miércoles, 6 de mayo de 2020

Asesinato de Sylvia Marie Likens (Estados unidos ).-a

Sylvia Marie Likens


Biografía 

Sylvia Marie Likens (Lebanon, Indiana; 3 de enero de 1949 - Indianápolis, Indiana; 26 de octubre de 1965) fue una joven estadounidense, víctima de asesinato, tortura y violación en Indianápolis, Indiana, en Estados Unidos.
Fue torturada hasta la muerte durante cuatro meses por Gertrude Baniszewski y sus hijos, así como varios jóvenes y niños del vecindario, algunos de apenas 10 años de edad.1​ Aunque muchos de los vecinos de la familia admitieron haber oído gritos y lamentos procedentes de la casa de Baniszewski, no se dio aviso a la policía porque se consideraba que era mejor no entrometerse. Cuando se dio a conocer el caso de Sylvia Likens en Estados Unidos, el país entero quedó horrorizado. Los médicos forenses describieron el caso como «el caso de abuso físico más terrible del estado de Indiana».
En su honor, hay un pequeño monumento con su foto colocado por orden del Departamento de Policía de Indianápolis.
Sylvia Likens nació siendo la tercera hija de Lester y Bertha «Betty» Likens. Nació entre dos pares de mellizos: Diana y Daniel —dos años mayores que ella—, y Jenny y Benny —un año menores—. Su familia estaba desestabilizada y era muy disfuncional: las peleas entre sus padres eran habituales, la comida escaseaba, tuvieron que mudarse varias veces por motivos económicos, etc. Además, Jennifer Likens, su hermana menor, había sido diagnosticada con poliomielitis a los cinco años. En 1965, Sylvia y su hermana pequeña vivían con su madre en Indianápolis. Sus padres se habían separado sentimentalmente, aunque no se habían divorciado.

