11. LAS NUEVE SITUACIONES
Sun Tzu dijo: El arte de la guerra reconoce nueve variantes de terreno: Terreno dispersivo; terreno superficial; terreno disputado; terreno abierto; terreno de encrucijada; terreno serio; terreno difícil; terreno asediado; terreno desesperado.
Cuando un cacique está luchando en su propio territorio, es terreno dispersivo.
Cuando ha penetrado en territorio hostil, pero no a gran distancia, es terreno superficial.
El terreno cuya posesión da gran ventaja a uno u otro bando, es terreno disputado.
El terreno en el que cada bando tiene libertad de movimiento es terreno abierto.
El terreno que conforma la llave de tres estados contiguos, de forma que el que lo ocupa primero tiene la mayor parte del imperio a sus órdenes, es un terreno de encrucijada.
Cuando un ejército ha penetrado en el corazón de un país hostil, dejando un número de ciudades fortificadas a sus espaldas, es un terreno serio.
Bosques de montaña, pendientes accidentadas, marismas y pantanos; toda región dura de atravesar: esto es terreno difícil.
El terreno al que se llega a través de estrechos desfiladeros, y del que solo podemos retirarnos por caminos tortuosos, de forma que un pequeño número del enemigo sea suficiente para aplastar a un gran cuerpo de nuestros hombres: esto es terreno asediado.
El terreno en el que solo podemos salvarnos de la destrucción luchando sin demora, es desesperado.
En terreno dispersivo, por tanto, no luche. En terreno superficial, no haga altos. En terreno disputado, no ataque.
En terreno abierto, no trate de bloquear el camino al enemigo. En terreno de encrucijada, únase a sus aliados.
En terreno serio, reúna el botín. En terreno difícil, manténgase presto a marchar.
En terreno asediado, recurra a la estratagema. En terreno desesperado, luche.
Aquellos que fueron llamados habilidosos líderes de la antigüedad supieron cómo hacer brecha entre la vanguardia y la retaguardia enemigas; prevenir la cooperación entre sus grandes y pequeñas divisiones; impedir a las buenas tropas rescatar a las malas, a los oficiales reagrupar a sus hombres.
Cuando los hombres del enemigo estuvieron unidos, maniobraron para mantenerlos en desorden.
Cuando estaban en ventaja, hicieron un movimiento hacia adelante; cuando a la inversa, se mantuvieron firmes.
Si se me pregunta cómo hacer frente a una gran multitud de enemigos en formación ordenada y a punto de atacar, debo decir: Empiece por aprovechar algo a lo que su oponente dé mucha importancia; entonces él será susceptible a tu voluntad.
La rapidez es la esencia de la guerra: aprovéchese de la indisposición del enemigo, ábrase paso por rutas inesperadas y ataque sitios desprotegidos.
Los siguientes son los principios a observar por una fuerza invasora: Cuanto más penetres en un país, mayor será la solidaridad de tus tropas, y por lo tanto los defensores no prevalecerán contra ti.
Haz incursiones en terreno fértil para abastecer a tu ejército con víveres.
Estudia cuidadosamente el bienestar de tus hombres, y no los graves en exceso. Concentra tu potencia y acumula tu fuerza. Mantén continuamente a tu ejército en movimiento, y urde planes insondables.
Lanza a tus soldados a posiciones de las que no haya escape posible, y preferirán la muerte a la huida. Si pueden encarar la muerte, no habrá nada que no puedan conseguir. Oficiales y hombres por igual presentarán su máxima fuerza.
Cuando los soldados están en grandes apuros pierden la sensación de temor. Si no hay lugar para el refugio, se mantendrán firmes. Si están en un país hostil, presentarán un frente resuelto. Si no hay ayuda para él, lucharán duro.
Así, sin esperar a ser capitaneados, los soldados estarán constantemente en guardia; sin esperar a que se les pida, harán tu voluntad; sin restricciones, serán fieles; sin dar órdenes, se podrá confiar en ellos.
