lunes, 29 de julio de 2019

Bélgica otorgó refugio a ex frentista implicado en el asesinato de Jaime Guzmán.-a


Miguel Ángel Peña.

Pese a que la Corte Suprema había solicitado la extradición de Miguel Ángel Peña, el Comisionado General para Refugiados y Apátridas de ese país decidió otorgarle la calidad de refugiado.
Miguel Ángel Peña, ex integrante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) y sindicado como uno de los participantes en el atentado que le dio muerte al senador Jaime Guzmán en 1991, recibió la calidad de refugiado en Bélgica, por parte del Comisionado General para Refugiados y Apátridas de ese país.
Según La Tercera, Mariana Durney, directora general de asuntos jurídicos del Ministerio de Relaciones Exteriores, fue quien informó a la Corte Suprema que la decisión se tomó hace pocos días, pese a la petición de extradición solicitada por el máximo tribunal.
Con esto, se complican las opciones de que Peña regrese al país para ser procesado por el ministro Mario Carroza.
No obstante, en su escrito Durney afirmó a la Suprema que se encuentran “abocados a la realización de todas las gestiones diplomáticas pertinentes” para revertir el fallo y agilizar los requerimientos enviados por Carroza.


Miguel Ángel Peña Moreno se habría encargado con Soto de robar el taxi en que se movilizaron los autores del asesinato. Alias "Simón”, el pistolero del FPMR. 
Rut : 10.526.005-9


El ministro en visita Mario Carroza, quien investiga el homicidio del senador de la UDI, Jaime Guzmán, ubicó en Bélgica a uno de los partícipes del crimen que por años permaneció en la clandestinidad. Se trata del frentista Miguel Ángel Peña Moreno, que adoptó la chapa de “Simón”, según averiguó The Clinic Online.

De acuerdo a los antecedentes que obran en el expediente, “Simón” fue el encargado de conseguir el automóvil donde el comando se movilizó para asesinar a Guzmán en el frontis del Campus Oriente de la Universidad Católica en abril de 1991.
Peña Moreno, luego del atentado a Guzmán se escondió en Illapel, Cuarta Región. Allí asesinó al esposo de la mujer que fungía como su pareja a mediados de los 90. Purgó varios meses de cárcel por ese hecho, pero logró obtener el beneficio de la libertad condicional. De allí partió al sur y casi a fines de los 90 la Inteligencia Policial, conociendo su participación en el crimen del parlamentario montó un dispositivo para detenerlo. Sin embargo, “Simón” nunca más se dejó ver, ya que había sido condenado a una pena de cárcel por este último asesinato.

Azar y apoyo

En esta ubicación que logró Carroza también jugó el azar. Sucede que el magistrado vivió en Illapel hace algunos años. De allí que mantenía contactos con personas que militaron en partidos de izquierda, cuya identidad este medio se reserva. Fue a través de ellos que logró conseguir la información, que indica que Simón hace una vida normal en Bélgica, con familia y trabajo estable.
El magistrado se encuentra estudiando los antecedentes para conocer cuál es el estatus que “Simón” tiene en esa nación europea. Ello con el fin de solicitar, si el caso lo amerita, el envío de un exhorto -para que sea interrogado- o una eventual petición de extradición.
Este diario consultó al abogado Luis Hermosilla, querellante de la familia Guzmán, quien indicó que “vamos a apoyar todas las gestiones que el ministro carroza haga para que este sujeto responda en Chile por los delitos que cometió en el país”.
“No hay que olvidar que este hombre fue condenado por un crimen cometido en illapel, pena que nunca se presentó a cumplir”, indicó Hermosilla.

El pistolero.

Peña Moreno, de acuerdo a los antecedentes recabados por este diario, también tendría responsabilidad en la ejecución del frentista y agente de “la oficina”, Agdalín Valenzuela ocurrido en 1995 en Curanilahue.
La decisión de asesinar a Valenzuela se tomó, luego que fuera detenido junto a Mauricio Hernández Norambuena, comandante “Ramiro”, entonces jefe del FPMR, siendo liberado el mismo día, con lo que su condición de informante del organismo gubernamental quedó en evidencia.


domingo, 28 de julio de 2019

Simon Leys y el maoísmo a


En los años setenta tuvo lugar un extraordinario fenómeno de confusión política y delirio intelectual que llevó a un sector importante de la inteligencia francesa a apoyar y mitificar a Mao y a su “revolución cultural” al mismo tiempo que, en China, los guardias rojos hacían pasar por las horcas caudinas a profesores, investigadores, científicos, artistas, periodistas, escritores, promotores culturales, buen número de los cuales, luego de autocríticas arrancadas con torturas, se suicidaron o fueron asesinados. En el clima de exacerbación histérica que, alentada por Mao, recorrió China, se destruyeron obras de arte y monumentos históricos, se cometieron atropellos inicuos contra supuestos traidores y contrarrevolucionarios y la milenaria sociedad experimentó una orgía de violencia e histeria colectiva de la que resultaron cerca de 20 millones de muertos.

En un libro que acaba de publicar, Le parapluie de Simon Leys (El paraguas de Simon Leys), Pierre Boncenne describe cómo, mientras esto ocurría en el gigante asiático, en Francia, eminentes intelectuales, como Sartre, Simone de Beauvoir, Roland Barthes, Michel Foucault, Alain Peyrefitte y el equipo de colaboradores de la revista Tel Quel, que dirigía Philippe Sollers, presentaban la “revolución cultural” como un movimiento purificador, que pondría fin al estalinismo y purgaría al comunismo de burocratización y dogmatismo e instalaría la sociedad comunista libre y sin clases.
Un sinólogo belga llamado Pierre Ryckmans, que firmaría sus libros con el nombre de pluma de Simon Leys, hasta entonces desinteresado de la política —se había dedicado a estudiar a poetas y pintores chinos clásicos y a traducir a Confucio—, horrorizado con esta superchería en la que sofisticados intelectuales franceses endiosaban el cataclismo que padecía China bajo la batuta del Gran Timonel, se decidió a enfrentarse a ese grotesco malentendido y publicó una serie de ensayos —Les Habits neufs du président Mao, Ombres chinoises, Images brisées, La Fôret en feu, entre ellos— revelando la verdad de lo que ocurría en China y enfrentándose con gran coraje y conocimiento directo del tema al endiosamiento que hacían de la “revolución cultural”, empujados por una mezcla de frivolidad e ignorancia, no exenta de cierta estupidez, buen número de los iconos culturales de la tierra de Montaigne y Molière.

Los ataques que recibió Simon Leys por atreverse a ir contra la corriente y desafiar la moda ideológica imperante en buena parte de Occidente, que Pierre Boncenne documenta en su fascinante libro, dan vergüenza ajena. Escritores de derecha y de izquierda y las páginas de publicaciones tan respetables como Le Nouvel Observateur y Le Monde lo bañaron de improperios —entre los cuales, por cierto, no faltó el de ser un agente y trabajar para los americanos—, y lo que más debió dolerle a él siendo católico fue que revistas franciscanas y lazaristas se negaran a publicar sus cartas y sus artículos explicando por qué era una ignominia que conservadores como Valéry Giscard d’Estaing y Jean d’Ormesson y progresistas como Jean-Luc Godard, Alain Badiou y Maria Antonietta Macciocchi consideraran a Mao “genio indiscutible del siglo XX” y “el nuevo Prometeo”.
Nunca tan cierta como en aquellos años, la frase de Orwell: “El ataque consciente y deliberado contra la honestidad intelectual viene sobre todo de los propios intelectuales”. Pocos fueron los intelectuales franceses de aquellos años que, como un Jean-François Rével, guardaron la cabeza fría, defendieron a Simon Leys y se negaron a participar en aquella farsa que veía la salvación de la humanidad en el aquelarre genocida de la revolución cultural china.
La silueta de Simon Leys que emerge del libro de Pierre Boncenne es la de un hombre fundamentalmente decente, que, contra su vocación primera —la de un estudioso de la gran tradición literaria y artística de China fascinado por las lecciones de Confucio—, se ve empujado a zambullirse en el debate político en el que, por su limpieza moral, debe enfrentarse, prácticamente solo, a una corriente colectiva encabezada por eminencias intelectuales, para disipar una maraña de mentiras que los grandes malabaristas de la corrección política habían convertido en axiomas irrefutables. Terminaría por salir victorioso de aquel combate desigual, y el mundo occidental acabaría aceptando que la “revolución cultural”, lejos de ser el sobresalto liberador que devolvería al socialismo la pureza ideológica y el apoyo militante de todos los oprimidos, fue una locura colectiva, inspirada por un viejo déspota que se valía de ella para librarse de sus adversarios dentro del propio partido comunista y consolidar su poder absoluto.

Leys se atrevió a desafiar la moda ideológica imperante en buena parte de Occidente

¿Qué ha quedado de todo aquello? Millones de muertos, inocentes de toda índole sacrificados por jóvenes histéricos que veían enemigos del proletariado por doquier, y una China que, en las antípodas de lo que querían hacer de ella los guardias rojos, es hoy una sólida potencia capitalista autoritaria que ha llevado el culto del dinero y del lucro a extremos de vértigo.
El libro de Pierre Boncenne ayuda a entender por qué la vida intelectual de nuestro tiempo se ha ido empobreciendo y marginando cada vez más del resto de la sociedad, sobre la que ahora no ejerce casi influencia, y que, confinada en los guetos universitarios, monologa o delira extraviándose a menudo en logomaquias pretenciosas desprovistas de raíces en la problemática real, expulsada de esa historia a la que tantas veces recurrieron en el pasado para justificar enajenaciones delirantes, como esa fascinación por la “revolución cultural”.

Una cultura en la que las ideas importan poco condena a la sociedad al fin del espíritu crítico

No hay que alegrarse por el desprestigio de los intelectuales y su escasa influencia en la vida contemporánea. Porque ello ha significado la devaluación de las ideas y de valores indispensables, como los que establecen una frontera clara entre la verdad y la mentira, nociones que hoy andan confundidas en la vida política, cultural y artística, algo peligrosísimo, pues el desplome de las ideas y de los valores, a la vez que la revolución tecnológica de nuestro tiempo, hace que la sociedad totalitaria fantaseada por Orwell y Zamiatin sea en nuestros días una realidad posible. Una cultura en la que las ideas importan poco condena a la sociedad a que desaparezca en ella el espíritu crítico, esa vigilancia permanente del poder sin la cual toda democracia está en peligro de desmoronarse.
Hay que agradecerle a Pierre Boncenne que haya escrito esta reivindicación de Simon Leys, ejemplo de intelectual honesto que no perdió nunca la voluntad de defender la verdad y diferenciarla de las mentiras que podían desnaturalizarla y abolirla. Ya en el libro que dedicó a Revel, Boncenne había demostrado su rigor y su lucidez, que ahora confirma con este ensayo.

