Ricardo Palma Salamanca (Santiago, 1 de julio de 1969), conocido como «El Negro» o «Rafael», es un exguerrillero chileno que fue miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Fue condenado como autor material del asesinato del senador Jaime Guzmán, por secuestro y otros delitos diversos. Estuvo prófugo entre el 30 de diciembre de 1996, fecha en que se fugó desde la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago. Biografía Ricardo Palma cursó la enseñanza media en el Colegio Latinoamericano de Integración y posteriormente realizó estudios de fotografía y guitarra. En 1985 ingresó a las Juventudes Comunistas de Chile y desde 1986 pasó a formar parte de las Milicias Rodriguistas, antesala de su ingreso al Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). A fines de la década de los ochenta, Palma se consolidó dentro del FPMR como uno de sus más destacados cuadros operativos. En esa época, conoció a Raúl Escobar Poblete, alias Emilio, con quien conformó una dupla que en los años siguientes ejecutó las acciones más radicales de la organización. Es así que intervino como autor material en las muertes del coronel de carabineros Luis Fontaine, y del sargento de ejército Víctor Valenzuela Montecinos, participando además en el atentado con explosivos a un grupo de marines norteamericanos en Valparaíso, y actuando como miembro del grupo que secuestró a Cristian Edwards, entonces joven empresario e hijo de Agustín Edwards Eastman —dueño de El Mercurio— en septiembre de 1991. ¿Quién es Ricardo Palma Salamanca? Palma Salamanca nació en el año 1969. Cursó la enseñanza media en el Colegio Latinoamericano de Integración y posteriormente realizó estudios de fotografía y guitarra. En 1985 ingresó a las Juventudes Comunistas de Chile y desde el ’86 pasó a formar parte de las Milicias Rodriguistas, antesala de su ingreso al Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Dentro de este movimiento, intervino como autor material en las muertes del coronel de carabineros Luis Fontaine y del sargento de ejército Víctor Valenzuela Montecinos. Además, fue miembro del grupo que secuestró a Cristián Edwards, hijo de Agustín Edwards Eastman, ex dueño de El Mercurio. Pero el hecho que marcó su figuración pública fue el asesinato del senador de la Unión Demócrata Independiente (UDI) Jaime Guzmán, el 1 de abril de 1991. Palma fue el autor material de los disparos que terminaron con la vida del ideólogo de la Constitución del ’80. El 25 de marzo de 1992 fue detenido por la Policía de Investigaciones (PDI), acusado por el secuestro de Edwards y las muertes de Guzmán, Fontaine y Valenzuela. En tres de estos procesos fue condenado a cadena perpetua y en el caso Fontaine su condena fue a 15 años de prisión. El 30 de diciembre de 1996, Palma Salamanca se fugó de la cárcel de Alta Seguridad de Santiago gracias a un helicóptero. Fue un escape cinematográfico organizado por el FPMR. Desde ese momento fue uno de los hombres más buscados por la PDI por delitos de homicidio, infracción a la ley de armas y por la fuga desde la cárcel de alta seguridad. Tres meses después del escape, Palma hizo llegar una carta a su madre, Mirna Salamanca, donde la tranquilizaba sobre su estado de salud, pero no daba pistas de su paradero. En la clandestinidad escribió dos libros: “El gran rescate”, donde detalla la fuga de 1996, y “Una larga cola de acero”, sobre sus vivencias en el FPMR. Lo que se sabe es que Palma habría residido en México hasta la captura de su compañero en el Frente Raúl Escobar Poblete, alias comandante Emilio, ocurrida el 30 de marzo de 2017 en ese país. Al parecer se hacía pasar por fotógrafo mexicano de nombre Esteban Solís. Sin embargo, el 16 de febrero de 2018, Salamanca fue capturado en Francia, información que fue confirmada por el ministro Mario Carroza en Chile. El gobierno chileno solicitó su extradición para enfrentar nuevamente a la justicia chilena, y el 2 de noviembre de este año la Oficina Francesa de Protección de Refugiados y Apátridas (OFPRA) le concedió asilo político. Su RUT es el siguiente: 12.652.666-0; Nombre Completo RICARDO PATRICIO PALMA SALAMANCA. Hermana Marcela Palma Salamanca |
Mirna Salamanca, madre del asesino de Jaime Guzmán. El 23 de enero pasado, Mirna Salamanca Astorga estaba en su casa con una de sus hijas cuando la televisión informó que la Corte de Apelaciones de París había rechazado la extradición de su hijo Ricardo Palma Salamanca. El prófugo chileno más buscado en los últimos años, condenado a cadena perpetua como autor material del homicidio del senador Jaime Guzmán y el secuestro a Cristián Edwards, entre otros crímenes, fue uno de los cuatro exfrentistas fugados cinematográficamente de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago el 30 de diciembre de 1996. Mirna lo había visitado tres días antes, sin saber que pasarían 22 años antes de volver a hacerlo. La decisión judicial en París, Mirna Salamanca la recibió tranquila. No hubo lágrimas. Estaba en su dormitorio ordenando y una amiga de su hija Marcela les avisó por WhatsApp que habían anunciado el veredicto. De inmediato prendió la televisión y se sentó a esperar la noticia, rodeada de sus gatos, en la austera casa de paredes blancas que habita en la comuna de La Reina. —¿Temía por su hijo si lo extraditaban? —Nunca pensé que tendría que volver. No sé si era una manera de cubrir mi miedo, pero siempre dije que no hay que quejarse ni llorar antes de tiempo. Cuando escuché el fallo, ni me emocioné. Me alegré de ver feliz a la gente que lo conocía y únicamente pensé que de ahora en adelante podrá pasar las noches tranquilo. A sus 84 años, Mirna se ve en buena forma. Es delgada, algo que le queda de sus tiempos como profesora de Educación Física. Con su pelo blanco muy corto y sus movimientos pausados, transmite una fragilidad que inspira incluso ternura. Sin embargo, al hablar lo hace con una convicción y entereza tales que impresiona. Dice que ahora su hijo “tendrá la posibilidad de hacer lo que quiera, estudiar, trabajar o tener una vivienda. Es posible que en la medida que se haga ciudadano francés y aprenda el idioma, pueda transitar libremente por otros lugares. El ve su futuro haciendo lo que sabe hacer: escribir y sacar fotos”. El veredicto de la corte francesa es inapelable y por tanto, irreversible. En Chile, el canciller Ampuero lo calificó de incomprensible y en la UDI las reacciones han ido desde pedir que el Parlamento Europeo se pronuncie hasta anunciar un proyecto de ley que revoque la nacionalidad chilena a los condenados por terrorismo. El senador José Antonio Coloma calificó la decisión como “un triunfo de la impunidad”, mientras la alcaldesa Evelyn Matthei advertía que “los asesinos siempre pagan”. Para la madre de Ricardo Palma, son declaraciones sin ninguna validez. “Si yo fuera de derecha mejor no diría nada”, sugiere, “creo que no tiene moral para decir lo malo que hicieron otros, porque ellos lo hicieron peor…” A su juicio, los políticos deberían entender que Francia llevó adelante un proceso judicial y decidió. De hecho, el tribunal francés consideró las declaraciones de Palma sobre el uso de tortura para lograr su confesión en el caso de