La oriental isla de Taiwán se asemeja a una hoja verde que se mece suavemente entre la cercanía geográfica de China, que “nunca” reconocerá su independencia, y Estados Unidos, que ha sido su protector. Un destino que mezcla la tradición con la modernidad y en el que sus gentes, gastronomía y paisajes seducen al viajero.
Isla de Taiwán
Con tan solo 36.000 kilómetros cuadrados y algo más de 23 millones de habitantes, Taiwán es un pequeño país que, según la guía de viajes Lonely Planet, es uno de los mejores destinos para hacer turismo y poder conocer una historia ancestral.
Bendecido con una amplia gama de zonas climáticas, el país cuenta también con unos notables y bellos recursos naturales, una producción de tecnología de última generación y una amplia oferta hotelera y gastronómica.
Con más de 1.200 templos, entre iglesias, mezquitas y sinagogas, que representan al taoísmo, budismo, protestantismo y catolicismo es un lugar de visible libertad religiosa, incluso en algunos lugares los templos taoístas y budistas están separados apenas por un patio central.
La isla, con unos habitantes que brindan siempre una cálida sonrisa, se asemeja a una hoja verde que se mece suavemente entre la cercanía geográfica de China, que “nunca” reconocerá su independencia, y Estados Unidos, que ha sido su protector desde la llegada del general Chiang Kai-shek a mediados del pasado siglo XX.
Atravesada por el trópico de Cáncer, la denominada República de China (Taiwán), en el pasado Isla Formosa (Hermosa), como la bautizaron los portugueses, está ubicada en el Pacífico Occidental, entre Japón y Filipinas. Es de destacar en su geografía el monte Jade (Yu Shan), el más alto del Este Asiático.
En su territorio existen un buen número de pequeñas islas, casi todas con un suelo muy fértil, que favorece todo tipo de cultivos, y una flora y fauna de gran variedad, gracias a la protección del 20 por ciento del área terrestre de la nación.
En cuanto a su industria es una potencia electrónica con una notable producción en ordenadores, microprocesadores y tecnología informática; circuitos integrales, pantallas y discos ópticos.
TAIPÉI, FUSIÓN DE HISTORIA Y MODERNIDAD
Taipéi es la urbe más poblada del país, con una superficie de 272 kilómetros cuadrados y 2,6 millones de habitantes. Fundada a comienzos del siglo XVIII y declarada capital en 1949 por el general Chiang Kai-shek, es el centro político, económico y cultural, sede de varias universidades y ciudad moderna con diversos puntos de interés.
Entre ellos destaca el Taipéi 101, un edificio de 508 metros de altura, inaugurado en 2005, que se encuentra entre los más altos del mundo, con una construcción de las más seguras y modernas del planeta, ya que la región donde se ubica es una de las más castigadas por huracanes y terremotos. Según los responsables que lo diseñaron puede soportar terremotos de hasta 7 grados en la escala de Richter y hasta vientos de más de 400 kilómetros por hora.
Posee una forma de caña de bambú, donde cada planta semeja un nudo. El número que ostenta, 101 (uno-cero-uno), es un homenaje al sistema binario del lenguaje informático. El vidrio de color que destaca en su construcción es visible desde todos los puntos de la ciudad.
Otro punto clave de la urbe capitalina es el monumento a Chiang Kai-shek, que está rodeado por un parque en el que se puede disfrutar de riachuelos con vistosos peces de colores, aves y silencio, fue abierto el 5 de abril de 1980, en el quinto aniversario de la muerte del líder.
Realizado por el arquitecto Yang Cho-cheng, posee muchos elementos de la arquitectura china tradicional y está presidido por una estatua de bronce del general, sentado y luciendo un traje tradicional, que abarca el salón principal. Los colores azul y blanco del edificio y el color rojo de los parterres son similares a los colores de la bandera de la República.
