viernes, 22 de febrero de 2019

Mayflower: el escabroso legado de los peregrinos que llegaron a EE.UU. hace 400 años.-a




En un momento en que Estados Unidos está bajo presión por el peso y las contradicciones de su historia, desembarca el aniversario número 400 del Mayflower. Este año el país se ha visto obligado a afrontar el nefasto legado de la esclavitud y el racismo sistémico que surgió de ese pecado original.
Se han derribado y eliminado estatuas que conmemoran a los héroes de la Confederación. Han surgido nuevos puntos de referencia, como las palabras Black Lives Matter pintadas con letras amarillas fluorescentes a pocos metros de la Casa Blanca.
La reciente muerte del congresista afroamericano John Lewis, un héroe de Freedom Rides y Selma, nos ha recordado las batallas culminantes de la era de los derechos civiles en la década de 1970.
Así, en medio de la lucha contra el distópico brote de coronavirus, un nuevo mundo desconcertante, también hemos estado sumergidos en los eventos de antaño.

Desde el Tea Party Movement (Partido del Té) actual hasta los manifestantes que apuntan al general más célebre de la Confederación, Robert E Lee; desde la discusión sobre si el equipo de fútbol americano de Washington debería llamarse a sí mismo Redskins (los Pieles Rojas) hasta la disputa sobre si todavía se debería honrar a los Padres Fundadores que poseían esclavos... Ningún país del mundo vive y disputa su historia con tanta pasión y ferocidad.
Las guerras culturales de la política partidista contemporánea, las batallas que hacen que este país parezca una tierra compartida ocupada por tribus beligerantes, a menudo son realmente guerras históricas.
Entonces, ¿dónde encajala llegada del Mayflower en la historia estadounidense? ¿Qué significado deberíamos atribuir a la llegada de estos disidentes ingleses? ¿Cómo influye en el presente?


En este 400º aniversario, ¿merece siquiera tanta celebración?

Después de todo, el Mayflower no trajo a los primeros colonos ingleses a estas costas.
Tampoco la plantación de Plymouth fue el asentamiento inaugural. Jamestown, en Virginia, se había fundado 13 años antes. En el oeste, los españoles ya se habían establecido en Santa Fe, la capital de lo que ahora es Nuevo México.
Y quizás valga la pena señalar lo obvio desde el principio: que los Padres Peregrinos no deben confundirse con los Padres Fundadores, los patriotas que lucharon contra los británicos en la guerra revolucionaria, los visionarios que en 1776 lanzaron este bullicioso experimento en democracia.
George Washington no era uno de los pasajeros a bordo del Mayflower, un error en el que se ha incurrido en ocasiones, aunque nueve presidentes de EE.UU. pueden rastrear sus linajes hasta aquellos que hicieron el viaje, incluidos los Bush y Franklin Delano Roosevelt.
También es un error ver la llegada del Mayflower como la primera interacción entre colonos blancos e indígenas norteamericanos.
El contacto con los europeos se había mantenido durante al menos un siglo, en parte porque los traficantes de esclavos tenían en su mira a los nativos americanos.
Cuando los peregrinos llegaron a tierra, algunos miembros de la tribu Wampanoag incluso podían hablar inglés.

El paso transatlántico del Mayflower no está impregnado de la misma gloria nacional que el cruce del Delaware o el asalto a las playas de Normandía, a pesar de las afirmaciones de las atracciones turísticas locales de que fue el viaje que hizo una nación.
Los estadounidenses no convergen en Plymouth Rock con el mismo sentido de peregrinaje que, por ejemplo, en Gettysburg o incluso Graceland.
A finales del siglo XIX había un plan para erigir una estatua para conmemorar a los Padres Peregrinos que rivalizaría con el Coloso de Rodas y empequeñecería a la Estatua de la Libertad de Nueva York. Pero esta octava maravilla del mundo nunca se hizo realidad, y en su lugar se construyó un monumento más diminuto.
En cuanto al pabellón que encierra el trozo de roca que marca el punto de desembarque, es para los estándares estadounidenses un marcador modesto: un dosel sostenido por doce columnas jónicas que fácilmente podría confundirse con un quiosco de música municipal.

