domingo, 22 de abril de 2018

Nacionalismo catalán III a


La irrupción del catalanismo político en la vida política española (1905-1923)

Los hechos del "¡Cu-cut!" y el nacimiento de Solidaritat Catalana

Viñeta aparecida en la revista satírica ¡Cu-Cut! que provocó la ira de los militares.El pie dice: AL FRONTON CONDAL-¿Qué se celebra aquí que hay tanta gente?-El Banquet de la Victòria. -¿De la Victoria? Ah, vaya, serán paisanos.
El 25 de noviembre de 1905 un grupo de oficiales asaltó en Barcelona la redacción del semanario satírico "¡Cu-Cut!" por la publicación de una viñeta en la que se ironizaba sobre las derrotas del ejército español a propósito de la celebración del triunfo relativo de los catalanistas en las elecciones municipales de Barcelona.60​61​ También fue asaltada la redacción del diario La Veu de Catalunya, portavoz de la Lliga Regionalista. La conmoción que causaron estos hechos fue enorme. El gobierno liberal de Eugenio Montero Ríos intentó imponer su autoridad sobre los militares y acordó no ceder a la presión de los capitanes generales que mostraron su apoyo a los oficiales insurrectos, aunque declaró el estado de guerra en Barcelona el 29 de noviembre —al parecer presionado por el rey—. El monarca finalmente no respaldó al gobierno y apoyó la actitud del Ejército, lo que obligó a Montero Ríos a presentar la dimisión.
En un artículo publicado en La Publicidad Alejandro Lerroux apoyó a los asaltantes «que vengaron a la Patria» asegurando que si él hubiera sido militar «hubiera ido a quemar La Veu y El Cu-cut, la Lliga y el Palacio del Obispo, por lo menos». En el artículo describía el catalanismo político como «hijo degenerado de un contubernio monstruoso entre una aspiración literaturesca, romántica, y un malestar social subido al periodo agudo con motivo de la catástrofe nacional» y afirmaba «que antes que pactar con esa chusma envilecida por el amor al ochavo, que es la quintaesencia de su regionalismo separatista, estoy dispuesto a rebelarme contra todo el mundo, acompañado o solo».
El nuevo gobierno presidido por el otro líder liberal Segismundo Moret, que recibió el encargo del rey de impedir que se reprodujeran los ataques «al Ejército y a los símbolos de la Patria»,​ se dispuso a satisfacer a los militares —nombró ministro de la guerra al general Agustín Luque, uno de los capitanes generales que más había aplaudido el asalto al ¡Cu-Cut!— y rápidamente hizo aprobar por las Cortes la Ley para la Represión de los Delitos contra la Patria y el Ejército —conocida como "Ley de jurisdicciones"—, por la que a partir de ese momento las competencias para juzgarlos pasaron a la jurisdicción militar.
En respuesta a la Ley de Jurisdicciones y a la impunidad en que habían quedado los responsables de los hechos del ¡Cu-Cut! se formó en Cataluña en mayo de 1906 Solidaridad Catalana, una gran coalición presidida por el anciano republicano Nicolás Salmerón, en la que se integraron los republicanos —excepto el partido de Alejandro Lerroux—, los catalanistas —la Lliga Regionalista, la Unió Catalanista y el Centre Nacionalista Republicà—, y hasta los carlistas catalanes.66​ Según Jaume Claret y Manuel Santirso, con la integración en la Solidaritat, «la Lliga se distanciaba del catalanismo romántico y del clericalismo, y de paso enterraba las Bases de Manresa».