Prohíbe la consideración de augurios, y deshazte de las dudas supersticiosas. Entonces, hasta que la misma muerte llegue, ninguna calamidad necesitará ser temida.
Si tus soldados no están sobrecargados de dinero, no es porque les disgusten las riquezas; si sus vidas no son excesivamente largas, no es porque no se inclinen a la longevidad.
El día en que se los manda a batallar, tus soldados pueden acongojarse, los que están en pie humedeciendo sus vestimentas, y los recostados dejando correr las lágrimas por sus mejillas. Pero espera a que estén acorralados, y desplegarán el valor de un Chu o un Kuei (Chu era un poderoso reino invasor, anterior a la unificación de China. Kuei es un demonio o espíritu maléfico. N. del T.).
El estratega habilidoso puede asemejarse al shuei yan (Serpiente legendaria. N. del T.). Ahora bien, el shuei yan es una serpiente que se encuentra en las montañas Chang (Lo más seguro es que sea la cordillera del impresionante monte Paektu. También puede referirse a la zona montañosa de Chekiang, a alguna de las cinco montañas sagradas, o a otro lugar. N. del T.). Golpea su cabeza, y serás atacado por su cola; golpea su cola, y serás atacado por su cabeza; golpéala en el centro, y serás atacado por ambas cabeza y cola.
Si se me pregunta si se puede hacer que un ejército imite al shuei yan, debo responder sí. Pues los hombres de Wu (Antiguo reino al norte de Yue que este último anexionó en el año 473 a.C., convirtiéndose en uno de los principales estados de China. Léase Anales de primavera y otoño, atribuido a Confucio. N. del T.) y los hombres de Yue son enemigos; pero si están cruzando un río en el mismo barco y les coge una tormenta, irán a asistirse mutuamente justo como la mano izquierda ayuda a la derecha.
Por lo tanto no es suficiente depositar la confianza en el tiro de los caballos, y el hundimiento de las ruedas del carro en la tierra.
El principio con el que se maneja un ejército es disponer un estándar de valor que todos tienen que alcanzar.
Cómo sacar lo mejor de ambos fuertes y débiles: eso es una cuestión que implica el uso adecuado del terreno.
Por lo tanto el general habilidoso conduce a su ejército como si llevara a un solo hombre, quiera o no quiera, de la mano.
Es competencia de un general ser discreto y así asegurar el secretismo; recto y justo, y así mantener el orden.
Tiene que ser capaz de desconcertar a sus oficiales y hombres con falsos informes y apariencias, y así mantenerlos en total ignorancia.
Alterando sus preparativos y cambiando sus planes, mantiene al enemigo sin un conocimiento en firme. Levantando su campamento y tomando rutas indirectas, impide al enemigo anticiparse a sus planes.
En el momento crítico, el líder de un ejército actúa como alguien que ha escalado a las alturas y luego aparta de una patada la escalera tras él. Lleva a sus hombres al interior de un territorio hostil antes de mostrar su mano.
Quema sus barcos y rompe sus utensilios de cocina; como un pastor dirigiendo un rebaño de ovejas, dirige a sus hombres de un sitio para otro, y nada se sabe de adónde está yendo.
Reunir a las huestes y ponerlas en peligro: estas son las competencias atribuibles al general.
Las distintas medidas adecuadas para las nueve variantes de terreno; la conveniencia de tácticas agresivas o defensivas; y las leyes fundamentales de la naturaleza humana: estas son las cosas que deben con toda certeza estudiarse.
Cuando se invade terreno hostil, el principio general es, que penetrar profundamente proporciona cohesión; penetrar pero una corta distancia significa dispersión.
Cuando dejas atrás tu propio país, y llevas a tu ejército a través del territorio vecino, te encuentras en terreno crítico. Cuando hay medios de comunicación por los cuatro lados, el terreno es en encrucijada.
Cuando penetras profundamente en un país, es terreno serio. Cuando penetras pero una corta distancia, es terreno superficial.
Cuando tienes las fortalezas del enemigo a tu espalda, y pasos estrechos delante, es terreno asediado. Cuando no hay ningún lugar para el refugio, es terreno desesperado.
