viernes, 26 de mayo de 2017

Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais. a



Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais, llamado Gilles de Rais o Gilles de Retz (Champtocé-sur-Loire, c. 1405-Nantes, 26 de octubre de 1440), fue un militar y noble francés del siglo XV que luchó en los años finales de la guerra de los Cien Años junto a Juana de Arco.​ Fue juzgado y ejecutado, entre otros motivos, por los casos de abuso sexual y asesinato que cometió hacia múltiples niños y adolescentes.

Biografía

Fue nombrado Mariscal de Campo por su participación en la Guerra de los Cien Años, en la que fue compañero de Juana de Arco y uno de los que más creyó en ella, y heredó una gran fortuna. Pero su buena fama en los pueblos franceses se vio truncada cuando se le acusó de ser el responsable de atrocidades que habría cometido con centenares de niños y niñas en una corte formada por brujos, alquimistas, videntes y adoradores del diablo.
Junto con Erzsébet Báthory, la aristócrata húngara conocida como «la condesa sangrienta», es considerado como uno de esos aristócratas que utilizó su gran fortuna para dar rienda suelta a sus fechorías. Este hombre impulsivo, cuyos crímenes contradecían su exacerbada fe y creencia cristiana, que seguía la frase del pregón pascual O felix culpa quae talem et tantum meruit habere redemptorem —traducido como «¡Oh feliz la culpa que mereció tal Redentor!»— y que tuvo un anhelado deseo del perdón de Dios, también podría ser una de las fuentes históricas en las que se basó Charles Perrault a la hora de explicar la historia de Barba Azul.
Georges Bataille lo calificó como «un niño con poder», y lo acusó de «ser un monstruo esencialmente infantiloide» y de «tener un carácter arcaico».​ En sus juicios, Gilles de Rais confesó, previo paso por la tortura inquisitorial, que habría actuado según la naturaleza que le habrían impuesto los astros, y que no habría podido controlarse.

Infancia y juventud.

Fue el primer hijo de uno de los grandes linajes de Francia, Guy II de Laval y Marie de Craon. Nació en la torre negra del castillo de Champtocé, bañado por el río Loira en la región de Bretaña.
Tras la muerte de sus padres, Gilles y su hermano menor René quedaron bajo la tutela de su abuelo materno, Jean de Craon.​ Según dijo en sus juicios, De Rais no tuvo ningún tipo de control por parte de su abuelo e hizo siempre lo que quiso.
Su abuelo De Craon quería aumentar su fortuna y poder de forma calculadora, a diferencia de Gilles, hombre también carente de escrúpulos, que se dejaba llevar por sus impulsos violentos pero que era un inútil en política, según Georges Bataille.

Acciones militares.

Su abuelo De Craon le recomendó a Guillaime La Jumelliers como consejero en política, estrategias militares y finanzas. Se puso a las órdenes de Juan V, duque de Bretaña en las querellas residuales de la Guerra de Sucesión Bretona, entre los Montfort y los Penthièvre. Luchó siempre en la vanguardia con sus soldados —tropas pagadas por él—.

Gilles raptó a su prima Catherine de Thouars, y se casó con ella el 30 de noviembre de 1420.9​ La familia Thouars poseía varios castillos. Cuando la viuda Béatrice de Montjean, suegra de Gilles, se casó con Jacques Meschin de la Roche-Aireault, Gilles y De Craon la raptaron y la encerraron a pan y agua hasta que cedió los castillos que ellos pedían. Gilles Meschin, hermano de Jacques Meschin, y otros hombres quisieron rescatar a Béatrice de Montjean y fueron encarcelados también por Craon, de forma que Gilles Meschin murió. Mientras tanto, Gilles y su primera esposa tardaron en tener descendencia, que finalmente llegó en forma de una niña, Marie, nacida en 1429.
Después de las campañas de Juan V, Gilles rindió homenaje a Carlos VII, delfín de Francia en aquel momento, para combatir contra los ingleses y sus aliados de Borgoña. Lo reclutó Georges La Tremoille, gran chambelán del rey. Fue en esa época cuando Gilles conoció, en 1429, a Juana de Arco.
El delfín Carlos concedió un pequeño ejército a Gilles y a Juana para liberar Orleans del asedio inglés. Junto a ellos estaban otros generales como el Bastard de Órleans —conde de Dunois—, el duque de Alençon y La Hire. En solo ocho días las fuerzas francesas lograron levantar un sitio que duraba ya varios meses.​ Entraron triunfales en la ciudad y todo el mundo los veía como los salvadores de Francia. Poco después contribuyó a las victoria francesas en la batalla de Jargeau y en la batalla de Patay. Además, en ese mismo año fue proclamado mariscal de Francia con tan solo 25 años. Adoptó la flor de lis en su escudo de armas, cuando Carlos VII fue proclamado rey el 17 de julio en la catedral de Reims.
Mientras disfrutaba de su posición como mariscal de Francia ocurrió otro hecho: la captura y condena a muerte en la hoguera de Juana de Arco, el 31 de mayo de 1431. Gilles se encontraba a unos 25 kilómetros de Ruan, localidad en donde se había celebrado el juicio, y se cree que intentó llevar a cabo el rescate de su compañera de armas, aunque finalmente no lo pudo realizar. Su última acción en la guerra de los Cien Años fue en la batalla de Lagny, en agosto de 1432, en la que resultó victorioso.
Además de la muerte de Juana de Arco, el chambelán La Tremoille, su protector, cayó en desgracia en 1434 después de la campaña de amparo al duque de Borbón contra el duque de Borgoña, que sitiaba la ciudad de Grancey. Tras la muerte de su abuelo en 1432, Gilles tuvo plena libertad para hacer lo que quisiera.

Declive y crímenes.
Era culto aunque no reflexivo, ávido de riquezas pero despilfarrador. Desde ese momento se entregó a los más locos dispendios para satisfacer sus más caros caprichos. Tenía pasión por todas las artes, especialmente por la música. Se exacerbaba con los cantos gregorianos, llegando al éxtasis. Si oía decir que se había escuchado una hermosa voz, no descansaba hasta conseguir llevar a su servicio a quien la poseyera, por muy lejos que estuviera, como los cantores contratados en Poitiers, André Buchet, de Vannes, y Jean de Rossingol, de La Rochelle, a quienes sugestionó haciéndoles partícipes de sus fechorías y crímenes. Poseía muchos órganos de toda clase. El sonido de este instrumento le producía tal enajenación que se los hizo construir portátiles para que lo acompañaran en sus menores traslados. Consiguió, en su exaltación religiosa, ser nombrado canónigo de Saint-Hilaire-de-Poitiers y se rodeó de una comitiva de cincuenta eclesiásticos, junto con 200 soldados de caballería, cuya sede se encontraba en la capilla de los Saints-Innocents, en Machecoul.

