viernes, 20 de diciembre de 2019

El juicio político a Trump y división de Estados Unidos a



Hay tantas Californias como versiones del impeachment de Donald Trump. Al menos, cuatro. La primera es el sofisticado, extraordinariamente rico y progresista San Francisco, el hogar político de Nancy Pelosi, líder de los demócratas en la Cámara de Representantes y la mujer con más poder en Washington en 2019. Otra California muy distinta es la de Kevin McCarthy, líder de los republicanos de la Cámara y por tanto de la oposición a Pelosi. McCarthy es de Bakersfield, una ciudad empobrecida del interior desértico, que vive del campo y donde las casas valen la mitad que en San Francisco.
Una tercera es Burbank, centro de la industria del espectáculo en Los Ángeles y hogar político del demócrata Adam Schiff, el presidente del Comité de Inteligencia que ha realizado la investigación de la conducta de Trump y ha recomendado su destitución. Y una cuarta versión de California es la de Devin Nunes, la némesis de Schiff en ese mismo comité y acérrimo defensor del presidente. Nunes es de Fresno, la capital agrícola de California con problemas muy distintos a los de Hollywood.
El origen de cada uno de estos cuatro californianos explica mucho de su posición política y sirve como metáfora de las divisiones entre campo y ciudad, costa e interior, que están desgarrando la política norteamericana. Los debates que los estadounidenses  han visto en televisión entre estos cuatro congresistas han sido una acertada representación de las dos Américas discutiendo en el Congreso. En 2016, Donald Trump solo ganó en el 35% de las ciudades de más de 50.000 habitantes. No ganó en ninguna de más de un millón.
Más profundo aún ha sido el contraste posterior. Cuando el proceso de impeachment llegó al Comité de Justicia cayó en manos de dos hombres que representan esa división norteamericana como pocos. Doug Collins fue el republicano que trató de defender al presidente de lo que considera un linchamiento político injusto. Collins es de un distrito rural del norte de Georgia con menos habitantes que Bakersfield. El presidente del Comité de Justicia, el hombre encargado de dar la forma jurídica definitiva al impeachment, es Jerry Nadler, un veterano demócrata cuyo distrito abarca la parte oeste de Manhattan.

División de la nación estadounidenses 

Los demócratas de este proceso (Pelosi, Schiff y Nadler) no pueden ser más representativos de todo lo que desprecian los republicanos de las élites de Nueva York y California. Sus contrapartes republicanas (McCarthy, Nunes y Collins) son arquetipos del interior rural, la América idealizada que va a misa y se gana el pan con sus propias manos. Estos son los seis congresistas que han representado a los estadounidenses  en este histórico proceso, y cuyas biografías estarán para siempre ligadas al impeachment del presidente número 45 de Estados Unidos:


Nancy Pelosi (Demócrata de San Francisco, California)

El pasado diciembre, Nancy Pelosi se convirtió de nuevo en la presidenta de la Cámara de Representantes después de la victoria demócrata en las elecciones legislativas. Desde el minuto uno sabía que debía gestionar las ganas de los demócratas de iniciar un impeachment contra Trump. Pelosi tiene 79 años y es la congresista de San Francisco. No de los alrededores, de San Francisco. Su distrito es 100% urbano. Menos de la mitad de los residentes son blancos, el 43% habla un segundo idioma y el 55% tiene un título universitario (la media de EE UU es 30%). El precio medio de una casa es 900.000 dólares, el más alto de Estados Unidos. Pelosi viene de un país absolutamente desconocido para el votante medio de Donald Trump. Como líder de los demócratas, el pasado 24 de septiembre autorizó que comenzara el proceso de impeachment. “No es placentero”, dijo. “Puede ser divisivo. No nos alegra en absoluto. Es descorazonador. Pero el presidente no nos ha dejado otra opción”.


Kevin McCarthy (Republicano de Bakersfield, California)

Kevin McCarthy se convirtió el pasado diciembre en el primer californiano al frente de los republicanos de la Cámara de Representantes, un puesto que había estado codiciando años. Desafortunadamente, ascendió cuando los republicanos pasaban a la oposición. Originalmente escéptico sobre Donald Trump, ha liderado los argumentos republicanos contra el impeachment, pero se ha visto incapaz de frenar el proceso. McCarthy, de 54 años, viene de otra California que no es la de Pelosi. Bakersfield es una ciudad de 380.000 habitantes al norte de Los Ángeles que es la puerta al valle de San Joaquín. A pesar de tener más de un 40% de población hispana, son en su mayoría trabajadores del campo inmigrantes. McCarthy representa a una California ranchera y rural que se siente olvidada por las ciudades costeras.


Adam Schiff (Demócrata de Los Ángeles, California)

La oficina de congresista de Adam Schiff está en Hollywood Boulevard, a un par de kilómetros del teatro donde se entregan los Oscar. Su distrito abarca Burbank y, en general, todo el centro de la industria global del espectáculo en Los Ángeles. Abogado de 59 años y nacido en Massachusetts, Schiff no era especialmente conocido hasta que le tocó lidiar, primero, con la investigación de la trama rusa, y luego, con la investigación del impeachment como presidente del Comité de Inteligencia. Se ha hecho famoso a nivel nacional con cierto aire de flemático, tratando de parecer lo más ecuánime y profesional posible en televisión. En el distrito de Schiff las casas valen 600.000 dólares de media y el 40% tiene un título universitario. Para la derecha, es el arquetipo del progresista de Hollywood, y con razón. Literalmente, sus votantes son las personas que hacen las series y las películas que ve todo el país.