Pacto / Declaración

El pacto del Mayflower es un documento histórico significativo, la "cuna sacudida por las olas de nuestras libertades", como lo expresó evocativamente un historiador. Firmado por los Peregrinos y los llamados Extraños, los artesanos, comerciantes y sirvientes traídos con ellos para establecer una colonia exitosa, acordó aprobar "leyes justas e igualitarias para el bien de la Colonia".
Fue el primer experimento de autogobierno del Nuevo Mundo. Algunos académicos incluso lo ven como una especie de Carta Magna estadounidense, un modelo para la Declaración de Independencia y la Constitución de Estados Unidos.
Sin embargo, los estudiosos del Centro Constitucional de Filadelfia señalan que en gran medida ya estaba en el olvido para cuando los padres fundadores se reunieron en el Independence Hall.
Firmas del pacto del Mayflower, un conjunto de reglas para el autogobierno establecido por los colonos ingleses que viajaron al Nuevo Mundo.

Tampoco la creencia de los Peregrinos en lo que Robert Hughes llamó una vez 'la jerarquía de los virtuosos' cuadra con la poesía más secular de la Declaración de Independencia de que todos los hombres son creados iguales y dotados por el creador de ciertos derechos inalienables.
Además, el pacto del Mayflower comienza con una declaración de lealtad al rey Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia.
Después de que Washington triunfó en Yorktown contra los británicos y esta nación incipiente comenzó a afirmarse en el mundo, los primeros redactores de la historia estadounidense prefirieron comenzar sus historias con Cristóbal Colón, a pesar de que el explorador italiano nunca pisó América del Norte.
Un nuevo país que acababa de expulsar a los británicos no quería ser definido por su carácter inglés. Restarle importancia al Mayflower se convirtió en un acto temprano de descolonización.

Puritanos / Peregrinos

Los políticos de hoy en día se han apropiado de algo del lenguaje mesiánico de la era de los colonos.
A Ronald Reagan le gustaba hablar de "la ciudad en la colina", imitando el lenguaje usado por John Winthrop mientras viajaba hacia Nueva Inglaterra. Pero Winthrop era más puritano que peregrino, y zarpó a bordo del Arbella en lugar del Mayflower.
Es una diferencia sutil pero importante.
A diferencia de los peregrinos, los puritanos, que llegaron diez años después, no eran separatistas. Habían permanecido en la Iglesia de Inglaterra con la esperanza de desterrar sus costumbres católicas desde adentro.
La colonia de la bahía de Massachusetts que fundaron al norte, el asentamiento que se convirtió en Boston, fue mucho más influyente en la configuración de Estados Unidos que la plantación de Plymouth.
Sin embargo, en conjunto, el legado de los peregrinos y los puritanos es fundamental.

El legado

La ética del trabajo. El hecho de que los estadounidenses no tomen muchas vacaciones anuales. Nociones de autosuficiencia y actitudes hacia la asistencia social del gobierno.
Leyes que prohíben beber en bares a los jóvenes hasta los 21 años. Cierta mojigatería.
La religiosidad. Los estadounidenses continúan esperando que sus presidentes sean hombres de fe. De hecho, ningún ocupante de la Casa Blanca se ha identificado abiertamente como ateo.
También el afán de lucro era fuerte entre los colonos, y con él la creencia de que la prosperidad era una recompensa divina por seguir el camino de Dios, un precursor del evangelio de la prosperidad predicado por los evangelistas televisivos de hoy en día.
Todos estos rasgos nacionales tienen raíces en los puritanos.
El francés Alexis De Tocqueville incluso escribió en su obra fundamental "Democracy in America": "Creo que podemos ver todo el destino de EE.UU. contenido en el primer puritano que desembarcó en estas costas".

Los Padres Peregrinos, o más exactamente, las Madres Peregrinas, también dejaron un acervo genético del que continúan extrayendo decenas de millones de estadounidenses.
Tantos ciudadanos estadounidenses afirman tener descendientes que llegaron en el Mayflower que se te excusaría si pensaras que ese barco de tres velas era del tamaño de un portaaviones.
Por todo eso, casi la única vez que los Padres Peregrinos ocupan un lugar preponderante en la imaginación nacional es el Día de Acción de Gracias, esa fiesta de pavo y calabaza antes de Navidad en la que todo EE.UU. hace una pausa repleta de calorías.