Por otra parte, todo el que acudía a él disfrutaba de su generosidad; el extranjero era bien recibido, cualquiera que fuese su condición, a cualquier hora del día o de la noche; tenía hospitalaria mesa, y era raro que abandonase su mansión sin salir colmado de dones en especies o en metálico. Gastaba dinero en ostentación para recuperar el prestigio perdido. Realizaba grandes banquetes. Gastó la mayoría de su fortuna en obras teatrales y en fiestas.
Para procurarse el dinero necesario, tuvo que recurrir a numerosos arbitrios y ruinosos contratos. Logró la colaboración de aposentadores, burgueses y mercaderes, que le adelantaban a un interés usurario las sumas que, por una generosidad neurótica, se le fundían entre los dedos y se hundían en un abismo sin fondo. 
En 1437 vendió Ingrandes y Champtocé a Juan V de Bretaña por unos escasos 100 000 escudos. Gilles se aproximaba al momento en que se anunciaba, amenazadora, la ruina inevitable. Sus cofres estaban vacíos y su crédito agotado; los que le habían rodeado en las horas dichosas, presintiendo el desastre, se alejaban de él. Ante esta situación se vuelve hacia el esoterismo, buscando en la alquimia el modo de fabricar el oro que le faltaba (se interesó, por ejemplo, en el secreto de la Piedra filosofal). De esta forma se rodeó de nigromantes y alquimistas. Finalmente, cayó en manos de un embaucador florentino llamado François Prelati, quien le aseguró que llenaría sus arcas gracias a la magia negra.
El mariscal visitaba con frecuencia a su cómplice y se informaba con ansiedad del resultado de las investigaciones. Prelati aseguró a su señor que, en una de sus invocaciones, había visto cerca de él al demonio, pero que esta aparición fantástica se había desvanecido sin que hubiera podido pronunciar palabra alguna. El crédulo mariscal, que tenía un pánico atroz al diablo aunque nunca lo hubiese visto, hizo caso de Prelati, y mandó que se redoblasen los ensalmos y los conjuros. En otras ocasiones, Prelati fingía estar herido al salir de una de sus invocaciones, que siempre se realizaban en un cuarto escondido, causando en Gilles más pánico. Sillé fue el proveedor de todos los elementos para las invocaciones en Tiffauges y el padre Eustache Blanchet el encargado de contratar a los invocadores, como Prelati y La Riviére —el cual aseguró haber visto al demonio en una invocación en un bosque en forma de leopardo, ante la credulidad de Gilles— o alquimistas como Jean Petit, el cual realizó varios hornos para trabajar con mercurio. 
Sin embargo, los hornos creados debieron ser destruidos ya que el futuro Luis XI, el delfín, visitó a Gilles por una orden del rey Carlos VII, quien condenaba la alquimia como herejía.
«Es imposible que el mariscal salga bien de sus empresas —dijo uno de los familiares de Gilles de Rais— si no ofrece al demonio la sangre y los miembros de un niño».
A esto se unía, además, su voluntad de matar niños para su disfrute y placer personal en el transcurso de orgías sexuales y etílicas.

En su afán por procurarse víctimas para sus sacrificios, servidores de Gilles de Rais como Henriet y Poitou recorrían los pueblos y las aldeas buscando niños y adolescentes a los cuales prometían que los harían pajes en los castillos del señor de Rais. Siempre en lugares lejanos, incluso en algunas ocasiones el propio Gilles con amabilidad acudía personalmente a las casas de los plebeyos para asegurar a los parientes de los niños un prometedor futuro. De las víctimas los padres no tenían más noticias y, si preguntaban, les respondían que estaban bien. Pronto la gente se alarmó y de Rais recurrió a los raptos. 
Pero la gran locura llegaba por la noche cuando él y sus esbirros se dedicaban a torturar, vejar, humillar y asesinar a los niños previamente secuestrados. Después de cada sangrienta noche, Gilles salía al amanecer y recorría las calles solitario, como arrepintiéndose de lo hecho, mientras sus secuaces quemaban los cuerpos inertes de las víctimas. El temor se apoderó de los habitantes de los pueblos. Los criados tuvieron que ampliar su campo de acción, con lo que el pavor se extendía más y más. Hasta que las murmuraciones se convirtieron en gritos que llegaron a las más altas autoridades.
Llegó a utilizar varias de sus posesiones, no solo el castillo de Tiffauges, para cometer sus fechorías, como el castillo de Machecoul​, el de Champtocé y la casa de la Suze.
Una vez se aprovechó de unos niños que eran mendigos y que fueron a pedir limosna inocentemente a su castillo. Gilles los violó y desmembró, las víctimas fueron asesinadas por decapitación, degollamiento, desmembramiento o rotura de cuello. Una vez muertos, los abrazaba fuertemente y deliraba; en otras ocasiones se reía ante los últimos estertores del niño y muchas veces cortaba la vena yugular haciendo brotar la sangre.
En algunas ocasiones cuando asesinaba a una de sus víctimas se arrepentía y juraba partir hacia Tierra Santa para redimir sus pecados, pero al poco tiempo volvía a cometer las mismas atrocidades.
Durante los ocho años de terror, Gilles parecía no vivir en un mundo real, rodeado de gran fastuosidad y como si no se diera cuenta de las brutales acciones que llevaba a cabo. Según contó en el juicio que se le hizo, junto con su grotesca corte, cortaban las cabezas de varios niños recién muertos y hacían competiciones para elegir los rostros más bellos. Las cabezas eran ensartadas en picas y las iban calificando. Se llegó a contar que estas calificaciones las firmaba el mismo diablo, ya que un brujo llamado Rivière podía invocarlo, o a uno llamado Barrón, al cual le ofrecían un sacrificio, como los órganos de un niño.
En continuadas ocasiones, su hermano René intentó salvar el patrimonio familiar que Gilles estaba vendiendo; incluso, con la ayuda del rey, logró un edicto según el cual Giles no podía vender más posesiones. René logró así comprar el castillo de Machecoul.

Fin de su vida.

Pero llegó el momento de que todo esto acabara, y ese momento fue cuando el obispo de Nantes, Jean de Malestroit, investigó las desapariciones de Bretaña y vio que no eran casuales. Malestroit descubrió los crímenes gracias al hecho de que, en plena depresión, Gilles vendió uno de sus últimos castillos, el de Saint-Etienne-de-Memorte, al tesorero de Juan V, Geoffroy Le Ferron. Gilles se enteró de que un primo suyo, el señor de Villecigne, quería comprar el castillo y creyó que Le Ferron no aceptaría la anulación. Este había dejado a su hermano Jean, eclesiástico, al frente del castillo. Gilles, en otro de sus impulsos, atacó la iglesia donde Jean celebraba misa y lo secuestró, encerrándolo en Tiffauges. El ataque fue conocido por el duque de Bretaña y por el propio Malestroit. Juan V mandó a su hermano, condestable del rey, a rescatar a Jean Le Ferron mientras él intentaba apaciguar a Gilles.

 Finalmente, Gilles de Rais fue capturado el 15 de septiembre de 1440, cuando se presentó a las puertas del castillo de Machecoul, donde estaba entonces Gilles de Rais, un grupo armado al mando del capitán Jean Labbé, que iba acompañado por el notario Robin Guillaumet en nombre del obispo de Nantes, portando órdenes del duque. Gilles de Rais se entregó, junto con Prelati, Blanche, Henriet y Poitou, y fue llevado a juicio. El 19 del mismo mes, es decir, cuatro días después de su detención, empezó el interrogatorio que continuó el 28, y el 8, 11, 13, 15 y 22 de octubre.
En el juicio, altamente detallado y cuyos escritos del siglo XV aún existen,​ pasaba del insulto a los jueces al hundimiento más absoluto. Aparentemente las declaraciones de Gilles y sus cómplices fueron tan estremecedoras que los jueces ordenaron omitir de las actas las peores partes. Fue encerrado en una prisión acomodada por su condición de noble. Se declaró al principio inocente, pero en uno de los trastornos de personalidad que ya sufría de años atrás, rectificó y se declaró culpable, quedando el día 15 de octubre muy arrepentido de lo que había hecho. Finalmente, el día 22, ante los jueces eclesiásticos comandados por el obispo de Saint-Brieuc, documentó todos los asesinatos y las vejaciones que practicaba a los niños de entre 7 y 20 años, actuaciones pedófilas, rasgaduras, colgamientos del techo por ganchos, decapitaciones, etcétera.
 Dijo que hasta había bebido la sangre de los niños, incluso cuando estos aún estaban vivos, que «necesitaba aquel goce sexual» y que había escrito un libro de conjuros con la sangre de los asesinados. Fueron confesiones tremendas, y toda Francia se convulsionó ya que la gente no se creía que uno de sus héroes fuera un hombre tan vil. Se constató que había matado entre 80 y 200 víctimas, todas menores de edad​, aunque probablemente fueran muchas más. Fue condenado por asesinato, sodomía y herejía.
Ante su desmedido arrepentimiento fue incluso objeto de compasión de clérigos y plebeyos y se concedió la petición de que fuera una comitiva detrás de él hacia su lugar de ejecución. Finalmente, el 26 de octubre de 1440 Gilles de Rais, junto a dos de sus más perversos colaboradores, habiendo rechazado la gracia real —perdón de la pena que se le extendía por ser Par de Francia—, fue conducido al prado de la Madeleine en Nantes para ser ahorcado y quemado públicamente. Se comportó dignamente y arengó a los que morirían con él a pensar solo en la salvación. 
Su cuerpo fue bajado del cadalso antes de que las llamas lo alcanzasen, a diferencia de los de sus colaboradores, y fue enterrado en la iglesia de las carmelitas de Nantes.