Devin Nunes (Republicano de Fresno, California)

Devin Nunes es el congresista de parte de Fresno, la capital de la zona agrícola más rica de Estados Unidos, al norte del valle de San Joaquín, California. Nunes, de 46 años trabajó en una granja familiar y entró en política hace dos décadas. Era un congresista republicano respetado hasta que llegó Donald Trump. Desde enero de 2017 no solo se convirtió en un fanático guardián del presidente, sino que no ha dudado en hacer trabajos dudosos para él. Como presidente del Comité de Inteligencia se coordinó con la Casa Blanca en la investigación de la trama rusa y promovió teorías conspirativas sobre el papel del FBI. A pesar de que su distrito es latino en un 45%, su escaño depende del apoyo de los ganaderos y agricultores que controlan las grandes producciones de fruta y verdura de California. En 2018, su figura era ya tan controvertida que por primera vez estuvo en riesgo su reelección. Nunes ha puesto demandas por difamación contra el periódico local y contra una cuenta satírica de Twitter que se llama Devin Nunes Cow (la vaca de Devin Nunes). El contraste entre Schiff y Nunes, o entre Hollywood y Fresno, ha sido uno de los más significativos de este proceso.


Jerry Nadler (Demócrata de Manhattan, Nueva York)

El distrito 10 de Nueva York no ha votado por un congresista republicano desde 1920. Abarca la zona financiera, parte de Brooklyn, Greenwich Village y el Upper East Side de la ciudad. Jerrold Jerry Nadler, judío de 72 años, ocupa este escaño ferozmente demócrata desde 2013. Ya era uno de los demócratas más respetados del Congreso antes de que le tocara la tarea histórica de leer en alto los cargos para la destitución del presidente. “Hoy es un día triste y solemne”, dijo el pasado 13 de diciembre después de cumplir con ese encargo. Al igual que Pelosi, Nadler es el arquetipo de todos los prejuicios que la derecha rural tiene contra las élites de las costas. Su distrito, con mayoría blanca, más de un 30% de extranjeros y con un precio medio de las casas de más de medio millón de dólares, votó demócrata en un 78%.


Doug Collins (Republicano de Gainesville, Georgia)

Collins, de 53 años, representa el norte de Georgia, el verdadero sur profundo que linda con Kentucky y los montes Apalaches, donde el conservadurismo religioso influye en la política. Es abogado de formación y fue pastor baptista. La ciudad más grande de su distrito es Gainesville, su hogar, que tiene 40.000 habitantes. El distrito es un 87% blanco. La renta media es menos de la mitad que la de San Francisco. El 30% de las casas no tienen Internet. “La mayoría de los americanos no van a las escuelas de abogados”, dijo Collins en el Comité de Justicia. “El pueblo americano va a decir: ‘¿Eh? ¿qué están haciendo?”.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Lenin el dictador a


Las preguntas que Lenin se hizo a principios del siglo XX parecen haber cobrado una urgente actualidad. Sin embargo, las respuestas que ofreció a cambio siguen siendo tan peligrosas hoy como ayer.

 Victor Sebestyen 21 octubre 2017

En un lateral de la Plaza Roja de Moscú permanece una imagen familiar para cualquiera que conozca los últimos años de la Unión Soviética y el comunismo. Cada día, largas colas aguardan pacientemente para visitar el mausoleo de Lenin, ubicado sobre un enorme pedestal de mármol erigido a finales de los años veinte. La espera puede durar un siglo; la visita en sí misma, solo un rato. Los visitantes acceden a un sótano y caminan unos pocos metros, a través de un corredor vacío y en una inquietante oscuridad, antes de llegar al ataúd. El cuerpo embalsamado, que yace en una tumba de un rojo aterciopelado y lujoso desde hace casi noventa años, está iluminado por unas luces potentes. La gente se amontona de tal manera que solo está permitido un máximo de cinco minutos para rendir homenaje al muerto, o simplemente para quedarse embobado. Solo unos pocos visitantes son extranjeros. La inmensa mayoría son rusos.
Es un lugar macabro para visitar en el siglo XXI, sea quien sea el que esté sepultado ahí. Pero dos décadas y media después del colapso de la URSS, parece el mayor de los anacronismos que Vladímir Ilich Lenin pueda aún atraer a multitudes. Todo el mundo conoce el caos que provocó; poca gente cree hoy en la fe que promovió. Pero sigue suscitando interés, incluso cariño, en Rusia.
El actual presidente ruso, Vladímir Putin, no tiene intención de deshacerse de la tumba. Es más, en 2011 autorizó un gran presupuesto para reparar el mausoleo cuando existía el peligro de que se derrumbara. El culto de Lenin sobrevive, aunque de una forma modificada. El abuelo de Putin, Spiridon, era el cocinero de Lenin después de la Revolución rusa, pero no es por sentimentalismo familiar que los restos de Lenin se mantienen in situ. Lo que se quiere señalar claramente es la continuidad histórica, la idea de que Rusia todavía necesita, como siempre ha necesitado, un líder dominante, sin escrúpulos, autocrático, o en ruso, un vozhd. La tumba de Lenin simbolizó en su momento una ideología internacionalista, el comunismo internacional. Más tarde se convirtió en un altar del resurgente nacionalismo ruso.

El cuerpo no es lo único que se ha embalsamado de Lenin. Su carácter también se ha “preservado”: su personalidad, su motivación e intenciones, raramente se han examinado durante la última generación, incluso a la luz de una gran cantidad de nueva información que se ha encontrado sobre él desde que se abrieron los archivos de la antigua Unión Soviética. En la URSS todas las biografías de Lenin eran hagiografías, lecturas obligatorias en las escuelas rusas donde los niños aprendían a referirse al fundador del Estado soviético como Diedushka (abuelo) Lenin. Incluso el último líder del Partido Comunista, Mijaíl Gorbachov, solía denominarlo “un genio especial” y lo citaba con frecuencia. Lenin era el pilar de la rectitud bolchevique en todos los aspectos.