Por tanto, en terreno dispersivo, inspiraría a mis hombres con unidad de propósito. En terreno superficial, miraría que hubiera una conexión cercana entre todas las partes de mi ejército.
En terreno disputado, mantendría un ojo vigilante sobre mis defensas. En terreno en encrucijada, consolidaría mis alianzas.
En terreno serio, trataría de asegurar una línea continua de suministros. En terreno difícil, seguiría adelante a lo largo del camino.
En terreno asediado, bloquearía cualquier vía de retirada. En terreno desesperado, proclamaría a mis soldados la desesperanza de salvar sus vidas.
Pues es la predisposición del soldado ofrecer una obstinada resistencia cuando está rodeado, luchar duro cuando no puede ayudarse a sí mismo, y obedecer con presteza cuando está en peligro.
No podemos establecer alianzas con príncipes vecinos hasta que no estemos al tanto de sus designios. No somos adecuados para liderar un ejército en marcha a no ser que estemos familiarizados con el relieve de la región: sus montañas y bosques, sus escollos y precipicios, sus marismas y pantanos. No podremos contar con la ventaja natural a no ser que hagamos uso de guías locales.
Ignorar uno cualquiera de los siguientes cuatro o cinco principios no corresponde a un príncipe marcial.
Cuando un príncipe marcial ataca a un estado poderoso, su generalato se muestra al prevenir la concentración de las fuerzas del enemigo. Intimida a sus oponentes, e impide que sus aliados se junten contra él.
Por lo tanto no se esfuerza por aliarse con todo el mundo, ni auspicia el poder de otros estados. Lleva a cabo sus propios designios secretos, manteniendo a sus antagonistas sobrecogidos. De este modo es capaz de capturar sus ciudades y derrocar sus reinos.
Concede recompensas sin arreglo a la norma, emite órdenes sin arreglo a preparativos previos; y serás capaz de manejar un ejército entero como si estuvieras manejando a un solo hombre.
Enfrenta a tus soldados con la acción misma; nunca dejes que conozcan tu designio. Cuando la perspectiva sea luminosa, pónsela a la vista; pero no les digas nada cuando la situación sea lúgubre.
Sitúa a tu ejército en peligro mortal, y sobrevivirá; mételo en problemas desesperados, y saldrá a salvo.
Pues es precisamente cuando una fuerza ha caído en la vía del dolor que es capaz de dar un golpe por la victoria.
El éxito en la práctica de la guerra se obtiene acomodándonos cuidadosamente al propósito del enemigo.
Esperando persistentemente al flanco del enemigo, a la larga tendremos éxito en matar al comandante en jefe.
Esto se llama capacidad para conseguir una cosa por pura astucia.
En el día en que asumas el mando, bloquea los pasos fronterizos, destruye los registros oficiales, y detén el paso de todos los emisarios.
Sé severo en la cámara del consejo, de forma que puedas controlar la situación.
Si el enemigo deja una puerta abierta, tienes que entrar como una tromba.
Anticípate a tu oponente haciéndote con lo que él valora profundamente, e ingéniatelas sutilmente para calcular su llegada al terreno.
Camina en el sendero definido por norma, y acomódate al enemigo hasta que puedas luchar una batalla decisiva.
Al principio, entonces, exhibe la timidez de una doncella, hasta que el enemigo te dé una oportunidad; después emula la rapidez de una liebre corriendo, y será demasiado tarde para el enemigo oponérsete.
12. EL ATAQUE POR FUEGO
Sun Tzu dijo: Hay cinco vías para atacar con fuego. La primera es quemar soldados en su campamento; la segunda es quemar almacenes; la tercera es quemar vagones de equipajes; la cuarta es quemar arsenales y polvorines; la quinta es lanzar fuego arrojadizo por entre el enemigo.
Para sacar adelante un ataque, necesitamos tener medios disponibles. El material para hacer fuego debe estar siempre a punto.
Hay una época apropiada para atacar con fuego, y días especiales para iniciar la conflagración.