Juicios seculares y eclesiásticos.

Investigaciones eclesiásticas y seculares.

Probablemente poco después del ataque en Saint-Étienne-de-Mer-Morte, la  justicia eclesiástica abrió una investigación secreta, la inquisitio infamiae . Este trámite inquisitivo se inicia con una fase de información destinada a recabar testimonios sobre la fama de un individuo, es decir, sobre su reputación establecida por el rumor en un marco legal. 
En consecuencia, obispo Jean de Malestroit realizó una visita pastoral a su diócesis de Nantes, comenzando por la parroquia de Notre-Dame donde se encuentra el Hôtel de la Suze, donde vive Gilles de Rais. El obispo busca así información sobre los infames rumores que corren sobre las desapariciones de niños alrededor de las casas del barón.
El  29 de julio de 1440, los resultados de la investigación eclesiástica se publican en forma de cartas patentadas por Malestroit: Rais es acusado por el rumor público de violaciones y asesinatos cometidos contra numerosos niños, así como de invocaciones y pactos demoníacos.
 Al mismo tiempo, la justicia secular procede a la audiencia de los mismos testigos en el marco de la investigación dirigida por el secretario Jean de Touscheronde en nombre de Pierre de L'Hôpital , juez mayor  de Bretaña.

El  13 de septiembre de 1440, el Señor de Rais es citado para comparecer ante el tribunal eclesiástico de Nantes, acusado de "asesinato de niños, sodomía, invocación de demonios, ofensa a la divina Majestad y herejía" .
El 15 de septiembre de 1440, el barón es arrestado en su castillo de Machecoul por Jean Labbé, capitán de armas al servicio del duque de Bretaña.

Acusados.

Entre los acusados ​​se encuentran el clérigo Francesco Prelati, el sacerdote Eustache Blanchet, los sirvientes Henriet Griart y Étienne Corillaut, conocidos como “Poitou”, así como Tiphaine Branchu y Perrine Martin, conocidos como “la Meffraye” , las dos mujeres acusadas de ser proveedoras de niños. 
Los primos del  barón de Rais, Gilles de Sillé y Roger de Briqueville, fueron acusados, prófugos de la justicia, y no son aprehendidos.

Primeras audiencias.
 .
Tras su arresto el 15 de septiembre de 1440 Gilles de Rais aparecen en una fecha desconocida para el corte secular de Nantes, presidido por Pierre de l'Hôpital, Presidente y Juez mayor de Bretaña, Gran Oficial del Duque Juan V . El barón debe responder a los cargos relacionados con el asesinato de niños y el ataque a la iglesia de Saint-Étienne-de-Mer-Morte seguido de la ocupación del castillo del mismo lugar. Sin embargo, el informe no oficial de esta primera audiencia solo menciona la respuesta de Gilles a los jueces civiles sobre el caso Saint-Étienne-de-Mer-Morte, sin ninguna referencia a los asesinatos.

El  18 de septiembre, en el marco del proceso secular, el clérigo Jean de Touscheronde comienza a recoger los testimonios de los padres de los niños desaparecidos.

El  19 de septiembre de 1440, en la gran sala superior del castillo de la Tour Neuve , Gilles de Rais aparece por primera vez ante la autoridades judiciales eclesiásticas de Nantes, es decir, el tribunal eclesiástico presidido por Jean de Malestroit,  obispo de Nantes, y canciller del duque Juan V . Este último cargo convierte a Malestroit en “el superior jerárquico de toda la administración judicial, incluida la de Pierre de L'Hôpital, presidente de la corte secular y juez mayor de Bretaña. "

El "promotor [es decir, el fiscal ] de las causas de la fe" Guillaume Chapeillon acusa al barón de haber cometido "  herejía doctrinal" y por ello lo convoca a comparecer el día 28 del mes ante el representante de la Inquisición de la ciudad. Y diócesis de Nantes: el dominico Jean Blouyn, vicario del inquisidor del reino de Francia Guillaume Merici.

Durante esta primera audiencia, el tribunal eclesiástico aparentemente no presenta los cargos relacionados con el asesinato de niños, como el tribunal secular. En todo caso, Gilles de Rais consiente en comparecer ante sus dos jueces, el obispo canciller y el vice-inquisidor, en la fecha acordada por el tribunal eclesiástico.

En consecuencia, Jacques Chiffoleau , historiador de la religión y las instituciones medievales, considera:

“Que deberíamos hablar de juicios. Si el obispo de Nantes inicia el caso a través de su juez -el funcionario-,  pronto nombra al representante del Inquisidor de Francia -lo que transforma la causa y le da las características de un procedimiento típico inquisitorial- , y es retransmitido o duplicado por el juez del duque, para un juicio típicamente secular. Este doble o triple carácter del proceso plantea el problema, capital en tiempos de Juan V y Carlos VII , de las relaciones entre lo religioso y lo político, de la naturaleza teológico-política del poder. "

De acuerdo con la conceptualización de la soberanía  siglo XV, la celebración de estos "juicios doble, emparejado, casi mixto" se justifica por la naturaleza dual -  temporal y eterna  - un "crimen imperdonable" de traición ducal y divina.

Testimonios de los padres.

El tribunal eclesiástico finalmente consagra la sesión de 28 de septiembre de 1440 escuchar a diez denunciantes sin la presencia de Gilles de Rais, posponiéndose la comparecencia del barón hasta 8 de octubre. Al mismo tiempo, 27 de septiembre para 8 de octubre, Jean de Touscheron de sigue escuchando a muchos padres de niños desaparecidos, como parte de la investigación civil.

Acumulación de cargas

Sábado 8 de octubre de 1440, en la sala inferior del castillo de la Tour Neuve, los diez demandantes del 28 de septiembre son escuchados nuevamente por el tribunal eclesiástico.
El mismo día, en un gran aposento alto del castillo, el señor de Tiffauges compareció nuevamente ante el mismo tribunal, esta vez integrado por el obispo Malestroit y el inquisidor dominico Jean Blouyn, asistido por notarios públicos y escribas. También está presente el “presidente de BretañaPierre de L'Hôpital , responsable de la corte secular.

El "promotor de las causas de la fe" Guillaume Chapeillon expone oralmente los artículos de la acusación, revelando todos los delitos y delitos alegados contra Gilles de Rais.