En el otro bando sucedía lo contrario. La lógica solía ser que no había sido tan malo como Stalin, pero que, no obstante, creó una de las tiranías más crueles de la historia, y un modelo de Estado que en una época copiaba casi la mitad del mundo. Era común –aunque hay algunas notables excepciones– que los biógrafos estuvieran en un lado u otro de la división ideológica, en un momento en que la Guerra Fría importaba. Esas disputas teóricas quedaron anticuadas en el momento en que el Muro de Berlín cayó y la Unión Soviética colapsó.
El mundo comunista que formó Lenin, muy cercano a su propia imagen ascética, puede haber acabado en la papelera de la historia, pero su figura es muy relevante hoy. Al final de la Guerra Fría, el neoliberalismo triunfó junto a la idea de democracia; el socialismo y sus variantes fueron completamente desacreditados. Parecía no haber alternativa a las soluciones políticas y económicas que ofrecían los mercados globalizados. Sin embargo, el mundo se convirtió en un lugar diferente después de la crisis bancaria y la recesión de 2007-2008. Hubo una pérdida de confianza en Occidente hacia el propio proceso democrático. Para millones de personas, las certezas que dos generaciones aceptaron como algo dado son menos seguras. Probablemente Lenin habría considerado que el mundo del 2017 está en el umbral de un momento revolucionario. Su figura importa ahora no por sus respuestas fallidas, sangrientas y asesinas, sino porque hacía las mismas preguntas que nos planteamos nosotros ante problemas similares.

Millones de personas y algunos peligrosos líderes populistas de izquierda y derecha se preguntan si la democracia liberal ha conseguido crear una sociedad justa así como prosperidad y libertad sostenidas, o si puede lidiar con una desigualdad y una injusticia enormes. Las expresiones “élite global” y “el uno por ciento” se usan ahora de una manera decididamente leninista. Es poco probable que las soluciones de Lenin se adopten de nuevo en algún lugar. Pero hoy nos hacemos constantemente sus preguntas y quizá se respondan con métodos igual de sangrientos.
Lenin obtuvo el poder en un golpe de Estado, pero no gobernó exclusivamente a través del terror. En muchos aspectos era un fenómeno político absolutamente moderno, el tipo de demagogo que nos resulta familiar en las democracias occidentales y en las dictaduras. En su pugna por el poder, prometió a la gente todo y más. Ofreció soluciones simples a problemas complejos. Mintió sin vergüenza. Creó chivos expiatorios que luego denominó “enemigos del pueblo”. Se justificó a sí mismo diciendo que ganar significaba todo: el fin justificaba los medios. Cualquiera que haya vivido las últimas elecciones en las culturas políticas supuestamente sofisticadas de Occidente quizá lo reconozca. Lenin fue el padrino de lo que, un siglo después, los analistas llaman posverdad.

Lenin se consideraba un idealista. No era un monstruo, tampoco era sádico o cruel. En sus relaciones personales era invariablemente amable y se comportaba de la manera en la que había sido criado, como un caballero de clase media alta. No era egoísta. Podía reír, e incluso, a veces, podía reírse de sí mismo. No era sádico: al contrario que Stalin, Mao Zedong o Hitler, nunca preguntó por los detalles de las muertes de sus víctimas, para saborear el momento. Para él, en cualquier caso, las muertes eran algo teórico, simples números. Nunca vistió uniformes o trajes de estilo militar como los que gustaban a otros dictadores. Pero durante sus años de enemistad con otros revolucionarios, y en su manera de aferrarse al poder, nunca mostró generosidad con los oponentes vencidos o realizó un acto humanitario a no ser que fuera políticamente útil.
Construyó un sistema basado en la idea de que el terror político contra los oponentes estaba justificado por un fin superior. Stalin lo perfeccionó, pero las ideas eran de Lenin. No había sido siempre un mal hombre, pero hizo cosas terribles. Angelica Balabanova –una de sus antiguas camaradas que lo admiró durante años, pero llegó a temerlo y odiarlo– dijo con agudeza que “la tragedia de Lenin era que, como afirmaba Goethe, deseaba lo bueno, pero creó lo malo”. La peor de sus maldades fue elegir a un hombre como Stalin como sucesor para liderar Rusia. Fue un crimen histórico.
A menudo se describe a Lenin como un ideólogo rígido, un fanático comunista, y es verdad hasta cierto punto. Soltaba constantemente teoría marxista; “sin teoría no puede haber un partido revolucionario”, solía decir. Pero se ignora frecuentemente algo que decía mucho más a menudo: “la teoría es una guía, no las Sagradas Escrituras”. Cuando la ideología chocaba con el oportunismo, cambiaba invariablemente el camino táctico por encima de la pureza doctrinal. Podía cambiar de opinión completamente si eso le permitía alcanzar su objetivo. Le movían tanto la emoción como la ideología. La sed de venganza después de que su hermano mayor fuera ejecutado por conspirar para asesinar al zar motivaba a Lenin tanto como su creencia en la teoría de la plusvalía de Marx.
Quería poder y quería cambiar el mundo. Concentró el poder en su persona durante poco más de cuatro años antes de caer enfermo y quedar física y mentalmente incapacitado. Pero, tal y como prometió, la Revolución bolchevique de 1917 “puso el mundo patas arriba”. Ni Rusia ni ningún otro lugar, de Asia a Latinoamérica, se ha recuperado desde entonces.