Thanksgiving

Esa festividad se deriva de la celebración que marcó la primera cosecha en 1621, cuando los colonos se sentaron con los nativos americanos Wampanaog.
Ha sido empaquetada como un acto de coexistencia pacífica, un banquete agradable que sugiere que los indígenas americanos recibieron a los Padres Peregrinos con los brazos abiertos.
Sin embargo, la mayor parte de lo que se les enseña a los escolares estadounidenses sobre esa festividad no resiste un escrutinio minucioso. Es mitología, no historia.
Muchas representaciones de la primera comida de Acción de Gracias enfatizan el papel de los nativos americanos.
Por un lado están las inexactitudes inconsecuentes.
Se cree, por ejemplo, que fue venado, no pavo, el plato principal.
El menú moderno de pavo y pastel de calabaza fue inventado por una editora de una revista del siglo XIX, quien había leído sobre esa primera fiesta y presionó a Abraham Lincoln para que convirtiera el Día de Acción de Gracias en una fiesta nacional.

Pero la ficción más grande es la más perjudicial.

En un recuento fraudulento, el lugar de los nativos americanos en esa mesa ha sido comúnmente malversado e incomprendido.
El Día de Acción de Gracias ha fomentado la idea de que los indígenas estadounidenses les dieron la bienvenida con gusto a los colonos blancos europeos; que los ayudaron enseñándoles a los recién llegados cómo sobrevivir en el Nuevo Mundo; que vivieron juntos en armonía; que se unieron para esta celebración y luego desaparecieron de la historia.
Es una narrativa de validación colonial; de aceptación artificial; de confort blanco.
Es una historia que acepta al pie de la letra un sello de la colonia diseñado por Massachusetts Bay Colony que mostraba a un indígena americano semidesnudo suplicándoles a los ingleses "Ven y ayúdanos".
La cara del pavo en esta postal expresa algo más parecido a lo que realmente fue ese encuentro entre culturas que Thanksgiving celebra.
En consecuencia, el Día de Acción de Gracias se ha convertido en un velo estadounidense, un manto de invisibilidad alrededor del cual se han ocultado las verdades incómodas de la historia durante siglos.

En realidad...

Aunque hubo una sensación de distensión en esos primeros años -en gran parte porque los Wampanoag estaban ansiosos por reclutar aliados contra una tribu rival-, pronto cambió.
Los nativos americanos se convirtieron en víctimas de los colonos; presas de la apropiación de tierras, la explotación de sus recursos naturales y las enfermedades mortales importadas de Europa a las que no eran inmunes.
Todas estas tensiones estallaron en una serie de guerras entre los habitantes indígenas de Nueva Inglaterra y los colonizadores que les robaron sus tierras.
Esta, entonces, es una historia más de conflicto que de colaboración, de derramamiento de sangre, no de hermandad.
A veces se celebraban fiestas de Acción de Gracias para celebrar victorias sobre los nativos americanos.

Jerarquía cultural

Como ha demostrado el historiador David Silverman en su libro, "This Land is Their Land" ("Esta tierra es su tierra), la idea de que los peregrinos fueron los padres de EE.UU. fue adoptada por los habitantes de Nueva Inglaterra a finales del siglo XVIII, preocupados de que su influencia cultural no fuera tan fuerte como debía ser cuando tomó forma la primera república.
A partir de entonces, la primacía de los peregrinos y los mitos del Día de Acción de Gracias se reutilizaron cada vez que los blancos protestantes sentían que su hegemonía estaba amenazada.
Eso fue especialmente cierto en el siglo XIX, cuando oleadas de inmigrantes europeos católicos y judíos desafiaron el dominio del protestantismo blanco.
Los inmigrantes que llegaron de Europa desafiaron la narrativa de la herencia puritana.
Los Padres Peregrinos fueron cooptados para afirmar el predominio de la cultura WASP: siglas en inglés de blanca, anglosajona y protestante. Se utilizaron para establecer una jerarquía cultural.
Ese dominio persiste hasta el día de hoy.

Cuestión de sofisticación

Un país colonizado por protestantes anglosajones sigue favoreciendo a los protestantes anglosajones. No fue hasta 1960 que Estados Unidos eligió a un presidente católico, John Fitzgerald Kennedy, un político de origen irlandés. Joe Biden busca convertirse en el segundo.
También hay una dimensión de clase en la cultura WASP que significa que los Padres Peregrinos difícilmente son considerados héroes populistas.
La cultura WASP ha sido tradicionalmente un coto de la clase alta, reforzada a través del matrimonio, la herencia, el patrocinio y las escuelas y universidades de élite.