Jaime Guzmán. “Me gustaría citar al abogado que lo defendió. Dijo que si un individuo viene de un país que tuvo tantos años de represión, con muertes y búsqueda de gente para eliminarla, evidentemente no tenía otra opción que salir de donde estaba”. —¿Entiende la necesidad de justicia de los familiares de Jaime Guzmán y de sus partidarios? —Obviamente lamento que hayan perdido a su hijo o hermano… pero él también hizo de las suyas, fue el que transformó la Constitución. Entiendo a cualquier padre, madre o hermano que sienta tristeza porque esa persona murió, pero más allá no opino. —¿Aún sostiene que la acción contra Guzmán fue un acto político? —Sí, hasta que me muera. Sí, fue un acto político… uno de los peores actos políticos, pero fue un acto político. En 1965, casada y con dos de sus tres hijos ya nacidos, Mirna Salamanca se incorporó al Partido Comunista. Fue muy activa durante la dictadura, incluso, en 1988 debió salir del país y viajó a Suecia por un tiempo. En ese tiempo trabajaba como profesora de gimnasia en el Colegio Latinoamericano de Integración, desde donde Ricardo, el menor de sus tres hijos, acababa de egresar para estudiar fotografía en el Instituto Arcos. Las dos hermanas mayores de Ricardo, Marcela y Andrea, fueron dirigentas estudiantiles desde fines de los ’70 y ambas estuvieron detenidas y fueron torturadas, una de ellas incluso estando embarazada. Pero para Ricardo, el activismo político que veía en su familia no era suficiente, él tenía convicciones más extremas. Mirna está segura de que el secuestro y posterior degollamiento de Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino en marzo de 1985 —los dos primeros fueron detenidos en la entrada del Colegio Latinoamericano—fue un hecho que lo marcó. Recuerda que ese día se desocupó antes de su clase y salió a comprar.
Palma Salamanca tenía 18 o 19 años cuando le reconoció a su madre que quería pertenecer al Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Mirna no recuerda cómo se lo dijo exactamente, pero afirma que no pudo hacer nada pues nunca les prohibió algo a sus hijos. Además Ricardo había crecido en un círculo muy politizado de izquierda. “Era imposible disuadirlo… siempre quiso pertenecer al Frente. Sabía que no le podía decir nada, ni siquiera asustarlo con que si le pasaba algo yo me iba a quedar sola. Siempre les di libertad de ser a mis hijos”, admite. —¿Y a usted le costó aceptar su decisión? —Es una pena que mi hijo haya sido testigo de algo tan crudo en su adolescencia y que eligiera estar en ese ambiente, pero él nunca dejó de ir a dormir a la casa. Yo sabía que los jóvenes que postulaban y quedaban en el Frente se iban de la casa, pero él nunca se fue. —Con eso los expuso a todos… —Nos expusimos. Estaba convencida de que uno tiene que hacer su aporte. A mis hijas les pedía por favor que fueran cuidadosas, pero a mi hijo no le decía nada. Lo dejé ser, eso era lo que él quería. Antes de despedirse, se detiene para decir algo que le parece fundamental dejar aquí establecido: “Todavía me siento orgullosa del hijo que crié. El Negro, como apodan a Ricardo Palma, fue apresado por la Policía de Investigaciones en 1992 y condenado a sendas cadenas perpetuas por el secuestro de Cristián Edwards y el asesinato del senador UDI, ambos hechos ocurridos entre 1991 y 1992. Antes también participó en otros tres asesinatos cometidos por el Frente en 1989 y 1990. Luego de su legendaria fuga en helicóptero junto a otros cuatro frentistas, pasó más de veinte años en la clandestinidad —la mayoría de ellos en México— hasta que en febrero de 2018 fue detenido por la policía francesa en París. Se presume que llevaba cerca de nueve meses en la ciudad y que su captura fue posible luego que otro exfrentista refugiado en México fuera capturado por participar en varios secuestros y entregara indicios sobre Palma Salamanca, quien debió huir del país azteca junto a su pareja, Silvia Brzovic. Tras ser sometido a control y liberado por la policía francesa bajo prohibición de salir de ese país hasta resolver su situación judicial, Palma Salamanca debió presentarse diariamente a firmar en una comisaría. Solo entonces, al verlo en los noticieros, Mirna Salamanca tuvo la certeza de que su hijo no estaba muerto. La última vez él tenía 27 años y el hombre que ahora le mostraban los canales era un hombre canoso de 48. Mirna jamás faltó a las visitas de los días viernes en el tiempo que su hijo estuvo preso. Luego de su detención, a Palma Salamanca lo mantuvieron en la Brigada de Homicidios de la PDI, donde —dice su madre— lo trataron muy mal, lo torturaron y lo mantenían a puro café. Luego pasó a la Penitenciaría, a la cárcel de San Miguel y finalmente a la Cárcel de Alta Seguridad. “Nunca lo vi mal cuando lo visitábamos. Escribía mucho y nos mandaba cartas. Siempre se reía, jugaba fútbol, no sentía rabia ni pena”, rememora. Ese 27 de diciembre de 1996 se despidieron como siempre, pero antes de irse Mirna se dio vuelta para verlo una vez más. En ese momento su hijo se devolvió corriendo y le dio un beso grande, con mucho cariño- “Me impresionó tanto que le dije que todavía no era Año Nuevo. Fue como un gesto desesperado, creo que él en ese momento pensaba ‘mamá no te puedo decir lo que quiero’. Fue la última vez que lo vi”. Tres días después, estaba en la sede de los familiares de los presos de la CAS cuando una periodista llamó para contar, casi gritando, que cuatro integrantes del FPMR se habían escapado por el aire en una fuga que parecía sacada de una película. Un helicóptero se posó en el aire sobre el patio de la cárcel mientras desde la cabina eran disparadas ráfagas de fusiles M-16 para impedir la acción de los gendarmes. Los frentistas se subieron a un canasto blindado que colgaba del aparato y este emprendió el vuelo rápidamente. “No podíamos creer que alguien pudiera fugarse de esa cárcel. Estaba hecha para no fugarse. Yo pensaba que los iban a encontrar en seguida y temía por la seguridad de mi hijo. Pero todo estaba tan bien hecho, que pudieron escapar y salir del país”. Palma habría buscado refugio en Cuba, pero también pasó un tiempo en Argentina. Tampoco se sabe con precisión cuándo se estableció en México junto a Silvia Brzovic. Según Interpol, desde hace una década que Palma vivía con ella y sus dos hijos en San Miguel de Allende, un pueblo turístico. Sus identidades falsas eran Esteban Solís Tamayo y Pilar Quezada Moreno, él fotógrafo y ella directora de arte de una galería. En estos años, Mirna Salamanca nunca habló con su hijo, pues creía que le jugaría en contra y lo podían detener. Sin embargo, le aseguraban que estaba bien. Un mes después de la fuga, le entregaron unas fotos de los prófugos que luego fueron reproducidas por la prensa, junto a una carta. “Tocaron el timbre y me entregaron un sobre. Cuando miré para pagar ya no había nadie, no sé quién fue”, asegura. Confiesa que en los años siguientes le llegaron algunas cartas de su hijo, pero que jamás supo dónde estaba. Mujer de pocas palabras, los años le han conferido el temple de alguien que ha debido esperar. Pero más allá de la incertidumbre, jamás pensó que su hijo fuera a morir o que no fuera a saber más de él.