Biografía

 Simon Leys, seudónimo de Pierre Ryckmans (Bruselas, 28 de septiembre de 1935 - Canberra, 11 de agosto de 2014),1​ fue un escritor, crítico literario, traductor y sinólogo belga. Sus obras tratan sobre todo de la cultura china, la literatura y el mar.
Hijo de un burgomaestre de Amberes, estudió derecho e historia del arte en la Universidad Católica de Lovaina. Con diecinueve años, participó en un viaje de un mes en China, y a partir de 1959 prosiguió sus estudios de lengua, literatura y arte chinos en Taiwán, Singapur y Hong Kong.
En 1970 se estableció en Australia para dar clases de literatura china, primero en la Universidad Nacional Australiana y posteriormente en la Universidad de Sídney. Fue miembro de la Academia Australiana de Humanidades.
En 1971 publicó Los trajes nuevos del presidente Mao, libro en el que denuncia la barbarie de la Revolución Cultural en China.
En 2004 fue galardonado con el Premio Mundial Cino Del Duca.

Tel Quel

Tel Quel fue una revista literaria francesa publicada entre 1960 y 1982.
Descripción:

En ella se debatían temas de la teoría y la crítica literaria. Sus creadores y mayor impulsores fueron Philippe Sollers y Jean-Edern Hallier. El nombre Tel Quel es una expresión francesa que se traduce al español como «sin cambios».
Fundada en 1960,​ su comité de redacción estaba compuesto por Sollers y Hallier, así como por Jean-René Huguenin, Jean Ricardou, Jean Thibaudeau, Michel Deguy, Marcelin Pleynet, Denis Roche, Jean-Louis Baudry, Jean-Pierre Faye, Jacqueline Risset, y Julia Kristeva.
Entre sus principales colaboradores se encuentran Roland Barthes, Georges Bataille, Jacques Derrida, Jean-Pierre Faye, Michel Foucault, Julia Kristeva, Bernard-Henri Lévy, Marcelin Pleynet, Maurice Roche, Tzvetan Todorov, Francis Ponge, Umberto Eco, Gérard Genette, Severo Sarduy, Phillippe-Joseph Salazar, Pierre Boulez, Jean-Luc Godard, Pierre Guyotat y Maurice Blanchot.
Cesó en 1982.

Thomas Jonathan Jackson a

Jackson, cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau.

Thomas Jonathan "Stonewall" Jackson (Clarksburg, Virginia, 21 de enero de 1824 - Guinea Station, Virginia, 10 de mayo de 1863) fue uno de los más conocidos y exitosos generales confederados durante la Guerra de Secesión.

Fue hijo de Jonathan Jackson y de Julia Beckwith Neale.Tuvieron un hijo y dos hijas. Su padre, un abogado, murió de tifus, cuando él tenía 3 años de edad. La obtuvo, cuando él cuidaba de su hermana Elizabeth, que también murió por esa enfermedad. 4 años más tarde su madre, que nunca se recuperó de esa tragedia, también murió y Jackson y su otra hermana Laura Ann tuvieron que vivir con parientes desde entonces.
A través de la influencia política de su tío Cummins Jackson pudo entrar en West Point a los 18 años. En 1846 Jackson se graduó en West Point a pesar de tener dificultades a causa de no haber tenido la mejor educación y sirvió en la Guerra México-Estadounidense como oficial de artillería. En esa guerra consiguió ser Mayor. Después de la guerra se convirtió en 1852 en instructor de artillería en Virginia. Ayudó en la seguridad bajo instancias del gobernador de Virginia, cuando fue ejecutado John Brown en 1859.
Cuando llegó la guerra, era un coronel de la milicia de Virginia, y estaba destinado en Harpers Ferry hasta que J.E. Johnston le sustituyó. Su mayor prestigio se debe a su audacia en la campaña del Valle de 1862 y por su papel como comandante en el ejército del norte de Virginia bajo el mando del general Robert E. Lee.
Sobresalió en la primera batalla de Bull Run de 1861 (donde recibió su famoso sobrenombre de Stonewall, "muralla de piedra", a raíz de una arenga pronunciada por un oficial sudista, El general Barnard Elliott Bee (posteriormente muerto en esa misma batalla), que exclamó para animar a sus hombres ¡ahí está Jackson como una muralla de piedra! ¡Agrúpense detrás de los virginianos!), tras la cual fue promovido a general el 7 de octubre de ese mismo año y se le dio el mando del distrito del Valle, con cuartel general en Winchester (Virginia), donde venció a las tropas de la Unión, muy superiores a las suyas en lo que es hoy conocido como campaña del Valle.

Tuvo también un destacado papel en la segunda batalla de Bull Run, la de Antietam y la de Fredericksburg, aunque no todo fueron aciertos en su haber, como demostró entre el 26 de junio y el 2 de julio de 1862 en las Batallas de los Siete Días, cerca de Richmond, donde el cansancio por los esfuerzos durante la campaña del Valle provocó en él un letargo que hizo perder un valioso día de marcha a sus tropas, que no llegaron a tiempo para socorrer a Lee en Oak Swamp, como estaba previsto.
El 2 de mayo de 1863, durante la victoriosa batalla de Chancellorsville, Jackson salió a una misión nocturna de reconocimiento y fue tiroteado por sus propios hombres, quienes, debido a la oscuridad, no le reconocieron.2​ Mientras yacía herido, el general Lee dijo: él ha perdido su brazo izquierdo y yo he perdido mi brazo derecho. Su muerte (provocada por las complicaciones de sus heridas y una neumonía) supuso un auténtico mazazo para los Estados Confederados, tanto para la moral de la opinión pública como para sus posibilidades militares (Lee reorganizó el ejército promoviendo a los mejores generales que tenía al mando de las divisiones, pero ninguno tenía la experiencia y la eficacia de Stonewall Jackson), ya mermadas debido a la pérdida del 15% de sus fuerzas activas en esa misma batalla.

Legado

Los historiadores militares consideran a Thomas Jonathan Jackson como uno de los comandantes mejor dotados en el aspecto táctico en la historia de los Estados Unidos. Su campaña del Valle y la forma como encerró al ala derecha del ejército de la Unión en Chancellorsville es estudiada en todo el mundo incluso en el presente como un ejemplo de liderazgo sólido e innovador.
Su reputación es tan grande, que muchos incluso dicen que Lee habría vencido en la decisiva batalla de Gettysburg y llevado a la Confederación a la victoria si Jackson no hubiese muerto en la batalla de Chancellorsville. Por ello, cuando fue enterrado en Lexington, Virginia, se renombró con su nombre el cementerio donde fue enterrado.

sábado, 27 de julio de 2019

Un enigma llamado “Fabiola” (Adriana del Carmen Mendoza Candia) a

Un enigma llamado “Fabiola” (Adriana del Carmen Mendoza Candia)




El septiembre de 1986, en una casa en el Cajón del Maipo, una veintena de combatientes del FPMR se prepara para morir. Están a punto de atentar contra la comitiva de Augusto Pinochet y tienen la certeza de que no saldrán con vida. Sólo uno de ellos es mujer; usa la chapa de “Fabiola”. La emboscada fracasa, pero la joven logra huir, evadiendo por años a la justicia. Su huella fue seguida por el periodista Juan Cristóbal Peña, autor de Los fusileros, la más completa investigación publicada sobre el atentado y sus protagonistas. Esta es la historia de esa búsqueda. En la emboscada a Pinochet se inspiró parte del octavo capítulo de la serie Los archivos del cardenal.
Por Juan Cristóbal Peña

as cosas ocurren en los patios de la antigua Peña de los Parra. Calle Carmen, entre Marín y Santa Victoria. Es de noche, es comienzos de septiembre de 2006 y en minutos comenzará un acto de homenaje por los veinte años transcurridos desde el atentado al general Pinochet. En ese entonces, cuando el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) estuvo a punto de matar a Pinochet, muchos de los presentes en este patio bordeaban los veinte años y eran muchachos y muchachas dispuestos a dar la vida. Más todavía en el caso de quienes se ofrecieron a participar de una acción que -se les dijo- cambiaría la historia de Chile pero en la que había un uno por ciento de posibilidades de salir con vida. Todos los fusileros salieron con vida de esa acción, pero en el camino varios fueron perdiéndola. Por las balas, por las torturas, por el cáncer y por accidentes de tránsito.
Más que héroes, los fusileros que quedan vivos para septiembre de 2006 son sobrevivientes, y algunos de ellos –y ella- rondan por los patios de la antigua Peña de los Parra.
Ella es “Fabiola”, la Negra “Fabiola”, la única mujer que esa tarde de domingo 7 de septiembre de 1986 disparó a la caravana en que viajaba el dictador. La única de entre veinte hombres.
“Fabiola” pertenece a la categoría de los fusileros que fue identificado pero jamás detenido. Jamás hasta que un hecho casual ocurrido mucho después del atentado la llevó a pasar unos pocos días en prisión, sin que se acreditara su autoría en el hecho por el que tenía orden de captura.

Vivió en la clandestinidad por muchos años. Incluso hasta después del fin de la dictadura. La prensa y la policía de los años ochenta la llamaron “una peligrosa terrorista” y la describieron como “morena y de estatura baja”. Esa misma policía, y la que vino después en democracia, la supuso participando en hechos subversivos de relieve. Ella misma corroboró esto último en una entrevista a Punto Final -la única que ha dado-, en la que dijo que esa tarde de domingo 7 de septiembre, en la cuesta las Achupallas del Cajón del Maipo, “las fuerzas de elite de la comitiva del tirano no dispararon un solo tiro” y “se lanzaron como conejos al barranco que da al río Maipo”.
Esa noche de septiembre de 2006, a veinte años de lo que el FPMR llamó tiranicidio, “Fabiola” subirá a un pequeño escenario y saludará a los presentes diciendo hermanos, compañeros, la lucha continua, aunque de otro modo y en otro frente. Luego subirá un muchacho con una guitarra eléctrica para interpretar una versión metalera del himno del FPMR. Esto es: una versión subversiva de un grupo subversivo. Entonces “Fabiola” volverá al escenario y presentará lo que todos han venido a ver: un documental del atentado producido por los autores del atentado.
La sala se ensombrece y la pantalla proyecta el emblema del FPMR. Por cinco, diez, quince minutos. Se escuchan tímidas rechiflas, algunas bromas. El público se inquieta, comienza a levantarse de sus asientos. Entonces alguien sube al escenario y explica que si bien, por problemas técnicos, no se podrá exhibir la película, quedan todos invitados a un vino de honor. La fecha para un nuevo estreno será anunciada en los próximos días.
Lo que ha ocurrido es un deja vu. Una cruel relación de hechos desafortunados. Como hace veinte años, el estreno de una película documental sobre el atentado falla por impericia de sus autores.

