sábado, 8 de octubre de 2016

Citas sobre José Antonio Primo de Rivera.-a



José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia
«José Antonio era uno de los hombres más ponderados que han existido en la política española. Ponderado hasta en la violencia. Alguna vez he dicho que sus mayores violencias fueron siempre más inteligentes que pasionales».
Juan Ignacio Luca de Tena, Dolor y memoria de España, Barcelona, 1939.

«Data de muchísimo tiempo la afirmación filosófica de que en todas las ideas hay algo de verdad. Me viene esto a la memoria a cuenta de los documentos que José Antonio dejó en la cárcel de Alicante. Acaso en España no hemos confrontado con serenidad las respectivas ideologías para descubrir las coincidencias que quizá fueran fundamentales, y descubrir las divergencias, probablemente secundarias, a fin de apreciar si éstas valían la pena ventilarlas en el campo de batalla».
Indalecio Prieto, Palabras de ayer y hoy, p. 17. Santiago de Chile. 1938.

«Creo que es un ser en el que se reúnen por raro privilegio, una porción de virtudes, que es raro encontrar en un solo individuo. Sus maravillosas virtudes, su valor, su gran inteligencia, su enorme capacidad de sugestión. Esas cualidades, advertidas por mí desde el primer momento, no fueron suficientemente admiradas hasta ahora por varias razones; entre ellas por la elegancia espiritual y el pudor de nuestro jefe, y también porque la situación política de los españoles les hacía tomar como signo juvenil lo que encerraba una plenitud consciente e inapreciable».
Eugenio Montes, FE, 30-IX-1936.

«Federico García Lorca dijo: "Aizpurua es un buen chico, que admira mis poemas. Es como José Antonio. Otro buen chico. ¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo ni a mí me conviene que me vean con él"».
Gabriel Celaya, "Un recuerdo de Federico García Lorca", Roma, 1966.

«Que un aristócrata, Grande de España, marqués y abogado eminente, con una juventud insultante, dijese que el socialismo había sido justo en su nacimiento, puso al borde del infarto a muchos de los caballeros que acudieron a escucharle [el 29 de octubre de 1933, en el teatro de la Comedia] con la esperanza de encontrar un remedio mozo, fuerte y prestigioso a tantos y tantos egoísmos inconfesables».
José Antonio Girón de Velasco, Si la memoria no me engaña, Planeta, Barcelona, 1994, pág. 27.

«Sí, ya me han dicho que se ha hablado bastante de mi asistencia al mitin organizado por Falange Española en Salamanca. Fui a este mitin como voy a todos los que quiero. No asisto a aquellos actos a los que me invita la empresa, sino a los que yo quiero ir. Cuando comenzó el mitin comenzaron a tirarme de la lengua, pero yo, naturalmente, ni interrumpí ni hice caso alguno. A mí no me tira nadie de la lengua: tengo por costumbre contestar a aquello que no se me pregunta y dejar sin respuesta aquello que se me interroga. Por lo demás, ese muchacho —refiriéndose a José Antonio— tiene mucho talento y una cabeza que funciona perfectamente. Llegará hasta donde quiera, porque, además, es un carácter de cuidado... ¡Mucho ojo con estos muchachos del brazo en alto!».
Miguel de Unamuno, La Gaceta Regional, 20 de noviembre de 1938.

«El españolito con más gancho, con más misterio, con más duende, con más ángel, de esta terrible centuria que ya se acerca a su fin, se llamaba, y se llama, José Antonio Primo de Rivera. Urge sacar del olvido a este personaje, a este heredero de Hércules y de Ruiz Díaz de Vivar, a este sumo sacerdote —el último seguramente— de la religión del iberismo. Quizá su ejemplo nos pueda dar una pauta y una llave para abrir la oscura puerta del futuro. José Antonio Primo de Rivera es el español más interesante (y más desaprovechado) de esta terrible centuria que ya se acerca a su fin».
Fernando Sánchez Dragó, La dragontea, en la revista Época, Madrid, 15 de abril de 1991.

«Solos, nos asombramos ante aquel sombrío esplendor. El objeto de la visita era hacer una breve visita a la tumba de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange. Yo le había visto sólo una vez, cuando en los años treinta él me había hecho una visita en nuestro cuartel general de Chelsea, en Londres. Me causó una profunda impresión, y su asesinato me había parecido siempre una de las tragedias individuales más dolorosas de Europa. Me conmoví profundamente cuando permanecimos ante su sepulcro y recordé vivamente la presencia de este joven incomparable. Me vinieron a la memoria las palabras iniciales del memorable tributo de Macaulay a Byron: "Cuando la sepultura se cierra sobre un hombre de treinta y siete años, todo es más triste y más glorioso"».
Sir Oswald Mosley, líder del fascismo británico, en su autobiografía "My life" (1968).

«En dos ocasiones he tenido frente a mí a José Antonio Primo de Rivera de contrincante. Un perfecto caballero, un perfecto hombre, con toda la cortesía. Y debo decirlo porque eso es lo justo».
Victoria Kent, diputada radical-socialista durante la Segunda República. Entrevista en el programa "A fondo", 28 de enero de 1979.