El reencuentro A fines de 2017, la prensa chilena informó que en junio de ese año Palma Salamanca había sido detenido en Francia cuando ingresaba a ese país con su familia por el aeropuerto Charles de Gaulle, pero luego puesto en libertad. El gobierno chileno solo habría tomado conocimiento el 1 de diciembre de 2017. La prensa lo vinculó a una red de secuestradores en México señalando a Palma como cómplice del exfrentista Raúl Escobar Poblete, alias “el comandante Emilio”, detenido desde mayo de 2017 por las autoridades mexicanas. “No lo creí, lo único que hubiera creído es si me mostraban el cadáver de mi hijo”, dice Mirna. “Ricardo no se metió en nada en México, se dedicó a trabajar. En San Miguel de Allende los niños estaban en el colegio y ellos eran buenos apoderados”, agrega. Hasta que detuvieron al “comandante Emilio”. Ese día, Ricardo Palma le dijo a su familia que arreglaran sus cosas de inmediato porque se iban de México. Partieron al día siguiente, a las seis de la mañana. Informado de su presencia en Francia, en 2018 el gobierno chileno inició la ofensiva para extraditarlo y que cumpliera su condena en nuestro país. Por su parte, los familiares del fugado contrataron en Francia al prestigioso abogado Jean-Pierre Mignard, experto en derechos humanos, mientras gestionaban la solicitud de asilo político. Este le fue concedido en noviembre por la Oficina de Protección a los Refugiados y Apátridas de Francia (OPFRA). En abril de 2018, Mirna, su hija Marcela y el mayor de sus nietos viajaron a París a encontrarse con Ricardo y Silvia. En la oportunidad también conocieron por primera vez a los dos hijos de ambos. “Fue intenso y no nos dedicamos a conversar los detalles. Me dio gusto verlo porque estaba igual, claro que habían pasado 20 años y ya no era el Ricardito: ahora se corta muy corto el pelo, no era su costumbre”, comenta de ese reencuentro. El acercamiento con sus nietos Palma Brzovic fue despacio: “El niño es bien retraído, porque se llevó la parte más dura de la vida de su padre; pero ella es muy simpática y muy chilena, pese a no haber estado nunca en este país”, observa. —¿Le dijo a Ricardo que se sentía orgullosa de él? —Todavía me siento orgullosa del hijo que crié. Nunca nos peleamos, tampoco nos recriminamos ni le negué nada. Esos días de abril en París estuvieron salpicados de momentos familiares como no los habían tenido en décadas, como los de antes. No pelearon, ni se recriminaron nada. Y el último día, cuando ya regresaban a Chile y una lluvia primaveral los sorprendió camino al aeropuerto, la nostalgia superó a Mirna y se emocionó:
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Esta semana en Francia se llevó a cabo la audiencia donde se le notificó a Ricardo Palma Salamanca la solicitud de extradición de parte de nuestro país para que enfrente a la justicia chilena por las condenas que mantiene pendientes por el asesinato del fundador de la UDI, Jaime Guzmán, y el secuestro de Cristián Edwards. Consultado por si quería ser puesto a disposición de las autoridades chilenas, a lo que el ex FPMR respondió con un rotundo “no”. El tribunal determinó que la primera audiencia para analizar su posible extradición será el próximo 10 de octubre, a lo que el abogado chileno advirtió que el proceso “podría durar un año”. Ante esta situación la familia de Palma Salamanca aseguró que la solicitud de extradición por parte de la justicia chilena no será aceptada en Francia. Marcela, hermana del ex frentista, expresó que “Ricardo y Silvia (Brzovic, su pareja) se encuentran en las mejores condiciones que podrían haber estado. Están rodeados de gente que los quiere, que los protege, que los cuida y están pacientes esperando la respuesta del país que los acoge en este momento“. Sergio Castro, documentalista "Al final están ambos", se responde el director Sergio Castro, quien reestrena este viernes el documental vía online a través de las plataformas de M100, sobre la vida de este frentista que estuvo preso y 22 años prófugo de la justicia chilena por el asesinato de Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards. Por meses entrevistó a sus hermanas, a su madre y al mismo "Negro", quienes a través de sus recuerdos reconstruyen la vida y las motivaciones de Palma Salamanca. Este viernes se reestrena el documental El Negro, del director Sergio Castro (41 años), en la web de Matucana 100 (M100). El documental trata sobre la vida de Ricardo “Negro” Palma Salamanca, uno de los prófugos más buscados el Frente Patriotico Manuel Rodríguez, quien estuvo involucrado en el homicio de Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards. La vertiginosa vida de Palma Salamanca en Chile finalizó con un escape de película, en un canasto amarrado de un helicóptero en 1996, desde la cárcel de Alta Seguridad. En 2018, Palma Salamanca apareció en Francia y solicitó asilo político a ese país, que fue concedido en noviembre de ese año. Estuvo 22 años prófugo, en México, usando otra identidad y permanentemente cambiando de casa y de ciudad, sin ser encontrado por la policía chilena ni internacional. La película comienza narrando la historia de infancia y adolescencia de Palma Salamanca en la voz de sus dos hermanas mayores y su madre, una militante comunista de base. Las tres, personalidades fuertes y reflexivas, marcan la historia del joven en medio de la década de los 80’s, de un país convulsionado por la larga dictadura y la protestas en contra del régimen. Y las experiencias de ellas marcan las decisiones de el Negro: una de sus hermanas, como dirigente estudiantil, fue torturada y abusada sexualmente por sus torturadores, mientras que la otra, años después, fue detenida y torturada estando embarazada. Un tercer episodio termina por marcar las decisiones de Palma Salamanca: el secuestro y asesinato de José Manuel Parada y Manuel Guerrero, profesores del colegio Latinoamericano, donde estudiaba, por parte del Comando Conjunto de Carabineros. “Yo creo que ahí Ricardo dijo ‘no más’”, dice una de sus hermanas. Es ahí donde la figura de Palma Salamanca aparece en la película. Con una estética cuidada, con planos de él en Francia en medio de árboles,observando a la gente pasar por una ventana, se va dibujando al personaje, que pasa de ser un guerrillero urbano obediente del Frente Patriótico Manuel Rodríoguez, a ser un padre de familia preocupado por sus hijos y su familia. La libertad, para Palma Salamanca, tiene un precio alto: el abandono de su pasado y de su familia, para no ponerlas en riesgo. La película también tiene