Sin embargo, para un biógrafo, lo político es personal, como Lenin decía en ocasiones. Fue un producto de su tiempo y de su lugar: una Rusia violenta, tirana y corrupta. El Estado revolucionario que creó fue menos la Utopía socialista con la que soñó que una imagen especular de la autocracia de los Romanov. El hecho de que Lenin fuera ruso tiene tanto significado como su fe marxista.

En las versiones de su vida que circulaban durante la Guerra Fría no se solían mostrar los aspectos personales de Lenin. Ningún bando quería humanizarlo, porque eso no encajaba correctamente con su bagaje ideológico. No era frío, lógico y unidimensional como a menudo ha sido retratado. Era muy emocional y tuvo rachas de ira que casi lo dejan paralizado.
Escribió un gran número de textos sobre filosofía y economía marxista, muchos de ellos hoy día ininteligibles. Pero amaba las montañas casi tanto como hacer la revolución, y escribió textos rebosantes de lírica sobre sus caminatas en los Alpes y a campo traviesa. Amaba la naturaleza, la caza y la pesca. Podía reconocer centenares de especies de plantas. Sus “notas de la naturaleza” y las cartas a su familia muestran una parte de Lenin que sorprendería a la gente que lo imagina distante e insensible.
Mientras me documentaba para escribir Lenin the dictator, me sorprendió observar que casi todas las relaciones importantes en la vida de Lenin fueron con mujeres. Esto señala otro lado poco conocido de él: el Lenin enamorado. Su mujer Nadezhda –Nadya– dejó unas memorias superficiales y anodinas sobre su vida en común, pero, a la luz del nuevo material, y al construir un relato combinando esa versión con otras fuentes, emerge como algo más que la sirvienta que nos han vendido. Lenin no habría conseguido nada sin ella. Durante una década tuvo un affaire intermitente con una mujer glamurosa, inteligente y bella, Inessa Armand. El ménage à trois aparece como algo central en la vida emocional de Lenin, al igual que en la de Nadya. Es un ejemplo extraño de triángulo amoroso en el que los tres protagonistas dan la impresión de comportarse de una manera civilizada. El único momento en que Lenin se derrumbó en público fue en el funeral de Armand, tres años antes que el suyo.
De vuelta a la época de la URSS, cuando me encontraba en Moscú como periodista, me dieron un tour privado por la oficina y las habitaciones que Lenin había ocupado en el Kremlin. Estaban preservadas tal y como habían lucido en su momento, o eso me aseguró el apparátchik que me hizo de guía. Me sorprendió lo ordinarios, banales y burgueses que eran esos escenarios, y –de manera poco diplomática– usé exactamente esas palabras. Curiosamente, ya que los miembros del partido en esos días no solían expresar sus pensamientos más heréticos, el guía me respondió: “Sí, siempre me he preguntado cómo pudo hacer cosas tan extraordinarias.” No he olvidado esa conversación. Lenin the dictator es un intento de respuesta. ~

Isabel Allende Karam.-a


Isabel Allende Karam, es una diplomática y traductora cubana, rectora del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba.Estudió en Checoeslovaquia , trabajó en el Centro Cultural de Cuba en ciudad de  Praga y en la Embajada de Cuba en ese antiguo país.​
Fue traductora de Fidel Castro durante su viaje a ese antiguo pais europeo. Su carrera continuó como la directora del departamento de países socialistas centroeuropeos en el  Ministerio de relaciones exteriores de Cuba.​ También se desempeñó como Viceministra de relaciones exteriores de Cuba3 y embajadora de Cuba en España (1999)​ y Rusia. Su marido es un escritor cubano

Entrevista

Isabel Allende Karam está a punto de cumplir 75 años. Asegura que ha comenzado a “desentrenarse del alto rendimiento”. Nadie le cree. Hay razones del corazón que el cuerpo no conoce. Toda ella tiene ganas incesantes de vivir, de verbalizar el tiempo, de recordar para que los demás no olvidemos.
En 1963, conversadora sin fin, “la gordita” fascinó al vicecanciller cubano Pelegrín Torras de la Luz, hablando un poco de checo y con el inglés machaca’o. Treinta años después, Isabel Allende fue la primera viceministra de Relaciones Exteriores de Cuba, y luego, durante 14 años, la rectora del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (ISRI).
Es demasiado habanera para haber nacido en otra patria que no sea Guanabacoa, aun cuando la estirpe de sus apellidos venga de Vizcaya o de las tribus árabes. Tiene dos hijos y tres nietos, y ha estado casada con el mismo hombre por 49 años. Pero, ciertamente , ¿quién es Isabel Allende Karam?
Empezamos a acercarnos a ella, y ella a nosotros, no con las palabras que a veces dejan cosas por decir, sino escuchando estallar su risa cuando le preguntamos por qué suele dibujar en el pizarrón del aula a un diplomático cubano, con una cabeza muy grande y montado en patines.
“En la plenaria interminable del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex) de 1976, donde se dialogó sobre el deslinde de funciones y los cargos que debían asumir nuestros funcionarios, los asistentes comenzamos a pasarnos un papelito, que se enriquecía de puesto en puesto. Íbamos dibujando cómo debería ser un especialista de país para poder cumplir con todo lo que caería sobre sus hombros.
“Al final resultó ser un muñequito con una cabeza, orejas y nariz muy grandes, ojos inmensos, una boca muy chiquita, cuatro manos y montado en patines… Tenía que ser muy versátil. Un diplomático cubano tiene que saber escuchar, observar, olfatear, hablar lo necesario, hacer cuatro cosas a la vez y correr montado en patines, porque la defensa de la Revolución no puede esperar.
“Hay situaciones que se nos presentan en el ministerio en las que, literalmente, hay que correr. En el exterior, donde tenemos embajadas tan pequeñas, los funcionarios deben tener la capacidad de hacer las grandes tareas y aquellas que algunos podrían considerar menos importantes, aunque no lo son: cocinar, montar una mesa, darle mantenimiento a algún equipo, distribuir correspondencia, encargarse de la contabilidad de la misión. Desde el aula, desde la academia, hay que fomentar esas habilidades. Ese es el diplomático revolucionario cubano, aquí y en el exterior”.