***

La primera vez que contacté a “Fabiola” fue por correo electrónico. Le conté que preparaba un libro sobre el atentado a Pinochet y que quería hablar con ella sobre el tema. Le dije que había estado en Francia y Bélgica hablando con algunos de los 21 fusileros y que la idea era contar sus vidas, quienes eran antes de esa acción y qué había sido de ellos –y de ella- después. Le escribí un largo y cuidado correo electrónico y de vuelta recibí uno corto y seco.

-Gracias, no me interesa.

Para entonces, por testimonios de ex frentistas, sabía algo de ella. Había pertenecido a las fuerzas especiales del FPMR, encargadas de realizar las acciones más connotadas y audaces, acciones de propaganda armada que pretendían apoyar el levantamiento popular al que apostaba la organización militar, apoyada por el Partido Comunista, del que dependía. En su diseño original, el FPMR no buscaba derrotar por las armas al ejército de Pinochet. Eso habría sido un delirio. Más bien el FPMR era el puntal que impulsaría a las masas a alzarse contra el dictador en tiempos en que el descontento popular campeaba. De ahí se entiende que además de organizar asaltos para financiarse y acciones de hostigamiento contra cuarteles de la CNI, la organización realizara apagones, secuestros de figuras del régimen, robos a camiones de pollos que eran repartidos en poblaciones, y tomas de medios de comunicación para la difusión de proclamas.
“Fabiola” fue la mujer -la única, otra vez- que participó de la toma de radio Minería, en junio de 1984. El FPMR cumplía seis meses de vida y sus fuerzas especiales llegaron hasta los estudios de Providencia esquina Tobalaba para realizar la que fue considerada la acción más audaz y efectiva que se le conociera hasta entonces. Técnicos y periodistas fueron encerrados en un casino mientras en La Florida un segundo grupo se ocupaba de neutralizar a los custodios de la antena transmisora. A esas horas de la noche, quienes escuchaban al locutor deportivo que relataba un partido de fútbol en directo desde el Estadio Nacional se encontraron con la grabación en caset de una voz gangosa y enérgica que dijo:
Atención, pueblo de Chile: la dirección del Frente Patriótico Manuel Rodríguez se dirige al país. Hermanos, la paciencia de los chilenos se está agotando. ¿Hasta cuando vamos a seguir soportando esta miseria a la cual se nos pretende condenar? ¿Hasta cuándo tanta hambre, tanta cesantía y tanta pobreza? ¿Hasta cuándo tendremos que vivir así, mientras unos pocos se apropian de los bienes nacionales? (…) ¿Hasta cuándo habrá que soportar tanta injusticia? ¿Tanto atropello a nuestra dignidad? ¿Tanto crimen de la siniestra CNI? ¿Tanta persecución y tanto abuso? ¿Hasta cuándo? (…) Sólo cabe luchar con renovada fuerza, empleando todos los medios que podamos, incluidas las armas.
Dos días después de la difusión de esta proclama, La Tercera del 8 de junio informaba que “el grupo, en el que aparentemente participaba una mujer, permaneció alrededor de cinco minutos en las oficinas de radio Minería”. Y que “una vez que la proclama comenzó a ser difundida, los desconocidos se retiraron” con rumbo desconocido.

Las fuerzas especiales de ese entonces estaban a cargo de Fernando Larenas Seguel, el “Loco” Larenas, ex estudiante de Ingeniería y recordado arquero del Club Social y Deportivo Orompello. Era muy cercano a otros dos jugadores del mismo club del conurbano entre Viña del Mar y Valparaíso que participarán del atentado a Pinochet y harán fama en el FPMR: Mauricio Hernández Norambuena y Mauricio Arenas Bejas. Como todos y todas en esta y en cualquier otra organización subversiva, y también en algunas de fachada legal como la misma CNI, sus integrantes usaban apodos para evitar ser identificados. Larenas era “Salomón” y así lo conocían “Fabiola” y otros combatientes que formaban parte de las fuerzas especiales..
Por testimonios y archivos judiciales supe que “Salomón” no sólo tenía a cargo un grupo de elite sino también que era uno de los que seleccionaba combatientes para enviarlos a instruirse militarmente en Cuba. Seleccionaba y daba instrucciones y dinero y mensajes cifrados en clave que solían ir embutidos al interior de un tubo de pasta dental. “Salomón” solía citar a sus subordinados en el Parque O’Higgins o en un restorán chino cercano al Paradero 9 de la Gran Avenida José Miguel Carrera llamado Sayonara. A sitios como este, que eran sitios de encuentros regulares, el FPMR los llamaba la oficina.

Es probable que “Fabiola” haya sido citaba a esta o a alguna otra oficina frecuentada por “Salomón”. Y que fuera el mismo “Salomón” quien le diera la noticia de que seguiría un curso de instrucción militar en Cuba. Aunque también es probable que la noticia se la diera Benito, el jefe que reemplazó a “Salomón” al frente de las fuerzas especiales una vez que en octubre de 1984 éste quedó fuera de combate. El hecho seguro es que en algún momento de su carrera subversiva “Fabiola” viajó a Cuba para aprender aspectos básicos de guerrilla urbana. Y que cuatro meses después del asalto a radio Minería, mientras caminaba por las cercanías del Sayonara, “Salomón” fue emboscado por la CNI.

Como correspondía a un combatiente de su talla y experiencia, “Salomón” acostumbraba andar armado y decía, como decían muchos en el FPMR, que un combatiente jamás se entrega, que antes es mejor resistir a tiros que caer en manos de los chanchos. Eso fue precisamente lo que hizo “Salomón”: se enfrentó a balazos, pero así y todo, tras recibir un tiro en la cabeza que lo dejó muy mal herido, cayó en manos de la CNI.

Ocho meses después, en junio de 1985, sus compañeros lo rescataron a balazos desde una clínica y lo sacaron del país, pero “Salomón” nunca más volvió a ser el de antes. La bala en la cabeza lo dejó con un daño neurológico irreparable.

“Fabiola” debió sentir el golpe, luego también el consuelo de saber liberado a “Salomón”. Pero ella fue leal a otra máxima que alguna vez pronunció “José Miguel”, el jefe de jefes de la organización, quien dijo que el “dolor no nos detiene a llorar”, “el dolor y la rabia -agregó- no se transforman en llanto, sino en más fuerza y empuje para salir adelante”. Eso fue precisamente lo que los jefes de “Fabiola” vieron en ella: una mujer con arrojo y preparación militar. Más capaz y preparada que varios de los hombres seleccionados para actuar en esa acción que debía cambiar la historia de Chile.

***

La segunda vez fue en directo, en septiembre de 2006, en los patios de la antigua Peña de los Parra. Había llegado a ver el estreno del documental sobre el atentado, pero sobre todo a hablar con “Fabiola”. Sabía que no era una mujer fácil de abordar para un desconocido, más todavía para un desconocido que oficiaba de periodista. A “Fabiola” no le gustan los periodistas, me advirtió un ex combatiente.

La abordé diciéndole algo similar a lo que le había dicho unos meses atrás por correo electrónico: Hola, mi nombre es tal y preparo un libro sobre el atentado a Pinochet. Soy la misma persona que tiempo atrás te escribió un correo electrónico. Quise presentarme personalmente y explicarte lo que estoy haciendo: un libro sobre quiénes eran y qué fue de los autores del atentado. Mi idea es dignificar esa historia. Me parece que esa historia ha sido muy maltratado por la prensa conservadora, me parece que hay una historia humana y política que no se ha contado como se debe.

Como la primera vez, hablé largo, midiendo mis palabras. Ella escuchó atenta, sin un asomo de empatía, y cuando terminé, como la primera vez, respondió corto y seco:

-Gracias, pero ya te dije no te voy a hablar.

“Fabiola” había hablado y su respuesta no dejaba lugar a la persistencia. Pero así y todo, guiado más por el orgullo del momento que por la curiosidad, pregunté:

-¿Por qué que no quieres hablar conmigo?

-Esa historia es nuestra. Esa historia la vamos a contar nosotros.

***

Un fusilero del atentado a Pinochet me dijo que la idea fue de “Tamara”, Cecilia Magni Camino, egresada del colegio Grange y quien llegaría a ser comandante y pareja del líder del FPMR. Tamara siempre se quejaba de que las mujeres no tenían el mismo lugar que los hombres en el FPMR, de que había mucho machismo para ser un grupo revolucionario. Por eso insistió ante la jefatura con que “Fabiola” tenía tantas o más condiciones que varios de los hombres seleccionados para participar del atentado al dictador.

Gracias a Tamara, “Fabiola” estuvo desde el comienzo. Desde que la dirección del FPMR decidió que la mejor manera de terminar con Pinochet era con un atentado dinamitero al paso de su comitiva, de la misma forma en que trece años antes ETA había acabado con la vida de Luis Carrero Blanco, el leal y más probable sucesor de Franco. Para ello se escogió una amasandería a los pies de la ruta El Volcán, frente al autódromo de Las Vizcachas, que Pinochet solía transitar cuando iba o volvía de su casa de descanso en El Melocotón. La amasandería era la fachada desde la cual nacería un túnel subterráneo cargado de explosivos, y quien estaba a cargo de atender ese negocio de pan amasado, empanadas y bebidas era “Fabiola”, la Negra “Fabiola”.
En rigor, poco antes de “Fabiola” estuvo “Claudia”, una mujer joven y menuda que hacía un pan amasado delicioso. Su problema era otro. En confianza, Claudia se mostraba temerosa y dubitativa con los alcances de la misión. “Y si nos pillan, ¿qué nos puede pasar?”, le decía a uno de los dos hombres a cargo de cavar el túnel bajo la ruta, y ese hombre no tardó en alertar a sus superiores del peligro. Entonces Tamara pensó en “Fabiola”, esa mujer resuelta, de un carácter opuesto al de “Claudia”, formada en las fuerzas especiales de “Salomón”.
Veinte años después, en la entrevista a Punto Final, “Fabiola” recordó que fue Tamara quien la citó a un punto en un café de Santiago para decirle que preparara un bolso con ropa porque “estarás fuera por un tiempo”. También le dijo que ese mismo día se reuniría con “un compañero al que [yo] había conocido en el exterior”, quien le explicaría detalles de la misión. Ese día de mayo de 1986 todo fue precipitado para “Fabiola”: al mediodía recogió su bolso, a la tarde se reunió con el hombre al que probablemente había conocido en Cuba, y a la noche ya estaba instalada en la amasandería.

