domingo, 1 de abril de 2018

Guerra Fría en américa latina, historia. a



El periodo de la Guerra Fría ha sido ampliamente estudiado desde el punto de vista de los dos actores principales, Rusia y Estados Unidos, pero en los recuentos históricos quedaron fuera de foco —o tratadas de forma exigua— otras regiones como América Latina. Con el fin de llenar ese hueco, el historiador Vanni Pettinà (Florencia, 1978), miembro del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, traza en Historia mínima de la Guerra Fría en América Latina, que presentó ayer en Madrid, una relación de hechos que muestran cómo las posiciones irreconciliables de las dos potencias se interpusieron en el desarrollo y la apertura de América Latina. Sus consecuencias llegan hasta la actualidad. En un momento de giro político en la región y una vuelta a la polarización, el historiador defiende en conversación con EL PAÍS, la objetividad y los hechos como antídoto. “La historia proporciona las herramientas para atenuar el impacto de tu visión personal”. Y enfatiza: “Hay que redistribuir responsabilidades históricas viendo los hechos”.


P. Su obra anterior la dedicó a las relaciones entre EE UU y Cuba.

R. Cuba me causaba cierto interés, el proceso revolucionario, que había empezado con unos objetivos muy ambiciosos de ruptura real, de reforma radical de las estructuras sociales… pero el proceso de entusiasmo intelectual acabó siendo una visión crítica, que desarticula el relato propagandístico que la revolución hizo de su propia historia.

P. ¿Por qué ahora se centra en este periodo?

R. El caso de Cuba me ayudó a buscar mayor objetividad en un campo de estudio que sigue estando muy politizado. Yo estoy sujeto también a mi ideología, mi sensibilidad política, pero creo que la historia te proporciona las herramientas para atenuar el impacto que tu visión, creo que hay que redistribuir responsabilidades históricas viendo los hechos. En este caso según donde te colocas ves cosas distintas. Una cosa es estar en Berlín y otra en Guatemala en 1954.

P. ¿Se ha escapado América Latina del mapa de la Guerra Fría?

R. Se ha escrito y pensado sobre la Guerra Fría en Latinoamérica desde el punto de vista de Estados Unidos. Para algunos historiadores fue la suma de las intervenciones de Washington en América Latina, pero si no cambias de perspectiva no se ve otra realidad. Hubo golpes de Estado como el de Guatemala en 1954 apoyado por la CIA, pero también casos como México y Costa Rica, que cruzan el periodo con relativa estabilidad, incluso con procesos de reforma social importantes.

P. ¿Cómo lo consiguieron?

R. Logran desactivar el problema que tiene América Latina: el radicalismo de la política exterior de EE UU, que intervino siguiendo una agenda anticomunista y cuando identificó que ciertos procesos políticos podrían ser cooptados por fuerzas comunistas intervinieron. Costa Rica y México eran Gobiernos progresistas sin asustar a EE UU, nacionalistas, pero no comunistas o incluso anticomunistas.

P. ¿Por qué no ha profundizado la Universidad en la región?

R. Han estado concentrados en otras épocas, en el caso de México la Revolución Mexicana ha sido el gran imán para los historiadores. Con pocas excepciones, lo historiadores en Latinoamérica no trabajan a nivel hemisférico, estudian la historia de su país y sus procesos, pero no han intentado ver los hilos que unen lo que sucede en su país a nivel regional.

P. ¿Qué problemas afrontó la región en ese periodo?

R. Uno de los primeros efectos de la Guerra Fría es que descarriló el proceso económico latinoamericano que tuvo décadas de crecimiento en los años 30 y 40. Para EE UU América Latina está más periférica y los recursos que otorgaba para el desarrollo son mucho menores que los que dan a Europa y a regiones donde la amenaza comunista es más fuerte. Otra son las dictaduras. Son décadas de golpes de estados y militarización de los procesos políticos. Dictaduras de derechas, por un lado, y la izquierda encuentra en la guerrilla, más que en el voto, un mecanismo para manifestar su presencia política.

P. ¿Cuáles son las consecuencias en la actualidad?

R. Por un lado ha dejado unas sociedades polarizadas, que ya no se manifiesta tanto en términos de comunismo y anticomunismo —dicotomía que cayó con el muro de Berlín— pero si te fijas en el proceso electoral brasilero, el bipolarismo es muy excluyente “o ellos o nosotros” y eso se articula en un entorno a derecha e izquierda. Otra de las herencias es los niveles de violencia brutales que hubo en América Latina a raíz del impacto de la Guerra Fría. En algunos países como Argentina se ha avanzado más, con juicios a militares que hicieron desapariciones; en México nunca se arreglaron las cuentas de la guerra sucia. Y eso genera un impacto en el presente porque hay madres de desaparecidos que nunca tuvieron justicia. No te sientes incluido.

P. ¿Hay riesgo de que vuelvan los regímenes autoritarios en la región?

R. En los grandes países latinoamericanos, Argentina, Chile, Brasil, México, no veo en la actualidad un régimen que podamos definir como autoritario. El Gobierno que apunta a una recuperación de cierta vena autoritaria, como Bolsonaro, llega al poder de forma democrática, ha habido una competencia electoral que ha sido certificada por observadores internacionales como aceptable. Pero sí veo riesgos importantes de que pueda ver una deriva hacia formas de autoritarismo. 

P. ¿Y qué pasa en Venezuela?

R. Sí, en el caso de Venezuela podemos hablar de régimen con tendencias fuertemente autoritarias, es un caso que si se ha escapado absolutamente de control y creo que hay un ejercicio muy discrecional del poder por parte del presidente actual y hay un intento muy claro de reducir los espacios de pluralismo y la autonomía de las instituciones democráticas del país. Este es un proceso que viene de lejos.

P. ¿Cómo ve el futuro de la región?

R. América Latina entra en un periodo complejo. Por un lado qué va a hacer en una etapa de menor crecimiento y con menos recursos para políticas sociales, redistribuir la riqueza, etcétera. El segundo problema es qué va a pasar con figuras radicalmente de derecha como Jair Bolsonaro en Brasil. El gran reto es como sale la democracia latinoamericana de esta prueba en la que está cercada por el lado de Brasil por el conservadurismo más radical y por el lado de la izquierda el daño que le está haciendo el régimen chavista a la idea de la democracia. Es una pinza.

P. ¿Estamos ante una segunda Guerra Fría?

R. Yo creo que no, porque el gran componente era el dualismo entre dos ideologías radicalmente en conflicto —el capitalismo y el socialismo— y un conflicto geopolítico que se articulaba en dos ideas del mundo radicalmente distintas. Hoy no hay una alternativa al modelo que hemos adoptado después de 1989. Sí hay fricciones y proyectos geopolíticos en competencia, pero todavía hay muchas capacidades de diálogo de acuerdo y entendimiento, no hay una rivalidad ideológica que acompañe a la geopolítica.

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