Hechos del crimen

En junio de 1965, Jennifer y Sylvia Likens fueron dejadas al cuidado de una ama de casa llamada Gertrude Baniszewski, una señora asmática con siete hijos a quien habían conocido pocos días antes en la iglesia.
Sylvia era una muchacha callada y agradable a la que todos querían. Su hermana Jennifer también era muy callada, y había nacido con una pierna encogida, que había ido avanzando hasta llegar a poliomielitis. A pesar de su discapacidad, se las arreglaba para bailar y montar en monopatín. Sus padres, Betty y Lester Likens, pagaron a Baniszewski unos muy necesitados 20 dólares a la semana por cuidar de las niñas, y quedaron convencidos de que Gertrude cuidaría de Sylvia y Jenny como de sus propias hijas.
Al principio, todo iba bien, y las chicas parecían llevarse bien con los chicos Baniszewski. Tal vez el primer aviso del horrible crimen que iba a ocurrir posteriormente fue exactamente después de siete días de su llegada, cuando los 20 dólares llegaron con un día de retraso. Entonces, Baniszewski llevó a Sylvia y a su hermana Jennifer al sótano y les dijo: «Bien, perras, he cuidado de ustedes durante una semana por nada. El cheque de su padre no ha llegado». Cuando Sylvia intentó explicar que seguramente el dinero se había retrasado, Gertrude ordenó a ambas que se inclinaran sobre una cama, se quitaran la falda y ropa interior y las azotó con una pala en las nalgas. Como Jennifer tenía poliomielitis y era la más pequeña, Sylvia propuso a Gertrude que la castigara a ella en vez de a su hermana pequeña. Baniszewski accedió.
Después de una semana, Betty y Lester Likens fueron a visitarlas. Nadie se quejó y los Likens se marcharon contentos. A partir de entonces, Baniszewski y sus hijos, así como varios adolescentes del barrio, empezaron a abusar física y psicológicamente de Sylvia. En realidad Baniszewski no podía soportar a las chicas, pero sobre todo a Sylvia, a quien acusaba de ser una sucia y una promiscua.
Un día, Gertrude le preguntó a Sylvia por qué pasaba tanto tiempo en la tienda de alimentos donde trabajaba. Likens explicó que había encontrado botellas de soda vacías y que las estaba llevando a la tienda para ganar unos cuantos centavos extra. Baniszewski no le creyó y la obligó a desnudarse completamente e introducirse una botella de Coca-Cola en la vagina delante de todos sus hijos y de Jenny. Este suceso ocurrió dos veces. La primera vez la botella se rompió estando en el interior de la niña y los cristales rotos le desgarraron las paredes vaginales. Cuando esto sucedió todos, menos Jennifer, estallaron en risas y aplausos, mientras Baniszewski no paraba de fumar. También le pegaba muy a menudo con una paleta de casi un centímetro de espesor. Cuando ella se cansaba de esa tarea, cedía el derecho a manipular la paleta a su hija mayor, Paula —Paula Baniszewski tenía 18 años—. Paula pegaba a Sylvia varias veces al día.
A la hora de cenar, Sylvia generalmente no comía en absoluto, se limitaba a observar cómo los demás comían. En muchas ocasiones, su hermana Jenny robaba disimuladamente un poco de pan para ella, pero tenía tanto miedo a Gertrude que nunca se atrevió a desafiarla.
Una vez, Sylvia tuvo que quitarle a Paula su traje de educación física, ya que sin él no podía dar la correspondiente clase de gimnasia. Cuando Gertrude se enteró, mandó a su hija Stephanie y a su novio, Coy Hubbard, a arrojarla por las escaleras del sótano. Sylvia recibió un fuerte golpe en la cabeza y permaneció inconsciente durante casi dos días.
Coy Hubbard, quien tenía 15 años, pesaba 85 kilos y medía casi dos metros. Se convirtió en uno de los peores tormentos de Sylvia. Era una especie de experto en judo y le encantaba lanzar a la chica por el aire. En el sótano de los Baniszewski había un viejo colchón, que se suponía que le proveería a Sylvia un suave aterrizaje. Coy generalmente calculaba mal y Sylvia aterrizaba con un crujido en el suelo de cemento. Todo el mundo se reía. Nadie —incluyendo a Jenny— hizo algo al respecto. De hecho todos parecían deleitarse con su comportamiento.
El 28 de julio de 1965, el reverendo Roy Julian pasó a saludar. Se retiró bastante preocupado por la señora Baniszewski, pues en su condición era difícil soportar tal contingente de niños. La señora Saunder —enfermera de salud pública— hizo una llamada. Gertrude explicó que una de las niñas a su cuidado, Sylvia Likens, era una prostituta y estaba corrompiendo a sus hijos. La señora Saunders se compadeció, pero nunca volvió a llamar.
Una vez, Sylvia orinó en su cama sin darse cuenta. Esto fue porque la niña recibía de castigo patadas entre las piernas y por el daño perdió el control de su vejiga. Gertrude, enfadada, volvió a introducirle la botella de Coca-Cola en la vagina, aunque esto era algo ya habitual para Sylvia. Entonces, Baniszewski decidió que Sylvia no estaba a la altura para dormir arriba con el resto de la familia. Creía que el sótano y el colchón serían lo suficientemente buenos para ella. A partir de entonces, Sylvia sólo se alimentó de una pequeña porción de agua y galletas saladas a la semana. También fue torturada y obligada a comer su propio excremento. La muchacha se desnutrió y deshidrató.