Ese mismo mes de mayo de 1906 Enric Prat de la Riba publicaba La nacionalitat catalana, «considerada muy pronto como la obra teórica culminante del catalanismo».56​57​ Se trataba de una obra elaborada a partir de textos anteriores y que tenía como finalidad fundamentar el proyecto de la Solidaritat Catalana. En ella retomaba la tesis ya expuesta doce años antes en Compendi de la doctrina catalanista de que Cataluña era la nación, mientras que España era el Estado al que Cataluña pertenecía:

Y veíamos más: veíamos que Cataluña tenía lengua, derecho, arte propios; que tenía espíritu nacional, un carácter nacional, un pensamiento nacional; Cataluña era, así pues, una nación. Y el sentimiento de patria, vivo en todos los catalanes, nos hacía sentir que patria y nación eran una misma cosa, y que Cataluña era nuestra nación, al igual que nuestra patria.

Por otro lado en el libro Prat de la Riba proponía la formación de un Estado-imperio «de Lisboa al Ródano» integrado por España, Portugal y Occitania, bajo la hegemonía de Cataluña —su centro de gravedad se situaría en Barcelona— gracias a la pujanza de su cultura:

El arte, la literatura, las concepciones jurídicas, el ideal político y económico de Cataluña han iniciado la obra exterior, la penetración pacífica en España, la transfusión al resto de nacionalidades españolas y al organismo del estado que las gobierna. El criterio económico de los catalanes en las cuestiones arancelarias hace años que ha triunfado.

Los éxitos de convocatoria de la Solidaritat fueron espectaculares con manifestaciones masivas como la celebrada en Barcelona el 20 de mayo de 1906 que congregó a 200.000 personas. En las elecciones generales de 1907 Solidaritat Catalana obtuvo un triunfo arrollador ya que consiguió 41 diputados de los 44 que le correspondían a Cataluña71​ —entre ellos resultó elegido el exteniente coronel Francesc Macià por el distrito de las Borjas Blancas—72​ y el 67% de los votos —aunque Lerroux mantuvo el suyo, lo que le permitió mantener la inmunidad parlamentaria y volver de Argentina a donde se había marchado, mientras sus partidarios realizaban actos violentos contra los dirigentes y los periódicos que apoyaban a la Solidaritat Catalana—.73​ La Solidaritat Catalana también cosechó un gran resultado en las elecciones provinciales celebradas un mes antes de las generales, fruto del cual Enric Prat de la Riba se convirtió en presidente de la Diputación de Barcelona.
Tras su victoria en las elecciones generales, como ha destacado Borja de Riquer, «ya nada sería igual en la vida política catalana, y los gobiernos de Madrid, y la propia corona, deberían asumir el hecho de que la cuestión catalana se había convertido en uno de los problemas más preocupantes de la vida política española».​ Según Jordi Canal los principales beneficiarios de la Solidaritat Catalana «fueron la Lliga y Francesc Cambó, que convirtieron su propuesta regional-nacionalista en hegemónica y se erigieron en los interlocutores privilegiados de una Cataluña en rediseño con una España a la espera de un decidido impulso regenerador».
La coalición Solidaritat Catalana se acabó rompiendo a causa fundamentalmente del apoyo de la Lliga Regionalista al proyecto de ley de Administración local que presentó el gobierno de Antonio Maura que admitía la posibilidad de crear un ente regional en Cataluña, pero que finalmente no fue aprobado. Lo que quedaba en pie de Solidaritat Catalana se vino abajo tras la crisis de la Semana Trágica de 1909.60​ Al año siguiente el catalanismo progresista consiguió articularse con la creación de la Unión Federal Nacionalista Republicana, resultado de la fusión del Partido Republicano Democrático Federal, la Unión Republicana, y el Centre Nacionalista Republicà, pero la Unión Federal sólo duró seis años, integrándose la mayoría de sus miembros en el Partit Republicà Català fundado en 1917, y al que también se incorporó Lluís Companys, procedente del Partido Reformista.