El momento especial en este lugar es su vistoso cambio de guardia de los militares que vigilan el salón. Se realiza cada hora, el resto del tiempo el turista o visitante puede circular libremente y visitar también, sin salir del edificio, una interesante exposición sobre la vida de este personaje, con una reproducción de su despacho con una estatua del dirigente tras su mesa de trabajo.
Otro punto relevante de la capital taiwanesa es el Museo del Palacio Nacional, que expone una variada colección de arte chino del mundo. Es un recorrido por 5.000 años de historia a través de casi 700.000 piezas y artesanías antiguas chinas, una de las más grandes del mundo, que pertenecieron al Palacio del Emperador, en la Ciudad Prohibida de Pekín, y que fueron sacadas por Chiang Kai-shek cuando su gobierno se trasladó a Taiwán en 1949.
En la colección están presentes pinturas de todas las dinastías, así como numerosas piezas de marfil, alfarería y bronce, entre otras, destacando la denominada “La col china”, de la dinastía Qing. De autor desconocido, es de jadeíta tallada con la forma de una cabeza de col china. La combinación de los bellos colores naturales del jade y sus hojas semitranslúcidas recrean una col real.
COLES, OSTRAS Y CONFUCIO
También es muy bella la llamada “Piedra con forma de carne”, una pieza de jaspe (una forma de ágata) que recrea un asombroso parecido con un trozo de cerdo cocinado. Mide 3,4 centímetros de largo y 1,6 centímetros de alto.
Otro lugar que el visitante no debe perderse es el Maokong, un pintoresco pueblo situado en la cima de una montaña donde se llega con el Maokong Góndola, un teleférico escénico que ofrece impresionantes vistas de la ciudad.
En este pueblito, que posee áreas recreativas y forestales, magníficamente cuidadas, es típico tomar el té de gran calidad que se cultiva localmente y también es un lugar ideal para comer o cenar.
Y para visitar la esencia de la capital taiwanesa, nada más recomendable que acercarse al mercado nocturno de Huaxi, (el callejón de la serpiente), donde se combinan y mezclan, no siempre en equilibrio, sabores, olores y colores, con la artesanía.
Aquí podemos degustar muy diferentes platos, que van desde el mal afamado “Stinky Tofu” (tofu apestoso, elaborado mediante la fermentación del tofu), hasta exquisitos manjares tradicionales de la cocina china que tiene en la isla múltiples variedades.
Pero Taiwán es mucho más que su capital. Por ejemplo, la centenaria ciudad de Tainán, al sur, la más antigua del país, transporta al viajero a un pasado remoto mientras vive el presente.
Fue capital de la nación entre los siglos XVII y XIX, durante la dinastía Qing, por lo que conserva gran número de edificios históricos. Es la cuarta ciudad más poblada del país y siempre está abarrotada de coches, bicicletas y motos, pero es una bella urbe costera bañada por el Mar de la China Meridional.
Con un agradable clima subtropical, se pueden contemplar en sus parques y jardines el crecimiento de orquídeas. Además, en sus límites crecen arrozales y también existen plantaciones de azúcar.
En los límites de Tainán se encuentra el templo de Confucio, que conmemora la vida del sabio a quien aquí se adora como a un dios, aunque no era creyente. Se construyó en 1879, fue destruido durante la ocupación japonesa y se reconstruyó en el año 1927.
En el templo aparecen numerosas tablillas colgadas con algunos de sus pensamientos, en algunos casos dibujados o escritos por los diferentes mandatarios, que incluye uno de la actual presidenta, Tsai Ing-wen.
En esta zona sur de la isla destaca, también, el denominado “pueblo de las ostras”, Dongshi, en el que abunda este tipo de molusco y gran parte de sus habitantes se dedican a su comercialización.
DE PROVINTIA AL ZAPATO DE CENICIENTA
Y si algo caracteriza a los habitantes de este país oriental es su buen humor y sus festivales, como el de La Linterna, que tiene más de 100 años de tradición y consiste en una gran fiesta en el que los espectáculos de luz y sonido sobresalen entre el alborozo de los visitantes y el deleite de poder contemplar miles de faroles, imágenes y atracciones.