El medievalista Jacques Chiffoleau recuerda que “(…) las acusaciones lanzadas contra el Mariscal en realidad forman un tríptico obligatorio cuyo origen es muy antiguo y que une muy estrechamente:
1º) la rebelión, es decir el rechazo interiorizado del orden legal;
2º) el pacto con el diablo, que otorga poderes mágicos;
3) actos contra la naturaleza, [tal] sodomía ” .

Sin embargo, Chiffoleau precisa que al "insistir en el peso del procedimiento y en los modelos muy fuertes que entonces gobiernan a los jueces" , no pretende, como historiador, entregar una verdad judicial sobre los juicios.
Ante las acusaciones, el señor de Rais desea desafiar a sus jueces. Jean de Malestroit y su hermano Blouyn rechazaron inmediatamente su recurso, considerado "frívolo" , alegando que no se había presentado por escrito. El barón niega "la veracidad de dichos artículos" y niega que haya motivos para un juicio, mientras se afirma a sí mismo como "un verdadero cristiano" .
El promotor luego jura decir la verdad y luego le pide a Gilles que haga el mismo juramento, en vano. Malestroit y Blouyn convocan a Gilles a jurar, amenazándolo con la excomunión, pero el acusado persiste en su negativa y sus negaciones. En reacción, el obispo de Nantes y el vicario del inquisidor convocan el martes al promotor Guillaume Chapeillon y al mariscal de Rais.11 de octubre.
El día señalado, Malestroit y Blouyn posponen la aparición de Gilles de Rais hasta dos días después. Vuelven a escuchar, en la sala inferior del castillo de la Tour Neuve, las quejas y lamentos de los familiares de las víctimas, que ruegan al obispo y al vice-inquisidor "que les proporcione la justicia necesaria y oportuna".
El jueves 13 de octubre las 9 de la mañana, en la gran sala alta del castillo, en presencia de Malestroit, Blouyn, L'Hôpital y personalidades de Nantes, el promotor Guillaume Chapeillon lee la acusación de cuarenta y nueve artículos frente a Gilles de Rais. Interrogado sobre este tema por el obispo y el vice-inquisidor, el señor de Tiffauges se niega a reconocer la autoridad de sus jueces y los trata como “  simoniacs  ” y “ribaud” , lo que provoca como reacción su excomunión .
Cuando el juicio se reanude el sábado 15 de octubre, "Se produce una reversión decisiva" ya que Gilles reconoce a Malestroit y Blouyn como sus "jueces competentes" , admite haber "cometido y perpetrado maliciosamente los crímenes y delitos previstos en su jurisdicción" y luego pide, entre lágrimas, perdón del obispo, del vice-inquisidor y otros clérigos por las palabras ofensivas pronunciadas contra ellos, que le conceden sus jueces.

Excomunión y confesión.

Su primera confesión, conocida como "confesión sin juicio" se pronuncia "voluntaria, libre y dolorosamente" en 21 de octubre de 1440 en el “aposento alto” del castillo de Nantes de La Tour Neuve, donde estuvo preso. El imputado repite, con más detalles, esta confesión en la audiencia del 22 de octubre.

Tan sólo el 20 de octubre decidieron los jueces someterlo a tortura, una práctica habitual en un juicio de la época. Gilles suplicó humildemente que la aplazasen y dio pie a su teatral
arrepentimiento:

“Por causa de estas tristes muertes y de las dificultades que se presentaron que no lo dejaron seguir sus culpables intenciones en las evocaciones mencionadas y otras similares, dijo creer que la clemencia divina y la intercesión de la Iglesia, frente a las cuales su corazón y su esperanza jamás se alejaron, se habían producido misericordiosamente y le habían impedido sucumbir a tantas pruebas
y peligros; y por esta razón, tuvo la intención de renunciar a su mala vida e ir en peregrinación a Jerusalén y al sepulcro de Nuestro Señor y a otros lugares de la Pasión de su Redentor y de hacer todo aquello que pudiera para obtener de la misericordia de su Redentor la remisión de sus pecados. 
Y luego, después de dicha confesión bajo juramento, voluntaria e libremente expresada, exhortó al pueblo que se encontraba allí y sobre todo a los clérigos que estaban presentes en un número más considerable, pidiéndoles venerar siempre nuestra Santa Madre la Iglesia, y de honrarla con más fuerza y nunca separarse de ella, agregando expresamente que si él mismo, acusado, no hubiese dirigido su corazón y su afecto hacia esta misma Iglesia, jamás habría escapado a la malicia y a la intención del diablo; más aún, él creía que, si no fuera así, el diablo habría destruido su cuerpo y se habría llevado su alma, en razón de la enormidad de sus perfidias y de sus crímenes. Exhortó además a todos los padres de familia de cuidar a sus hijos, de manera a que no sean tan livianamente vestidos y que no tolerasen a que viviesen en el ocio, comentando y asegurando que muchos males nacen del ocio y de los excesos de la mesa y declarando más expresamente aún que en su caso el ocio, la avidez insaciable de platos delicados y la frecuente absorción de vinos calientes mantuvieron principalmente en él un estado de excitación que lo llevó a perpetrar tantos pecados y crímenes.
En relación a aquellos crímenes y delitos por él perpetrados, Gilles de Rais, el acusado, imploró con humildad y llorando la misericordia y el perdón de su Creador y muy santo Redentor, así como la misericordia y el perdón de los parientes y amigos de los niños tan cruelmente masacrados, y también de todos aquellos a los que había podido agraviar y respecto de los cuales se había hecho culpable, se encontrasen aquí o en otra parte, y pedía a todos los fieles y adoradores de Cristo los socorros de sus devotas oraciones”



Alquimia y evocaciones del mal.

Los 16 y 17 de octubre de 1440, el sacerdote de Saint-Malo Eustache Blanchet y Francesco (François) Prelati, un clérigo toscano de Montecatini Terme, cerca de Pistoia, comparecen ante el tribunal eclesiástico. Estos dos sirvientes del Señor de Rais afirman que su amo se dedicó a la alquimia para encontrar la Piedra Filosofal. Con este fin, el barón envió a buscar en el reino de Francia y en el extranjero "maestros que interceden en el arte del tiro con arco", acusación que luego será retomada por los herederos de Gilles en las memorias destinadas a demostrar su prodigalidad. Blanchet habría reclutado a Prelati en 1438, durante un viaje a Florencia.
Además de los experimentos alquímicos, Prelati declara haber intentado convocar a un demonio familiar llamado "Barron" al castillo de Tiffauges , en presencia de Gilles de Rais. El empleado también afirma haber interrogado a Barron en un prado cerca de Josselin, por lo tanto, no lejos del castillo donde se llevó a cabo la entrevista. Julio 1440 entre el duque Juan V de Bretaña y Gilles de Rais.

Siguiendo los "esquemas interpretativos" de los jueces, estas palabras incriminan al Señor de Tiffauges al asociar estrechamente "su rebelión contra Dios y el Duque" y su relación con el diablo . 
Dado que las invocaciones demoníacas con el objetivo de aumentar el poder y la riqueza del Mariscal se habrían perpetrado, a fortiori cerca de Juan V , estos “actos indecibles” amenazarían directamente el poder ducal además de ofender gravemente al Creador . 
A estas dos acusaciones principales se suma una tercera, los “atentados a la naturaleza” , es decir, la sodomía y los asesinatos cometidos por Gilles de Rais. Así se construye "un sistema muy coherente" , pero en parte mitológico, según el medievalista Jacques Chiffoleau .

Sentencia y la ejecución de la sentencia.