¿Para toda la vida?

Todo el sentido de su obra, una de las más necesarias y profundas de la diplomacia revolucionaria, está en la academia. Sin embargo, para llegar allí tuvo que consagrar su vida al trabajo, “contra viento y marea”, solo por declararse una soñadora de la verdad y ametrallar sin piedad a la traición.

¿Cómo llegó al Ministerio de Relaciones Exteriores?

–Es una historia muy peculiar. Llegué al Minrex por casualidad. Cuando concluyó la campaña de alfabetización, solicité una beca para estudiar idioma. Lo hice en el mismo lugar donde trabajo actualmente, la sede del ISRI, que entonces era el Instituto Abraham Lincoln.

“Quise matricular ruso, pero las solicitudes para una beca de traducción e interpretación de ese idioma eran muchísimas. La señora que llenaba las planillas me dijo: ‘¿Por qué no estudias checo?, tenemos muy pocas personas matriculadas’. Pensé: ‘Está bien, deben parecerse’. Realmente quería salir de la escuela de comercio, aborrecía aquello.

“Trece estudiantes terminamos el intenso programa. Después, nos fuimos a recoger café. Al regreso, nos habían ubicado en el Ministerio de la Industria Básica, y cuando llegamos allí solo tenían dos plazas disponibles. Entonces, nos dividimos en grupos y fuimos a buscar trabajo en otros ministerios.

“Cuatro compañeras llegamos al día siguiente al Minrex, por la entrada de la calle 5ta. En la recepción nos indicaron ver al viceministro primero, que en aquel momento era Pelegrín Torras de la Luz. Yo no había cumplido aún los 18 años.

¿El doctor Pelegrín Torras de la Luz las recibió?

–Hablamos con su jefa de despacho y nos recibió. Profesor, al fin y al cabo, escuchó toda nuestra historia, y luego preguntó: ‘¿Ustedes hablan otro idioma?’. Enseguida le dijimos que sí. Sinceramente, solo una de las muchachas hablaba bien el inglés, y el resto, machaca’o.

“Recuerdo, como si fuera hoy, que cuando fui a traducirle a Pelegrín la palabra policy, le dije que significaba policía y no política. Con una santa calma, me rectificó. Con mucha más dulzura nos explicó que no tenía trabajo para nosotras, porque había ya un equipo de traductores; no tenían espacio para intérpretes de checo y, mucho menos, para cuatro. De todas maneras, tomó nota de nuestros datos personales.

“Al cabo de los dos meses me llamaron a la casa desde la Cancillería. Ya tenía trabajo en el Departamento de Intercambio Técnico del Ministerio de la Construcción y no fui. Hasta que un día mi papá me aconsejó llamar por teléfono para agradecerle a Pelegrín y decirle que estaba trabajando en otro lugar. ‘Ustedes no se dan cuenta de que han molestado a un hombre con mucho trabajo y de alto cargo’, insistió.

“Llamé como a las 7:00 p.m. ‘El doctor quiere que vengas enseguida para acá’, aseguró desde el otro lado de la línea Amelia Muñoz, la jefa de despacho del viceministro. Cuando llegué a su oficina, Pelegrín dijo: ‘Si está de acuerdo, hemos decidido enviarla a nuestra embajada en Praga, porque hicimos las averiguaciones y usted fue el primer expediente de la beca; además, es militante de la UJC... ’.

“Recuerdo que lo único que le pregunté fue: ‘¿Y eso es para toda la vida?’. Me respondió: ‘Compañerita, no seríamos dialécticos si decimos que es para toda la vida’. Me explicó en detalle cómo sería todo el proceso de preparación, y que tendría vacaciones anuales. Después las suspendieron y estuve tres años sin venir a Cuba. Me montaron en un avión luego de una larga batalla familiar, porque era hija única y mi mamá no quería autorizarme a viajar. Mi abuela tuvo que imponerse. Al mes siguiente, estaba en Praga.

Y ahí se inició su carrera diplomática “para toda la vida”...

–Llegué a Praga el 6 de marzo de 1963, como traductora. Tuve que perfeccionar el idioma y estudiarlo con el grupo de cubanos que radicaba allí. Hacía de secretaria del embajador para los temas protocolares, para el trabajo con las autoridades checas. Le llevaba su agenda y también traducía la prensa escrita.

“Allí había un señor que se llamaba Roberto Castrillo, de muy malas pulgas, pero de una cultura tremenda. Fue el que me condujo y me enseñó. Más que el checo, me enseñó la riqueza del idioma español.

“Fui cónsul, asistente… Tuve la gran oportunidad de aprender mucho de ese país. Iba a todas partes. Fundamentalmente, trabajaba con organizaciones fabriles que hacían brigadas de solidaridad con Cuba. Regresé a La Habana el 25 de noviembre de 1966.

“No fue solo una decisión personal, pero pudo serlo, porque este es un trabajo interesantísimo, apasionante. Me gustó y me quedé trabajando aquí. Me designaron especialista de Checoslovaquia en la dirección de Política Regional 1 (países socialistas), un puesto que ocupé durante tres o cuatro meses en 1966”.

No hay países ni puestos pequeños

¿Cómo pasó de especialista de país a secretaria, y viceversa?