Se trata de una mezcla de tradición, belleza y superstición y forma parte de los festejos del Año Nuevo Chino, que este 2018 está dedicado al perro, que representa abundancia y prosperidad.
Las celebraciones comienzan con una limpieza de la casa y el lugar de trabajo que, según la tradición, sirve para alejar la mala suerte. También las decoran con flores, plantas, adornos de color rojo y mensajes de buena suerte, colgados en las puertas y dentro de las propias viviendas.
Otro lugar típico en el país es la Torre de Chihkan o Fuerte Provintia. Provintia, que holandés significa eternidad, fue construido por los holandeses y aún se conservan algunos restos originales de 1653.
Fue utilizado como centro administrativo durante la ocupación holandesa y, en la actualidad, conserva dos templos religiosos y un espacio ajardinado de gran atracción popular. Hasta aquí llegaba el agua en aquella época y por eso, según comentan sus habitantes, las gárgolas imitan a las olas como homenaje al mar.
Otra atracción turística, ubicada en la ciudad costera de Budai, perteneciente al condado de Chiayi, al sudeste del país, es el controvertido monumento denominado el Zapato de Cenicienta, criticado por ecologistas e historiadores porque, según ellos, afea el entorno y se aleja de las tradiciones, que evoca al zapato de la protagonista del cuento y que homenajea, según sus autores, a las mujeres que en los años 50 del pasado siglo padecieron una enfermedad que, en algunos casos, les llevó a la amputación de parte de sus pies.
Es un templo de cristal que ostenta el récord Guinness como el edificio con forma de zapato más grande del mundo. Costó 686.000 dólares, está compuesto por 320 piezas de cristal azul y tiene unas medidas de 17 metros de alto, 11 de ancho y 25 de largo. Por supuesto recibe miles de visitas todos los días.
UN POCO DE HISTORIA
Alargada, con apenas 395 kilómetros de Norte a Sur y 144 kilómetros de Este a Oeste, frente a la costa Sureste de China, Taiwán fue ocupada en sus inicios por pueblos de origen malayo-polinesio, y luego se la irían disputando diferentes potencias asiáticas y europeas, y ocupada, sucesivamente a partir del siglo XVII, por holandeses, españoles, chinos y japoneses.
Expulsados los holandeses por el ejército de Zheng Chenggong (en occidental Koxinga), a las órdenes de la dinastía Ming, apareció la primera oleada de colonos chinos en la isla.
Posteriormente quedó en poder de esta potencia que fue obligada en 1895, mediante el Tratado de Shimonoseki, a ceder Taiwán a Japón, en virtud del tratado de paz de la primera guerra chino-japonesa. El imperio oriental propició un enorme desarrollo de la isla en todos los ámbitos durante cincuenta años.
Tras la derrota japonesa en la II Guerra Mundial, Taiwán volvió a pertenecer a la soberanía china desde el 15 de octubre de 1945. Cuatro años después sirvió de refugio al Gobierno nacionalista chino, que encabezaba Chiang Kai-shek, perdedor de la Guerra Civil China contra el Partido Comunista de China de Mao Zedong.
Chiang Kai-shek, con el apoyo de los Estados Unidos, gobernó Taiwán de forma autoritaria desde 1949 hasta su muerte en 1975, cuando fue sucedido por su hijo Chiang Ching-kuo, quien gobernó hasta 1988.
Bajo su mandato se iniciaron una serie de reformas democráticas que aumentarían la participación popular en la política y las libertades individuales. Le sucedió Lee Teng-hui, quien continuó las reformas que llevaron a una democratización plena a Taiwán.
Sustituido el 20 de mayo del 2000 por Chen Shui-bian, que fue presidente hasta mayo del 2008, cuando ocupó el cargo Ma Ying-jeou, quien le dio el relevo en 2016 a la actual presidenta, la abogada y profesora taiwanesa, Tsai Ing-wen, presidenta del Partido Democrático Progresista.