«José Antonio tuvo el valor de presentarse tal como era, de hablar en nombre de lo que él consideraba la élite y de proponer un programa que borrara todos los ¡Abajo! en un solo lema ¡Arriba España! No estoy haciendo apología del fascismo español. Lo que admiro de este discurso es la voluntad de inversión de las ideas en sentido vertical».
Salvador Dalí, pintor surrealista.

«Lo he seguido con atención y puedo asegurar que se trata de un cerebro privilegiado. Tal vez, el más prometedor de la Europa contemporánea».
Miguel de Unamuno, escritor y filósofo español.

«Fogoso joven, víctima inenarrable cuyo sacrificio yo condené y condeno. ¡Cómo quería fundar el Partido Social Español! ¡Cómo me alentaba para que yo recogiese lo más sano de lo que en España se llamó Partido Socialista y marcháramos juntos! Cuando me reprochan la defensa de ese joven impetuoso y bien intencionado, conocen mi respuesta. Y es que también le debía la vida, porque él y su gente me custodiaron hasta mi domicilio, una noche en que algunos, que se decía correligionarios míos, habían acordado "abolirme"».
Indalecio Prieto, ministro y dirigente del PSOE durante la II República.

«Era un joven andaluz dotado de encanto personal y de imaginación (…) Apostrofaba a la República porque no socializaba los bancos y los ferrocarriles y por tener miedo de emprender la reforma agraria con energía».
Gerald Brenan, escritor y ensayista británico.

«Cuando pienso en José Antonio me sobreviene el sentimiento trágico de la vida. Su figura, usurpada por unos, y por ello odiada por los otros, permanece en un lugar en la memoria colectiva que no merece. Un gran pensador, un revolucionario, un hombre a seguir,… castigado por el destino y por la historia. Me alegra ver que su verdadero eco aún no se ha apagado y que aún quedamos quienes queremos rescatar a la figura de José Antonio de una Falange impostora y del régimen franquista. Por eso, cuando oigo levantarse las voces reclamando retirar el monumento a José Antonio de mi ciudad, no puedo evitar que me invada la tristeza: un monumento levantado por quienes le traicionaron, que de alguna manera pervierte su figura en vez de honrarla, y que aquellos que claman por la memoria histórica quieren abatir olvidando quién era realmente este hombre y qué predicaba».
Julio Anguita, ex secretario general del PCE y ex coordinador general de Izquierda Unida

«Fue posible una cooperación de José Antonio con la República de izquierda si, con la acción y la retórica que amaba por igual, se le hubiera sabido atraer a nuestro régimen, pues yo no he olvidado que delante de mí le dijo un día a don Indalecio Prieto, por quien sentía afecto y admiración, que él se inscribiría en el partido socialista si éste se declaraba nacional. El nacionalismo exacerbado de aquel muchacho inteligente, reflexivo y audaz, a pesar de su aparente frivolidad señoritil, y su fiero antimonarquismo, engendrado por la ingratitud de Alfonso XIII para el general don Miguel, se habrían podido atraer y aprovechar si en los momentos en que la República era todavía una gran ilusión nacional hubiese habido alguien con perspicacia y autoridad suficientes para haber comprendido lo que en su cerebro encerraba José Antonio de positivo y la utilidad que de ello podía haber obtenido el nuevo régimen, necesitado de todas las cooperaciones españolistas inquietas por el porvenir para afianzarse, sin grandes resistencias, en el alma de todos los españoles progresivos».
Félix Gordón Ordás, presidente del Gobierno republicano en el exilio.

«Es ahora cuando se puede medir la torpeza en que se incurrió al consentir el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, cuya muerte no ha sido oficialmente publicada por sus camaradas. Es el Ausente, adjetivo que expresa una duda esperanzada. Esperanza condenada a rápida extinción. Primo de Rivera acabó sus días el 19 de noviembre de 1936. Su testamento tiene fecha anterior. Es un documento sobrio y sereno, que no carece de sincera emoción. Aquella que le da el trance en que ha sido escrito. Juzgue el lector de la parte humana y política».
Julián Zugazagoitia, director del diario El Socialista y ministro de Gobernación.

«José Antonio y yo nos sentábamos juntos en la Cámara y pronto nos hicimos amigos. Comentábamos los debates del día, hablábamos de cualquier cosa. Recuerdo que siempre me decía: Teodomiro, si no fuese por sus ideas religiosas, qué cerca estaríamos usted y yo en política. En el fondo todos queremos lo mismo. Y era cierto».
Teodomiro Menéndez, diputado socialista e inductor de la Revolución de Asturias de 1934.

«José Antonio era un hombre cultivado de sensibilidad y encanto a quien incluso sus enemigos respetaban».
Hugh Thomas, escritor hispanista.

«Aunque no comulgo con la ideología, sí creo que José Antonio Primo de Rivera era una persona honrada, con ideales, y que intentó actuar en bien de la sociedad y de España».
Paul Preston, historiador británico e hispanista.

«No creo en la democracia (Demo: El mal, el peor), creo en la aristocracia universal. ¡Todos aristócratas! (Aristo: el mejor). Aristócratas fueron Larra, Sanz del Río, Giner, Salmerón, Pí y Margall, Azcárate, Costa, Cajal. Y también José Antonio Primo de Rivera. La ideolojía superior española está en ellos, usted lo sabe».
Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura, en A Gregorio Marañón, prologuillo-dedicatoria, 1952, para una posible publicación de "Aristocracia inmanente".

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