El gobierno de Canalejas y la Mancomunidad de Cataluña

Retrato de Enric Prat de la Riba, cuando era presidente de la Diputación Provincial de Barcelona.
En 1911 la Diputación Provincial de Barcelona presidida por Prat de la Riba decidió impulsar una vieja reivindicación catalanista, que aparecía también en el programa de la coalición Solidaritat Catalana: aglutinar las cuatro diputaciones catalanas en un único ente regional. El 16 de octubre los cuatro organismos provinciales aprobaron conjuntamente las Bases de Mancomunidad Catalana que preveía la formación de una asamblea formada por todos los diputados provinciales y de un consejo permanente de ocho miembros, dos por provincia. Mes y medio después el proyecto de Bases fue entregado al presidente del gobierno José Canalejas y éste lo presentó el 1 de mayo de 1912 a las Cortes como proyecto de Ley de Mancomunidades.
Al principio de su carrera política Canalejas se había mostrado partidario del Estado centralista llegando a decir que de una mayor autonomía local no podía «salir nada bueno», pero cuando llegó a la presidencia del gobierno en 1910 había cambiado de postura. Declaró entonces que «un liberal centralista era un sujeto digno de la Paleontología o la Arqueología».
Así Canalejas se propuso satisfacer la demanda de creación de una nueva instancia regional que integrara a las cuatro diputaciones catalanas bajo el nombre de Mancomunidad de Cataluña. Pero este proyecto se vio obstaculizado por un sector de su propio partido encabezado por Segismundo Moret, y apoyado por el diputado Niceto Alcalá Zamora.​ Para conseguir el respaldo de la mayoría de los diputados liberales Canalejas tuvo que pronunciar uno de sus mejores discursos parlamentarios, y aun así 19 de sus diputados, entre ellos Moret, votaron en contra.76​ El proyecto fue aprobado el 5 de junio de 1912 por el Congreso de Diputados, pero cuando murió asesinado Canalejas aún no había sido ratificado por el Senado,78​ por lo que no entró en vigor hasta diciembre de 1913, y la Mancomunidad de Cataluña no se constituiría hasta el año siguiente.
Las cuatro diputaciones catalanas cedieron sus competencias a la Mancomunidad pero en contra de lo esperado por la Lliga Regionalista el Estado central no cedió ninguna de las suyas. A pesar de todo la Mancomunidad «puso en evidencia cómo una gestión honesta y atenta a las necesidades del territorio podía ser eficaz pese a disponer de escasos recursos. Realizó una importante tarea educativa y cultural fundando escuelas técnicas (de agricultura, industrial, del trabajo, de bibliotecarias, de administración) o creando instituciones de alta cultura (Institut d'Estudis Catalans, Biblioteca de Catalunya), al tiempo que fomentaba obras de infraestructuras impulsando las redes de carreteras, de teléfonos y los servicios de asistencia social». De esta forma «se incrementó el sentimiento autonomista en amplias capas de la sociedad». 
La relevancia de la Mancomunitat también residía en «su carácter simbólico al representar en una única institución a la totalidad de las provincias catalanas, la primera experiencia de autogobierno desde el Decreto de Nueva Planta, cuyo aniversario Prat de la Riba no olvidó mencionar en su discurso inaugural del 6 de abril de 1914. Se trataba de una baza que la Lliga no dejaría escapar. El naciente e importante órgano administrativo ayudaría a desarrollar una conciencia catalanista y constituía una primera base con vistas a una futura autonomía de más largo abasto». Y por otro lado «la Mancomunidad de Cataluña también evidenciaba el giro de la Lliga hacia un pragmático pactismo, ofreciendo apoyo parlamentario al Gobierno de turno a cambio de concesiones concretas, una estrategia del catalanismo conservador que reencontraremos nuevamente tras la Transición. Prat de la Riba permanecía en Barcelona transformado en hombre de gobierno, mientras Francesc Cambó se convertía en el líder parlamentario en Madrid. La Lliga se hallaba en su momento más dulce».
Según Jordi Canal el proyecto de Prat de la Riba al frente de la Mancomunitat fue «construir la nación catalana» para lo que se propuso dotarla de «estructuras de estado», centrándose especialmente en el campo de las infraestructuras y el de la cultura.

