jueves, 15 de diciembre de 2016

Checa en Madrid a




Una investigación dirigida por Alfonso Bullón de Mendoza ha descubierto que en la capital existían 345 checas, 120 de ellas sin inventariar en la «Causa general» que se hizo durante la posguerra.

Entre julio y octubre de 1936 se produjo la gran represión, el terror rojo. Madrid se llenó de checas; alrededor de 345 tribunales populares. La Dirección General de Seguridad del gobierno republicano dejó la purga en manos de los partidos y sindicatos del Frente Popular. En aquellos primeros meses de la Guerra Civil se produjo la primera fase de la revolución: la liquidación del enemigo. Las checas contaban con la documentación electoral de las autoridades, lo que fue muy útil para una represión masiva ya que 220.000 personas votaron al Frente Popular y 180.000 a la derecha. 
La represión en estas condiciones era sencilla. Es más; los revolucionarios asesinaron al 30% de la policía madrileña y la sustituyeron con chequistas. Ocuparon edificios emblemáticos, como el Cinema Europa, en la calle Bravo Murillo –hoy un centro comercial–, o el Círculo de Bellas Artes; incluso conventos, como el de las Salesas Reales. Allí llevaban a los «fascistas», definidos como aquellas personas que no eran de izquierdas, y los encarcelaban, interrogaban, torturaban y asesinaban. Algunos pasaron por varias checas hasta que eran incluidos en una «saca». En esos meses la ratio de muertos a manos de los chequistas fue de veinticinco al día. Todo cambió cuando Santiago Carrillo, Margarita Nelken y el PCE se ocuparon de la represión: la liquidación se racionalizó, al estilo estalinista y nacionalsocialista, y se llegó a episodios como la matanza de Paracuellos del Jarama, entre noviembre y diciembre de 1936. 

El equipo de investigación dirigido por Alfonso Bullón de Mendoza, catedrático de Historia en la Universidad CEU San Pablo, y compuesto por los historiadores Francisco Marhuenda, Sara Izquierdo Álvarez, Ángel David Martín Rubio, y Jaime Escolar García, ha llevado a cabo un estudio tan esencial como escalofriante de la represión revolucionaria en Madrid durante la Guerra Civil. Al calor de la Ley de Memoria Histórica, y tras cinco años de trabajo, el equipo ha localizado y cartografiado las 345 checas madrileñas –hallando 120 que no estaban inventariadas en la «Causa General» que se hizo en la posguerra–, a las que suman 23 prisiones oficiales y diez comisarías. A esto han añadido dos bases datos –de víctimas y chequistas–, que dan un panorama muy completo del terror que se tuvo que vivir en la ciudad desde 1936