La sentencia fue pronunciada el 25 de octubre por el tribunal eclesiástico en la gran sala superior del castillo de la Tour neuve, en presencia de Gilles de Rais. A continuación, este último es llevado, el mismo día, al castillo de Bouffay para escuchar el juicio del tribunal secular presidido por el juez mayor de Bretaña, Pierre de L'Hôpital . 
Gilles de Rais fue excomulgado por “apostasía herética […] invocación de demonios […] crimen y vicio contra la naturaleza con niños de ambos sexos según la práctica sodomita.
La decisión del tribunal eclesiástico acusa a Gilles de Rais de ciento cuarenta asesinatos " o más " mientras que el laudo del tribunal secular no puede dejar de número exacto. Gilles de Rais y sus dos sirvientes están condenados a la horca y luego a los quemados .
A petición suya, Pierre de l'Hôpital le concede tres favores: el día de la ejecución, los familiares de las víctimas podrán organizar una procesión, será ejecutado ante sus cómplices y su cuerpo no será totalmente quemado a ser enterrado en la tierra de la iglesia en el monasterio de Notre-Dame des Carmes en Nantes.

Restos.

A la mañana siguiente, miércoles 26 de octubre de 1440, después de una misa en la catedral Saint-Pierre-et-Saint-Paul de Nantes , la actuación se lleva a cabo en el “prado de Biesse” , la parte aguas arriba de la isla de Grande Biesse. Mientras sus sirvientes, Poitou y Henriet, quedan en la hoguera, el cuerpo de Gilles de Rais es retirado, antes de ser demasiado dañado por las llamas.
De acuerdo con la solicitud que había formulado y que le había sido concedida antes de su ejecución, su cuerpo fue enterrado en la iglesia del convento de las Carmelitas de Nantes. Este convento y el monumento funerario dedicado a su memoria serán destruidos durante la Revolución Francesa, y su cuerpo indudablemente arrojado al Loira .
Para conmemorar la tortura, se construyó un monumento expiatorio, cruz de piedra o calvario, en la Chaussée de la Madeleine, cerca del actual Hôtel-Dieu en Nantes (ubicado en la Place Alexis-Ricordeau , y no en el lugar de la ejecución. lugar en la orilla opuesta del Loira). 
Este monumento se convierte en lugar de peregrinaje para mujeres embarazadas. Los restos de este pequeño monumento conocido como “Notre-Dame-de-Création-Lait” se conservan actualmente en el museo arqueológico de Nantes. 

Declaraciones.

Yo, Gilles de Rais, confieso que todo de lo que se me acusa es verdad. Es cierto que he cometido las más repugnantes ofensas contra muchos seres inocentes —niños y niñas— y que en el curso de muchos años he raptado o hecho raptar a un gran número de ellos —aún más vergonzosamente he de confesar que no recuerdo el número exacto— y que los he matado con mi propia mano o hecho que otros mataran, y que he cometido con ellos muchos crímenes y pecados.

“Confieso que maté a esos niños y niñas de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente."

“Contemplaba a aquellos que poseían hermosa cabeza y proporcionados miembros para después abrir sus cuerpos y deleitarme a la vista de sus órganos internos y muy a menudo, cuando los muchachos estaban ya muriendo, me sentaba sobre sus estómagos, y me complacía ver su agonía...

“Me gustaba ver correr la sangre, me proporcionaba un gran placer. Recuerdo que desde mi infancia los más grandes placeres me parecían terribles. Es decir, el Apocalipsis era lo único que me interesaba. Creí en el infierno antes de poder creer en el Cielo. Uno se cansa y aburre de lo ordinario. Empecé matando porque estaba aburrido y continué haciéndolo porque me gustaba desahogar mis energías. En el campo de batalla el hombre nunca desobedece y la tierra toda empapada de sangre es como un inmenso altar en el cual todo lo que tiene vida se inmola interminablemente, hasta la misma muerte de la muerte en sí. La muerte se convirtió en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte desde que me di cuenta de que podía respirar. Mi juego por excelencia es imaginarme muerto y roído por los gusanos

“Yo soy una de esas personas para quienes todo lo que está relacionado con la muerte y el sufrimiento tiene una atracción dulce y misteriosa, una fuerza terrible que empuja hacia abajo. (...) Si lo pudiera describir o expresar, probablemente no habría pecado nunca. Yo hice lo que otros hombres sueñan. Yo soy vuestra pesadilla.”


Jueces.

Jean de Malestroit fue un cardenal francés que se desempeñó como obispo de la diócesis católica romana de Nantes desde el 17 de julio de 1419 hasta el 1443, cuando renunció.

El inquisidor dominico Jean Blouyn.

Pierre de l'Hôpital,  fue un magistrado que ocupó varios cargos bajo el ducado de Juan V de Bretaña  :Presidente en el Parlamento de Bretaña desde 1403 hasta su muerte en 1444. Juez universal de Bretaña desde 1403 hasta su muerte en 1444. Fiscal General en Bretaña. Senescal de Rennes.

Cómplices.

François Prelati fue un sacerdote y alquimista italiano que participó en los asesinatos cometidos por Gilles de Rais en el siglo XV.​ Está pensado por algunos de ser un posible socio sexual de Gilles.​ Afirmó que podía convocar demonios e involucró a Gilles en esta práctica.





REPORTAJE:[Y 51] MALOS DE LA HISTORIA
El placer del mal

Gilles de Rais fue un criminal loco y sádico. Mariscal de Francia con el rey Carlos VII, emprendió una carrera de sexo y sangre que le hizo emular a un monstruo de cuento, Barbazul. De Rais fue ajusticiado en Nantes en 1440. Antes escribió:
 "Yo hice lo que otros hombres sueñan. Yo soy vuestra pesadilla".
 Con él finaliza esta serie por la que han desfilado medio centenar de hombres y mujeres a los que la historia ha tildado de malvados.

FERNANDO CASTANEDO
26 MAR 2006 

Gilles de Rais, nieto de uno de los hombres más ricos y poderosos de Francia, enseguida despuntó por su temeridad en los campos de batalla. Fue lugarteniente de Juana de Arco y sólo contaba 25 años cuando Carlos VII le hizo mariscal de Francia. Al morir su abuelo se retiró a sus dominios y allí comenzó una carrera de sexo y sangre que le hizo pasar a la historia de los malos con el nombre de un monstruo de cuento, Barba Azul.

Gilles de Rais nació en la torre negra del castillo de Champtocé en 1404. Su padre, Guy de Rais, se había casado con la hija de su peor enemigo, Jean de Craon, para zanjar la disputa por una herencia. Del contrato matrimonial de Guy de Rais y Marie de Craon nacieron dos hijos, Gilles y René, que quedaron huérfanos al morir la madre y el padre en 1415. Guy de Rais tuvo el tiempo justo de hacer testamento y dejar instrucciones sobre lo que deseaba para sus hijos. Lo que no quería bajo ningún concepto era que Jean de Craon, su malévolo y astuto suegro, se hiciese cargo de ellos. Dejó la tutela en manos de un primo que no pudo hacer nada cuando el poderoso abuelo de Gilles de Rais decidió saltarse a la torera la última voluntad de su yerno. No iba a permitir que otro administrase las riquezas acumuladas en parte gracias a sus manipulaciones y que pronto pasarían a este nieto.