La época apropiada es cuando el clima es muy seco; los días especiales son aquellos en que la Luna está en las constelaciones del Kit (Colador. Al este, en Sagitario. N. del T.), el muro (o la librería. Al norte, en Pegaso-Andrómeda. N. del T.), las alas (Al sur, en Copa-Hidra. N. del T.) o el travesaño (Al oeste, las 3 estrellas más brillantes del cinturón de Orión. Todas ellas forman parte de las 28 casas de la Luna. N. del T.); pues estos cuatro son todos días de viento que arrecia.
Atacando con fuego, uno debe estar preparado para toparse con cinco posibles desarrollos:
Cuando el fuego se declara dentro del campamento del enemigo, responde de inmediato con un ataque desde el exterior.
Si hay un estallido de fuego, pero los soldados del enemigo siguen tranquilos, aguarda el momento oportuno y no ataques.
Cuando la fuerza de las llamas haya llegado a su máxima altura, síguela con un ataque, si es factible, si no, permanece donde estás.
Si es posible realizar un asalto con fuego desde el exterior, no esperes a que estalle en el interior, sino imparte tu ataque en un momento favorable.
Cuando empiezas un fuego, ponte a barlovento de él. No ataques desde sotavento.
Un viento que arrecia durante el día dura mucho, pero una brisa nocturna remite pronto.
En todo ejército, los cinco desarrollos conectados con el fuego tienen que ser conocidos, los movimientos de las estrellas calculados, y estar vigilante para los días apropiados.
Por lo tanto aquellos que usan fuego como un auxiliar del ataque muestran inteligencia; aquellos que usan agua como un auxiliar del ataque ganan un superávit de fuerza.
Por medio del agua, un enemigo puede ser interceptado, pero no desprovisto de todas sus pertenencias.
Triste es el porvenir de uno que intenta ganar sus batallas y prosperar en sus ataques, sin cultivar el espíritu de campaña; pues el resultado es pérdida de tiempo y estancamiento general.
De ahí el dicho: El dirigente iluminado hace sus planes pensando en el futuro; el buen general cultiva sus recursos.
No te muevas a no ser que veas una ventaja; no uses tus tropas a no ser que haya algo que ganar; no luches a no ser que la posición sea crítica.
Ningún dirigente debe poner tropas en el campo simplemente para desatar su propia ira; ningún general debe luchar una batalla por mera revancha.
Si es para aventajar, haz un movimiento adelante; si no, permanece donde estás.
El enfado puede convertirse en alegría con el tiempo; la contrariedad puede estar sucedida por la satisfacción.
Pero un reino que ha sido destruido una vez no puede nunca volver a ser; ni puede la muerte jamás ser devuelta a la vida.
Por lo tanto el dirigente iluminado es atento, y el buen general lleno de prudencia. Esta es la forma de mantener un país en paz y un ejército intacto.
13. EL USO DE ESPÍAS
Sun Tzu dijo: Alzar unas huestes de cien mil hombres y marchar grandes distancias conlleva fuertes pérdidas de gente y una merma de los recursos del estado. El coste diario ascenderá a mil onzas de plata. Habrá conmoción en casa y en el extranjero, y los hombres caerán exhaustos en las carreteras. Tantas como setecientas mil familias verán su labor impedida.
Los ejércitos hostiles pueden enfrentarse entre sí por años, pugnando por una victoria que se decide en un solo día. Siendo esto así, permanecer en la ignorancia de la condición del enemigo sencillamente porque uno distribuye de mala gana el monto de cien onzas de plata en honores y emolumentos, es el colmo de la inhumanidad.
Uno que actúa así no es líder de hombres, no representa ayuda para su soberano, no es maestro de victoria.
Por tanto, lo que incapacita la sabiduría del soberano y al buen general para golpear y conquistar, y conseguir cosas más allá del alcance de los hombres vulgares, es la predicción.
Ahora bien, esta predicción no puede recabarse de espíritus; no puede obtenerse por inducción de la experiencia, ni por ningún cálculo deductivo.