Tras el golpe de Estado del 18 de Julio, el Gobierno renunció a controlar a los revolucionarios. En la práctica, las autoridades de la República fueron sustituidas por comités comunistas, socialistas y anarquistas. No hubo una defensa del régimen de 1931, sino la intención evidente de hacer la revolución. A esto el equipo de investigación de Alfonso Bullón lo llama, con razón, «colapso republicano». Las milicias frentepopulistas no distinguieron entre la ofensiva contra los sublevados y el exterminio en la retaguardia. El instrumento fueron las checas, nombre dado a la policía política bolchevique en 1917. Los comunistas ponían al frente de la checa a un jefe, y los anarquistas a un comité. Los nombres eran muy variados, desde «Agrupación Socialista», a «Ateneo Libertario», o «Comité de Vecinos». La excarcelación de presos comunes al inicio de la revolución provocó que algunos montaran su propia checa como modo de vida y ajuste de cuentas. 
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El informe de la investigación clasifica las checas en oficiales –como la «Escuadrilla del Amanecer», dependiente de la Secretaría Técnica del Director de Seguridad–, políticas o sindicales –las montadas por el PSOE, la CNT o Izquierda Republicana–, y las de milicias, que combatían en el frente y actuaban como jurado y ejecutores. 
La actuación de estas checas era conocida y apoyada por el Gobierno republicano; especialmente tras la creación en agosto del 36 del Comité Provincial de Investigación Pública, llamado Checa de Bellas Artes, y luego de Fomento. La Dirección General de Seguridad dio atribuciones a aquel comité frentepopulista para que actuara sin límites, y le enviaba los presos políticos para su exterminio. 
Más de la mitad de las víctimas fueron detenidas de julio a octubre de 1936, entre la creación de la checa de Bellas Artes y la formación de las Milicias de Vigilancia de Retaguardia de la mano del socialista Ángel Galarza. A partir de ahí, las checas se dedicaron a asesinar de forma sistemática a miles de presos. 
La mayor parte de los chequistas abandonaron Madrid junto al Gobierno en su huida a Valencia ante el avance de las tropas sublevadas. Fue entonces cuando la ciudad quedó en manos de la Junta de Defensa, con Santiago Carrillo al frente del Orden Público, y organizó la represión y muerte de los «fascistas», como en Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz.
El método de liquidación social está perfectamente recogido en el informe. La checa interrogaba al detenido con cuantos medios fueran necesarios para sacarle confesión de idea política o creencia religiosa. La tortura hacía que la persona dijera cualquier cosa. A continuación, era declarado «culpable» pero se le entregaba un papel que ponía «libertad». A la salida le montaban en un coche y le asesinaban. Los crímenes y registros en domicilios iban acompañados de robos. Otras checas conducían a los detenidos en autobuses o camiones hasta las afueras, donde los asesinaban y tiraban a una fosa previamente abierta. 

Servicio de recogida

Los espacios que ocuparon las checas, descubiertos por el equipo de investigación de Alfonso Bullón, nos muestran un mapa inédito de un Madrid salpicado de centros de detención y asesinato. Había cuatro checas por kilómetro cuadrado, lo que aumenta si se suman las cárceles. La mayor concentración estaba en los distritos Centro, Palacio, Latina y Universidad, y en el extrarradio en Vallecas y Pueblo Nuevo. 
El Ayuntamiento de Madrid dispuso de un servicio de recogida de cadáveres, que eran trasladados al Cementerio del Este y tirados en fosas comunes. Nunca será posible saber cuántas víctimas hubo de las checas, ni dónde están. En torno al 10% eran mujeres, 25% militares, y 21% religiosos. 
El informe de esta investigación pionera, que tendrá forma de libro, fue presentado a Francisca Sauquillo, presidenta del Comisionado de la Memoria Histórica del Ayuntamiento de Madrid, a quien se propuso la colocación de placas en los lugares de las checas más emblemáticas –como en los edificios hoy del Ministerio de Hacienda, Agencia Tributaria, Casa-palacio del duque del Infantado, o Palacio de la Prensa–, la creación de un centro de interpretación, y la elaboración de rutas culturales para el conocimiento imprescindible y completo de la guerra en la ciudad.

Los asesinatos y torturas de comunistas y socialistas


Cada checa tenía su lugar de ejecución. La del Radio Comunista del Oeste mataba en Ciudad Universitaria, Casa de Campo, Carretera del Pardo y Puerta de Hierro. La socialista, sita en Marqués de Riscal, lo hacía en la Pradera de San Isidro. Los anarquistas del Ateneo Libertario de Vallehermoso asesinaba en la calle Bravo Murillo, y otros los enterraban en el cementerio de las Concepcionistas franciscanas. El socialista García Atadell convirtió en checas dos pisos en Marqués de Cubas y otro en Montera para el asesinato y el robo, acumulando un buen tesoro con el que huyó. La checa de la Agrupación Socialista Madrileña, en Fuencarral, 103, contaba con un censo electoral para las matanzas, hasta el punto de que cavaron una enorme fosa en Boadilla. La checa «El Castillo», en Alonso Heredia, 9, se distinguió por las torturas: hierros candentes y arrancamiento de uñas. El Círculo Socialista del Sur mataba en los altos del Hipódromo, por arma de fuego, entre las once de la noche y la madrugada. Los edificios públicos, religiosos o de espectáculo fueron utilizados, como el teatro Beatriz, en Claudio Coello, 47, la Residencia de los Maristas o la estación de Atocha. j. v.

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