Tsai ha reivindicado la plena independencia de Taiwán, lo que le cosechó muchos votos pero también, a lo largo de sus dos años de mandato, la disminución de un gran número de visitantes chinos. Un intento desde el continente de apagar o disminuir su voz en el mundo. Además su popularidad está en entredicho debido a la mayor tensión política actual y por la disminución de las pensiones programada, durante los próximos diez años, a militares y funcionarios.
Taiwan, heredero de la Escritura China Tradicional.
A mediados de los años cincuenta, el Partido Comunista Chino introdujo maneras más fáciles de escribir los caracteres usados con más frecuencia, que finalmente llegaron a ser más de 2.000, para así elevar los índices de alfabetización y educar a las masas. “La mayoría de estos caracteres simplificados habían sido usados por la gente ordinaria y en la literatura folklórica durante mucho tiempo”, dice Yao Rong-song, director del Instituto de Postgrado en Cultura, Idioma y Literatura Taiwanesa, de la Universidad Normal de Taiwan, “La simplificación de caracteres de China continental sólo agregó una página más a la larga historia de cambios en los caracteres han”.
Como lingüista especializado en holo, el idioma del grupo étnico más grande de Taiwan, él resta importancia a la negatividad traída por la simplificación de los caracteres, para que sus ramificaciones sociales y filosóficas no sean fácilmente descartadas.
Después que Hong Kong regresara a China en 1997, Taiwan se convirtió en el principal usuario de caracteres tradicionales en el mundo del habla china.
“El hecho es que no hay lugar como Taiwan, con sus ventajas obvias en la tradición de escribir el chino estándar”, dice Dung Peng-cheng, secretario general de la Asociación Mundial de Idioma Chino.
La asociación fue establecida en 1972 con el fin de promover la investigación y la educación del mandarín tanto en el país como en el extranjero, especialmente en los países del Sureste Asiático. A fines de este año, el grupo celebrará su octavo seminario mundial sobre educación del idioma chino en Taipei. Los organizadores de la conferencia trianual esperan que el número de participantes exceda los 300, procedentes de más de 20 países este año.
“Muchos profesores de idioma chino creen que los que conocen los caracteres tradicionales, pueden reconocer muy bien sus versiones simplificadas”, dice Dung.
Ahora, hasta aquellos que les importa poco la historia y la cultura chinas, o los que ven los caracteres como una parte de la gran suma de tradiciones taiwanesas, encuentran que el uso de caracteres tradicionales diferencia realmente a la isla de China. El una vez poderoso símbolo de la herencia china que fue usado para imprimir nociones de unificación hoy día indica, paradójicamente, diferencia y separación.
En un contexto más amplio del uso internacional de los caracteres han, el conflicto entre los dos sistemas de escritura deja entrever cómo los caracteres chinos pueden cambiar de forma, a través de la transformación natural o artificial, para escribir holo y hakka.
Los escritores tienen dos opciones si quieren expresarse en holo o hakka: usar caracteres han o romanización. El problema es que se cree que el holo y el hakka pueden contener cantidades considerables de vocabulario residual de las lenguas de las tribus del sur de China.
Siguiendo el largo proceso de la asimilación de estas tribus a la cultura han, la notación de sus idiomas sigue siendo discutida, por lo que algunas palabras son difíciles o imposibles de registrar mediante el uso de caracteres han. Por esta razón, esos escritores emplean una mezcla de caracteres han y transliteración romanizada, que puede verse normalmente en una columna dedicada a este modo en el periódico de idioma chino, The Liberty Times, así como en un puñado de publicaciones.