«Per Catalunya i l'Espanya Gran» y la campaña autonomista de 1918-1919

Nosotros, desde esta Cataluña... eliminada sistemáticamente de toda intervención activa en el gobierno de España, nosotros, tratados de separatistas y localistas, nosotros a los otros españoles de buena fe, a los que siente el alma oprimida por la impotencia actual y desean elevar su tierra a una mayor dignidad interior e internacional, les señalamos el obstáculo: esta lucha enervante, agotadora, inconsciente a veces, bien consciente ahora, entre una nacionalidad predominante y otras que no se resignan a desaparecer; y les invitamos a cerrar este periodo, a unir armónicamente unas con otras las nacionalidades españolas y a todas con el Estado, de tal forma que cada una rija libremente su vida interior y todas tengan la participación que por su importancia les corresponda en la dirección de la comunidad, haciendo de esta manera de España, no la suma de un pueblo y los despojos de otros pueblos, sino la resultante viva, poderosa, de todos los pueblos españoles, enteros, tal como Dios los ha hecho, sin mutilarlos antes, arrancándoles la lengua, la cultura, la personalidad, que son la raíz de su fuerza.

[...] No se hagan en Madrid ilusiones; la cuestión de Cataluña no se resolverá con violencias, ni con KulturKampf, ni con traiciones de antiguos patriotas, ni con habilidades políticas de gobernantes maestros en ganar elecciones encarcelando a los electores contrarios y distribuyendo con violación de todas las leyes favores y amenazas. La única solución es una franca y completa autonomía. Establecerla, ir a la consagración federativa de la libertad de todos los pueblos peninsulares, es empezar la España grande. Seguir el camino emprendido es trabajar por una España débil, más dividida, más disminuida cada día
—Manifiesto Per Catalunya i l'Espanya gran, 1916.

Coincidienco con las elecciones generales de abril de 1916,82​ la Lliga Regionalista publicó el mes anterior el manifiesto Per Catalunya i l'Espanya Gran, redactado por Prat de la Riba —que moriría en agosto del año siguiente— y firmado por todos los diputados y senadores del partido. En el documento se denunciaba que Cataluña era uno de los pueblos de España que veían «los elementos substanciales de su espiritualidad, de su personalidad, excluidos de las leyes del Estado», lo que les convertía en «españoles de tercera clase». La solución era el reconocimiento de la autonomía de Cataluña, «obra de justicia» y «de altísima conveniencia» y poner fin a la política asimilacionista, lo que haría posible la auténtica unidad «de todos los españoles, enteros, tales como Dios los ha hecho», convertidos en un «imperio peninsular de Iberia» —lo que implicaba también la integración de Portugal—.