un material de archivo valioso de la época y de Palma Salamanca. A través de estas imágenes y de mostrar un diálogo entre las hermanas y la madre del protagonista, se hace patente la soledad y el silencio irrestricto que mantuvo el ex frentista por años. El documental no juzga sus actos y tampoco romantiza al personaje. Al contrario, abre otra faceta de él, con sus complejidades y contradicciones. Las mismas hermanas debaten con las ideas de su hermano, pero también logran comprender de alguna manera cómo y por qué él decide entrar al frente y mantenerse en la organización tras el fin de la dictadura. “Al principio yo me preguntaba ¿en qué lugar me pongo? ¿en el lugar del héroe o del asesino? Y la película en realidad se pone en ambos lados, porque ellas están en ambos lados. Para mí era imposible enaltecer al personaje o hundirlo, había que ser cuidadoso de analizar al personaje más allá de si lo que hizo estuvo bien o mal. Creo que la película va por otro lado, no intenta hacer esa evaluación, esta evaluación la hace la historia”, comenta el director en esta entrevista con INTERFERENCIA. - Como historia, como narrativa, es bien fascinante la historia de Ricardo “Negro” Palma Salamanca. Pero en lo personal ¿Qué le interesó de esta historia? ¿Por qué quiso hacer un documental de Palma Salamanca? - Son varias cosas que se cruzan, mi primera motivación partió por el personaje en cuestión, que siempre me llamó la atención su clandestinidad. Cómo él podía sostener una clandestinidad por tanto tiempo, casi como un personaje de película, en todo el sentido de la palabra. Eso me motivó para ponerme en contacto con la familia, y cuando me pongo en contacto con una de las hermanas de Ricardo, me doy cuenta que hay todo un mundo que tiene que ver con ellas, con las mujeres de esta familia. Pensemos que este documental empieza a hacerse cuando Ricardo estaba fugitivo. En ningún momento la película tuvo el propósito de encontrarlo a él, sino todo lo contrario, era retratar a un personaje que no existía, que estaba desaparecido, clandestino, fugitivo. Y me fui encontrando con estas tres mujeres, la mamá y las dos hermanas, que por un lado reconstruían esta historia de él, pero al mismo tiempo había toda una historia propia de ellas. Me interesó mucho mostrar una parte de la historia de Chile que es dolorosa, no solo para la familia de Jaime Guzmán, sino también para la familia de Ricardo, porque ellas tuvieron que vivir con esa carga, con la carga de tener un hermano que nunca más vieron y con la carga de haber sido mujeres que fueron torturadas. Yo al principio no tenía idea de la persecusión política que ellas vivieron como dirigentes estudiantiles, con mamá comunista, y sufrieron mucho. Por eso en la primera parte de la película habla más de ellas, y para mí siempre fueron las protagonistas, y Ricardo aparece casi como una respuesta a ciertas cosas que ellas introducen. - Ellas son personajes super fuertes, de alguna manera se roban un poco el protagonismo de la película, ellas cargan con una análisis potente de lo que pasó, político y humano. La mamá también es un personaje muy especial. No sé si usted vio, en el desarrollo o al término de la película, como ellas son parte de la formación de Ricardo Palma Salamanca, digo, al parecer no se explica la historia de Palma Salamanca sin la historia de ellas. - Sí, me sorprendió igual que a ti y me sorprendió también el hecho de que ellas nunca antes de la película se habían sentado a hablar del tema. De ahí surge esta escena donde están las tres reunidas, con fotos encima de la mesa, con cartas, que es la primera vez que ellas hablan estos temas y abren esta especie de caja de Pandora de la historia de Chile, que es la historia de ellas y la de Ricardo, y ahí de cierta forma la película se arma. Hay un relato muy íntimo alejado de la historia oficial, de un personaje controversial, que pone en tela de juicio temas morales. Al principio yo me preguntaba ¿en qué lugar me pongo? ¿en el lugar del héroe o del asesino? Y la película en realidad se pone en ambos lados, porque ellas están en ambos lados. Para mí era imposible enaltecer al personaje o hundirlo, había que ser cuidadoso de analizar al personaje más allá de si lo que hizo estuvo bien o mal.Creo que la película va por otro lado, no intenta hacer esa evaluación, esta evaluación la hace la historia. Acá se ve cómo ellas estaban muy conflictuadas por estos temas, y ese conflicto, imagínate lo que significa para un cineasta, no hay película sin conflicto y qué conflicto más potente que este. - Esta película podría enmarcarse en una generación de realizadores de 30, 40 años, que está haciendo documentales sobre temas de la dictadura, de memoria, como Lissette Orozco, con el Pacto de Adriana, o Venían a Buscarme. Son películas que están hablando desde otra perspectiva de la dictadura y que les ha ido muy bien, hay mucho interés por estas historias. No sé si usted se siente parte de esta generación o de casualidad se vio envuelto en este proyecto. - Yo trabajo en documental y en ficción, por eso no me catalogo como un documentalista, de hecho tampoco como un documentalista de solo temas políticos. Lo que sí es que el tema político siempre me ha interesado y a la vez, siempre me han interesado personajes un poco border, en el sentido de que son personajes poco comprendidos por la sociedad. Por ejemplo, mi película de ficción La Mujer de Barro, es un personaje que está border, desclasada, muy humilde, con un pasado donde hubo abuso y violación. Siempre me ha interesado contar historias desde esos personajes, que parecen secundarios, como en este caso se habla de Ricardo desde las mujeres de su familia. De todas formas, coincido en que hay documentales de nuestra generación que están dando una lectura o relectura mucho menos literal de lo que se hizo antes, de la dictadura. Creo que lo que vemos hoy día tiene que ver con los resabios de la historia, es decir, ya no tiene que ver con la historia de Palma Salamanca, sino con lo que deja la historia de Palma Salamanca, qué hay detrás de esa historia, y cómo vivimos con esa carga, porque también somos una generación post dictadura, eso también hay que entenderlo. Lo que vive Chile hoy día y nosotros como jóvenes adultos, son las consecuencias de esa dictadura. Muchas cosas nos recuerdan a esa dictadura. Y me parece interesante ese “no perdón” que como país tenemos, que no hemos podido sanar esa herida, y por eso esas heridas vuelven y vuelven. - Uno puede conectar rápidamente la película con la