De vez en cuando, los chicos Baniszewski la sumergían en baños excesivamente calientes. Cuando salía, su piel estaba irritada y roja por el calor. Una vez se desmayó en la bañera y fue sacada por el pelo. En un momento dado —muy complicado de determinar para los médicos forenses—, Sylvia dejó de resistirse a sus castigos. Entonces la señora Baniszewski le arrancó la blusa y los pantalones cortos, que es el estado en el que se quedaría Sylvia durante el tiempo de vida que le quedaba allí.
A John Baniszewski Jr., a pesar de tener sólo trece años, le gustaba escuchar los dolorosos gritos de Sylvia cuando le pegaba patadas o apagaba los cigarrillos de su madre en los brazos, piernas o estómago. También gozaba al darle puñetazos en el rostro, golpearle el vientre o patearle y pisarle la cara mientras estaba en el suelo.
A Ricky Hobbs, un muchacho del barrio de Indianápolis, le había gustado Sylvia desde el momento en el que llegó, pero ella le rechazó y empezó a salir con otros chicos, lo que le produjo un gran odio hacia ella. En varias ocasiones, él y Coy Hubbard ataban a Sylvia Likens a una viga de madera que había en el sótano, después de una gran cantidad de golpes que le propinaban ambos. En una ocasión, Richard Hobbs acogotó a Sylvia durante tanto tiempo que todo el mundo pensó que se había muerto. Durante ese largo período, la señora Baniszewski contó por todo el vecindario que Sylvia era una prostituta, lo que causó que los vecinos no la miraran con buenos ojos. Luego obligó a la niña a escribir varias cartas donde detallaba escabrosos asuntos sexuales y confesaba que era una prostituta.
Gertrude dijo además que Sylvia no había hecho más que causar problemas desde que llegó a su casa y que era una muchacha inmanejable, y que justamente por eso la había enviado al Reformatorio de Indiana. Los vecinos y vecinas que vivían a lado de la casa de la señora Baniszewski oían gritos, lamentos, gemidos y golpes, pero no hicieron nada al respecto porque pensaron que era mejor no meterse en problemas.
El hogar de los Baniszewski era el punto de encuentro de muchos chicos y chicas del barrio. Cuando varios jóvenes observaron que Sylvia soportaba el abuso al que era sometida, ellos también comenzaron a mofarse de ella y a aplicarle castigos físicos. Los chicos la mordían, besaban, acosaban, intimidaban y abusaban de ella sexualmente. También traían a sus respectivas novias y a varios amigos, que también se reían de ella. Nunca pensaron que todo iba a llegar tan lejos.
Frecuentemente, estos otros invitados también decidían participar en los tormentos a la niña. Alguien hizo un dibujo de la niña poniéndole cuerpo de mujer y una posición sexualmente explícita. Este dibujo circula hoy día por Internet.
El 23 de octubre de 1965, Gertrude, con una aguja al rojo vivo, escribió en el abdomen y estómago de Sylvia: «Soy una prostituta y estoy orgullosa de serlo». A mitad del trabajo se cansó, pero Ricky Hobbs continuó el trabajo por ella mientras John Baniszewski Jr. le sujetaba los brazos a Sylvia Marie. A la mitad de penúltima palabra, la aguja dejó de quemarle la piel, por lo que Hobbs empezó a hacerle cortes en vez de rozar la aguja en la piel para escribir.
«¿Qué harás ahora, Sylvia? —musitó Gertrude con la mirada fría— ¿Qué harás? Ahora ya no podrás mostrarte desnuda ante ningún hombre sin que te vea la marca. Ahora ya nunca podrás casarte. ¿Qué vas a hacer?». El mayor castigo para aquella mujer, más allá de las torturas, de las palizas, de las humillaciones, parecía ser el no permitir a la muchacha que se casase, el dejar que viviera sola —al igual que Gertrude— para siempre. Esa tarde, Coy Hubbard pasó por la casa. Golpeó a Sylvia en la cabeza con un palo de escoba, dejándola inconsciente.

El asesinato de Sylvia

Pocos días antes de su muerte, la muchacha intentó escaparse. La descubrieron y fue brutalmente castigada. Su hermana Jennifer Likens fue obligada a abofetearle la cara hasta que quedara completamente roja.

El día anterior a la muerte de Sylvia Likens, Paula Baniszewski le dio a Sylvia su tratamiento especial: le pasó sal por todas sus heridas.