En un comienzo “Fabiola” debía amasar y preparar almuerzo para ella y los dos encargados de cavar el túnel, además de llevar la marcha del negocio. Pero el trabajo era tan demandante que al tiempo no quedó otra que comprar pan y empanadas en un local cercano para venderlo como si fuera de elaboración propia. La amasandería recibía clientes, y “Fabiola” y los dos hombres debían guardar las apariencias. También, cuando las obras ya estaban avanzadas, guardaban armas y explosivos. El plan debía ser ejecutado en septiembre de 1986, a más tardar, pero por alguna razón fue abortado de manera repentina.
SI bien el diputado comunista y entonces jefe militar del FPMR Guillermo Teillier ha sostenido que la acción fue descartada porque se determinó que podía morir gente inocente, no se explica por qué no se pensó en eso antes de que el túnel de dieciocho metros de largo por seis de ancho estuviera concluido. El mismo razonamiento debilita la explicación planteada por “un alto jefe del FPMR” en el libro Operación Siglo XX (1990), de Carmen Hertz y Patricia Verdugo, según la cual “el estudio final de esa operación determinó que la velocidad de los vehículos era muy alta, sólo fracciones de segundos sobre el túnel, lo que impedía asegurar que cayeran los dos o tres autos claves de la comitiva y así asegurar la eliminación de Pinochet”.
Un hombre que tuvo rango e influencia en la jefatura del FPMR me dijo que lo que echó por tierra el atentado explosivo fue el hallazgo de los arsenales de Carrizal Bajo, ocurrido en agosto de 1986, en los días en que el plan estaba próximo a ser ejecutado. Entre las cincuenta toneladas de arsenales incautadas por la policía de Pinochet había más de 1.200 kilos de explosivos de TNT y T-4. Una décima parte de esa cantidad fue suficiente para que el auto de Carrero Blanco volara hasta 35 metros y quedara tendido sobre la azotea de un edificio. Pero según el mismo frentista al que consulté, el descalabro por la pérdida de arsenales fue de tal magnitud que obligó a cambiar los planes.

Quizás confluyeron varias cosas. Errores de cálculo, dispersión de arsenales, detenciones masivas. El hecho es que un día de agosto de 1986, cuando el túnel estuvo concluido, “Tamara” llegó a la amasandería para dar la noticia. El atentado explosivo sería reemplazado por una emboscada de aniquilamiento. Y entonces, otra vez, “Tamara” pensó en “Fabiola”.

***

En la casa del poblado de La Obra, donde se acuarteló el comando que emboscó a la comitiva de Pinochet, “Fabiola” tenía privilegios de los que no gozaban otros combatientes de su rango. Compartía una pieza junto a un grupo de tres hombres asignados a la Unidad 502, que se situaría en la ladera del cerro, frente a los primeros autos de la caravana, pero a diferencia de sus compañeros de cuarto, era la única que podía entrar y salir sin autorización de algún superior. Eso habla de una jerarquía por sobre los otros.
“Fabiola” tenía más experiencia militar que los tres hombres de ese cuarto, especialmente que “Juan” y “Óscar”. Este último, que es Lenin Fidel Peralta Véliz, declaró en el proceso del caso Atentado que en esos días de encierro en la casa de la Obra fue “Fabiola” quien lo ayudó a “practicar en seco (con un fusil), haciendo puntería a la llama de una vela en la pieza a oscuras”. También declaró, después de ser apremiado de muy malas maneras por la policía, que antes del Cajón del Maipo jamás había disparado un fusil ni menos había estado en Cuba. Cuanto más -agregó ante la sorpresa de sus torturadores- había hecho tiro al blanco en los patitos de los juegos Diana.
A diferencia de una de las piezas contiguas, donde se escuchaban risas y hasta chistes, en el cuarto de “Fabiola” había silencio, si es que no tristeza. Sobre todo después de que la acción fue postergada por una semana y en ese intertanto la jefatura decidió que “Tamara” no entraría en combate en la cuesta Las Achupallas. El argumento esgrimido por los jefes fue que “Tamara” era comandante y resultaba necesaria para la etapa que se abriría en Chile una vez que el dictador fuera ajusticiado. “Tamara” era demasiado importante para exponerla en una acción en la que de seguro resultaría muerta, se dijo.
Algunos de los que estuvieron cerca de ella en esos días me contaron que se resistió a la orden, orden que de seguro tomó el mismo “José Miguel”, el jefe de jefes, que era su pareja y tenía el nombre de Raúl Pellegrin Friedman. Dicen que Tamara protestó, que hizo amago de rebelarse, pero a fin de cuentas, porque el FPMR era una organización militar y no un club de amigos, terminó acatando.

En su reemplazo llegó “Guido”, alias de Julio Guerra Olivares, que se convirtió en el nuevo jefe de la Unidad 502.

“Tamara” estuvo hasta el último día en la casa del poblado de La Obra. Alentó a sus compañeros, repasó los planes con ellos y consoló a “Fabiola”. Fue un sustento moral para el grupo de fusileros, además de fungir ante los vecinos de dueña de casa convencional, a quien la política la tenía sin cuidado. Su lugar en esta historia quedó representado esa mañana de domingo 7 de septiembre, cuando llamó a los combatientes a formar filas en el living de la casa, y, fusil en ristre, sin mediar palabra, los hizo escuchar el último discurso del presidente Allende.
“Tamara” estuvo hasta el último, hasta minutos después de que el teléfono de la casa sonara para alertar que la comitiva del dictador se había puesto en marcha. Entonces “Tamara” y “Lidia”, la cocinera de la casa, se despidieron con abrazos del resto de los combatientes y abordaron un auto rumbo a Santiago.
El dolor no nos detiene a llorar, dirá “José Miguel”, el líder del FPMR. Pero esa tarde de domingo 7, cuando se despidió de “Tamara”, “Fabiola” la vio llorar.

***

Cuando me acerqué a “Fabiola”, quería saber cómo fue que ella vivió esos siete a nueve minutos que duró la emboscada. Qué ocurrió con el lanzacohetes LAW que tenía a su cargo, si logró dispararlo y dio en algún blanco o bien, como ocurrió esa tarde con otros combatientes, si se encontró con un lanzacohetes en mal estado. Si vació los tres cargadores de su M-16, si efectivamente vio cómo las fuerzas de elite del dictador se lanzaban como conejos al barranco que da al río Maipo.
Sabía algunas pocas cosas de ella y quería saber muchas más, entender lo que no terminaba de calzar en relatos de terceros. “Fabiola” era descrita como una mujer dura, demasiado autoritaria a gusto de algunos, pero esa misma mujer, cuando escapaba de la cuesta Las Achupallas a bordo de un Toyota Land Cruiser, dejando cinco escoltas muertos y nueve gravemente heridos, creyendo que había tenido éxito pero sin saber si lograría sortear la barrera de un control policial en Las Vizcachas, esa misma mujer de rostro severo que viaja en un auto rumbo a la muerte, fue la que le pidió matrimonio a viva voz a uno de sus compañeros que venía sentado a su lado.
“Fabiola” guardaba las distancias y parecía autosuficiente, pero esa tarde de domingo, cuando bajó del Toyota tras sortear la barrera policial y comenzó a caminar por una calle de Puente Alto, se topó con uno de los fusileros de más baja estatura, le tomó la mano y le dijo: “Vámonos juntos, chico, como pololos”.
Entonces “Fabiola” y “Rodrigo”, de la mano, como pololos ensimismados en sus asuntos, subieron a una micro cualquiera que se dirigía al centro de Santiago.

Veinte años después, en la entrevista a Punto Final, “Fabiola” habló del atentado pero no contó mucho de esa acción ni menos de sí misma. Tengo la impresión de que esa entrevista a rostro cubierto, sin identidad verdadera, ayudó a alimentar el mito de “Fabiola”. Especialmente cuando recordó el modo en que José Valenzuela Levi, el jefe de la emboscada, murió en manos de la CNI -amarrado, de rodillas, de un balazo en la cabeza- y lo relacionó con “el momento de la retirada, cuando (el mismo Valenzuela Levi) ordenó no rematar a los escoltas heridos”.

Después de leer y releer esa parte de la entrevista, me quedó rondando una duda: qué hubiera hecho ella en caso de no haber recibido esa orden. O bien, qué hubiera hecho si Valenzuela Levi hubiera ordenado lo contrario.

***
En diciembre de 1986, a cinco días de Navidad, la prensa oficialista anunció que la Policía de Investigaciones había identificado a dos mujeres protagonistas del atentado. Una de ellas era “Fabiola”, que según la información oficial se llamaba Adriana del Carmen Mendoza Candia, chilena, soltera, de 28 años.
No había más datos de ella ni pistas para ubicarla. Esa mujer que la policía chilena suponía “Fabiola” había abandonado el país a fines de septiembre de 1986.
Desde entonces, y hasta el 2000, Adriana Mendoza tuvo orden de detención pendiente. Es probable que para entonces nadie la buscara. Es probable que la misma Adriana Mendoza pensara que esa orden de detención que se dictó en 1986 había perdido vigencia catorce años después. De lo contrario no se explica que en diciembre de 2000 haya llegado a un cuartel de la Policía de Investigaciones para interponer una denuncia por robo y, para su sorpresa, quedara detenida.
En el expediente del caso Atentado, que aún sigue abierto, Adriana Mendoza negó ser “Fabiola”. Negó todo lo que le imputaban: haber participado del atentado a Pinochet, haber estado en el FPMR y conocido a una tal “Tamara”. De todas formas, pese a su negativa, y al tiempo transcurrido desde la ocurrencia de los hechos, el juez a cargo de la causa mantuvo detenida a esa mujer de profesión comerciante, con domicilio en Ñuñoa, nacida en diciembre de 1958.
Adriana Mendoza permaneció detenida hasta el 4 de enero de 2001. Casi dos semanas. Sus abogados lograron su libertad condicional después de que presentaran un escrito en el que argumentaban que las declaraciones de algunos de los fusileros que la reconocieron en fotografías habían sido obtenidas bajo tortura.
Ese escrito también formulaba razones humanitarias: Adriana del Carmen Mendoza Candia sufría un linfoma que la obligaba a someterse a tratamiento de radioterapia.