Constitución, en el sentido de que la película habla también del asesinato de Jaime Guzmán, uno de los artífices de la actual Constitución que ahora se busca cambiar, de alguna manera eso se conecta con la actualidad. Pero más allá de ese dato ¿Qué otras cosas de la película crees que se conectan con el Chile actual? - Yo creo que lo que más conecta tiene que ver con el arrojo, el arrojo de opinión, porque es una película que no tiene pelos en la lengua, en el sentido de que los personajes hablan posiblemente por primera vez de todo lo que piensan de la historia de su hermano, de su historia, su hijo, de la historia de Chile. Hoy día el chileno no está callando, estamos denunciando todo lo que sucede, más allá que algunas veces eso no tiene efectos, pero eso es otro problema, que estén todos los antecedentes, las herramientas, para cambiar y al final nada cambia, lo que genera impotencia. Y en esa impotencia, está este arrojo que tuvo en algún momento la izquierda, el Frente Patriótico y Palma Salamanca, y también este arrojo personal de decir “necesito salvar a mi familia y para eso desaparezco, me voy a la clandestinidad y mato virtualmente a mi familia para poder salvarla”. Me gustó mucho la frase que dice una de las hermanas, Andrea, que es algo así como “en el fondo, ¿para qué sirvió toda esta cuestión?”. Es bien dura esa frase, porque claro, Ricardo mató a Jaime Guzmán, pero Guzmán quedó como un mártir, y seguimos con esa misma Constitución y Chile sigue amarrado a esa estructura o jerarquía, o sea, no fue ni por la paz ni por la violencia, es muy fuerte. Para mi refleja a un Chile muy deprimido, Chile está super deprimido, o sea, no sabemos qué más hacer para que las cosas cambien. - A propósito de las frases potentes de la película, me quedó dando vueltas varias frases de la película, una en especial es de Ricardo Palma Salamanca, que habla que tras la fuga, su misión se transforma en la de proteger la vida. Es como una especie de redención del personaje, que se dedica a proteger y amar la vida escondiéndose, protegiendo a su familia. ¿Qué piensa de esa frase que le dice? - Sí, totalmente, es que él vio que de alguna manera su forma de proteger a los que él quería era haciéndose invisible. Y esa invisibilidad le dio a él la salvación, porque en el fondo creo que el personaje tiene la inteligencia de decir “bueno, hice todo esto, no se logró nada, me escapé, vivo mi libertad… y ya no sé por qué más pelear”. Como dije, viene la pregunta de hasta qué punto estamos dispuestos a pelear, y eso no tiene que ver con arrepentirse o no, sino con decir que uno hizo todo lo que podía hacer, qué sigue después, y en algún minuto uno debe pensar en uno, en los hijos, la esposa, la familia que está en Santiago. Pareciera que es bien contradictorio, pero hay que pensar que son dos negro palma, ese militante y ese padre y esposo. |
A 20 años de la fuga del CAS del FPMR, habla Mirna Salamanca, la madre de Ricardo Palma: “Me siento orgullosa del hijo que crié” El 30 de de diciembre de 1996 fueron rescatados cuatro frentistas desde la cárcel de alta seguridad. En la llamada Operación Vuelo de Justicia se fugaron Pablo Muñoz, Mauricio Hernández, Patricio Ortiz y Ricardo Palma. A veinte años de esta fuga, la madre de Ricardo -condenado a cadena perpetua por la muerte del senador UDI, Jaime Guzmán- habla con The Clinic. Esta es la historia de cómo la vida de Mirna Salamanca influyó en su hijo para que en abril de 1991 descargara su arma contra el ideólogo de la actual Constitución. Mirna Salamanca Astorga vive en una casa espaciosa en La Florida. Gran parte del día lo pasa sola. Dice que nunca se aburre. Lee, ve tele, está con sus animales. Los días más agitados son cuando toma el colectivo que la lleva a la casa de la memoria José Domingo Cañas para participar de reuniones. En esa agrupación, hasta hace un par de meses, trabajó como observadora de Derechos Humanos. A muchos de esa organización los conoció tras la detención de su hijo Ricardo Palma Salamanca, condenado a cadena perpetua por asesinar al senador Jaime Guzmán en abril de 1991. Sólo cuatro años alcanzó a estar preso, antes de escaparse en un canasto artesanal elevado por un helicóptero, en lo que se denominó el Escape del Siglo. Ricardo Palma fue vital en la planificación de esa acción. Junto a Mauricio Hernández Norambuena (Ramiro), su compañero de celda, dibujaron los planos de la cárcel y escribieron informes de las rutinas de los gendarmes. Mirna siempre tuvo clara la cercanía del comandante Ramiro con su hijo. De hecho, cuando en 2002 Ramiro fue detenido en Brasil, Mirna participó de las asambleas de Derechos Humanos para conseguirle facilidades y el traslado a una cárcel en Chile. La semana pasada se conoció la noticia de que a Hernández le reducirían la condena de cadena perpetua a 15 años y un día, lo que facilitaría su extradición. “Jamás pensé que podría ocurrir eso. Cuando vi la noticia me alegré mucho. Lo principal es que esté un poco más cerca de su familia”, reconoce la mujer. Un proceso que no es posible para su hijo. “Ramiro no mató a nadie. Era el autor intelectual. Mi hijo mató a tres”, dice en un tono sereno. Cada vez que Mirna recuerda a su hijo, lo hace con tranquilidad. No demuestra tristeza. *** Año 1987. La lucha contra la dictadura era intensa y Mirna ya se había involucrado mucho más de lo que imaginó. Era militante del Partido Comunista desde mediados de la década del 60, pero su época más intensa la estaba viviendo ahora. Con la separación entre el Frente Patriótico y el Partido Comunista ocurrida ese mismo año, la mujer optó por seguir ayudando al Frente. Ricardo por ese entonces tenía 18 años y cursaba cuarto medio en el mismo colegio en el que ella hacía clases de educación física, el Latinoamericano. Ricardo iba al colegio, pololeaba, sacaba fotografías, se juntaba con amigos. Vivía con su madre, aunque en una semana promedio, sólo llegaba a dormir un par de veces. El resto de los días se quedaba en casa de su polola o en otro lugar incierto. Un par de veces Mirna Salamanca sintió que la seguían, pero prefirió no darle importancia. “Elegí vivir con la mente tranquila”, asegura. Un día de marzo de 1988 llegó a su casa y una vecina le avisó que la fueron a buscar dos hombres con trajes formales. Se preocupó. Le pidió a su hija Andrea que la acompañara a la Fiscalía para saber qué estaba pasando. “Ahí me interrogaron desde tres de la tarde a diez de la noche. Se sabían toda mi vida. Mi trabajo, mi familia, las veces que me cambié de casa”, recuerda. Al día siguiente fue a la Vicaría de la Solidaridad. El consejo, que pareció una orden, fue rotundo: debía irse de Chile. Ella no quería, pero la abogada que tomó su caso le hizo ver que con sus 50 años una cárcel sería devastadora. Eso la impactó. Le tenía miedo a ser encarcelada. Aceptó irse. En junio de 1988 la Vicaría le tenía lista la visa y dos pasajes a Suecia: uno para ella y otro para Ricardo. Apenas supo la noticia le pidió a su hijo que se juntaran. Se sentaron a conversar en el living de la casa. Cuando le contó, Ricardo le respondió fuerte y claro: “me dijo que no se iría por ningún motivo. Que muchas gracias, que me cuidara, pero él se quedaba”. Ese fue el momento preciso que encontró Mirna Salamanca para lanzarle a su hijo una pregunta que había aguantado por varios meses: “¿Eres parte del Frente?”. Ricardo Palma la miró seriamente. A los pocos segundos le dijo que sí, que estaba participando pero que no se dedicaba a las acciones más importantes. La madre confirmó su presentimiento. Pero ya no había vuelta atrás, a los días tomó el avión y se fue de Chile. Su hijo, lo supo después, no estaba a cargo de acciones menores en el Frente. En junio de 1989 -un año después de esa conversación con su madre- Palma asesinaría al cabo Roberto Fuentes Morrison, el Wally. En mayo de 1990 haría lo mismo con el coronel Juan Fontaine Manríquez, en abril de 1991 dio muerte a Jaime Guzmán, y fue parte del grupo que secuestró a Cristián Edwards . *** Mirna Salamanca Astorga creció en Barquitos, en una pequeña casa destinada a los obreros de una empresa minera, levantada cerca de la playa. Sólo tenía una pieza donde dormían todos los hermanos. En el living se acostaban los padres. Su hogar no tenía baño. Para hacer sus necesidades, la gente del lugar debía caminar hasta una larga construcción de cemento destinada para el uso común. Los desechos corrían por una canaleta a la vista de todos. Mirna, de solo 4 años de edad, le suplicaba a su madre no ir a ese lugar porque lo odiaba. La solución que encontraron fue usar una bacinica en la casa y llevar los desechos a la construcción de cemento. Conoció un baño por primera vez después de los 8 años de edad. En medio de todo eso, el hermano de su madre, su tío Óscar Astorga, se transformaba en un escape. Cuando llegaba, Mirna cambiaba de ánimo. Lo abrazaba. Astorga le hacía cariño y le preguntaba por su rendimiento en el colegio. “Lo veía como alguien grande, que estaba muy claro en lo que quería, que sabía mucho” cuenta. Óscar era sindicalista. Conversaba seguido con el padre de Mirna para hablar de los temas del sindicato. Ella, escondida de los adultos, escuchaba sus conversaciones. En ese tiempo, no entendía bien por qué su tío hablaba de injusticia, de que la empresa no daba lo que merecían los trabajadores, de lucha, de “gringos de mierda”. A los 10 años, Mirna supo que la empresa donde trabajaba su padre y su tío era la misma que había construido las casas sin baños, y contra la que peleaba Óscar Astorga. En 1945, luego que los gringos no le dieran un ascenso prometido, Carlos Salamanca se indignó y renunció a la empresa. Viajaron a La Serena buscando una nueva vida. Al poco tiempo, Mirna Salamanca se enteró que a su tío Óscar lo habían despedido de la empresa. Hoy, a sus 84 años, estos recuerdos le siguen produciendo rabia. *** En 1955, Mirna Salamanca se trasladó a Santiago para ingresar a la Universidad de Chile y estudiar pedagogía en educación física. Era lo que le gustaba. Los padres hablaron con una amiga de la familia para que la alojara mientras durara la carrera. Desde el primer año empezó a entrenar arduamente para estar en forma. Iba seguido al estadio de Recoleta para practicar. Un día de ese primer año universitario, con su clásica polera y buzo, decidió ir sola. A lo lejos, vio a un hombre vestido de blanco alistándose para trotar. Se acercó y le preguntó si era de la Chile. “Sí, estudio ahí. Hola, mucho gusto, me llamo Ricardo Rioseco”, contestó. Ricardo y Mirna se hicieron buenos amigos. A veces entrenaban juntos. A mitad de ese año, Ricardo le confesó algo personal, que no escondía, pero que tampoco contaba a cualquiera: hace mucho tiempo que era militante de las juventudes del Partido Comunista. En segundo año de universidad, Ricardo se postuló para ser presidente del centro de alumnos de la carrera. Mirna Salamanca se empapó de la campaña de su amigo. Era la primera vez que conocía de cerca la política. “En mi etapa de adolescente no era de leer mucho. Un par de cuentos solamente. La política no era tema en mi familia. Mis papás votaban por la izquierda, pero no se informaban mucho”, recuerda la mujer. Con las elecciones de Ricardo conoció cómo funcionaba el partido Comunista en su interna. Empezó a memorizar nombres de políticos que aparecían en los medios. Se hizo seguidora de el Clarín para informarse de lo que pasaba en Chile. El día de la votación, Mirna y todos los compañeros de curso que apoyaban a Ricardo estaban expectantes. La disputa era difícil porque competían contra un estudiante de cuarto año. Tras finalizar el conteo de votos, Ricardo Rioseco perdió las elecciones. Fue doloroso. De esta experiencia quedarían dos cosas importantes: la primera es que tras las elecciones comenzarían unas largas y profundas conversaciones sobre política entre Mirna y Ricardo, en la que este último asumió una función de maestro. La segunda, es que el militante del partido Comunista se convertiría en el primero de tres Ricardos que marcaría la vida de Mirna para siempre. *** A Mirna Salamanca la cautivaron los ideales de Salvador Allende. En 1965, ya casada con Ricardo Palma y con dos hijas (Marcela nace en 1962 y Andrea en 1963), se inscribe como militante en el partido Comunista, la organización política que sentía más cercana. Se empapó de la campaña de Allende en 1969, mismo año en el que nació Ricardo, su último hijo. Creyó fielmente en la vía democrática al socialismo. Sin embargo, todo cambió con el Golpe. Desde ese momento, las ideas de Fidel Castro le comenzaron a hacer más sentido. ¿Se podía derrotar a la dictadura sin las armas? En la década de los 80 su militancia se intensificó. Asistía a reuniones. Leía literatura política. Derrotar la dictadura pasó a ser una prioridad en su vida y también en su casa, a tal punto que sus dos hijas, ya adolescentes, siguieron sus pasos y se inscribieron en el partido. El padre de familia jamás sintonizó. Poco a poco la relación con Mirna se empezó a quebrar. Ricardo Palma Salamanca no siguió el camino de sus hermanas.