En una sociedad que durante la última mitad del siglo ha estado vinculada a los caracteres han; sin embargo, los textos combinados parecieran incomprensibles. Para los partidarios de la escritura china ortodoxa como Liao Hsien-hao, comisionado del Departamento de Asuntos Culturales, del Gobierno de la Ciudad de Taipei, esta desviación es innecesaria. El dice que las modificaciones menores a los 37 símbolos fonéticos (ㄅㄆㄇㄈ…) empleados para enseñar mandarín en Taiwan son suficientes.
Escritura de caracteres chinos
Adoptados por el gobierno nacionalista en la década de 1910, los Símbolos Fonéticos de Mandarín, también conocidos como Bopomofo, llegaron a la isla con el régimen a finales de los años cuarenta.
“Este sistema resolvió el antiguo problema de confundir la pronunciación de un carácter con la de otro”, dice Liao.
El método de la pre-república usaba otros dos caracteres, el primero proporcionaba la consonante inicial de dicho carácter y el segundo indicaba su fonema final y tono.
Los símbolos fonéticos de mandarín han sido usados con los caracteres tradicionales en Taiwan desde que el Kuomintang (KMT) comenzó a administrar la isla a finales de la Segunda Guerra Mundial, mientras que China continental adoptó el sistema Hanyu Pinyin a principios de los años cincuenta. La Organización Internacional para la Estandarización reconoció el Pinyin como la romanización estándar para el mandarín en 1979 cuando Cantón se convirtió en Guangzhou y Pekín en Beijing. Mientras que el Bopomofo aún es la clave fonética del mandarín para los niños taiwaneses, algunos aprenden sus lenguas maternas en las escuelas a través de textos romanizados.
Liao cree que sería más fácil y menos confuso para los estudiantes de primaria si aprenden sólo un sistema fonético tanto para el mandarín como el taiwanés. Pero, el Bopomofo no parece muy apropiado para los dialectos aborígenes de Taiwan, por lo que el Ministerio de Educación (MOE, siglas en inglés) anunció planes para un sistema de escritura romanizado.
Es más, la historia de la romanización de los dialectos locales en Taiwan comenzó con los aborígenes. En el período colonial holandés (1624-1662), los misioneros occidentales transcribieron el dialecto Siraya hablado por los habitantes austronesios de los llanos sudoccidentales. Los Siraya continuaron usando el sistema romanizado en documentos legales, tales como contratos y arrendamientos mucho después de la partida de los holandeses, y fue retomado nuevamente por los misioneros presbiterianos a finales del siglo XIX. Se publicaron la Biblia, periódicos, diccionarios, ensayos y novelas en holo, hakka y dialectos aborígenes romanizados. Sin embargo, hasta los años setenta, el sistema de escritura fue prohibido por el gobierno del KMT, que promovía el mandarín como el único idioma nacional, y pensó que la transcripción era algo no chino, extraño y de algún modo amenazante.
Por el contrario, aquellos que tienen fijación con el legado cultural chino, encuentran cierto comfort en el Bopomofo —aparentemente es compatible con la naturaleza ideográfica de la escritura china— aún cuando es meramente un conjunto de símbolos fonéticos. Algo interesante es que, mientras que la Ciudad de Taipei se da a conocer como la capital de los caracteres tradicionales del mundo, es el único lugar en Taiwan que ha adoptado el sistema Pinyin de China continental, en lugar del sistema Tongyong Pinyin prescrito por el Gobierno Central. Esto es más irónico cuando uno considera que los inventores de Hanyu Pinyin vieron el sistema de romanización como meramente la primera fase de su meta final? la obliteración total de ideogramas, o “caracteres de bloque cuadrado”, del idioma chino.
Liao Hsien-hao indica que desde el Movimiento del Cuatro de Mayo, un movimiento cultural que, entre otras cosas, defendía el uso del chino vernáculo por encima del clásico a finales de la década de 1910, los caracteres chinos tuvieron mala fama como los transportadores de las ideas conservadoras y opresivas de una cultura pervertida y elitista. Además, se estimaba que su estructura compleja era intimidante para los estudiantes de lengua nativa. “Este es un punto de vista occidental impuesto en el Tercer Mundo”, dice. “No se ajusta a la tradición china”.