El conocimiento de las disposiciones del enemigo solo puede obtenerse de otros hombres.
De ahí el uso de espías, de los que hay cinco clases: Espías locales; espías internos; espías conversos; espías condenados; espías supervivientes.
Cuando estos cinco tipos de espía están todos trabajando, nadie puede descubrir el sistema secreto. Esto se llama movimiento divino de los hilos. Es la facultad más preciosa del soberano.
Tener espías locales significa emplear los servicios de habitantes de un distrito.
Tener espías internos, hacer uso de oficiales del enemigo.
Tener espías conversos, hacerse con los espías del enemigo y usarlos para nuestros propios propósitos.
Tener espías condenados, hacer ciertas cosas abiertamente con propósitos de engaño, y permitir a nuestros espías saber de ellos e informar de ellos al enemigo.
Los espías supervivientes, finalmente, son aquellos que traen de vuelta nuevas desde el campamento enemigo.
Por lo tanto no hay nadie en todo el ejército con quien se deba mantener relaciones más íntimas que con los espías. Ninguno debe ser recompensado más libremente. En ningún otro asunto debe preservarse mayor secretismo.
Los espías no pueden ser empleados útilmente sin una cierta sagacidad intuitiva.
No pueden ser manejados apropiadamente sin benevolencia y franqueza.
Sin una sutil ingenuidad de la mente, uno no puede tener certeza de la veracidad de sus informes.
¡Sé sutil! ¡sé sutil! Y usa tus espías para todo tipo de asuntos.
Si una porción de las nuevas es divulgada por un espía antes de que el momento haya llegado, debe ser enviado a la muerte junto con el hombre al que se le contó el secreto.
Sea el objetivo aplastar un ejército, arrasar una ciudad, o asesinar a un individuo, siempre es necesario empezar por descubrir los nombres de los auxiliares, los ayudas de cámara, y guardianes y centinelas del general al mando. Nuestros espías tienen que estar comisionados para discernirlos.
Los espías del enemigo que han venido a espiarnos a nosotros tienen que ser buscados, tentados con sobornos, llevados aparte y alojados cómodamente. Así se volverán espías conversos y disponibles para nuestro servicio.
Es a través de la información traída por el espía converso que somos capaces de adquirir y emplear espías locales e internos.
Es gracias a su información, de nuevo, que podemos provocar que el espía condenado lleve falsas noticias al enemigo.
Por último, es por su información que el espía superviviente puede ser usado en ocasiones designadas.
El fin y el objetivo de espiar en todas sus cinco variantes es conocer al enemigo; y este conocimiento solo puede ser derivado, en primera instancia, del espía converso. Por lo tanto es esencial que el espía converso sea tratado con el máximo liberalismo.
Antaño, el ascenso de la dinastía Yin fue debido a Zhiyi que había servido a Huisi. De igual manera, el ascenso de la dinastía Zhou fue debido a Lu Ya que había servido a Yin.
Por lo tanto es solo el dirigente iluminado y el general sabio el que usará la más alta inteligencia del ejército para propósitos de espionaje y de este modo obtienen grandes resultados. Los espías son uno de los más importantes elementos en la guerra, porque de ellos depende la capacidad de un ejército para moverse.
APÉNDICE
A lo largo del libro se habla de hechos dispersos aparentemente inconexos, que en verdad permiten vislumbrar el desarrollo de la mitología china. Se cree que el dragón había sido un pez que queriendo escalar, salió del agua, y se fue transformando en reptil o serpiente hasta evolucionar a su forma final, completamente diferente a la de los occidentales, que, al contrario que el dragón chino, suelen ser bípedos y malvados. Este es un punto a favor para considerar que la montaña en la que se encuentra la serpiente legendaria sea el monte Paektu, cuyo cráter está bañado por el Lago del cielo, uno de los más prodigiosos paisajes naturales del mundo, en el que es fácil dejar volar la imaginación.