Ya de adolescente, el frentista presenció cómo detenían, con pocos meses de diferencia, a sus dos hermanas por ser dirigentes de sus centros de estudiantes en la Universidad Católica (Marcela) y de Chile (Andrea). Ambas fueron torturadas. “Ricardo acostumbraba a no hablar mucho en esos momentos. Se guardaba la rabia. Cuando pasó lo de las hermanas les hablaba, se preocupaba, pero no expresaba mucho”, recuerda Mirna. Pero hubo un hecho que marcaría a Ricardo siendo un estudiante de tercero medio del Latinoamericano. “El día que se llevaron a Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Parada, el 28 de marzo de 1985, fui a trabajar como cualquier día”, relata Mirna Salamanca. “Yo salí un poco antes y le dije a Ricardo que pasaría a comprar pan para tomar once y que él llegara después”, asegura. Cuando llevaba dos cuadras caminando Mirna escuchó disparos. Volvió al colegio y sólo alcanzó a ver la espalda de Guerrero y Parada subiéndose al furgón policial. Buscó a Ricardo en medio del caos. Profesores lloraban, estudiantes gritaban, un helicóptero rondaba el lugar. La histeria colectiva se desbordó. “Ricardo me abrazó fuerte cuando lo encontré. Estaba exaltado, su mirada estaba llena de rabia”, cuenta la mujer de 84 años.
*** El 25 de marzo de 1992 Ricardo Palma fue tomado preso por la policía de investigaciones mientras viajaba en una micro. Ese día Mirna -que había vuelto del exilio en 1990- lloró. “El último día que lo vi, previo a su detención, me prometió que pronto iríamos al cine. La mañana en la que me enteré que lo habían tomado preso, había salido a hacer un trámite y me pasé a la casa de mi hija Andrea. Cuando llego ella estaba llorando. Me contó que en las noticias anunciaron que el Negro, integrante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, había sido capturado. El Negro era mi hijo”, recuerda Mirna. De ahí en adelante se dedicó a visitarlo cada viernes, día asignado para las visitas en la cárcel. “Hubo días que lo vi tranquilo. Otros lo vi mal, sin fuerzas. Fueron largos cuatro años de verlo un día a la semana”, asegura Mirna Salamanca. La última vez que Mirna dice que vio a su hijo fue el 27 de diciembre de 1996, tres días antes del escape. Ese día Gendarmería dio permiso para que los internos celebraran las fiestas navideñas con sus familias. Habilitaron un espacio en el patio para que todos entraran. Fue un día mágico. Los años anteriores la celebración se había hecho en la sala de visitas, un espacio mucho más chico. Compartieron, rieron, festejaron. Tras despedirse, como lo había hecho de la misma forma por años, Mirna Salamanca sintió que esta vez debía voltearse a mirar a su hijo. Al mirar atrás, vio que Mauricio Hernández, más conocido como comandante Ramiro, hoy preso en Brasil, alentaba a Ricardo, con el ceño fruncido y moviendo la cabeza, para que se despidiera más efusivamente de su madre. Ricardo obedeció: corrió hasta Mirna para fundirse en un abrazo. Tres días después, Mirna Salamanca se enteró por la televisión que su hijo se había fugado de la cárcel junto a tres frentistas. No se alegró. Pensó que los encontrarían rápidamente y que volvería a caer preso. Esa tarde la invitaron a celebrar. Participó, pero no estaba alegre. *** “Nunca le pregunté muchas cosas a Ricardo. Un día que lo visité en la cárcel decidí saber por qué lo hizo. Por qué mató a Guzmán. Cuando le lancé la pregunta había más gente. Justo un diario había sacado una noticia sobre su muerte y alguien que estaba ahí aprovechó de comentárselo. Miró medio enojado y dijo que si estuviera afuera lo volvería a hacer”, recuerda Mirna Salamanca. La mujer asegura que Guzmán le hizo mucho más daño al país que un par de muertes ejecutadas por el Frente. No la estremeció su asesinato. De hecho, le provocó una sensación de justicia. Se desilusionó del Partido Comunista antes de irse de Chile en 1988. “Faltó más acción, más decisión. Había que agudizar la lucha y no se hizo. El Frente Patriótico sí lo hizo. La acción contra Guzmán fue un acto político”, dice. A pesar de eso, simpatiza con el partido. Mirna sigue votando, y cuando lo hace opta, ya sea en las presidenciales o municipales, por el candidato del partido. Lo hace más por nostalgia que por convicción. “¿Sabes? Tampoco haría algo para que Ricardo vuelva, porque en uno de sus mensajes desde la clandestinidad que envió, aseguró que nunca volvería a Chile porque éramos un país de cobardes”, agrega. ¿Somos un país de cobardes? Las organizaciones políticas, sí. No actuaron como corresponde. La Concertación no actuó como corresponde. Para Mirna Salamanca el 30 de diciembre de 1996 nació un nuevo hijo. Uno que vive en la ausencia. Uno con el cual debió aprender a convivir. Uno al que le celebran sus cumpleaños cada 1 de julio, recordando los momentos únicos, pero que jamás ha apagado las velas.