La vida con su abuelo resultó instructiva. En el castillo de Champtocé aprendió a hacer siempre lo que le venía en gana, sin importarle si estaba bien o no. Los dos clérigos que le habían tutelado hasta entonces, al comprobar que el abuelo "dejaba a su nieto libre de hacer, a su gusto, todo el mal que le pluguiese", y que además se ponía él mismo como ejemplo para Gilles, se marcharon. La lección fundamental que le transmitió Jean de Craon fue que su estado le situaba por encima de la ley, más allá de las prohibiciones pensadas para el resto de los hombres. El abuelo no tardó en iniciarle en la práctica de este dictado. Negoció dos posibles bodas para su nieto, pero al ver que ninguna de estas alianzas cuajaba le mandó secuestrar a su riquísima prima Catherine de Thouars, que iba a heredar propiedades colindantes con las suyas en Poiteau. Gilles la abdujo y su abuelo amenazó a la familia de la muchacha con meterla en un saco y echarla al río Loira, como a un gato, si no accedían al enlace. Los de Thouars enviaron negociadores, entre ellos a un tío de Catherine. De Craon los recibió con una paliza y los encerró en las mazmorras de Champtocé. Durante las conversaciones que siguieron, el padre de Catherine murió de unas fiebres y, finalmente, cuando las autoridades eclesiásticas reconocieron el matrimonio entre Gilles y Catherine, De Craon liberó a los negociadores. Las condiciones del encierro habían sido tan malas que el tío de la recién casada murió poco después.

Pero una infancia torcida puede dar como resultado un hombre malo cuando va acompañada de otros defectos del carácter. En el caso de Gilles de Rais se conjugaron la ausencia total de escrúpulos que observó en su abuelo con una osadía temeraria, ambas unidas a una candidez infantil. Para justificar a Gilles de Rais, o mejor, para explicarlo, casi todos los intérpretes han recurrido a la costumbre de rascar en su infancia y en su juventud. A este respecto, lo fundamental parece estar en un abuelo que, por un lado, se puso como ejemplo a seguir, pero, por otro, no supo enseñarle a dirigir su falta de escrúpulos a un determinado fin. Jean de Craon dirigía todos sus esfuerzos a lucrarse, sin importarle los medios. Así logró la mayor fortuna de Francia. Gilles, por el contrario, se quedó con la práctica del mal, pero sin fines concretos a la que aplicarla, y terminó dirigiéndola hacia lo único que le era propio e inalienable: la satisfacción de sus instintos. La lección fundamental que le transmitió Jean de Craon fue que su estado le situaba por encima de la ley, más allá de las prohibiciones pensadas para el resto de los hombres, y se dedicó a obtener el placer que le proporcionaba ver sufrir a los demás.

Al hambre se juntaron las ganas de comer cuando, a los 14 años, Gilles de Rais comenzó su carrera militar participando en varias escaramuzas de la Guerra de los Cien Años. Contando ya con una sólida formación en el crimen y la crueldad, Gilles no podía sino destacar en el arte de destruir al enemigo. En cuanto se armó caballero, empleó su fortuna en levar soldados, consiguió reunir a los mejores mercenarios, pagó espías sin mirar en gastos y logró rodearse de caballeros tan valientes como él. No le costó acostumbrarse a la vida de campaña, a las marchas, a las refriegas permanentes con los ingleses, a la sangre ni a los gritos de los moribundos. De hecho, se hizo famoso por encabezar con una temeridad loca las cargas contra el enemigo, blandiendo golpes de espada contra todo lo que se le pusiera delante mientras se desgañitaba jaleando a los suyos. Logró algunas victorias importantes para el delfín -heredero al trono de Francia-, al que apoyaba contra las pretensiones de Enrique V de Inglaterra, que quería hacerse con la corona.

Precisamente en 1429 se presentó ante el delfín una doncella que decía escuchar voces de santos. Le pidió un ejército para liberar la ciudad de Orleans, asediada por los ingleses, y para coronarle de una vez por todas rey de Francia. La doncella se llamaba Juana de Arco y obtuvo lo que pedía: diez mil soldados bajo el mando de Gilles de Rais, que para entonces se había convertido en uno de los caballeros más apreciados, tanto por su riqueza como por su brutalidad. Mano a mano la doncella y el caballero, la futura santa y el monstruo futuro, ganaron batallas, liberaron Orleans y fueron los encargados de conducir al delfín Carlos hasta Reims para su coronación. El honor de llevar los santos óleos en la ceremonia recayó en Gilles de Rais. Poco después, Carlos VII le nombraba mariscal de Francia a instancias de su favorito -y primo de Gilles-, Georges de la Tremoille.

Al año siguiente, De la Tremoille se lavó las manos cuando los ingleses capturaron a Juana de Arco y la acusaron de herejía. Gilles de Rais intentó convencer a su primo de que podían salvar a la doncella de Orleans, pero en realidad al favorito le interesaba que la joven visionaria desapareciese de la corte de Carlos VII. Juana de Arco fue condenada y murió en la hoguera en 1431. Georges de la Tremoille, mientras tanto, se jactaba cínicamente de lo bien que sabía manejar a Gilles, del que decía que era un tonto útil (y muy rico): "¡Es bueno hacerle progresar en el aprendizaje del mal!".

En 1432 murió Jean de Craon, no sin antes tener un último gesto de desprecio para con su nieto y heredero: le entregó su espada a René, el menor de los dos hermanos, y se lamentó de haber criado a Barba Azul. En cuanto le llegaron las noticias, Gilles decidió abandonar los tejemanejes de la corte, para los que no valía, se retiró a sus tierras y largó todas las velas de su deseo. Al poco tiempo comenzaron a propagarse rumores por la comarca.

La fiesta de este chivo comenzó en Champtocé, pero Gilles de Rais también dispuso habitaciones para sus orgías en los castillos de Tiffauges y de Machecoul, y en la casa llamada de la Suze, en Nantes. El primer secuestro que se le atribuyó fue el de un aprendiz de curtidor. Al parecer, Guillaume de Sillé, primo y amigo íntimo de Barba Azul, encargó al muchacho, de 12 años, que llevara un mensaje al castillo de Machecoul. Pasado un tiempo razonable, el curtidor, visto que su aprendiz no daba señales de vida, se acercó al castillo a preguntar por él y allí le dijeron que el muchacho había sido raptado en Tiffauges por unos salteadores. Nunca más se supo del aprendiz. Algo parecido les sucedió, años más tarde, a algunas madres que se atrevieron a pedir cuentas a los habitantes del castillo de Machecoul. Guillaume de Sillé, tal vez para protegerse, o quizá para consolarlas, salió del paso con la patraña de que en efecto raptaban a los niños y se los entregaban a los ingleses por orden del rey. Añadió que, una vez en Inglaterra, los educaban para convertirlos en pajes.

Poco a poco, los rumores sobre desapariciones de niños fueron a más, hasta el punto de que toda la comarca del País de Rais cobró una fama siniestra. Cuenta una crónica que en cierta ocasión se encontraron dos campesinos de camino al mercado y que cuando se preguntaron de dónde eran y uno de ellos respondió que de Machecoul, el otro le miró aterrorizado, dijo: "ahí es donde se comen a los niños", se santiguó y se fue.

Lo que pasaba con los niños desaparecidos no llegó a saberse hasta años después, gracias a los testimonios recabados durante la investigación judicial. A pesar de que muchas de las confesiones se obtuvieron bajo tortura, incluida la del principal encausado, coincidían en demasiados puntos como para ponerlas en tela de juicio. Por ellas sabemos que el crimen se fue repitiendo hasta convertirse en un violento y macabro ritual que los celebrantes disfrazaban de ceremonia solemne.

Lo primero, claro está, era hacerse con una víctima. Con frecuencia secuestraban a los niños con engaños, como en el caso del aprendiz de curtidor, pero también se aprovechaban de los mendigos que llamaban cándidamente a las puertas del castillo pidiendo limosna. Tampoco faltaron padres confiados que se dejaban seducir por promesas falsas, ni padres sin escrúpulos que vendían a sus hijos por unas monedas.

Una vez en su poder, los criados se ocupaban de preparar al niño o al muchacho (hubo víctimas de entre 7 y 20 años). Le vestían con prendas lujosas, le alababan al señor que estaba a punto de conocer y le prometían toda clase de regalos si se portaba bien. Después llegaba el festín. Los criados conducían al niño a la mesa. Gilles de Rais y los participantes se sentaban a cenar con el niño, impresionado por lo que le había tocado en suerte vivir. Se servía una cena exquisita, abundante y bien acompañada de hidromiel y vino.

De allí pasaban a una cámara especialmente dispuesta, a la que sólo tenían acceso los cómplices más allegados de Gilles de Rais. Éste observaba a los muchachos y "frotaba contra ellos su virilidad se deleitaba e inflamaba de tal modo que criminalmente y en forma adversa a la normal surtía el vientre de los niños", según reza el auto medieval. Si el muchacho gritaba, cosa que molestaba mucho a Barba Azul, lo colgaban del cuello para sofocar sus sollozos y De Rais lo violaba en esa postura. Enardecido por su instinto sangriento, De Rais lo mataba o daba orden de que lo matasen. Algunas veces decapitaban a los muchachos o los degollaban, y otras los descuartizaban, les daban garrote o les abrían las entrañas como si fuesen ganado.

La ceremonia no siempre terminaba del mismo modo. Poitou, uno de los siervos más fieles de Gilles de Rais, fue secuestrado como cualquier otro, pero cuando llegó la hora de asesinarle el mariscal le perdonó la vida en honor a su belleza. Precisamente fue Poitou el que en su declaración recordó cómo "una vez muertos, [De Rais] besaba a los niños; solía tomar las cabezas y las extremidades más hermosas, las levantaba para admirarlas y lloraba lamentándose de lo sucedido. También ordenaba que se les abriesen los cuerpos y disfrutaba con la visión de sus órganos internos. En algunas ocasiones se sentaba encima del niño moribundo y se tocaba mientras le veía morir. Se reía".

Por otros testimonios sabemos que también se daba a la necrofilia. Después de fornicar con los cadáveres de sus víctimas, padecía unos brotes locos de arrepentimiento en los que juraba que emprendería una peregrinación a Tierra Santa para redimir sus crímenes. Los buenos propósitos duraban poco. Al día siguiente, el riquísimo Gilles se veía de nuevo rodeado de una numerosa flotilla de íntimos que le adulaban y le seguían el juego, riéndole las gracias, secundando sus caprichos aberrantes, azuzándole y zanganeando a su costa; Gilles de Rais no habría llevado a cabo sus crímenes sin ayuda.

El escuadrón del vicio estaba formado, además de por un gran número de criados y comparsas, por varias figuras principales que compartían con Gilles una vida fastuosa. Desde el principio contó con sus primos Guillaume de Sillé y Roger de Briqueville, además de otros jóvenes de familias nobles y arruinadas; Blanchet, su capellán; sus fámulos Henriet y Poitou, y al final, con el brujo Prelati.

El mariscal de Francia no se privaba de nada, y mucho menos de escenificar su poder, aunque desde que se retiró de la corte no fuese más que un poder nominal. Por ejemplo, seguía desplazándose con toda la pompa protocolaria que le correspondía, aderezada con algunos extras de su cosecha. Se hacía preceder de heraldos y maceros, con tabardos bordados en oro y plata, a los que acompañaban pajes vestidos con jubones de brocado y sayos trepados, reyes de armas y persevantes, un cuerpo de ballesteros bretones a pie y de caballeros sobre alazanes, mientras él, como un rey, montaba su palafrén.

Pero Gilles de Rais, al contrario que su abuelo, sólo sabía gastar como un pródigo y pronto se vio sin dinero contante y sonante con el que mantener el espectáculo de su locura. Para salir de aquella situación comenzó a vender propiedades hasta que en 1435 su hermano René, junto con otros parientes, temiendo que liquidase todos los bienes raíces de la familia, logró que el rey firmase una orden que le prohibía seguir dilapidándolos. Gilles de Rais decidió recurrir a la alquimia, en primer lugar, y más adelante, al satanismo. El cura Blanchet se convirtió en su procurador.

Para empezar, el sacerdote le presentó a un orfebre al que había conocido en la taberna del pueblo. El artesano se jactaba de que podía convertir la plata en oro. De Rais le entregó una moneda de plata y le dejó a solas para que obrase el milagro. Cuando regresó al taller se encontró con el alquimista tirado en el suelo entre vapores etílicos, inconsciente. Al parecer, su don consistía principalmente en convertir una moneda de plata en varias frascas de vino.

Visto que la alquimia no funcionaba, De Rais se pasó al satanismo. El mariscal de Francia, que había visto a Juana de Arco sacarse una flecha del cuello y continuar luchando como si nada, tenía fe en los milagros y estaba convencido no sólo de que los tratos con el demonio le sacarían de sus apuros económicos, sino también de que le convertirían en el hombre más poderoso de Francia.

Blanchet le presentó a un brujo llamado Rivière que se decía capaz de convocar al diablo. Durante el juicio contra Gilles, Blanchet relató cómo una noche Rivière, armado con escudo y espada, les condujo a todos al claro de un bosque y les hizo esperar allí mientras él iba en busca de Satán: "Escuchamos un gran estruendo, que a mí me pareció el ruido de una espada contra un escudo, y al poco apareció Rivière, pálido y muerto de miedo, diciendo que el diablo había pasado a su lado en el bosque. Después regresamos a Pouzages y estuvimos allí de juerga hasta que nos quedamos dormidos". El brujo Rivière, visto que su amo se lo creía todo como un niño, le pidió una fuerte cantidad de dinero para comprar material de invocaciones satánicas. Gilles se lo dio y el mago desapareció como por ensalmo.

Pero De Rais no escarmentaba. En 1438 envió a Blanchet a Italia en busca de un nigromante que pudiese ponerle en contacto con Satanás. El sacerdote conoció a François Prelati, un joven políglota, charlatán y embaucador que se dedicaba a hacer conjuros. Blanchet y Prelati llegaron al castillo de Tiffauges en la primavera de 1439. Gilles de Rais puso inmediatamente a su disposición todos los medios para que el hechicero convocase al diablo en la noche más propicia del año, la de San Juan.

Llegados el día y la hora, el cura Blanchet, los criados Poitou y Henriet, el primo Guillaume de Sillé, De Rais y Prelati se encerraron en el gran salón del castillo. El brujo dibujó un gran círculo en el suelo, inscribió una estrella de cinco puntas dentro de él y pintó símbolos en los entrepaños. De acuerdo con el testimonio de Blanchet, De Rais seguía a Prelati por todo el salón con un gran volumen lleno de páginas escritas en rojo. También llevaba consigo una carta dirigida al Maligno, en donde le prometía todo lo que quisiese -menos la vida y el alma- a cambio de una fortuna sin límites.

Cuando terminó de dibujar, Prelati les dijo que ni se les ocurriera santiguarse, por mucho miedo que tuviesen. Ordenó cerrar las ventanas y entonces Gilles mandó a los demás que saliesen de la gran sala. De Sillé se alegró porque en otra ocasión, cuando un mago había convencido a los dos primos de que había un espíritu en la habitación donde se hallaban, le dio un pánico tal que saltó por una ventana. Según De Rais, Prelati condujo una ceremonia que consistía en conjurar, a veces de rodillas, a veces de pie, y también deambulando, a un diablo llamado Barrón. Éste no apareció, pero sí lo hizo una tormenta que levantó un ventarrón furioso y descargó una tromba de lluvia impresionante; cayeron rayos y truenos sobre Tiffauges. La tormenta sirvió para consolar a Gilles del plantón que les había dado el diablo y, al mismo tiempo, para salvar el prestigio nigromántico del sinvergüenza de Prelati.

Este sainete se convirtió en rito macabro cuando Prelati, tal vez ignorando los crímenes de Gilles de Rais, le dijo que Barrón exigía un sacrificio con el corazón, los ojos y los órganos sexuales de un niño. El hechicero obtuvo lo que había pedido y realizó el sacrificio, esta vez encerrándose a solas en una sala del castillo. Desde fuera, los demás escucharon gritos, golpes e imprecaciones. Prelati salió de la sala lleno de heridas y magulladuras, diciendo que Barrón se había mostrado y le había propinado una paliza brutal. Blanchet, en su testimonio ante los jueces, sostuvo que los ruidos de aquel día "le sonaron como si alguien sacudiera un colchón de plumas".

Mientras tanto, la liquidación de propiedades continuaba. René, siempre alerta, seguía acosando a su hermano por su prodigalidad y tras varios pleitos logró que un tribunal le asignase el castillo de Champtocé. Gilles de Rais se echó a temblar ante la posibilidad cada vez más real de que René se hiciese también con Machecoul. Envió allí a Henriet y a Poitou para que incinerasen los cuerpos de más de 50 niños que había mandado guardar en una torre. Efectivamente, René ocupó Machecoul e interrogó a Henriet y a Poitou acerca de los esqueletos que se habían encontrado en el castillo. Los criados dijeron que no sabían nada, y René prefirió acallar aquel asunto familiar que podía salpicarle.

Otros poderosos, sin embargo, acechaban desde hacía tiempo a Gilles de Rais. Cualquier excusa les vendría bien para rapiñar la inmensa fortuna de un criminal loco y manirroto. Entre los buitres había dos enemigos jurados: el duque de Bretaña, Juan V, y el obispo de Nantes, Jean de Malestroit. Los rumores sobre las desapariciones de niños no bastaban para emprender acciones; al fin y al cabo se trataba con toda seguridad de siervos, campesinos o artesanos. A Gilles de Rais, conviene recordarlo, le juzgaron y condenaron no tanto por los crímenes que había cometido como porque todavía poseía una fortuna que muchos codiciaban.

El proceso contra Barba Azul se inició a raíz del secuestro de un sacerdote mientras celebraba misa mayor en la iglesia de St. Etienne. Este sacerdote era hermano del tesorero del duque de Bretaña, que le había obligado a aceptar la venta de uno de sus castillos. Furioso por la humillación y con el miedo loco de un animal esquinado, De Rais decidió vengarse. Entró en St. Etienne hacha en mano y secuestró al cura.

Había llegado la hora. Ésta era la excusa perfecta para que el duque y el obispo interviniesen. El prelado empezó a recabar información, y la obtuvo: desapariciones, secuestros, invocaciones al diablo, laboratorios de alquimia, el famoso libro de conjuros supuestamente escrito con la sangre de sus víctimas Había crímenes más que de sobra para que los motivos económicos de fondo permaneciesen ocultos. En julio de 1440, el obispo publicó un informe:
 "Monsieur Gilles de Rais, señor, caballero y barón, sujeto a nuestra jurisdicción, con la ayuda de varios cómplices cortó los cuellos, mató y masacró a muchos niños pequeños e inocentes, con los que además practicó actos de lujuria antinaturales y el vicio de la sodomía; ha llamado o hecho a otros convocar malignamente a los diablos, y ha perpetrado otros crímenes tremendos en los límites de nuestro episcopado".

El escrito del obispo de Nantes llegó a oídos de Gilles de Rais, pero el mariscal de Francia no se dejó achantar por tan poca cosa; sus primos Guillaume de Sillé y Roger de Briqueville, sí. Recogieron el dinero que tenían apartado para una eventualidad como ésta y desaparecieron para siempre. En Tiffauges quedaron, junto a Barba Azul, sus criados Poitou y Henriet, el nigromante Prelati y el capellán Blanchet. Los soldados del duque los prendieron y los condujeron ante el juez eclesiástico de Nantes para que Gilles prestara declaración sobre los sucesos de la iglesia de St. Etienne. A los tres días, el juez civil comenzó a recabar testimonios, y poco después abría un proceso al señor De Rais por 34 asesinatos y la desaparición de 140 muchachos, además de acusarle de sodomía, herejía y violación de lugar sagrado.

En el primer interrogatorio, Gilles de Rais insultó a los jueces llamándoles simoniacos y prevaricadores, y dijo que preferiría verse colgando de una soga a contestar las preguntas de "curillas y leguleyos". Le preguntaron cuatro veces, y cuatro veces ignoró al tribunal. El obispo Malestroit decidió excomulgarle. Mientras esperaba la siguiente vista del juicio, De Rais pidió confesarse y comulgar, pero como había sido excomulgado no podía recibir ningún sacramento. Por temor a que se perdiese su alma confesó todos los crímenes que se le imputaban menos el de haber convocado al diablo. Pidió perdón a los miembros del tribunal, y el obispo le readmitió en la Iglesia.

Sin embargo, el fiscal no se contentó con esta confesión e insistió en que Barba Azul reconociese que había intentado convocar al diablo. Gilles de Rais rechazó el cargo y propuso que le sometieran a la prueba del fuego (agarrar un hierro candente con la mano) para demostrar su inocencia. No hizo falta llegar tan lejos, porque tanto Poitou como Henriet, además del cura Blanchet y Prelati, declararon -posiblemente bajo tortura- que hubo invocaciones diabólicas. Al leerle las declaraciones de sus compañeros, el mariscal de Francia se limitó a recomendar que las hiciesen públicas para aviso de herejes. No bastó. El fiscal exigía una confesión, así que solicitó a los jueces permiso para obtenerla bajo tortura.

Pero el obispo, más práctico, lo excomulgó de nuevo y Barba Azul confesó entre súplicas para que le readmitiesen en la Iglesia. Absuelto de la sentencia de excomunión "por el amor de Dios", Gilles de Rais y sus cómplices fueron condenados a la horca. Pierre de l'Hôpital confirmó la sentencia a muerte dictada por el tribunal eclesiástico: se les condenaba a ser colgados del cuello hasta la muerte y a que sus cuerpos fueran quemados hasta que de ellos sólo quedasen cenizas. El mariscal de Francia pidió ser el primero en subir al cadalso "para dar ejemplo a sus criados", y el tribunal se lo concedió.

Gilles de Rais fue ajusticiado el 26 de octubre de 1440 en Nantes. Desde el patíbulo, antes de que se ejecutara la sentencia, confesó públicamente sus crímenes y dio un discurso elocuente y conmovedor sobre los peligros de una juventud disoluta. Conminó a los reunidos a que educasen a sus hijos con rigor y a que permaneciesen siempre fieles a la Iglesia. En lugar de ser quemado, el obispo permitió que se enterrase su cuerpo con los ritos cristianos.

La maldad de Gilles de Rais hundía sus raíces en la satisfacción que proporciona la barbarie, algo tan arraigado en nosotros que sólo el poder de la civilización es capaz de reprimir. Freud diría que a costa del profundo malestar que nos genera. Entre el malestar de la civilización y la maldad de la barbarie, Gilles de Rais optó por la segunda: 
"Yo soy una de esas personas para quienes todo lo relacionado con la muerte y el sufrimiento tiene una atracción dulce y misteriosa, una fuerza terrible que empuja hacia abajo… si lo pudiera describir o expresar, probablemente no habría pecado nunca. Yo hice lo que otros hombres sueñan. Yo soy vuestra pesadilla".

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