***

En estos días he vuelto a buscar a “Fabiola”. Pienso que puede haber cambiado de opinión tras leer mi libro sobre el atentado a Pinochet [Los fusileros, 2007]. Pienso, quiero pensar, que ha cambiado su parecer sobre el oficio con que me gano la vida. Me dan un par de números de teléfono fijo donde contactarla pero están fuera de servicio. Me prometen que la ubicarán y le darán mi recado. Pasan días, semanas, y “Fabiola” no acusa recibo. Vuelvo a llamar a uno de mis contactos y le pregunto cómo le ha ido con mi encargo. Me dice que bien y mal. Mi contacto ubicó a un amigo de un amigo de “Fabiola” que se comprometió a preguntarle si esta vez hablaría conmigo. Pero el amigo de ese amigo sabe que “Fabiola” es una mujer discreta, que guarda distancias, especialmente con los periodistas.
Al otro lado de la línea telefónica mi contacto promete que seguirá insistiendo, pero me advierte de que no me haga muchas ilusiones.
Tú sabes cómo es “Fabiola”, dice.

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ADRIANA DEL CARMEN MENDOZA CANDIA 


Familia 

Madre: CANDIA AVENDAÑO, NELLY NORMA;
Hermano: EDUARDO PABLO DURÁN CANDIA, 
 29-10-2013


viernes, 26 de julio de 2019

El nacional socialismo fue movimiento de izquierda nacionalista y racista.-a


Carlos Rodríguez Braun considera que los nazis son una variante de la izquierda que aunque permitió la propiedad privada nominalmente, en la práctica esta era ejercida por el Estado alemán.
Como todas las variantes de la izquierda, los nazis se asociaron con los trabajadores, y el NSDAP era Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, es decir, Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán.
Sin embargo, la norma entre los socialistas y los comunistas es enlazar a los nazis siempre con los capitalistas. Como dice George Reisman la clave de la confusión a propósito de esta supuesta relación estriba en que la mayoría de las empresas en la Alemania nazi estaban en manos de propietarios privados.

Ludwig von Mises apuntó antes que nadie que los nazis eran una acepción del socialismo, y argumentó que en el nazismo las empresas eran solo nominalmente privadas, dado que las características de la propiedad eran ejercidas por el Estado alemán, que decidía la producción, precios, salarios y dividendos. 
“La propiedad estatal de facto de los medios de producción, como decía Mises, era una implicación lógica de los principios colectivistas básicos abrazados por los nazis, como que el bien común prevalecía sobre el privado, y que el individuo era un medio para los fines del Estado, y también, por supuesto, su propiedad”.
Que la Alemania nazi era una economía socializada de facto se comprueba en la imposición de controles de precios y salarios ya en 1936, supuestamente con el objetivo de controlar la inflación, que había sido producida por el propio Estado con la expansión monetaria destinada a sufragar el enorme gasto público desde que los nazis toman el poder en 1933. Como siempre, el control de los precios llevó al desabastecimiento, y de ahí al caos que esto siempre provoca, y que estamos viendo ahora en el régimen populista de Venezuela.

Mises advirtió que, para resolver el problema del desabastecimiento causado por el control de precios, el Estado sólo tiene dos posibilidades: o acabar con dicho control o aumentar la intervención hasta la socialización de la economía, que fue la opción elegida, aunque los nazis no llegaron a imponer totalmente el socialismo sino lo que Mises llamó una economía de mercado bloqueada, o paralizada.
Reisman recuerda que tanto Mises como Hayek denunciaron que los dogmas intervencionistas de los nazis no eran diferentes de las ideas mayoritariamente aceptadas entonces (y ahora…), en particular estas seis: 
1) el capitalismo es injusto y explotador, solo beneficia a una minoría; 
2) el deber del gobierno es sustituir la administración capitalista por la estatal;
3) los controles de precios y los salarios mínimos son los medios más adecuados para proteger a los consumidores y elevar el nivel de vida de los trabajadores;
4) la expansión monetaria y crediticia es el mejor método para aliviar los males del pueblo y lograr la prosperidad, y no causan ninguna crisis, porque las crisis son un mal inherente al capitalismo desregulado; 
5) los que niegan lo anterior tienen malas intenciones y son apologistas de las clases explotadoras;
6) las únicas ventajas del comercio exterior residen en las exportaciones: las importaciones son malas, y lo mejor es no “depender” del exterior.

Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 15 de febrero de 2017.

¿Por qué Hitler y los nazis eran socialistas? (por Jan Doxrud)
Historia, Economía

Fascismo, ¿de qué estamos hablando?

En  este  artículo  pretendo  aclarar  un  error que  suele  cometerse  y es el de identificar a Hitler y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) con el conservadurismo  y el capitalismo. ¿Cuál es  el  hecho?  Que  Hitler era socialista, es decir, pertenecía una vertiente del socialismo que ponía el énfasis en la nación (pueblo = volk) y la raza. Pero también debo añadir que, como la mayor parte de los socialismos existentes, el de Hitler  no fue completamente fiel a sus ideales, ya que su régimen fue más bien uno de carácter mixto, o más  bien  un  híbrido de socialismo y capitalismo dirigido. Hitler tuvo que ser pragmático  y  cooperar  con  elites  económicas  y  religiosas. Pero, regresando a nuestro punto,  el  nazismo  es  un  tipo  particular  de  socialismo, nacionalismo exacerbado y racismo. Estos dos últimos elementos no son necesariamente contrarios al socialismo,  es  decir, pueden coexistir sin mayores  problemas  (hasta  Stalin se vio en la necesidad de apelar al nacionalismo y no a la ideología cuando Hitler inició la Operación Barbarroja). El socialismo tampoco se contrapone al imperialismo ya  que  Stalin  y  sus  sucesores  llevaron  a  cabo  un  política  de expansión ideológica que forzó a la Europa oriental a permanecer bajo su violento yugo. En relación  al antijudaísmo, debemos decir que Stalin no fue un personaje que se caracterizó por su amor a los judíos.

Todo  este tema  de  la  derecha y  la  izquierda hay  que  entenderlo  en su contexto. Desde la década de  1930  la  propaganda comunista manipuló groseramente el lenguaje y, por ende, el significado de conceptos como el  de  fascismo  y  nazismo.  No  me  centraré  en  el  fascismo  ya que abordé este en otro artículo,  pero  digamos que para los comunistas el fascismo pasó a ser sinónimo de nazismo y cualquier  postura  que  se  declarase  abiertamente  anticomunista  pasaba  automáticamente  a  ser  un  fascista.  Ser  anticomunista  sin  ser  fascista era prácticamente imposible, pero cualquier persona intelectualmente honesta sabrá que tal aseveración  es  una falacia. En ese sentido y en aquel contexto quizás  se  puede  decir  que el nacionalsocialismo era de derecha ya que no era de izquierda, es decir, comunista.  De  lo  que  se  trata  entonces es de hacer  un uso correcto del lenguaje y dejar claro que el nazismo fue conservador en algunos aspectos (como lo fue el comunismo), revolucionario en otros y ciertamente  no fue capitalista,  lo  cual  no  significa que este sistema fuese completamente abolido (abolición que,  por  lo  demás,  nunca  sucedió  en ningún régimen socialista, salvo el de los Jemeres Rojos). Pero hay que aclarar que la propiedad privada  en  Alemania, tal como lo explicó Ludwig von Mises y posteriormente George Reisman, era de carácter  puramente  nominal, ya que el ejercicio del poder a la larga residía en el Estado. Al respecto escribe Reisman:

"Lo  que  Mises  identificó  fue  que  la  propiedad  privada  de  los  medios  de  producción  existía  sólo nominalmente  bajo  el  régimen  nazi  y que la sustancia real de la propiedad de los medios de producción residía en el gobierno alemán. Porque fue  el  gobierno  alemán,  y  no los propietarios nominales privados, el que ejerció todos los poderes sustantivos  de la propiedad…decidió lo que  iba  a  ser  producido,  en  qué cantidad, mediante qué métodos, y a quiénes  serían distribuidos (lo producido), así como los precios que se cobrarían y lo salarios que se pagarían , y qué dividendos  y  otros ingresos privados se les permitiría recibir a los propietarios. La posición de los supuestos propietarios privados, demostró Mises, se reduce esencialmente a la de los pensionistas”[1].


¿Hitler  de  derecha  y  conservador?

 Si  Hitler hubiese sido un conservador y un hombre de derecha alemán,  lo  más lógico hubiese sido que  el  caudillo alemán, una vez alcanzada la Cancillería (1933) y muerto  el Presidente Hindenburg, hubiese llamado nuevamente al Kaiser Guillermo II exiliado en Bélgica para reinstaurarlo en el trono. Esto  no sucedió puesto que Hitler tenía en mente un proyecto refundacional,  un  nuevo  Reich  que  marcaría  una  nueva  historia  para  Alemania.  En relación al concepto  de “conservadurismo”  cabe decir que tal concepto no puede abordarse como si orbitase en un  “vacío  histórico”  o  fuera  de  un  contexto  histórico determinado. Cabe añadir que esta palabra la estoy tomando desde el punto de vista de quien “conserva”  algo, como por ejemplo una tradición, lo cual no es algo negativo ya que la civilización ha progresado no  sólo  a  través de cambios sino que también conservando aquellos aspectos que la favorecen.