Para este reportaje, Mirna Salamanca abrió el baúl de los recuerdos. En concreto, una caja verde guardada en un rincón de su intimidad. Al fondo una carta, que decidió prestar para la investigación. “Cuídenla con la vida. Ahí está parte de mi hijo”, dice al despedirse. La carta se titula “Desde la libertad: Ricardo Palma Salamanca a su madre”. En uno de sus cuatro grandes párrafos, el frentista que marcó la historia de Chile para siempre, escribe:
RUT 2.954.510-3 Nombre Completo : MIRNA NURY SALAMANCA ASTORGA |
EL OTRO RETORNO DEL NEGRO PALMA A CHILE: LANZA NUEVO LIBRO Y PREPARA EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA “Este es el primer gran triunfo de esta generación olvidada”, repiten los integrantes del Comité Pro Asilo de la familia Palma Brzovic. Son, en su mayoría, exintegrantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y dirigentes de los movimientos estudiantiles de secundarios de los ’80 que se han congregado en el patio del Liceo Mercedes Marín de Macul a celebrar el refugio entregado el 2 de noviembre por la Oficina de Protección a los Refugiados y Apátridas (Ofpra) de Francia a Ricardo Palma Salamanca, condenado en Chile a dos cadenas perpetuas por el crimen de Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards y a otros treinta años por el asesinato de agentes de la dictadura. Es la mañana del sábado 10 de noviembre y en el establecimiento educacional –cuyo director es el expresidente del Colegio de Profesores, Jorge Pavez- el grupo de apoyo a Palma Salamanca y su ex esposa Silvia Brzovic trabajan en un almuerzo-show destinado a festejar y reunir recursos para la manutención de la pareja y sus hijos en Paris, mientras esperan que la familia chilena del otrora subversivo -su madre, Mirna Salamanca, y sus hermanas Marcela y Andrea- arriben al lugar. En el entorno, un lienzo anuncia que en las próximas semanas, Palma Salamanca –autor de “Una gran cola de acero” y miembro de la Sociedad de Escritores de Chile- lanzará la versión en francés de “El gran rescate”, que relata la fuga en helicóptero en 1996 desde la Cárcel de Alta Seguridad. La reserva de la obra es de $24 mil y los primeros mil ejemplares tendrán la firma del exfrentista. El dinero recaudado irá a solventar los gastos operacionales de la defensa –cifrados en 60 mil euros- toda vez que el destacado jurista que lo representa, Jean Pierre Mignard, no cobró honorarios. Pero no es lo único. A un mes de que se realice en la Corte de Apelaciones de París la audiencia por la extradición de Palma Salamanca –un mero trámite tras el asilo que le brindó la Ofpra-, el otrora guerrillero prepara un nuevo libro que se lanzará en los primeros meses del próximo año y que, según sus cercanos, recoge la experiencia de su generación en la lucha armada y su propio devenir en la clandestinidad. En paralelo, ha enviado al Comité una serie de fotografías que tomó durante sus años como Esteban Solís Tamayo en San Miguel de Allende. Los registros están siendo sometidos a una curaturía para ser expuestos –y vendidos- durante el mes de enero de 2019. El mercado artístico de Palma Salamanca es Chile y este es, confirman sus amigos, el único tipo de retorno que tiene previsto. “Hemos aprendido a ser familia” Pasadas las 13 horas, Mirna y sus hijas llegan a Macul. Las tres –de cabellera blanca- se detienen a observar las imágenes colgadas cerca del escenario que reflejan la serie de actividades que ha realizado el Comité desde que comenzó a funcionar en febrero. A los pocos minutos, se inicia formalmente el acto de homenaje. Toma la palabra Alicia Lira, presidenta de la Agrupación de Ejecutados Políticos. Habla de Palma Salamanca y la relevancia que tiene la concesión de refugio, pero también se refiere a la muerte de la fundadora de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Ana González de Recabarren, sin conocer el destino de cuatro integrantes de su familia. Luego se recordará que cuando Palma Salamanca se enteró de la partida de Ana el 26 de octubre, envió un mensaje desde Francia a sus amigos en que les dijo que esa “justicia” que Ana no tuvo es lo que de alguna manera intentó conseguir el Frente. Sobre esto, nadie quiere hacer mayor comentario: el equipo jurídico de Mignard le recomendó expresamente a sus cercanos mantener un bajo perfil y le pidió a Palma Salamanca no agitar más el avispero tras la fuerte arremetida del Gobierno y la UDI solicitando que se revoque la decisión de la Ofpra. El “Negro”, aseguran sus cercanos, se mantendrá en silencio y enviará un mensaje público después de que tribunales parisinos zanjen definitivamente su situación. La idea de potenciar la campaña de recolección de fondos para la defensa de Mauricio Hernández Norambuena, el comandante Ramiro, recluido en Brasil con una condena de 30 años por el secuestro de Washington Olivetto, está también en pausa a la espera de que se resuelva lo de Palma Salamanca. Con todo, adelantan exfrentistas, tras frenar la extradición de Palma Salamanca, se han planteado nuevos desafíos, entre ellos, conversar sobre la situación de los cerca de cien exsubversivos que viven hoy en la clandestinidad. En medio de estas conversaciones, la actividad artística continúa. A Ana González y Palma Salamanca le dedican su show el grupo Las chuscas mientras Las hijas de la rebeldía realizan una performance de la cueca sola y declaman frases de la fallecida dirigente. Cuando Santiago del Nuevo Extremo sale al escenario y entona “A mi ciudad”, Mirna y los presentes levantan de sus mesas los individuales que tiene impresa la palabra “Victoria”. El grupo –cerca de 100 personas- se emociona. Mirna y sus hijas, Marcela y Andrea Palma Salamanca, suben al escenario. Son las cinco de la tarde y los presentes recuerdan que “Mamá Mirna”, como la presentan, viajó durante abril a París. Luego de dos décadas, conoció a sus nietos y permaneció durante un mes con su hijo, el mismo que durante todo ese periodo estuvo prófugo de la justicia. Andrea, quien militó en las juventudes comunistas y estuvo presa en los ’80 cuando era presidenta del centro de alumnos del expedagógico, es la encargada de hablar en nombre de la familia. “Ricardo se volvió a hacer visible para todos en febrero y a partir de ahí, nosotros no hemos dejado de apoyarlo. Nosotras tres –nuestros hijos, nuestros nietos- queremos agradecerles infinitamente porque esto no habría sido posible sin todos ustedes, y no habría sido posible sin todos nosotros juntos. Esta ha sido una batalla. Ricardo volvió después de 22 años de estar muy sumergido, volvió con muchas emociones encontradas, pero volvió muy lentamente a reencontrarse con todos ustedes y cada vez que hay alguna actividad, tenemos una forma de conversar con él. Y él agradece cada una de estas muestras, de estas solidaridades, de estas compañías”, recalca. Luego hace referencia a lo poco expresivo que es su hermano. “Ustedes saben que él no es profuso de palabras, muy por el contrario. En esa relación que hemos ido reconstruyendo con Ricardo y con nuestra nueva familia, tampoco es fácil, porque nos separan muchos kilómetros y quisiéramos que todo fuera rápido y que estuviéramos muy cerca. Pero en este periodo también hemos aprendido a ser familia. Nos queda la última audiencia. El viernes pasado cuando ya definitivamente se supo, en muchas casas brindaron, lloraron, se emocionaron, porque también es una batalla de todos. No sólo es la batalla de la familia Palma Brzovic sino que también es la batalla por terminar con la ignominia, con la mentira y recuperar a Ricardo”, concluye. En el evento hay un regalo para Mirna y otro para el abogado Alberto Espinoza, quien ha representado por años a exfrentista. El de Mirna es un cuadro con la imagen ícono del Comité; el de Espinoza, es una fotografía en blanco y negro enviada por Palma Salamanca. |
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