Biden y Trump

Ni Biden ni Trump son WASPs: uno es católico y el otro, vulgar.

Los Padres Peregrinos fueron los creadores de un sistema estadounidense de clases que hizo que Donald Trump, a pesar de todas sus riquezas, se sintiera como un extraño.
Aunque su madre nació en Escocia, Donald Trump es de origen alemán y se crió en el barrio Queens de Nueva York. Eso lo convirtió en "un tipo poco sofisticado" para los sangre azul WASP de Manhattan, que se burlaban de él como un magnate inmobiliario nuevo rico y un vulgar candidato presidencial.
A su vez, los descendientes de aquellos que desembarcaron en Plymouth Rock -la élite original de la Costa Este- a menudo son el blanco de las invectivas antielitistas de Donald Trump.

Dominio

Los Padres Peregrinos también afirmaron el dominio de la raza blanca, a menudo con fuerza asesina.
Durante los primeros años, en un ciclo de asesinatos por represalia, hubo masacres en ambos lados.
Pero el salvajismo de los colonos blancos fue grotesco. Intentaron aterrorizar a su enemigo a través de ataques a los no combatientes, prendiendo fuego a wigwams (tiendas) y matando a espada a los que escapaban.
Luego envolvieron esa matanza en el lenguaje de la redención, de cómo habían hecho la obra del Señor al enviar a esas almas impías al infierno.
Los habitantes originales de esta tierra llegaron a ser tratados como invasores merodeadores.
Cuando en 1675, un grupo de indígenas estadounidenses se unieron para luchar contra los colonos, el cadáver de su líder Metacom, a quien los ingleses apodaron 'Rey Phillip', fue tratado como un trofeo. Su cabeza fue exhibida en una pica en Plymouth Plantation.

Esclavitud y blanqueo

Así como tradicionalmente se ha minimizado su brutalidad, se ha ignorado la acogida de los puritanos a la esclavitud.
Los colonos no solo importaban esclavos africanos, sino que exportaban nativos americanos. En la década de 1660, la mitad de los barcos en el puerto de Boston estaban involucrados en el comercio de esclavos. Al menos cientos de indígenas estadounidenses fueron esclavizados.
La división racial ha sido durante mucho tiempo el escenario predeterminado de la vida estadounidense, y esos primeros colonos blancos marcaron la línea de color con la sangre de los nativos americanos.


Los colonos no llegaron a tierras inhabitadas.

Sin embargo, hasta el día de hoy, los Padres Peregrinos continúan siendo retratados principalmente como víctimas de persecución, los primeros solicitantes de asilo que huyeron de la intolerancia religiosa de su tierra natal.
El recuento del viaje del Mayflower como una historia de origen también ha promovido y sostenido la creencia de que la historia estadounidense comienza en el momento del asentamiento europeo.
Esto no es tanto un blanqueo de la historia de los nativos americanos sino su completa eliminación.
Es un encuadre de la historia basado en la creencia contemporánea de que los colonos llegaron a tierras baldías en lugar de a territorios que habían estado ocupados durante miles de años.
Esta crónica de los conquistadores ignora deliberadamente al menos 12.000 años de historia de los nativos americanos, una narrativa complicada y a menudo sangrienta.

Los vencidos

Cuando comienzas a reconsiderar la historia desde la perspectiva de los vencidos, se abren algunas posibilidades historiográficas innovadoras.
En su exitosa historia de Estados Unidos, "These Truths" (Estas verdades), la académica de Harvard Jill Lepore argumenta, por ejemplo, que la revolución en Estados Unidos no comenzó con los colonos ingleses que finalmente se rebelaron contra el rey, sino con las personas sobre las que gobernaron.
En este replanteo, los patriotas estadounidenses que se enfrentaron a los británicos se presentan como los herederos revolucionarios de los nativos americanos que se enfrentaron a los ingleses.
Al menos durante las conmemoraciones de este año, se reconocerá la historia del pueblo Wampanoag.
Eso no fue así hace 50 años, en el 350º aniversario.
Aunque se invitó a un líder nativo americano a hablar en una cena en Plymouth, Massachusetts, no se le permitió pronunciar el discurso que había preparado. En él describía la llegada del Mayflower como el principio del fin de su pueblo, una dura verdad considerada demasiado desagradable para los ancianos de la ciudad que asistían a un banquete de autocomplacencia.
Dar más protagonismo al Wampanoag en estas conmemoraciones será considerado como un correctivo que se debió haber hecho hace mucho tiempo, convirtiendo la celebración en una búsqueda de entendimiento.
Pero no se equivoquen: las guerras de la historia estadounidense continuarán librándose y los Padres Peregrinos seguirán presentes en esa batalla.