El primer intento de llevar a cabo este programa se produjo al año siguiente en el contexto de la crisis de 1917. El 5 de julio Francesc Cambó reunió en el Ayuntamiento de Barcelona a todos los diputados y senadores catalanes —aunque los 13 diputados monárquicos abandonaron enseguida la reunión— que reafirmaron la voluntad de Cataluña de constituirse en una región autónoma. En la declaración que aprobaron, firmada incluso por Alejandro Lerroux, se decía «que es voluntad general de Cataluña la obtención de un régimen de amplia autonomía» y se reclamaba una estructura federal acorde con «la realidad de la vida española», lo que incrementaría «su cohesión orgánica» y desarrollaría «sus energías colectivas».​ Asimismo exigieron la reapertura de las Cortes que tendrían función de constituyentes. Si el gobierno Dato no aceptaba ninguna de las peticiones harían un llamamiento a todos los diputados y senadores a que acudieran a una Asamblea de Parlamentarios a celebrar el 19 de julio en Barcelona.
El gobierno del conservador Eduardo Dato intentó desprestigiar la convocatoria presentando la reunión como un movimiento «separatista»" y «revolucionario» y finalmente a Barcelona sólo acudieron los diputados de la Lliga, los republicanos, los reformistas de Melquíades Álvarez y el socialista Pablo Iglesias, que aprobaron la formación de un gobierno «que encarne y represente la voluntad soberana del país»86​ y que presidiría las elecciones a Cortes Constituyentes. La Asamblea fue disuelta por orden del gobernador civil de Barcelona y todos los participantes fueron detenidos por la policía, aunque en cuanto salieron del Palacio del Parque de la Ciudadela donde se habían reunido fueron puestos en libertad.
 Pasada la huelga general revolucionaria de agosto convocada por los socialistas, la Asamblea de Parlamentarios se volvió a reunir el 30 de octubre en el Ateneo de Madrid.​ Ese mismo día Cambó fue llamado a Palacio para entrevistarse con el rey quien aceptó su propuesta de formar un «gobierno de concentración» que estaría presidido por el liberal Manuel García Prieto y que contaría con un ministro de la Lliga, Juan Ventosa​ Sin embargo el gobierno de García Prieto duró muy pocos meses, dando paso a otro gobierno de concentración, denominado «Gobierno Nacional», bajo la presidencia del conservador Antonio Maura, y del que formaría parte el propio Francisco Cambó Pero este gobierno sólo duró hasta noviembre de 1918, dando paso a un gobierno únicamente liberal presidido de nuevo García Prieto.
Fracasada la vía de la asamblea de parlamentarios y los gobiernos de concentración para alcanzar los objetivos del manifiesto Per Catalunya i l'Espanya Gran, Cambó decidió que había «llegado la hora de Cataluña»92​ y la Lliga Regionalista organizó la campaña en pro de la «autonomía integral» para Cataluña que, según Javier Moreno Luzón, «conmovió hasta sus cimientos la escena política española»
En un principio la posibilidad de conseguir el Estatuto parecía cercana pues contaba con el apoyo del rey, que pretendía, según le dijo a Cambó, distraer así «a las masas [de Cataluña] de todo propósito revolucionario»,94​95​ pero el nacionalismo español reaccionó inmediatamente y desplegó una fuerte campaña anticatalanista plagada de tópicos y de estereotipos sobre Cataluña y los catalanes, que sin embargo consiguió movilizar a miles de personas que se manifestaron en Madrid y en otras ciudades.

Homenaje A Rafael Casanova en la diada de 1914.
El 2 de diciembre de 1918 las diputaciones castellanas, reunidas en Burgos, respondieron a las pretensiones catalanas con el Mensaje de Castilla donde defendían la «unidad nacional» española y se oponían a que cualquier región obtuviera una autonomía política que mermara la soberanía española —e incluso hicieron un llamamiento a boicotear «los pedidos de las casas industriales catalanas»—. También se opusieron a la cooficialidad del catalán, al que llamaron «dialecto regional». Al día siguiente el diario El Norte de Castilla titulaba: «Ante el problema presentado por el nacionalismo catalán, Castilla afirma la nación española». También se denunciaba «la campaña separatista de que se hace alarde en las provincias vascongadas». Sólo en el País Vasco y en Galicia se registraron algunas muestras de apoyo a los nacionalistas catalanes.​

Entonces el rey cambió de posición y manifestó su solidaridad «con los gestos patrióticos de la provincias castellanas», animando a los presidentes de las diputaciones a proseguir en su empeño.98​ En el debate parlamentario de principios de diciembre sobre el proyecto de bases del estatuto de autonomía que había presentado la Mancomunidad de Cataluña y que contaba con el apoyo del 98% de los catalanes representados por sus ayuntamientos,​ el portavoz de los liberales y por tanto del gobierno Niceto Alcalá Zamora acusó a Cambó de querer ser al mismo tiempo el Simón Bolívar de Cataluña y el Otto von Bismarck de España. 
El líder conservador Antonio Maura también se opuso a la autonomía catalana. Dirigiéndose a los diputados catalanistas les dijo que, les gustara o no, eran españoles: «Nadie puede elegir madre, ni hermanos, ni casa paterna, ni pueblo natal, ni patria». Su intervención fue muy aplaudida por los diputados de los dos partidos dinásticos, incluido el presidente del gobierno conde de Romanones. El mismo día de la intervención de Maura, el 12 de diciembre de 1918, Cambó escribió una carta al rey en la que se despedía de él y justificaba la retirada de las Cortes de la gran mayoría de diputados y senadores catalanes en señal de protesta por el rechazo al Estatuto, un gesto que fue muy mal visto por los partidos dinásticos.100​ De vuelta en Barcelona, Cambó lanzó en un mitin la consigna «Monarquia? República? Catalunya!». «Ni hipotecamos la autonomía a la República, ni esperamos la República para implantar la autonomía, pero no frenaremos nuestra marcha por el hecho de que pueda caer la Monarquía», declaró.