A la mañana siguiente, Sylvia estaba casi inconsciente. Tenía moretones, cortes y heridas de todo tipo en todo el cuerpo; hedía a causa de la falta de aseo, las cicatrices de quemaduras resaltaban por todas partes de su piel y hablaba sobre irse con sus padres y alcanzarlos en la feria donde se encontraban. Gertrude decidió que debía mojarla con la manguera. Llevaron una manguera de jardín al sótano. Todo el mundo se rio mientras el agua salpicaba sobre el demacrado cuerpo de Sylvia Likens. Al ver que ella no respondía, Richard Hobbs llamó a la policía con la esperanza de que le practicaran primeros auxilios y ella resucitaría milagrosamente, quedando ellos como héroes, y que todo estaría bien. Pero al ver el cuerpo, los oficiales y médicos declararon que el asesinato de Sylvia Likens era el peor caso de abuso físico que habían investigado en la historia del estado de Indiana. Sylvia Likens había muerto por hemorragia cerebral, shock y desnutrición.

Juicio


En el juicio, los adolescentes y niños del barrio aceptaron su culpabilidad y detallaron los castigos a los que habían sometido a Sylvia. Gertrude Baniszewski intentó librarse de la cárcel cargando toda la culpa en sus hijos y los adolescentes del barrio, aludiendo que ella no sabía nada de lo que ocurría en el sótano, pero todos los niños declararon lo mismo sobre Baniszewski: ella alentaba la tortura y participaba en ella. Jennifer Likens declaró lo mismo.
La mayoría de las personas que fueron invitadas a ver cómo torturaban a Sylvia terminaban maltratándola también, la humillaron y violaron, y ellos parecían deleitarse con todos esos gritos de dolor y querían también maltratarla. En el momento del juicio, el fiscal les pregunto el por qué de su actitud, por qué maltrataban también a Likens, por qué no hicieron nada para ayudarla. Todos contestaron lo mismo: «No lo sé, señor». Ninguno de ellos supo justificar su propia actitud.

Condenas
Gertrude Baniszewski

1.-Gertrude Baniszewski. Fue hallada culpable de asesinato en primer grado y sentenciada a cadena perpetua. Se le recluyó en la Prisión de Mujeres de Indiana. Obtuvo su libertad condicional el 4 de diciembre de 1985, luego de estar veinte años en prisión. Poco antes de morir en 1990, Gertrude Baniszewski aceptó finalmente su culpabilidad, responsabilizando sus actos criminales a sus problemas personales y a una serie de medicamentos que ingería.
Paula Baniszewski

Paula Baniszewski


2.-Paula Baniszewski. Fue hallada culpable de asesinato en segundo grado y sentenciada a cadena perpetua. Obtuvo su libertad condicional el 23 de febrero de 1973, luego de servir siete años en prisión. 
Cambió su nombre a Paula Pace y no se supo de ella hasta 2012, cuando estaba descubrió que vivía en la pequeña aldea de Marshalltown en Iowa y trabajaba para el sistema escolar en la ciudad vecina de Conrad. Pace / Baniszewski, la madre de dos hijos adultos, no fue acusada de ningún delito adicional, pero fue despedida de su trabajo por proporcionar información falsa en la solicitud de su empleado. 

3.-Coy Hubbard. Fue hallado culpable por homicidio y sentenciado a 21 meses  de prisión. Se convirtió en un delincuente y volvió a la cárcel con frecuencia. Hubbard, un niño del vecindario y novio de Stephanie Baniszewski, participó plenamente en la tortura de Sylvia. Sus "contribuciones" incluyeron el uso de ella como un muñeco de práctica para judo y golpes y empujarla por las escaleras del sótano. 
Condenado por homicidio involuntario, sirvió solo dos años antes de ser liberado. Su abogado, Forrest Bowman Jr., recuerda haberse encontrado con él a principios de la década de 1970 cuando se detuvo en una estación de servicio cerca del centro de la ciudad donde Hubbard trabajaba. "Fue muy efusivo y dijo: 'Entra, quiero presentarte a mi jefe'", recuerda Bowman. “Dije que sí. Ese fue el último contacto que tuve con él. Curiosamente, Hubbard nunca cambió su nombre y, según los informes, permaneció en el área de Indianápolis la mayor parte de su vida adulta. Fue juzgado por otro asesinato en 1982, pero absuelto. Según los informes, también perdió su trabajo en 2007 cuando se estrenó la película An American Crime, sobre el caso de Sylvia Likens. Murió en junio de ese año en Shelbyville.