ACCIÓN DE GRACIAS.

La tribu india que no tiene nada que celebrar en Acción de Gracias.

En el cuarto centenario de la cena con los colonos ingleses que originó la fiesta estadounidense, los Wampanoag, que sobreviven en la costa de Massachusetts, luchan por dar a conocer la historia real de aquel encuentro y sus devastadoras consecuencias. Hoy conmemoran su Día Nacional de Luto.

Plymouth, en la costa de Massachusetts, es un distinguido pueblo entregado al negocio de la memoria. Esta semana es hora punta allí. Hace 401 años que el Mayflower tocó tierra cerca con su cargamento de peregrinos ingleses que huían de la persecución religiosa en busca de una nueva vida. Una modesta roca protegida por una columnata neoclásica recuerda frente al mar el sitio en el que supuestamente desembarcaron. También hace 400 años del encuentro entre aquellos colonos y un puñado de nativos, origen histórico de la Acción de Gracias, fiesta que hoy paraliza el país y que, más que ninguna otra, reúne el cuarto jueves de noviembre a los estadounidenses alrededor de una mesa, incluso en tiempos tan polarizados como estos. Pero para la nación Wampanoag, que habita la península con forma de garfio de Cape Cod desde hace 12.000 años, no es un día de celebración. Centenares de ellos se manifestarán a mediodía por las calles de Plymouth para conmemorar el National Day Of Mourning, su particular jornada de luto nacional. Servirá para protestar, según reza la convocatoria, por “el genocidio de millones de nativos, el robo de sus tierras y el borrado de su cultura”.

Brian Moskwetah es presidente del Consejo Tribal de los Wampanoag de Mashpee. Esta localidad a 40 kilómetros al sur de Plymouth alberga la mayor colonia, 2.900 vecinos, de descendientes de aquellos indios, los primeros en entrar en contacto con los Padres Fundadores. Moskwetah explica en su despacho que los suyos no tienen “nada que agradecer” en Acción de Gracias. “¿Qué podríamos agradecer? ¿Que hace 400 años teníamos nuestra propia tierra y vivíamos a nuestra manera? ¿Que nos forzaron a adoptar el cristianismo? Para nosotros aquello marca el origen de un trauma histórico que persiste; por eso los indios tenemos los mayores índices de alcoholismo, drogadicción y suicidio de Estados Unidos”, añade este político autodidacta, a sus 29 años, el más joven en ocupar el puesto. 
“Fueron ellos los que nos trajeron la bebida, o, como la llama mi abuelo, la ‘exterminadora de indios”.

 Moskwetah informa de que la tierra a nombre de su pueblo suma actualmente unos 320 acres, casi 129,5 hectáreas, un 0,5%, calcula, de la superficie que en el siglo XVII ocupaban (que no poseían, porque la propiedad privada no existía antes de la llegada de los ingleses). Ese pedazo de la tierra prometida abarcaba entre Rhode Island, al norte, y la isla de Nantucket, la de Moby Dick, al sur.


A superar ese trauma lleva toda una vida dedicada Linda Coombs, historiadora Wampanoag de la familia de los Aquinnah, cuyo hogar está en la cercana Martha’s Vineyard, isla conocida por veraneantes tan famosos como los Obama. Coombs, toda una institución en la zona, lucha junto a otros activistas por restaurar el recuerdo de lo que condujo al primer Thanksgiving y, sobre todo, lo que vino después. Combate un mito inventado en el siglo XIX, difundido por las escuelas desde entonces y llevado por Hollywood hasta el último rincón del planeta. Lo escuchó por primera vez en clase cuando era niña y lo resumió así el martes pasado en Plymouth:

  “Indios e ingleses se juntaron, hicieron migas, fueron felices y comieron pavo. Después, los nativos, que ni siquiera merecen ser nombrados, desaparecen. Fin de la historia”.