Las imágenes de dragones estilizados, encontrados en Shaanxi en los yacimientos de la cultura Yangshao confirman esta teoría. El Emperador Amarillo, además, iba combinando los animales que figuraban en los estandartes de los reinos conquistados y los propios, de forma que el dragón puede proceder de la superposición de un cocodrilo, un animal marino y una serpiente por ejemplo, a los que luego se han añadido el tigre, el murciélago, el águila, etc. Tampoco es casualidad que se hable de la serpiente en el capítulo titulado Las nueve situaciones, ya que es el número de dragones clásicos. La palabra yan del nombre de la serpiente puede referirse a la etnia Han, primera que se asocia con la China unificada, cuyo primer dirigente, según la tradición, fue el Emperador Amarillo, también conocido como el dragón, del que se suponen descendientes los chinos. De ahí que se consideren hijos del dragón.
Biografía del autor.
Sun Tzu es un personaje milenario que inspiró y sigue inspirando a grandes líderes, no solo en la batalla, sino también en la política y las empresas. Su gran obra El arte de la guerra ha orientado a estrategas de todos los tiempos, por la validez universal de sus principios y lo puntual de sus consejos.
Lo más curioso de la obra de Sun Tzu es el hecho de que convierte el combate en un acto de inteligencia y no de fuerza bruta. De hecho, una de las grandes máximas de esta obra señala que la mejor batalla es aquella que nunca tiene lugar. En gran medida comparte la tradición de las artes marciales, que también se asientan sobre ese principio.
Sun Tzu es un personaje enigmático, sobre el que poco se sabe. De hecho, hay quienes ponen en duda su existencia real y piensan que ese nombre es un seudónimo que adoptaron diferentes guerreros. Sin embargo, al menos por el momento, la existencia de este personaje se acepta históricamente.
“Cuando puedas, finge ser incapaz, cuando estés listo, finge estar desesperado, cuando estés cerca, finge estar lejos, cuando estés lejos, haz creer a la gente que estás cerca”.-Sun Tzu-
Sun Tzu nació en China, probablemente en el año 544 antes de nuestra era. Fue contemporáneo del famoso filósofo Confucio y vivió en una época convulsionada, que se caracterizó por las divisiones y las luchas internas. Aún así, en su tiempo era muy valorado el pensamiento filosófico y por eso su gran tratado, el que le daría la inmortalidad, es una obra para pensadores.
Según lo que se ha podido establecer, el estratega nació en Ch’i y provenía de una familia de aristocracia militar. Aparentemente, aprendió el oficio de la guerra de su abuelo. En aquel entonces reinaba la dinastía Chou, pero en China había una lucha constante entre diferentes principados y no existía unidad centralizada.
Se cree que Sun Tzu fue a vivir al sur del país en el año 517. Se estableció en el estado de Wu y allí quedó bajo el mando del rey Hu Lu, como general. A este periodo de la historia se le conoce como el de los “Reinos combatientes”, durante las llamadas “Primaveras y Otoños” de China.
Sun Tzu tenía su propia filosofía frente a la guerra y pronto comenzó a aplicarla con éxito. Enfrentó a ejércitos mucho más poderosos y venció, gracias a su enorme habilidad en la estrategia.
Este militar demostró que las victorias no dependían del tamaño de un ejército, ni de la cantidad de recursos con los que se contara, sino de la estrategia.
Los planteamientos de este estratega giran en torno a la idea de que el arte de la guerra es el arte del engaño. Para ser exitoso se necesita fundamentalmente conocerse a uno mismo y conocer al enemigo, en ambos casos, con gran profundidad. Finalmente, todo se reduciría a saber qué piensa el contrincante y cómo actúa, para aprovechar eso en favor propio.
Uno de los aspectos interesantes del tratado de Sun Tzu es el hecho de que, de un modo u otro, está diseñado para quienes están en desventaja. De otro lado, busca que cualquier combate genere el menor número de daños y de pérdidas.
Como ya lo indicamos, para este guerrero lo ideal es darle un manejo tal a las situaciones, de modo que finalmente la batalla no sea necesaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario