El periodista Mariano Sánchez Soler fue el primero en investigar las cuentas de los Franco en los años ochenta. En noviembre publica una versión actualizada de su ensayo de referencia |
26/10/2019
Ser el número uno de tu especialidad nunca es fácil, aunque no tener rival siempre ayuda… Cuando el periodista Mariano Sánchez Soler (Alicante, 1954) se puso a investigar la fortuna de la familia Franco en los años ochenta, se topó con dos sorpresas: el entramado era mayor del que había imaginado y nadie se había molestado antes en investigarlo, algo extraño tratándose del hombre que más poder había acumulado en España en el siglo XX.
El 14 de noviembre se publicará una versión actualizada de su ensayo de referencia sobre la red económica de los Franco: 'La familia Franco S.A.'. Hablamos con Sánchez Soler en una cafetería de la estación de Atocha mientras las teles emiten en directo la exhumación del dictador desde el Valle de los Caídos.
PREGUNTA. El tema Franco le persigue...
Franco no solo permitió que su entorno se enriqueciera, sino que le pareció muy bien: dejó que todos sus colaboradores se forraran
RESPUESTA. Yo empecé a investigar el asunto en 1988, tras la muerte de Carmen Polo [esposa de Francisco Franco]. Pepe Oneto me pidió que hiciera un reportaje sobre la familia Franco…
P. ¿En 'Tiempo'?
R. Sí. Cuando me puse con el reportaje, me encontré con que no había material. Ni sobre las empresas, ni sobre los negocios, ni sobre las propiedades, ni sobre de qué vivía la familia, ni sobre nada relacionado con la vertiente económica. ¡No había absolutamente nada! Como yo llevaba el equipo de investigación de 'Tiempo', lo que hicimos fue investigar: ir al registro de la propiedad inmobiliaria y al registro mercantil. Una primera cata de propiedades para empezar a reconstruir el tejido económico de los Franco.
P. ¿Por qué nadie había investigado antes la fortuna de los Franco?
R. Porque se les había dejado en paz. No se había investigado nada. Lo único que había eran libros de misceláneas: memorias de miembros de la familia, recuerdos de los médicos de Franco. Ese tipo de libros…
P. Costumbristas…
R. Exacto. Lo que sí daban esos libros eran muchos nombres. Por ejemplo, de las fincas familiares. Tirando de esos hilos hice un primer reportaje. Y luego un segundo y un tercero con más tiempo en el que pudimos viajar, hablar con más gente, consultar más documentos e ir localizando la fortuna. A Pepe Oneto le gustaba mucho el tema: íbamos de portada en portada.
P. Ahí es donde nace el libro.
R. Sí, cuando tenía escritas 100 páginas se lo ofrecí a Planeta y me lo compraron. Se publicó en el sello Espejo de España, pero muy limitado. Me explico: cambiaron el título. Yo quería llamarlo 'Los Franco Sociedad Anónima', pero la editorial lo título 'Villaverde, fortuna y caída de la casa Franco'. ¿Por qué? Yo creo que compraron el libro sobre todo para que no lo sacara nadie más. Entonces corría el rumor de que la hija de Franco tenía un manuscrito con las memorias secretas del dictador y Planeta iba detrás de él. En 2003, cuando el libro estaba descatalogado, saqué una versión actualizada en otra editorial [Oberón] con el título original.
P. ¿Cómo fue recibido el libro por primera vez?
R. Tuvo buenas críticas, pero sin demasiado escándalo. No hubo mucho interés por darle la importancia que tenía dada la ausencia de investigaciones sobre el tema, al margen de algún artículo de Javier Otero. De ahí que los historiadores que han tratado luego este asunto, como Paul Preston o Ángel Viñas, lo citen todo el rato.
P. ¿La falta de investigaciones sobre la fortuna de los Franco está relacionada con los pactos de la Transición?
R. La Transición fue absolutamente permisiva, por ejemplo, con los funcionarios: todos permanecieron en sus puestos. Se cambiaron de nombre algunas cosas, sí, pero los poderes económicos permanecieron tal cual: al margen de modificar ciertas leyes, no se cuestionó gran cosa sobre las grandes finanzas. En ese contexto, no es raro que no se investigara a los Franco, en parte también porque no se quería movilizar a la extrema derecha: Carmen Franco y su marido Cristóbal Martínez-Bordiú, el Marqués de Villaverde, encabezaron con Blas Piñar las movilizaciones en la Plaza de Oriente tras la muerte de Franco. Todavía unían a todos los nostálgicos del régimen.
Así que la política oficial fue: no tocarles, no cuestionar sus propiedades, su entramado de sociedades anónimas. Cuando la amnistía fiscal de los ochenta, salieron a flote 21 propiedades de la familia: en la Castellana, áticos de lujo, aparcamientos, etc. Todas ellas bajo el manto de sociedades que habían estado presididas por José María Sanchis Sancho [tío del yerno de Franco] y Luis Gómez Sanz, abogado, notario y otro de los testaferros de la familia.
Pero insisto en que ni se les toca ni se investiga nada: ni el dinero que tienen en Suiza, ni las propiedades en Miami, ni las obras de arte, ni nada relacionado con el dinero.
P. ¿En qué estado ha llegado la fortuna familiar a nuestros días?
Al inicio de la Guerra Civil, Franco no tenía ni una sola propiedad
R. Primero hay que aclarar una cosa. Habitualmente me hacen la pregunta equivocada: ¿A cuánto ascendió la herencia de Franco? Esa no es la cuestión. Lo gordo eran las propiedades acumuladas durante la dictadura. Carmen Franco [hija del dictador] y el marqués de Villaverde manejaban todo el capital familiar… aunque ellos no aparecieran en los consejos de administración de las empresas. Según se iban muriendo los testaferros, fueron apareciendo sus nombres (y los de sus hijos) al frente de las sociedades anónimas.
Pero lo único que se llevaron oficialmente los nietos de la herencia del dictador fueron dos millones de pesetas por cabeza provenientes de sus sueldos como capitán general y jefe del Estado, de los que Franco no había gastado nada en vida, claro. Pero todas las propiedades generadas durante la dictadura ya estaban entonces en manos de la hija vía el secretario/testaferro Sanchis Sancho, secretario de Franco. Llegada la democracia, Carmen Franco y el marqués de Villaverde comienzan a mover y vender alguna de esas propiedades, como el Canto del Pico. Al morir Carmen Franco, las propiedades pasaron a sus hijos, aunque ya antes el que controlaba los negocios familiares era Francis Franco.
P. El mito de la austeridad de Franco —que surge del clásico carácter espartano castrense— se usó para hablar de un dictador austero más ocupado en trabajar —hay una lucecita en el Pardo que nunca se apaga— que en meter mano a la caja o pegarse la vida padre. Al mismo tiempo, cuando los casos de corrupción afloraron durante el tardofranquismo, en parte por las luchas de poder dentro del régimen, se excusó a Franco diciendo que la culpa era de su yerno, el marqués de Villaverde. ¿Franco no sabía nada?
R. Franco no solo permitió que su entorno se enriqueciera, sino que le pareció muy bien. Está documentado: el dictador dejó que todos sus colaboradores se forraran. Su política fue muy sencilla: mientras a mis colaboradores les vayan bien los asuntos del bolsillo, no conspirarán contra mí. A su hermano [Nicolás Franco] y a su yerno les dejó hacer lo que les dio la gana, y si había algún conflicto con el reparto de dinero, Franco intervenía y cortaba por lo sano para que los escándalos no implicaran a su familia.
Vamos a ver: al inicio de la Guerra Civil, Franco no tenía ni una sola propiedad. El 'boom' económico de los Franco se produce sobre todo a partir del desarrollismo y del plan de estabilización económica, organizado por los ministros profesionales del Opus, cuando se liberalizó la economía. Ahí es cuando crece el entramado económico organizado alrededor del Pardo. El único objetivo de Franco era conservar el poder y que a su familia no le faltara de nada. No es que el dictador hiciera la vista gorda, es que permitió todos los negocios, también los directamente corruptos.
El libro de Sánchez Soler viaja de lo particular a lo general para entender el origen de la familia Franco. De las pillerías costumbristas a la fusión entre lo público y lo privado que le hizo un agujero al Estado… por el que acabó cayéndole el dinero a la familia Franco.
Mariola Martínez-Bordiú, nieta del dictador, se casó en 1974. ¿Quién pagó su viaje de bodas? El Estado. Lo que no se supo hasta muchos años después, cuando afloraron las deudas de Viajes Marsans, dependiente entonces del Instituto Nacional de Empresa (INI). Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde, conocido como el yernísimo, llegó a formar parte de los consejos de administración de 26 empresas y a acumular ocho cargos médicos a la vez. Con gran desparpajo. Un personaje, por tanto, 100% berlanguiano. "Villaverde no necesitaba disimular porque era el yerno de Franco", aclara Sánchez Soler.
Pilar Franco, hermana del dictador, vivía de las 190 pesetas mensuales de su pensión de viudedad. Con ese precario capital logró comprar una residencia, diez pisos y una finca durante el mandato de su hermano. En el libro, Sánchez Soler cifra en medio centenar las empresas y sociedades anónimas "relacionadas, apadrinadas o presididas" por los miembros de la familia a la muerte de Franco. Hablamos de grandes empresas españolas cuyo capital social superaba entonces los 100.000 millones de pesetas [7000 millones de euros al cambio actual].
P. En el libro habla de corrupción estructural debido a la confusión entre lo público y lo privado del régimen. Entre 1961 y 1974, el 77% de los ministros y antiguos ministros del franquismo ocupaban cargos en los consejos de administración de las grandes empresas públicas y privadas del país: de los 83 ministros vivos, 64 habían pasado por la puerta giratoria; algunos de ellos, por cierto, siendo todavía ministros.
Uno de los problemas de fondo de la Transición es que los Franco no eran un hecho aislado, sino el mascarón de proa de un sistema
R. Ahora se habla mucho de las puertas giratorias, pero es que eso ha existido siempre. Los ministros de Franco eran captados por sus industrias respectivas. Estaba todo mezclado: lo público y lo privado. No había mucha diferencia. Era un sistema mixto: en un banco público podía haber consejeros privados y viceversa. El capitalismo español se desarrolló así, bajo una dictadura, fue su singularidad, también la base para la extensión de la corrupción. Un sector de la cúpula franquista vio una oportunidad increíble para hacer negocios. Los avispados.
P. La relación de la democracia con la familia Franco es contradictoria. Fueron repudiados por el sector social dominante, pero no se les investigó y pudieron seguir con sus negocios de manera discreta. También se convirtieron en carne costumbrista para la prensa rosa. ¿Cómo se come todo esto?
R. Los tres nietos mayores pasaron de ser dioses —vivían en un palacio y eran agasajados por los nobles y ricos— al ostracismo. Fueron relegados hasta por la parte de los suyos que más rápidamente se adaptó a la democracia. Pero eso solo quería decir que se había acabado la parafernalia y el Palacio de El Pardo, que venían los nuevos tiempos y que tocaba cambiar de chaqueta.
Pero nadie les molestó respecto a lo más importante: su fortuna permaneció intacta y siguieron comprando y vendiendo lo que les dio la gana. Han tenido que pasar cuarenta años y una generación para que se empiece a cuestionar el origen dudoso de sus propiedades. Uno de los problemas de fondo de la Transición es que los Franco no eran un hecho aislado, sino el mascarón de proa de un sistema y una forma de hacer negocios.
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