Los peregrinos, unos 100, habían llegado el invierno anterior a bordo del Mayflower. Solo la mitad sobrevivió a una mudanza y a un primer año difíciles. Y si pudieron hacerlo fue, en parte, gracias a que les enseñó a plantar maíz un nativo llamado Squanto, que había aprendido inglés cuando fue secuestrado; lo quisieron vender como esclavo en Málaga y acabó en Londres antes de regresar a América. “Los contactos con los europeos llevaban más de un siglo produciéndose, pero ellos fueron los primeros que llegaron con la intención de asentarse”, aclara Coombs. En 1616, uno de esos contactos previos trajo consigo una plaga que acabó con “entre el 75 y el 90% de los Wampanoag”, cuya población se calcula que andaba entonces entre los 30.000 y los 100.000 miembros (difícil ser más precisos). Esa aniquilación empujó a uno de sus jefes, Osamequen, cuya estatua, melancólica, mira en Plymouth una réplica del Mayflower desde lo alto de una colina, a aliarse con los peregrinos y sus armas de fuego frente a la amenaza de la tribu de los Narragansett. Así que fue la estrategia y no la hospitalidad ni las ganas de hacer amigos lo que juntó a unos y otros.

Los ingleses celebraban aquel noviembre de 1621 el éxito de su primera cosecha en el Nuevo Mundo y la abundancia de alimentos con una salva de disparos de júbilo al aire, que puso en pie de guerra a Osamequen y su ejército. Se presentó junto a 90 de sus hombres preparados para la pelea. Pero cuando comprobaron la falsa alarma, se unieron a la celebración. De modo que tampoco es cierto que fueran invitados a la mesa.

“Probablemente comieron pavo y otras aves salvajes. También pescado, marisco, venado, maíz y guisantes. Pero hay muchos de los platos que hoy definen Acción de Gracias que son un puro anacronismo: en el siglo XVII no tenían mantequilla, harina, azúcar o patatas”, explicó la semana pasada en la Universidad George Washington, en la capital federal, David J. Silverman, autor de This Land Is Their Land (Esta tierra es su tierra, Bloomsbury, 2019), cuyo subtítulo no deja lugar a dudas: Los indios Wampanoag, la colonia Plymouth y la problemática historia de Acción de Gracias.

Más allá del recetario, a Silverman, descendiente de judíos del este de Europa, le preocupa que se oculte lo que trajo la resaca de aquella fiesta. “Lo que cualquier otro proceso de colonización: guerra, desposeimiento, esclavitud y marginalización”, resume. 
Hay mucha discusión entre los historiadores sobre si aquello fue o no un genocidio, pero francamente, si se compara con la definición que ofrece Naciones Unidas, el modo en el que este país trató a los nativos americanos encaja limpiamente con esa descripción”.

Tal vez por esa herencia incómoda, el mito de la extinción es uno de los más exitosos en el imaginario del americano medio. “Durante demasiados años se ha enseñado en las escuelas que después de eso los indios desaparecieron de la escena, justo cuando dejaron de servir a los intereses de la historia fundacional. Cuando no es verdad”, dice en su oficina Donna Curtin, directora del Pilgrim Hall Museum, de Plymouth, una institución que cuenta con el asesoramiento de Coombs, que además protagoniza uno de los paneles. Fundado en 1824, se trata del más antiguo de los museos públicos que ha funcionado ininterrumpidamente en Estados Unidos.

En la zona hay varios lugares como el que dirige Curtin, dedicados al turista histórico. Tal vez el más concurrido sea el Plimoth Patuxet, un “museo viviente” al aire libre fundado en 1947 por Henry Hornblower III, financiero aficionado al pasado. Hasta 2020, se llamaba Plimoth Plantation, pero al calor de las protestas del movimiento Black Lives Matter decidieron eliminar de la ecuación la idea de la plantación, de ecos racistas. Cuenta con una sala dedicada a la fiesta de Acción de Gracias, en la que se relata la forja del falso mito. Solo hay una fuente primaria que cuente lo que pasó aquel día, un único párrafo en una carta de un pasajero del Mayflower a un amigo. Cuando ese párrafo se introdujo en un libro en el siglo XIX, el autor añadió en un pie de página (“el pie de página más influyente de todos los tiempos”, según Silverman) la idea de que aquella fiesta fue el “primer Acción de Gracias”, pese a que, añade el historiador, “no fue especial ni para los ingleses ni para los Wampanoag”. Durante la Guerra de Secesión el presidente Lincoln se sirvió de esa leyenda para tratar de unir a una nación partida en dos. Y en 1941, la fiesta se convirtió en federal.

La historiadora y actriz Malka Benjamin trabaja, vestida de época, en la parte del Patuxet que recrea la vida de una aldea inglesa de hace cuatro siglos. Explica que los guías del poblado Wampanoag no están disfrazados para dar la impresión “de que no es un pueblo del pasado, sino que sigue muy vivo”. Pese a gestos como esos, la narrativa del museo incomoda a muchos nativos americanos, como Steven Peters.

 “Llegan demasiado tarde, y en muchos sentidos ese lugar es una oportunidad perdida”, se lamenta Peters en la casa que comparte en Mashpee con su familia. A él también le contaron en clase la “historia de los indios que se esfuman sin más”, sin reparar en que una prueba viviente de lo contrario estaba escuchando la lección.

 ”En la escuela de mis hijos, de nueve y tres años, creo que evitan el tema. En los centros que cuentan con alumnos nativoamericanos dudan de cómo enseñar Acción de Gracias y prefieren no contar nada a abrazar un relato erróneo. En este país hay muchos que creen que nuestra historia empieza con la llegada de los ingleses, y que todo lo anterior es prehistórico. Es como contar que la historia afroamericana comienza con la esclavitud: increíblemente ofensivo”.


Junto a su esposa y a su madre, Paula Peters, otra respetada líder de la comunidad, Steven lleva una agencia llamada SmokeSygnals, que monta exposiciones sobre la historia de su pueblo y asesora a programas educativos y museos sobre cómo tratar el tema desde una perspectiva que no resulte problemática. Entre sus clientes se cuenta el Mashpee Wampanoag Indian Museum, una modesta institución situada a un lado de la carretera, que recibe unos 800 visitantes anuales.

Allí aguarda su director, David Weeden, quien recuerda que fue fundada en los años setenta, cuando la localidad sufrió una explosión demográfica sin precedentes, que llenó Mashpee de forasteros, en muchos casos veraneantes, y dejó a su tribu en minoría (hoy representan el 20% de la población). “En los ochenta y noventa era el municipio que más crecía en Estados Unidos”, dice Weeden. 

“En noviembre, mes de los nativos en Estados Unidos, y en torno a Acción de Gracias, recibimos más atención, pero este museo está para recordar nuestra historia durante todo el año. Para recordar también que continuamos peleando por las mismas cosas cuatro siglos después: nuestra tierra, nuestra lengua y nuestro derecho a existir. Y que seguimos aquí. No éramos salvajes, en contra de lo que muchos piensan, vivíamos en armonía entre nosotros y con la naturaleza antes de la llegada de los europeos. Ojalá hubieran estado dispuestos a aprender algo de mi pueblo, en lugar de imponernos las reglas de una sociedad de la que aparentemente huían. Tal vez entonces el problema del cambio climático no sería tan grave ahora. Aquello fue el principio de nuestro fin. Por eso no vemos sentido a celebrar nada que no celebremos en varias festividades de la cosecha a lo largo de todo el año, como no sea el National Day of Mourning”.

Esa protesta se convocó por primera vez en 1970, cuando el gobernador de Massachusetts invitó al líder Wampanoag Frank James a pronunciar un discurso por el 350º aniversario de la llegada del Mayflower. Cuando el gobernador lo leyó, le exigió que lo cambiara. James se negó y surgió la idea de la manifestación. Dejarán de hacerla cuando conquisten la igualdad de derechos. El texto empezaba así: 

“Nosotros, los Wampanoag, te dimos la bienvenida, hombre blanco, con los brazos abiertos, sin saber que 50 años después ya no seríamos un pueblo libre”.