El presidente del gobierno, el liberal conde de Romanones convocó una comisión extraparlamentaria para que redactara una propuesta que sería llevada a las Cortes. La comisión, presidida por Antonio Maura elaboró un proyecto de Estatuto muy recortado que incluso eliminaba algunas de las competencias que ya ejercía la Mancomunitat de Cataluña. 102​ Al mismo tiempo la Mancomunidad de Cataluña había elaborado su propio proyecto de estatuto de autonomía lo que motivó que los parlamentarios catalanes volvieran a las Cortes para intentar que se aprobara. Pero el gobierno asumió como propio el proyecto de la comisión extraparlamentaria y no el de la Mancomunidad por lo que éste no se llegó ni siquiera a debatirse.103​ Los diputados catalanes republicanos, regionalistas y tradicionalistas, pero no los de los partidos dinásticos, presentaron una moción para que se realizara en Cataluña un plebiscito sobre la autonomía y para apoyarla intervino Cambó que dijo:
.… nuestro problema es el siguiente: un pueblo, el pueblo catalán, durante siglos ha vivido constituido en Estado independiente y ha producido una lengua, un derecho civil, un derecho político y un sentimiento general que ha caracterizado la expresión de su vida. Y este pueblo se unió primero a la Corona de España, luego la incorporación fue total con el estado, y en siglos de convivencia se han creado intereses comunes, se han creado trabazones espirituales que establecen una fórmula de patriotismo común que sería insensato querer destruir; pero a la vez, esta personalidad que había tenido una vida propia, independiente, subsiste, y no ha desaparecido; han persistido la lengua, el derecho, el sentido jurídico y el espíritu público propio, y todo eso, que era un hecho biológico mientras no había un fenómeno de voluntad que le convirtiese en un hecho político. Esta voluntad, ¿qué dice, qué expresa, qué quiere? Quiere que para todo lo que sea vida propia interior de Cataluña, Cataluña tenga plenitud de soberanía para regirse, y que en todo lo que afecte a lo que mira más allá de sus fronteras, no haya más que una unidad que sea España.

Finalmente Romanones cerró las Cortes el 27 de febrero –precisamente el día en que iba a votarse la propuesta del plebiscito catalán— aprovechando el conflicto social que había estallado en Barcelona a raíz de la huelga de La Canadiense. Los promotores de la campaña autonomista con Cambó a la cabeza decidieron entonces no impulsar ningún movimiento de resistencia civil o de boicot municipal sino que dieron por finalizada la campaña autonomista catalana de 1918-1919. Como ha señalado Albert Balcells, «después fue muy fácil decir que la huelga de la Canadiense había impedido desencadenar el boicot municipal. Pero es evidente que no se podía preparar el Somatén como fuerza antisindicalista a las órdenes del capitán general [ante quien desfiló en Barcelona el 12 de enero] y, al mismo tiempo, programar un movimiento de desobediencia civil que tendría que haberse enfrentado al capitán general». Además no hay que olvidar que se acababa de constituir la españolista Unión Monárquica Nacional (UMN) que constituía una amenaza seria para la hasta entonces hegemónica Lliga Regionalista y para el movimiento autonomista, que hasta entonces había contando con casi todos los parlamentarios catalanes de los partidos dinásticos.

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