Richard Dean Hobbs, uno de los vecinos de Gertrude Baniszewski. Richard fue hallado culpable por homicidio involuntario. Murió a los 20 años de cáncer pulmonar.

4.-Richard Hobbs. Fue hallado culpable por homicidio involuntario y sentenciado a 21 meses  de prisión.  Otro niño del vecindario que torturó a Sylvia, Hobbs realizó el infame acto de ayudar a tallar las palabras "Soy una prostituta y estoy orgullosa de ello" en su estómago con una aguja grande. La tarea macabra fue iniciada por Gertrude, pero cuando ella estaba demasiado cansada para terminar, Hobbs intervino. Condenado por homicidio involuntario, cumplió una breve condena y murió de cáncer en 1972 a los 21 años.
John Baniszewski Jr. durante el juicio por su participación en el asesinato de Sylvia Likens, el 2 de mayo de 1966.

5.-John Baniszewski Jr. Pese a tener trece años de edad fue sentenciado a cumplir 21 meses de cárcel; fue el preso más joven del reformatorio de la historia de ese estado. Tras cumplir su condena, se convirtió en pastor laico, para contar su historia; Según los informes, un ministro laico y agente de bienes raíces con una esposa y tres hijos, murió de cáncer en 2005 a los 52 años. En una obra maestra de eufemismo, una vez le dijo a un periodista que "mi madre era una mujer muy egoísta y egocéntrica". . "

6.-Stephanie Baniszewski. Fue hallada culpable por cómplice y fue sentenciada a cumplir 12 meses en prisión. Ella, junto con Coy Hubbard, arrojó a Sylvia por las escaleras del sótano, lo que le produjo una hemorragia cerebral. Eso produjo una de las causas de su muerte. Stephanie, la segunda mayor de los niños Baniszewski, tenía 15 años en el momento del crimen. Aunque admitió haber participado hasta cierto punto en el abuso de Sylvia, se le concedió un juicio especial y luego se retiraron todos los cargos en su contra, probablemente porque aceptó presentar las pruebas estatales contra su familia. Según los informes, cambió de nombre, se casó, tuvo hijos, trabajó como maestra y ahora vive en Florida.

Testigos


1.-Shirley Baniszewski


Shirley Baniszewski, de diez años, testificó en el juicio en 1966.
Quinto mayor de los niños Baniszewski, Shirley fue el más joven de la familia en participar activamente en la tortura de Sylvia. Aunque la niña de 10 años calentó una aguja que se usó para quemar a la víctima, nunca fue acusada de ningún delito. Hoy se desconoce su paradero.


2.-Marie Baniszewski

Cuarto, el mayor de los niños Baniszewski, Marie tenía 11 años cuando tuvo lugar la tortura. No se presentaron cargos contra ella. Ella testificó durante el juicio, convirtiéndose en la única miembro de la familia Baniszewski en llorar en el estrado durante el interrogatorio. Según los informes, todavía vive en Indiana.

3.-James Baniszewski


Debido a que solo tenía 8 años en ese momento, James no fue arrestado ni llamado a testificar, aunque algunos informes sugirieron que jugó un papel en el crimen. De todos los descendientes de Baniszewski, el menos se sabe sobre él.

1 comentario:

  1. un terrible crimen, provocado por una familia de miserables y desagraciados

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