Con la idea de reevaluar los caracteres han, el Gobierno de la Ciudad de Taipei ha celebrado anualmente el Festival de Caracteres Chinos que incluye seminarios, exhibiciones de caligrafía y concursos durante los dos últimos años. El evento donde han participado intelectuales de China continental, busca explorar los aspectos educativos, culturales y tecnológicos del uso de los caracteres han.
“Junto con el rápido progreso de las tecnologías de la información y telecomunicaciones”, dice Liao, “el potencial de los caracteres han será cada vez más realizable”.
Liao indica que los caracteres simplificados quitan mucho de la combinación lógica de las partes recurrentes en los caracteres ortodoxos.
“Los caracteres simplificados podrían ser más fáciles de aprender para los principiantes”, dice, “Pero la falta de conexión lógica dentro y entre los caracteres crea obstáculos en el camino o un conocimiento más ligero del lenguaje”.
Escritura de caracteres chinos
Dung Peng-cheng indica que la simplificación de caracteres han en China, con el objetivo de educar a los trabajadores y campesinos que fueron los principales partidarios del régimen comunista, fue un esfuerzo radical y autoritario, que desafiaba las leyes naturales del desarrollo cultural.
“Ahora todavía luchan para enlazar la brecha resultante con sus propias tradiciones históricas y culturales”.
Yao Rong-song, director de la Sociedad de Idiomas y Literatura de Taiwan, piensa que el cambio en el uso y escritura del idioma es una parte natural de su desarrollo. El indica que, después que se detuvieron las simplificaciones a mediados de los años setenta, cabe observar que los cambios realizados no fueron tan radicales como parecían.
“Muchos caracteres simplificados no son tanto el resultado de la reestructuración ilógica, sino más un reflejo de las prácticas comunes de la escritura”, dice.
“La creación de nuevos caracteres no es nada, sino una continuación de una práctica antigua”.
Aún así, él advierte que en la amplia gama de variantes de los caracteres, aquellos que fueron arbitrariamente simplificados, pueden haber eliminado algunas conexiones semánticas con formas originales, lo que ocasionó confusión. En 2001, el Comité Nacional de Idiomas, del MOE, del cual Yao es miembro, publicó el Diccionario de Variantes de Caracteres Chinos, que coloca los caracteres simplificados por los chinos junto con los antiguos. El diccionario es uno de los libros de referencia y una de las herramientas de investigación más completos de su tipo.
Yao está supervisando la compilación de un diccionario holo que contiene alrededor de 15.000 caracteres y frases. Este diccionario, que se publicará este año, contiene una lista de los caracteres más usados sacados de la cultura folklórica, por ejemplo, aquellos con un linaje filológico más claro y más limpio.
“Con bastante frecuencia, no hay los llamados caracteres estándares”, dice él, “sólo algo aproximado a ellos”.
Yao explica que el principio orientador del diccionario, algo similar a aquel de los caracteres simplificados de China, busca garantizar un nivel de comprensión de holo entre los sinólogos en todo el mundo.
Yao cree que un sistema de escritura fonética, libre de la influencia dominante del mandarín, es esencial para la educación y preservación de los dialectos taiwaneses. Sin embargo, en contraste con los usuarios de transcripciones romanizadas, él utiliza caracteres han.
“Los textos parcialmente romanizados no están aún bien estructurados y carecen de consistencia gramatical”, dice. “Pero después de todo, la romanización taiwanesa es una manera de tratar la insuficiencia de caracteres han”, agrega.
Quizás, dada la transición exitosa de una romanización completa en Vietnam, lo que importa realmente en el desarrollo de sistemas de escritura en Taiwan y China es que estos representen una pluralidad de pensamiento. Este aligeramiento de la carga de la tradición sobre el presente es a lo que debería dársele la bienvenida como verdaderamente importante.
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