–El director de Política Regional 1, Jesús Barreiro González, tuvo un problema con su secretaria y me pidió que me quedara con él hasta que llegara una persona con las cualidades idóneas. Es una época que recuerdo con mucho cariño; fue cuando me bautizaron como ‘Isabelita’, porque así me decía Barreiro. Ahí aprendí muchísimo de los países socialistas, incluidos los asiáticos, porque toda la correspondencia entraba por mí.

“Ahí viví toda la Gran Revolución Cultural china. Disfrutaba cuando llegaban los informes del embajador Oscar Pino Santos, un gran economista, periodista, escritor y diplomático cubano. Devoraba cada letra. Después llegó Emma Cárdenas Acuña, quien hoy es profesora de protocolo del ISRI, y me sustituyó. Volví a ser especialista de Checoslovaquia hasta 1969. En esta carrera no hay países ni puestos pequeños”.

¿Qué importancia tiene el traductor, el intérprete, para el trabajo diplomático?

–La tarea del traductor y el intérprete la aprecio muchísimo, porque sé la complejidad que tiene, aunque no siempre sea valorada como debiera. El traductor es importante en todas las ramas del conocimiento.

“Generalmente, en las grandes conversaciones los sientan atrás, no al lado de la figura, o los ponen bien lejano. Y es verdad que el traductor no tiene otro desempeño, pero una palabra mal traducida, un matiz mal dado, puede conducir a graves errores en cualquier profesión, y en política exterior es mucho más delicado. Por tanto, el buen traductor tiene que especializarse y hacerse experto en relaciones exteriores y política internacional.

“El Minrex tiene un cuerpo de traductores muy bueno. El conocimiento de idiomas es vital para el desempeño de un diplomático; lógicamente, no podemos saber todos los idiomas del mundo, ni podemos tener diplomáticos que hablen todos los idiomas del mundo, pero si los tenemos, y es posible hablar directamente, ¡mucho mejor! Al traductor le corresponde llevar el mensaje tal cual lo recibe, lo escucha. Eso es muy difícil. Requiere de especialidad, arduo esfuerzo, mucho trabajo.

“Por ejemplo, cuando Fidel hablaba en español, Juanita llevaba al inglés el mensaje exacto, pero no solo por el buen dominio del idioma, sino por la entonación que le daba. Los traductores simultáneos son, por lo general, más planos, pero los consecutivos tienen que trabajar más con las emociones, y eso es complejo”.

Y cuando tuvo que traducirle a Fidel, ¿dominó sus emociones?

–El que tiene que traducirle a Fidel se muere de miedo, le tiemblan las piernas, no sabe qué va a hacer. Sin embargo, cuando se sienta, se da cuenta de que traducirle a Fidel es una maravilla. Siempre que uno le traducía a Fidel, se nutría y aprendía. No era tan difícil. Fidel hablaba muy claro, completaba muy bien sus pensamientos y no hacía unas largas oraciones, lo peor que le puede pasar a un traductor es eso.

Cuéntenos un momento de apuro y uno memorable de Isabelita como traductora.

–Conservo con agradable memoria el día en que tuve que traducirle un discurso a Gustáv Husák, secretario general del Partido Comunista de Checoslovaquia, en Santa Clara, el 6 de abril de 1973. Era una intervención pública en la cual no había texto anterior. No sabía lo que iba a decir. Se lo pude traducir de principio a fin. Incluso, me atreví a corregirle algunos detalles. Husák se dio cuenta y después me lo agradeció. Sé que a mucha gente le gustó esa traducción.

“Apuros pasé muchos; tantos, que no recuerdo cuántos. Momentos difíciles y de mucha responsabilidad, no solo porque tuve que traducirle a Fidel Castro, sino también a Raúl Roa, a Carlos Rafael Rodríguez, a Osvaldo Dorticós... Por cierto, una de las figuras que debemos estudiar muchísimo, para comprender su papel en las relaciones exteriores de Cuba. Eran personas que tenían una cultura extraordinaria y eran tan sagaces, que podían darse cuenta al instante de si realmente lo estabas haciendo bien o no”.

Hombres cultos llenaron la diplomacia cubana

¿Quién y cómo era Raúl Roa?

–Roa siempre estaba moviéndose. Fue una de las personas más auténticas que he conocido en mi vida. Era un intelectual de alta talla. Sabía tanto, que siempre sabía ponerse a la altura de todos sus interlocutores, entenderlos y tratar de conocerlos. Roa conocía a todos en el ministerio. Sabías que podías contar con él siempre, en cualquier circunstancia. Aunque fuera el ministro, podías llegar a él.

“Recuerdo que traducirle era espantoso, muy difícil. Inventaba palabras y, a veces, lo hacía para bromear conmigo. Me decía : ‘Ahora sí, te fastidié’. Y yo debía inventar para llegar a esa palabra que no sabía traducir. Entonces, tenía que recurrir al embajador de Checoslovaquia en La Habana, que hablaba en perfecto español. Por supuesto, el embajador nunca me delató.

“Ese era Roa, lo vi por primera vez antes de irme para Praga, cuando entró a la oficina de Pelegrín y preguntó: ‘¿Esta es la compañera que se va conmigo para Praga?’. Desde ese momento tengo recuerdos imborrables de él.

“Raúl Roa mandó llamarme a mí, quizás la de menor rango dentro del ministerio, cuando la crisis de Checoslovaquia, cuando entraron las tropas por el Pacto de Varsovia. Estaba en la casa y llegué al Minrex corriendo, él me estaba esperando en su oficina. Le gustaba hablar directamente con las personas que se ocupaban de los problemas, eso lo distinguía.

“Conservo con mucho cariño una postal que me mandó cuando cumplió los 70 años, respondiendo mi felicitación, que fue verbal, no escrita. Ya él estaba en la Asamblea Nacional. Al reverso de la excepcional caricatura que le hizo Juan David, decía: “A la gordita, que conocí jugando con aro, balde y paleta”. Aquello significaba que me conoció desde muy joven y, ciertamente, siempre tuve ese problema de sobrepeso. En el Minrex había dos con esas características: a Olga Miranda él le decía ‘la gorda’, y a mí, ‘la gordita’”.

¿Y Carlos Rafael Rodríguez?, se habla tan poco de él…

–En el caso de Carlos Rafael hay una deuda pendiente, se habla y se estudia muy poco de él. Carlos Rafael también era una persona extraordinaria. Imponía mucho respeto. No puedo decir solo que fue un hombre culto. Hombres cultos llenaron la diplomacia cubana y son una fuente de sapiencia que no hemos aprovechado suficientemente, pero Carlos Rafael fue el culto de los cultos, con una inteligencia y una agudeza tremendas.

“No tenía el mismo carácter de Roa, pero también era muy auténtico, muy cubano, y sabía hacer chistes. A diferencia de Roa, que hacía los chistes más criollos y que utilizaba más el refranero o inventaba sus propios refranes y palabras, Carlos Rafael le impregnaba un dejo de ironía muy fino a sus chistes. Era un hombre de una agilidad mental extraordinaria, con una gran capacidad para el conocimiento de las relaciones profesionales.

“Dominaba mucho los aspectos de las relaciones económicas internacionales y también las políticas. Eso hacía de él una figura extraordinaria y de gran peso para el desarrollo de la política exterior cubana, de gran autoridad, reconocida por todos, en Cuba y en el mundo. Era una persona capaz de argumentar, discutir con cualquiera, incluido Fidel.

“Siempre les digo a mis alumnos, los escritos de Carlos Rafael hay que leerlos. Cuando repaso su artículo ‘Los fundamentos estratégicos de la política exterior cubana’, tengo que reconocer que él definió ahí lo que estamos haciendo y lo que tendremos que hacer por mucho tiempo.

“Nunca se me olvida el día en que estaba traduciéndole a él en un encuentro con el entonces primer secretario del Partido de Eslovaquia. Carlos Rafael empezó a hablar de las novillas, de la ganadería, y a mí se me olvidó cómo se decía ‘novillas’. Me quedé un segundo en blanco, estuve a punto de decir ‘las hijas de la vacas’, pero de repente me vino a la mente la palabra jalovice. Pensé que no se había dado cuenta. Cuando la dije, Carlos Rafael se viró y me dijo: ‘Isabel, menos mal que ya lo viste, vamos a seguir’”.

Los 10 segundos más largos de la historia

Su primer puesto como jefa de misión lo desempeñó en Polonia, de 1988 a 1991. Cuatro años bien complejos. ¿Cuán duro fue el “desmerengamiento” para usted, como embajadora cubana?

–Era ministra consejera de nuestra embajada en la Unión Soviética (1986-1988) y de ahí me designaron para Polonia. Fue una experiencia que no voy a olvidar jamás, porque fueron los años en los que transcurrió el desmontaje del socialismo. Vi cómo el campo socialista europeo se iba desmoronando poco a poco, un proceso de desmontaje que venía de muchos años atrás.

“Aprendí mucho en esa etapa. Venía de la perestroika soviética y Polonia era otra cosa, las circunstancias eran muy distintas de lo que estaba pasando en la URSS. No por gusto fue el primer país donde triunfó Solidarność (Solidaridad). Fui testigo de cómo se fue entregando el poder. Pasé momentos extraordinariamente difíciles. Cometí indisciplinas, porque un embajador, para presentar una nota de protesta, debe consultar siempre al Gobierno y yo no lo hice.

“Se comenzaron a hacer actos muy feos contra Cuba, se recibió al disidente y farsante Armando Valladares, al terrorista Jorge Mas Canosa. Salieron muchos artículos envenenados en periódicos… Y no dudé en presentar una nota de protesta. Me llamó el viceministro José Rául Viera preguntando por qué había presentado la nota: ‘¿Cómo no vas a consultar?’, dijo. Le leí lo que había salido en el periódico. La respuesta de él fue: ‘No hay problema, te mando para allá a una persona con instrucciones de lo que debes hacer’.

“Tuvimos que presentar los expedientes de Valladares y de Ventura, desmontar una intensa campaña de difamación contra Cuba. Por supuesto, fue muy difícil, la gente no me quería creer. Fueron momentos complejos, porque no se acabó la historia pero se confundieron los términos; el que antes era revolucionario, pasó a ser retrógrado. Aquellos que se decían socialistas cambiaron de chaqueta, de un día para otro, y no hay nada peor que un renegado.

“El embajador de Venezuela, que era el decano del cuerpo diplomático, me dijo: ‘Isabel, por lo menos ustedes no han cambiado’, refiriéndose a un personaje polaco que cambió el discurso en un abrir y cerrar de ojos. Llegué a quedarme sola en una recepción, me dejaban sola porque apestaba a comunismo, tuve que oír cosas muy negativas de mi país.

“Un periódico publicó algo que decía así: ‘Los acontecimientos en Polonia duraron 10 meses, en Hungría 10 semanas, en Rumanía 10 días, en Checolosvaquia, 10 minutos. ¿Cuánto durarán en Cuba? ¿Diez segundos?’. En ese momento, me dominó la cólera, porque me dolió muchísimo, pero después me alegré de que hubieran publicado eso. Hoy puedo decir que han sido los 10 segundos más largos de la historia. Todavía estamos aquí”.