De los años setenta proceden también los primeros esfuerzos por reclamar legalmente la tierra. Hoy cuentan con 320 acres. Dos familias de los Wampanoag, los Mahspee y los Aquinnah, gozan de reconocimiento federal, requisito previo para acceder al establecimiento de una reserva. Lo lograron al final del segundo mandato de Bush hijo. Obama les ratificó ese derecho, que la Administración de Trump les disputó en los tribunales. En febrero de este año, ya con Biden, el Gobierno federal decidió dejar de cuestionar su título. Ahora, con el nombramiento como secretaria de Interior de Deb Haaland, miembro de la tribu india del Pueblo de la Laguna, de Nuevo México, los Wampanoag, a los que también se conoce como el Pueblo de la Primera Luz, ven soplar vientos más favorables en Washington.

Pese a lo cual, todos los nativos americanos consultados para este reportaje respondieron afirmativamente a la pregunta de si sufren racismo en su vida cotidiana. Moskwetah recordó que Massachusetts aún no ha sustituido su “escudo, con la representación ofensiva de un indio”. Que muchos en Halloween “se visten como Pocahontas sin reparar en lo que implica ese gesto”. Y que hay equipos deportivos, como los Kansas City Chiefs, que “perpetúan los estereotipos negativos de siempre”. También, que su gobernador, el republicano Charlie Baker, no ha abrazado aún el cambio de denominación de la fiesta del Día de Cristóbal Colón por el Día de los Indígenas (la capital, Boston, lo hizo en octubre).

“Incluso cuando quieren echar una mano y relatar nuestra historia, lo hacen de un modo que es esencialmente racista, porque al hacerlo no cuentan con nosotros”, explica Coombs, quien, al final de su conversación con EL PAÍS, señaló el lugar donde se cree que hace 400 años se celebró la cena. Hoy es un cruce de calles con un semáforo, una tienda de bocadillos y una oficina de correos. Allí, una placa recuerda otro hecho desgraciado para los Wampanoag: la derrota de Metacomet, hijo de Osamequen, en la sangrienta Guerra del Rey Felipe (1675-1678), un levantamiento contra los colonos que fue sofocado con crueldad. Al líder rebelde le cortaron la cabeza. Estuvo expuesta durante 25 años a la vista de todos.

Está claro que por aquel entonces el negocio de la memoria no resultaba un asunto tan resbaladizo como ahora, pero desde luego sabía ser mucho más cruel.



Plymouth (Massachusetts)


Plymouth es un pueblo ubicado en el condado de Plymouth en el estado estadounidense de Massachusetts. En el Censo de 2010 tenía una población de 56.468 habitantes y una densidad poblacional de 162,76 personas por km².
Plymouth es una de las dos sedes del condado de Plymouth, la otra es Brockton.​ Su nombres se de debe a Plymouth, Devon, Reino Unido, que a su vez recibe su nombre por la desembocadura (mouth) del río Plym.


Plymouth es conocida por ser el asentamiento de la colonia de Peregrinos, que viajaron en el Mayflower. Fundada en 1620, Plymouth es el municipio más antiguo de Nueva Inglaterra y uno de los más antiguos de Estados Unidos. Además es el asentamiento inglés continuamente habitado más antiguo de los Estados Unido.​ La ciudad ha sido la localización de varios acontecimientos importantes, el más destacado fue la organización de la primera fiesta de acción de gracias. Plymouth fue la capital de la Colonia de Plymouth desde su fundación en 1620 hasta que la colonia se disolvió en 1691.
Plymouth está situado aproximadamente a 64 km al sur de Boston en la región de Massachusetts conocida como Costa Sur. A lo largo del siglo XIX la ciudad creció como un centro de tráfico marítimo, pesquero, naviero y de fabricación de cuerdas, y llegó a tener la empresa más grande de fabricación de cuerdas del mundo, la Plymouth Cordage Company. Aunque continúa siendo un puerto activo, actualmente la principal industria de Plymouth es el turismo. Plymouth está comunicado por el aeropuerto municipal Plymouth, y es la sede el Museo Pilgrim Hall, el museo en continuo funcionamiento más antiguo de los Estados Unidos.
Como uno de los primeros asentamientos del país, Plymouth es bien conocido en los Estados Unidos por su valor histórico. Los eventos sobre la historia de Plymouth se han convertido en parte de la mitología de los Estados Unidos, y en particular los relativos a la roca de Plymouth, los padres peregrinos y el día de acción de gracias, y la ciudad se convierte en un punto turístico popular durante las vacaciones de este día.

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