Desde  este punto de vista, todos somos conservadores en alguna medida (así, de pasada, terminamos con  esa  dicotomía  absurda de conservador versus progresistas). El que se opone a cualquier clase de cambio no son los conservadores  sino  que  los dogmáticos. Así, Hitler si fue conservador en algunos aspectos  como cuando invocaba a la mitología y cultura alemana (Lohengrin, Parsifal,  Wagner, etc). Pero  el  punto  más  controvertido  es  el  de  afirmar  que  Hitler  era  un  socialista , lo  cual  es comprensible  ya  que  a  ningún  socialista marxista o socialdemócrata le gustará que su nombre esté asociado al pártido nazi, pero el hecho  es  que ese es el caso. Podrán tratarse de distintos socialismos, pero al final,  pertenecen  a  la  misma  familia  ideológica. Pero  la  mejor forma de demostrar esto es recurriendo a las palabras del dictador populista alemán,  al programa  de  los  25 puntos  del partido nazi y al breve escrito de Joseph Goebbels sobre qué es el socialismo. Destaquemos algunos de  los 25 puntos del Programa nazi (Asamblea de Hofbrauhaus. 1920):

4. Sólo puede ser ciudadano el que sea miembro del pueblo. Miembro del pueblo sólo puede ser el que tenga sangre alemana, sin consideraciones por su confesión religiosa. Ningún judío puede, por consiguiente, ser miembro del pueblo.

10. El primer deber de todo ciudadano debe ser producir, espiritual ó corporalmente. La actividad del individuo no ha de contravenir los intereses de la colectividad, sino que ha de desarrollarse dentro del marco comunitario y en provecho de todos.

11. Abolición de las ganancias obtenidas sin trabajo y sin esfuerzo. Quebrantamiento de la servidumbre del interés.

13. Exigimos la nacionalización de todas las empresas monopólicas y de los trusts.

14. Exigimos la participación en las ganancias en las grandes empresas.15. Exigimos una ampliación generosa de la asistencia social a la vejez.

16. Exigimos la creación de una clase media sana y su conservación; la comunalización de las grandes tiendas y su alquiler a bajo precio a pequeños artesanos y talleristas y un decidido trato preferencial de éstos en los suministros al Estado, las provincias o los municipios.

17. Exigirnos una reforma agraria adaptada a nuestras necesidades nacionales; la creación de una ley para la expropiación gratuita de tierras para fines de bien común.

18. Exigirnos la lucha implacable contra aquellos que con su actividad perjudican el interés común. Los viles criminales del pueblo, los usureros, los especuladores, etc., serán castigados con la pena de muerte, sin consideraciones de ninguna índole por su confesión y su raza.

Los 25 puntos del Programa nazi

Dentro  del programa estatal y económico del partido nazi destaca el Principio politico-económico, donde  se  enfatizaba  que   la  misión  de  la  economía  comunitaria  (Volkwirtschaft)   era   la   de cubrir  las  necesidades  del  pueblo  y  no  la  de  lograr  una  rentabilidad  cada  vez  más alta para el capital  prestamista.  También  cabe  destacar  el principio político-financiero el  cual  afirmaba que las  finanzas  estaban  al  servicio   del  Estado  y  que  los  poderosos  del  dinero no debía formar un Estado dentro del Estado, de manera que  la meta  del  partido  destruir  la  servidumbre  del interés. Tal servidumbre podría ser abolida por medio  de  una  serie de medidas. En primer lugar había que liberar  al Estado y al pueblo de su endeudamiento tributario  frente  a  los  grandes  prestamistas. En segundo  lugar  se  debía  nacionalizar  el  Reichsbank  y  los  bancos  de  emisión.  En  tercer  lugar había  que  implantar  una  moneda  estable  con respaldo.  En cuarto lugar se debía crear un Banco de la Construcción y de la Industria de la utilidad pública. En  quinto  lugar  se menciona la idea de otorgar  préstamos  sin  intereses.  En  sexto   lugar  se  hacía  necesario   modificar   radicalmente  la práctica  impositiva  conforme  a  los  principios  sociales  de  la  economía  comunitaria, liberando a los consumidores de la carga de impuestos indirectos, y de los productores de aquellos impuestos que frenaban la producción. Por último la financiación de todas las grandes obras públicas se realizarían mediante emisión de bonos estatales sin intereses.

Tenemos entonces que la ideología del partido nazi era una de tipo socialista, claro que nacionalista y racista, a diferencia del internacionalismo del socialismo marxista que no apelaba a una raza o nación en particular, sino que a los  proletarios  sin  distinción de ningún tipo. Para entender este socialismo debemos recurrir al escrito de Joseph Goebbels, Ministro de propaganda y Canciller del Reich tras el suicidio de Hitler. El jerarca nazi explicaba que los nazis veían en el socialismo una manera de lograr la  unión  de  todos  los  ciudadanos,  así  como  una forma de mantener la herencia racial y de poder recobrar la libertad política y renovar el Estado alemán. Pero Goebbels toma distancia del socialismo marxista en cuanto a que en el socialismo nacionalista alemán no consistía en una lucha de clases. Ya que involucraba a toda la población alemana. En otras palabras para el líder nazi, el socialismo sin el elemento nacionalista el socialismo era una mera teoría, era nada, un castillo en el cielo. A esto añade Goebbels:

“El  pecado del pensamiento liberal fue sobrepasar al socialismo nacional, creando fuerzas, permitiendo sus energías  ir  en  una dirección contra lo nacional. El pecado del Marxismo era degradar al socialismo en  una  pregunta  de  sueldos  y  estómagos, poniéndola en conflicto con el Estado y su existencia nacional. Comprendiendo  estos  dos  factores,  nos  permite  llegar  a  un  nuevo  sentido  del  Socialismo, que  ve  su naturaleza como nacionalista, progreso estatal, liberando y construyendo”.


Termina el autor con la siguiente exclamación:

¡Nosotros estamos contra el burgués político, y para el Nacionalismo genuino!

¡Nosotros estamos contra el Marxismo, pero para el verdadero Socialismo!

¡Nosotros estamos a favor del primer estado Nacional alemán de naturaleza Socialista!

¡Nosotros estamos a favor de los trabajadores alemanes NacionalSocialistas!

El socialismo, al igual que el anarquismo y el capitalismo, puede venir en distintos sabores, y el nacionalsocialismo es uno de ellos.

Aquí dejo un extracto de la declaración de del nacismo en Chile en la década de 1930 (que poco contacto y vínculo guardaba con el alemán)

miércoles, 24 de julio de 2019

La Revolución socialista inició en Rusia y no en Inglaterra.-a

Luis Alberto García / Moscú

Hubo quien pensara que la revolución proletaria comenzaría en la Inglaterra victoriana; pero fue en la Rusia zarista donde la chispa encendió en 1917, bajo los conceptos filosóficos de la alienación, la lucha de clases, la plusvalía, el capital, el trabajo como valor, el materialismo histórico, el choque entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción.
Con esos pensamientos empezaron la dictadura del proletariado y el comunismo, amparados en ese conjunto de conceptos que remite, sobre todo, a un pensador, Karl Marx, con Friederich Engels siempre en segundo plano.
Carlos Marx nació en Tréveris, al sureste de Renania, el 5 de mayo de 1818, y más de doscientos años después su obra descomunal sigue sometida al escrutinio, como en la biografía escrita por Gareth Stedman Jones, cuyo mayor mérito tiene el enorme valor de quitarle al personaje los lastres que lo han convertido en el gran mito de la revolución.
En otras palabras, devuelve su pensamiento al mundo en el que surgió: “Karl Marx. Ilusión y grandeza” (Editorial Taurus, con traducción de Jaime Collyer), abarca más de 800 páginas, transita de su vida privada a la pública, de sus estudios y su inmersión en la poco analizada teoría política del siglo antepasado.
Acude en sus referentes, da cuenta de sus desafíos y muestra las contradicciones y los logros de aquel lejano filósofo y hombre de acción nacido en Alemania, cuyas ideas terminaron por transformar radicalmente el mundo en una dirección que ni él ni nadie siquiera llegaron a imaginar.

Es 1835 cuando inicia la época en la que Marx estudia en Bonn y Berlín y entra en contacto con las ideas de los jóvenes hegelianos: “La crítica de todos estos pensadores radicales a las limitaciones del cristianismo para transformar el mundo prenden en el joven Marx”, explica Stedman Jones, catedrático de Historia de las Ideas en la Universidad de Londres.
“Hay también otros elementos –añade- que influyen en un ambiente cargado por el interés en la cuestión social. Ni la revolución de 1830 en Francia, que no conduce a una verdadera república sino a una monarquía que solo facilita mayores derechos a una minoría, ni las reformas en Inglaterra, que no logran ampliar el sufragio a amplias capas de la población, han producido cambios considerables”
Así es cómo los obreros empiezan a estudiar, reflexionar y organizarse, y el joven Marx a escribir en revistas. Alejándose de su familia judía, pero con unos padres que lo bautizaron en alguna Iglesia evangélica de Prusia en algún momento entre 1816 y 1819.
Karl se casó en 1843 con Jenny Westphalen, joven de familia aristocrática que luego formó también parte de la Liga de los Comunistas, con quien tuvo siete hijos, de los que murieron cuatro siendo niños y solo sobrevivieron tres mujeres, dos de las cuales terminarían más adelante suicidándose.
Vivió con ellos Lenchen, una empleada doméstica que creció con la familia Westphalen, y que tuvo un hijo con Marx, en un ambiente de pobreza que fue la gran pesadilla que los acompañó durante largos trechos de su vida, sin la ayuda económica de Engels, que procedía de una familia de un rico industrial, y que gracias a ello Marx no hubiera podido consagrarse a su obra.
“Quería controlarlo todo”, cuenta Stedman Jones, con el inconveniente der que una de sus hijas se enamoró de un communard francés, pero Karl y Jenny preferían que se casara con alguien más respetable, así que no le permitían verlo y la muchacha tuvo que encontrar un trabajo en Brighton para mantener la relación, pero hasta allí llegó la mano de su madre.
Y aquello no prosperó porque quisieron siempre mantener la imagen de una familia burguesa respetable, y cuando Lenchen quedó embarazada, los Marx decidieron contar que el responsable era el amigo y benefactor Engels.

El coautor de la pieza mayor de la filosofía alemana del siglo XIX, en su lecho de muerte y como no podía hablar porque tenía un cáncer de lengua, escribió con tiza en una pizarra: ‘Yo no fui el padre, el padre fue Karl”.
Los periódicos y revistas eran cerrados, y Marx se traslada a París, donde va a consolidar su amistad con Friedrich Engels durante unos intensos días del verano de 1844, cuando se convierten en editores de una publicación en el exilio –“Anales franco-alemanes”, donde aparece un texto de Engels que cuestiona la economía política del capitalismo y donde recoge la crítica a la propiedad de Proudhon.
Sus ideas interesan y ambos van a identificarse: es hora, no solo de interpretar el mundo, sino de transformarlo; son personas distintas en lo que toca a su formación política y teórica. Engels conecta con las inquietudes sociales del socialista utópico Robert Owen y no sabe nada de Hegel, inspiración central de Marx.
Les interesa Feuerbach, que ha mostrado las limitaciones del cristianismo y considera que es tarea del movimiento obrero la de restaurar el verdadero humanismo. “Ha llegado–señala su biógrafo inglés- la hora de emancipar a la clase obrera. Marx y Engels empiezan a trabajar en el “Manifiesto Comunista”, que el primero completa en enero de 1848.
En febrero estalla la revolución en Francia, y poco después se proyecta sobre otras naciones de Europa: “No es tanto lo que quiera hacer el proletariado sino lo que le toca hacer como clase, eso es lo que defienden”, observa Stedman Jones.
Sin embargo, otro pensador, Max Stirner, critica esa lectura: “¿Cómo que es una prioridad de los trabajadores emancipar a la humanidad? Eso suena a cristianismo. Marx se afana en responderle, pero no llega a ser convincente. Es cosa de la lucha de clases, viene a decir, pero es no es más que un anhelo. No una realidad, como pretende su teoría”.
Stedman Jones cuenta que Marx se traslada entonces a Bruselas, empieza a trabajar en “El Capital”, sigue vinculado a los movimientos obreros, y con el tiempo surge la Primera Internacional, las luchas del proletariado empiezan a canalizarse con los socialdemócratas y Marx se convierte en un mito cuando defiende, en 1870, a la Comuna de París.
En 1883 muere en Londres, donde se había instalado definitivamente desde 1849; pero es Engels el que defiende que el capitalismo va a derrumbarse por sus propias contradicciones, explica Stedman Jones.
“Marx no cree que la revolución vaya a ser un acontecimiento. No es la toma de la Bastilla, sino más bien un proceso, una transición que se parece a la que hubo del feudalismo al capitalismo. ¿Y cómo imaginaba el comunismo? Los que se llamaban comunistas, allá por 1840, eran los que creían en compartir la propiedad”.
Engels era uno de ellos. Marx, no, y pensaba en un regreso a los orígenes de la sociedad, cuando entre aquellos lejanos cazadores y recolectores había más recursos que personas, una cierta abundancia, no tenía sentido hablar de propiedad, que es algo que solo surge cuando hay escasez.
Todo esto es de Adam Smith y la fantasía de Marx era que la sociedad industrial generaría tantos recursos que ya no haría falta ni propiedad, ni leyes, ni gobiernos, ni Estado”: De ese proyecto, ya luego vino todo lo demás, como la Revolución soviética y otros movimientos que modificarían el rumbo de la historia en el siglo XX”.

lunes, 22 de julio de 2019

Alejandro Lerroux García, genealogía, y su testamento político.-a



Alejandro Lerroux García, Presidente del Consejo de Ministros
Fecha de nacimiento: 04 de marzo de 1865 La Rambla, Córdoba, España
Muerte: 25 de junio de 1949 (84) Madrid, España.
Ocupación: Político, periodista y abogado

Padres

Alejandro Lerroux Rodríguez, Capitán de ejercito

TRIBUNA:MANIFIESTO INÉDITO DE ALEJANDRO LERROUX
Mi testamento político
18 JUL 1976

Alejandro Lerroux, para muchos «el político de masas más grande del siglo XIX», tuvo una trayectoria política curiosa, salpicada en ocasiones por escándalos financieros, y constituye, sin duda, un personaje interesante de la historia española española a lo largo del primer tercio del presente siglo. Inició su vida pública dirigiendo el periódico El País, y fundó después El Progreso, El Intransigente y El Radical. Su primer ámbito de acción política lo constituyó el proletariado barcelonés, sobre el que supo explotar la tradición de la revolución romántica, el anticlericalismo y la violencia. Era entonces el Rey del Paralelo, y sus seguidores, los Jóvenes bárbaros. Defensor del republicanismo unitario, Lerroux perdió su influencia entre los catalanistas y en 1908 funda el Partido Radical. Escándalos financieros le llevan al destierro y, tras la Semana Trágica, reemprende la lucha política, pero esta vez muy atemperado y no como líder obrerista, sino como representante, a través de su Partido Radical, de un liberalismo moderado de clase media. Formó parte del Comité Revolucionario que se convirtió en Gobierno Provisional de la 11 República, y fue ministro de Estado en 1931. Tras las elecciones del 33 presidió seis Gobiernos distintos, apoyándose cada vez más en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), hasta incluir en el Gabinete a Gil-Robles. En septiembre de 1935 cae su Gobierno y es sustituido por Chapaprieta. De nuevo, unos escándalos financieros le afectan de lleno, y en las elecciones de 1936 no consiguió apoyo, ni en la derecha ni en la, izquierda. Durante la guerra civil Lerroux se exiló en Portugal y no volvió a España hasta 1947, para morir dos años más tarde. Desde su retiro de Estoril envió a su amigo Francisco Rodríguez Dopico un Manifiesto o Testamento Político, aún inédito, que, por gentileza de su corresponsal, ofrecemos hoy a nuestros lectores.

A mis amigos:A los que queden, pocos o muchos, supervivientes de aquel puñado de hombres que redimí de la muchedumbre anarquizada para servir a la patria en una misión de libertad, progreso, justicia y salud.


Vivo en la emigración hace diez años, callando, meditando, contemplando las tragedias presentes y pensando en el porvenir.

He alcanzado una edad a la que no todos los nacidos llegan en estado de salud físico y espiritual equilibrado. Si la hubiese logrado en un régimen político normal, a mis años no me jubilarían aún. Pero en plena vorágine de una revolución que la humanidad no había experimentado hasta el presente, la obra magna de reconstruir la sociedad y continuar la nuestra civilización, no es para viejos demasiado viejos, ni para jóvenes demasiado jóvenes. Es para hombres madurados en la lucha por la existencia, en el estudio de los problemas que crea la convivencia social, fortalecidos por el saber y la experiencia, con vocación para la cosa pública y que no hayan perdido del todo los entusiasmos de la juventud ni la capacidad de abnegación y sacrificio que tamaña empresa requiere.

Por eso yo, que ya he dado a la vida política más de cuanto pude imaginar, habíame propuesto retirarme calladamente al panteón de mi hogar, pero como la vida y la muerte, en colaboración, me han dejado sin hogar en medio del tumulto, he resuelto deciros años antes de sumergirme en el silencio o en la nada.

Personalmente no siento mucho dolor por lo que dejo. No alimento ambiciones ni me consuelo con esperanzas. El cáliz de la amargura también ha tenido para mí sabores de miel en fugaces momentos del pasado. Sé lo que es mandar y dirigir, como supe obedecer y ejecutar. Ya no siento deseos de mandar ni de dirigir. Lo único que ahora ambiciono es algo que considero lo más díricil y lo más importante para todos los pueblos en la presente crisis mundial: que las nuevas generaciones produzcan hombres que sepan mandar y ciudadanos capaces de disciplina que se obliguen a obedecer.

Por eso rompo en este momento histórico supremo mi silencio de tantos años, con el que también he servido a mi patria en el destierro.

No hablaré con pretensiones de maestro o de profeta, sino para tratar de prestarla un servicio más. Voy, pues, a deciros mi última palabra. Quien la quiera escuchar que oiga o que lea. Nada más fácil, porque yo ni siquiera pido que se me haga caso.

Desde el amañado triunfo del Frente Popular, facilitado por el retraimiento de las clases medias, el abandono de las conservadoras y el auxilio de colaboraciones extranjeras, en España se encendio- la guerra civil, fulminante puesto en el polvorín de la política internacional Y aquella guerra civil, bárbara y salvaje cual ninguna, acabó, como casi todas, en una dictadura militar.

Pero los militares que inicialmente se alzaron no pusieron su pensamiento en la Monarquía, ni hicieron armas contra la República, ni sintieron ambición de gobernar. La República había dejado de existir el día mismo en que la autoridad abdicó sus prerrogativas entregando las armas propiedad del Estado, almacenadas en los parques militares, a muchedumbres anónimas, sin organización, disciplina, jefes ni bandera. Las masas, así acabadas de anarquizar, se desbordaron rompiendo todos los diques que ha construido la civilización para hacer posible la sociedad humana.

El Ejército se echó a la calle casi espontáneamente, sin previa preparación, para actuar como poder supletorio. No para gobernar, sino para restablecer el orden, un orden. Para atajar la anarquía y hacer de nuevo posible la convivencia social, interrumpida por la demagogia. Lo demostró el hecho de que durante muchos días los jefes del movimiento militar que hablaban públicamente al país, lo hacían invocando corno suprema autoridad a la República, vitoreando a la República y terminando sus alocuciones al compás del himno republicano.

Si los promotores del alzamiento hubiesen sido políticos y hubiesen puesto la mira un poco más alta, no habría resultado díficil al cabo de un poco tiempo reponer la República sobre sus cimientos, anular la obra del Frente Popular, convocar nuevas Cortes y reformar la Constitución, que no había sido hecha de molde para lo que a la sazón era el estado moral, intelectual y social de la mayoría de los españoles.

Pero la fuerza de los hechos consumados, actuando como impulso lógico de la fatalidad, desenlazó la revolución comunista en guerra civil y la guerra civil en dictadura militar. La temporal era inevitable y hasta necesaria puesto que la nación había quedado sin forma alguna de gobierno. La que no debió convertirse en permanente, una vez cumplida su primera y única misión, fue la que ha continuado indefinidamente, sin procurar legitimarse por una confirmación del sufragio popular.

No hubiera sido díficil precaver cuál sería el desenlace de la guerra internacional que estalló a poco. Les bastó a los países anglosajones ganar el tiempo necesario para ponerse en pie de guerra y defender lealmente los ideales que prefieren hoy los pueblos de todas las razas, para encontrar auxiliares poderosos y con ellos el camino de la victoria. Y la victoria ha llegado.

Se pretende ahora que los aliados lo olviden todo, hasta las legiones de aventureros enviadas contra ellos a España o desde España, que está sufriendo al presente amenazas,afrentas e injusticias que la inflingen grandes y pequeñas potencias. Años sucesivos de malas cosechas, escasez de materias primas para la industria, carencia de material marítimo y terrestre para el transporte y la distribución, falta de confianza en la posibilidad de una paz duradera, ausencia de satisfacción interior en el alma nacional envenenada por odios fratricidas, qué va a ser de España si el mundo, obligado ante todo a dar de comer a muchedumbres hambrientas, la niega su solidaridad y la abandona o la posterga bloqueándola moral y materialmente?

Con una pena que suele estallar en mi pecho con hervores de indignación, vengo escuchando o leyendo manifestacíones extranjeras que aluden a España. Sus amenazas y sus ironías ofenden más a la patria que a los que la gobiernan. Sus intenciones, más o menos disfrazadas, de intervención en asuntos de nuestra soberanía y de imposición de soluciones de su preferencia en España ponen de pie hasta a los muertos.

Y frente a todo eso, ¿qué hacemos los españoles? No hay otra cosa que hacer

MI TESTAMENTO POLÍTICO

que invocar gestas heroicas de nuestra historia y escandalizar ante las Embajadas extranjeras.Invadidos y aherrojados, otros pueblos han dado ejemplo de sublime heroismo en la resistencia pasiva o activa. Nosotros con menos participación en el sacrificio universal, no sólo hemos enmudecido, sino que continuamos como siempre divididos en luchas intestinas que agotan nuestra potencia.

Ni aprendemos ni escarmentamos. Todos los días se invoca el imperialismo de España que torció el curso de nuestro destino y que sin tener en cuenta más intereses dinásticos llevó a toda Europa la guerra de invasión y conquista, pero se olvida o se calla que, al fracasar, no dejó en la impotencia y nos hizo odiosos al mundo entero.

Ahora bien, la desunión y discordia de siempre son cosas de antes. Hoy vivimos en después de la catástrofe que ha sido la guerra. Porque la historia de la humanidad y la civilización quedó cortada cuando, por primera vez en el tiempo, los pueblos y las naciones se han levantado contra ellas y han traicionado al progreso y prostituido las conquistas de la ciencia, convirtiéndolas en instrumento de todos los crímenes.

La historia va a comenzar nuevamente y ahora para presentarse dignamente en ella los españoles que no hayan renegado de su patria y de su raza están obligados, si quieren redimirlas, al olvido y al perdón como política doméstica, a unirse en solidaridad patriótica temporal como política nacional y a ponerse en condiciones de colaborar, como política internacional en la obra de paz, justicia y libertad que se está intentando por los aliados a costa de tantos sacrificios.

Lo presente no puede continuar ni resucitar lo pasado. La generación que dejó perder la Monarquía sin defenderla, que recibió como de gracia la República y no fue capaz de conservarla, no tiene: derecho a gobernar a España en nombre de la dictadura, que no fue obra suya, sino del Ejército.

Sirviendo a la Monarquía se agotaron los hombres políticos que nacieron en la revolución del 68. En la República, que debió ser, y no fue un movimiento renovador, no surgió o no llegó a actuar ni un solo estadista, ni un grupo homogéneo de Estado Mayor capaz y suficiente para superar y sobrevivir en funciones de gobierno a las crisis inevitables entre la autoridad y la libertad en el nacimiento e infancia de todo régimen nuevo. Y esta misma esterilidad es propia y natural de toda dictadura, cuya misión es, o debe ser, exclusivamente policial, para restablecer el orden perturbado o interrumpido.

En todas esas revoluciones y, evoluciones han medrado los logreros, han fracasado los políticos, han estado ausentes los gobernantes, se han, desprestigiado los ideales, se ha dejado al pueblo sin fe y sin esperanza y está el peligro de naufragar la patria.

Cuando se oye decir que la solución del problema político español puede ser la Monarquía, el sentido común se pregunta que si es así, ¿por qué fue ella misma la que lo planteó abandonando el trono y el poder sin intimidación formal y poderosa de nadie? Y el español de la calle duda y se sonríe.

Pero si la solución que se dibuja en el horizonte, aunque sea remota, impuesta además por el extranjero, es la restauración de la República del Frente Popular, el español que tiene una familia, un hogar, una propiedad o un negocio, se sonroja indignado, avergonzado y convulso.

De modo que pensando en una solución política, definitiva, o estable siquiera, para España, el pensamiento se detiene vacilante y desorientado. ¿Ni Monarquía, ni República, ni dictadura, que no es sino un puente sobre una solución de continuidad? Entonces, ¿qué?

La gran interrogación se abre delante del pensador y le deja perplejo.

El ideal sería una solución pacífica a la que concurriese el mayo

número de españoles con su voto y con el propósito resuelto de someterse voluntaria y sinceramente a ella sin renunciamientos de la conciencia individual porque aceptó los hechos legalmente consumados, acatando la República o la Monarquía, no significaría que monárquicos o republicanos debieran renunciar a sus ideales.

La solución de nuestro caso es mucho más fácil que el que están debatiendo los aliados. La tiene en su mano y en su voluntad un solo hombre, al que se le presenta cada día ocasión de inmortalizarse dejando en la Historia un ejemplo único e insuperable de grandeza moral.

No está en mi ánimo proponer a quien quiera que sea renunciamiento alguno, sino sólo llamar a los interesados a la meditación sobre el problema. Y si en la alusión incluyo, como no puedo menos a quien ejerce en España el poder supremo, no es para negarle derechos a la consideración de sus conciudadanos, así en sus aciertos como en sus errores, sino para que no desaproveche la hora crucial que se le ha presentado de dar aquel ejemplo.

Para no sufrir la coacción de ceder ante las amenazas de los poderosos ni sucumbir a la fatalidad de las circunstancias hostiles que rodean a España, si yo me encontrase en el lugar del Jefe del Estado me anticiparía a lo acontecimientos promulgando inmediatamente una disposición igual o parecida a la siguiente:

Ordeno y mando. 1. Se conceda amnistía a todos los españoles presentes en la patria o ausentes de ella que no se hallen sujetos a responsabilidad criminal por delitos comunes y que se consideren amenazados de ser sometidos a proceso por responsabilidades políticas. En ningún caso podrá ser aplicada la última pena. Se da un plazo de presentación de tres meses, la cual podrá hacerse también ante los consulados.

2. Se autoriza a las entidades de todas clases -políticas, patronales, profesionales, económicas, académicas, científicas, obreras, eclesiásticas, etc., que existan y existieran legalmente en España antes del 18 de julio de 1936, para reorganizarse y designar persona que autorizadamente las represente, a cuyo fin se da un plazo de dos meses y las facilidades necesarias con arreglo a la ley de Reuniones.

3. Todos esos representantes serán invitados antes del tercer mes a una reunión que se celebrará en Madrid bajo mi presidencia, y gozarán de las mismas inmunidades y consideraciones que los diputados a Cortes, mientras dure su representación.

4. El orden del día de esta reunión contendrá los postulados siguientes, más los que puedan presentarse en ella y sean declarados pertinentes:

a) Objeto de la reunión: deliberar sobre la forma de consultar democráticamente al país acerca de la forma de Gobierno de su preferencia.

b) Establecer que todos los elementos que concurran a la reunión se comprometan, en nombre de sus representados, a respetar y reconocer como legítimo el resultado de aquella consulta.

c) Comprometerse igualmente a no combatirlo por medio de la fuerza ni otro alguno fuera de la Ley.

d) El mismo compromiso de mantener entre sí relaciones normales, sin dividirse ni hostilizarse, hasta que la solución que resulte preferida haya podido organizarse en función del poder público capaz de mantener el orden y gobernar para todos los españoles.

e) Para que ni dentro ni fuera del país puedan suscitarse dudas sobre la lealtad y sinceridad con que los españoles procuran pacífica y democráticamente la solución de su problema, se invitará a todas las naciones y a la prensa universal a que envíen a España representantes autorizados, a fin de que actúen como testigos fehacientes, a cuyo objeto se les darán todas las facilidades.

Por mi parte, declaro que personalmente estoy dispuesto a ofrecer una como ejemplo de subordinación, disciplina y abnegación, acatando el resultado que se obtenga de la consulta al país por este u otro procedimiento democrático. Y si los amigos que me queden y que fueron pensamiento y corazón del Partido Radical quisieran imitar mi ejemplo, yo les aconsejaría que procediesen del modo siguiente:

1. Atenerse a las disposiciones de la autoridad y en todas las localidades donde hubo organización o en que pueda haberla, hacer acto de presencia para reconstituirla y disponerse a responder a la convocatoria precedente.

2. Renunciar al empleo de la fuerza y de todo medio ilegal para la propaganda y triunfo de nuestros ideales de partido, mientras el poder público mantenga libres y garantizados los medios de lucha legal.

3. Poner el pensamiento y el propósito en la finalidad de constituir una fuerza política de reserva al servicio de la Patria, del orden, de la justicia, de la libertad y de la paz, en todo momento dispuesta a encargarse del poder, si. fuese necesario, y gobernar el Estado, manteniéndose a igual distancia de la reacción política que de la demagogia.

4. Para ello, tener en cuenta que no puede haber libertad, democracia ni República, si no hay primero liberales, demócratas y republicanos, y que nuestro partido debe consagrar su política a conseguir que sus afiliados adquieran plena conciencia de su deber y capacidad para intervenir en el gobierno de su municipio, de su provincia y de su nación.

5. Procurar que sus centros de reunión o domicilio de sus organizaciones sean como prolongación espiritual del hogar doméstico, donde los afiliados puedan realizar por la cooperación fines de instrucción y educación, económicos, artísticos y sociales, de auxilio mutuo y cuantos la inercia o la incapacidad suelen esperar y mendigar del municipio o del Estado.

Así, el Partido Republicano Radical llegará a ser, como empezó a serlo, escuela de ciudadanía, creador de españoles que sientan en el alma el patriotismo como un título de nobleza, y se pongan en condiciones de asegurar y consolidar la III República, que llegará cuando la merezcamos, para ser factor de paz y de progreso en marcha hacia la justicia social.

Así, de generación en generación, por el progreso moral e intelectual en forma de tolerancia fraternal, se harán imposibles las guerras civiles y dejarán de ser utópicos los ideales de hoy hacia la federación de los pueblos, por continentes, y los ideales de mañana hacia la confederación de la humanidad entera en las amplitudes de una paz universal fecunda y laboriosa.

Callo y me detengo, casi a las puertas de la eternidad para deciros adiós.

Sin emoción patética, sin que la pena de la separación altere mi serenidad, pero con la esperanza en el alma, quiero que la última palabra sea en mis labios como una oración, y en mi pluma, como una plegaria más que para la nación que aisla y divide, para la patria inmortal que ha extendido por el mundo la gloria de este nombre: España.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de julio de 1976

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