había médicos ni enfermeras", dice. "Le dije a mi esposo que saliese. Lo eché. Estaba llorando. Ya sabes cómo es la fe de las mujeres. Le dije que buscara a alguien. Dijo que no había nadie. Le dije: ¡ve y busca!".

Leonora Messing, de Alemania, se convirtió en la tercera esposa de un extremista que ahora está bajo custodia kurda. Sigue amando a su marido extremista y dice que lo esperará si lo mandan de regreso a Alemania para cumplir una sentencia de prisión. También habla sobre la muerte del hijo de Shamima Begum, que nació en el campamento y murió con 20 días. Sus dos hijos estuvieron enfermos, pero dice que tiene razones para creer que no les pasará nada y estarán bien. En nuestro segundo encuentro nos interrumpen. Leonora Messing tiene un compromiso.
Llega un convoy de vehículos blindados, protegidos por hombres armados, con occidentales dentro. "El gobierno alemán quiere ver a mis hijos", dice Messing.

Misericordia

El ministro de Relaciones Exteriores de Reino Unido afirmó que es demasiado peligroso para los diplomáticos británicos viajar a Siria, un lugar en donde, como Alemania, su país no tiene consulados ni embajadas.
Todavía no hay ningún plan para repatriar a mujeres y niños.
Mientras se arremolinan unas nubes de lluvia, dos jóvenes caminan con determinación por el terreno fangoso. Tienen un propósito, y se dirigen hacia mí y mi colega sirio.
El campamento huele mal, no hay el saneamiento adecuado y la lluvia no ayuda.

He visto cabezas (resultado de decapitaciones) apiladas en botes de basura. Pero no me han perturbado para nada"
Una de las dos lleva, sorprendentemente, un bolso de charol con un pequeño broche de diamantes falsos.
A través de los velos veo lo que parecen los ojos de unas adolescentes. "¿Dónde están nuestros esposos? ¿Cuándo los liberarán?", preguntan.
Cuando mi colega se encoge de hombros, una de las mujeres dice: "Pregúntaselo", y me señala con sus guantes negros.
Shamima Begum, la joven británica que se unió a Estado Islámico y busca regresar a Inglaterra, "dio a luz"
Puede que obtengan la respuesta a su pregunta en los próximos días, ya que Irak también se prepara para repatriar a su gente.
Los prisioneros de alto valor serán los primeros que sacarán y casi seguramente serán ejecutados. A sus mujeres e hijos se los llevarán a Irak.
Los campamentos ya se están preparando, no muy lejos de Al Hol, en el lado iraquí de la frontera. Eso aliviará la presión en el campamento, pero no resolverá la eterna pregunta que Al Hol presenta a Occidente: ¿cuánta misericordia debería ofrecerse a un enemigo que no ofreció ninguna? Y ¿qué será de sus mujeres e hijos ahora que EI se acabó?

 

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