¿La indisciplina, el regaño y la cólera vendrían de la mano de esa frase que usted repite una y otra vez en clases: “Cuando la dignidad se vulnera, se acaba la diplomacia”?

–Esa frase se la tomé a un embajador cubano, muy amigo nuestro, que ya está jubilado: Raúl Barzaga Navas, un ejemplo de diplomático. Nosotros no somos diplomáticos de profesión, podemos serlo ahora; al principio todos lo fuimos a la carrera, nos formamos ejerciendo la profesión, porque era una necesidad de la Revolución. Tuvimos grandes maestros, no solo los de la universidad, también lo que estaban aquí, en las oficinas, grandes intelectuales que conformaron este ministerio: Roa, Pelegrín, Lechuga, Fernández Tabío, José Antonio Portuondo, Juan Marinello... De esa gente aprendimos a la vez que estudiábamos para hacernos universitarios.

“No vale nada la formación académica si no va acompañada de un alto sentido de lo que significa en Cuba la profesión de ser diplomático. Raúl Castro ha dicho muchas veces que ser miembro de las FAR no es un medio de vida, sino una actitud ante la vida. Yo podría decir lo mismo de un diplomático revolucionario cubano. No podemos ver esta carrera como un medio de vida, sino como una forma de servir a la Revolución, como una actitud y un compromiso ante la población cubana, porque el diplomático cubano nunca se puede alejar del pueblo que representa.

“Por eso, Roa dijo en la plenaria del Minrex, en 1963, lo que para mí es la definición más acertada de diplomacia: que un funcionario del servicio exterior de Cuba debía ser, ante todo, un revolucionario ejemplar, diestro en el arte del tacto, de la táctica y el contacto, pero ante todo revolucionario. De eso tenemos que aprender todos.

“Hay muchos cánones y posturas diplomáticas, y hay todavía mucha gente que dice: ‘Eso que hicieron ustedes en tal lugar no es muy diplomático’. Siempre respondo que sí, que los cánones diplomáticos están hechos por aquellos que no son capaces de defender realmente a su país. Esta Revolución hay que defenderla en cualquier parte, siendo buenos diplomáticos, pero también sabiendo poner los puntos sobre las íes cuando sea necesario”.

La Revolución cubana le dio al socialismo una dimensión geopolítica que no tenía

¿Por qué habla con tanta pasión de los países socialistas de Europa?

–De la misma manera en que uno no olvida el primer beso, tampoco se olvida el primer trabajo. En aquellos países me desilusioné y también aprendí muchísimo. Es imposible no vincularse emocionalmente con el país donde uno trabaja. Fueron países que desempeñaron un papel importante en nuestras relaciones internacionales, más allá de la desaparición del campo socialista, de las diferencias, de los encuentros y desencuentros.

“No fue exactamente igual en todas las regiones, pero allí se sembró un sentimiento de solidaridad que caló profundamente. Esos países estuvieron llenos de cubanos, diplomáticos, estudiantes, trabajadores, cortadores de madera en plena Siberia, mucha gente que hizo familias y sembró raíces, recuerdos...

“Más allá de las diferencias, había mucha gente que amaba al Che. El aniversario 20 de su desaparición física fuimos a conmemorarlo lejísimo, en Siberia, porque allí existía una brigada de trabajo que se llamaba Che Guevara y donaba su salario para los países del Tercer Mundo. Cuesta trabajo olvidar eso.

“Los gobiernos cambian, las personas también, pero hay que seguir cultivando el amor entre los pueblos. Bajo la genialidad de Fidel, Cuba supo desde el primer día qué puertas había que tocar: la diplomacia de los pueblos. Ahí está el trabajo del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP)”.

La URSS nos ayudó, pero nosotros también…

–Cuba les aportó el hecho de hacer una Revolución socialista en este hemisferio, que le dio al socialismo una dimensión geopolítica que no tenía. Les aportó el conocimiento y la certeza de que sí podía hacer socialismo en un país del Tercer Mundo, y originalidad en la forma de hacer una revolución.

“Cuba contribuyó a que el socialismo como sistema fuera mejor conocido y apreciado por el Tercer Mundo, con mucha honestidad y claridad en las relaciones con esos países. Unos lo tomaron mejor que otros. Debemos tener en cuenta que ningún país socialista europeo era igual a otro, y los adversarios del socialismo en el mundo supieron hacer un trabajo muy particular, precisamente, por no hacer tabla rasa, para aplicar una política bien diferenciada, con el mismo objetivo, dividir. Por ejemplo, aprovecharon los condicionamientos históricos internos con la rusia zarista y con la Unión Soviética para dividir, y lo lograron, lamentablemente. Dediqué más de 20 años de trabajo de mi vida a esos países, tanto en el servicio interno como externo”.

¿Por qué Isabel Allende es la primera viceministra cubana de Relaciones Exteriores?

–Durante los primeros años de la Revolución, este era un ministerio compuesto por muchas mujeres y nunca había tenido una viceministra. Treinta y cuatro años transcurrieron desde su fundación. Me sorprendió muchísimo cuando me lo dijeron, me eché a llorar, fue muy difícil para mí asimilarlo.

“Todo en la vida depende de las circunstancias, porque había muchas otras compañeras en el Minrex con las mismas condiciones e, incluso, mejores, para haber obtenido el cargo. Me tocó. Traté de ser digna de ese gran honor lo mejor posible. Lo único que me gratificó fue que el nombramiento fue bien acogido entre mis compañeros”.

¿Para la mujer es más fácil la carrera diplomática?

–La mujer sí encuentra más trabas, porque todavía hay un marcado comportamiento machista, aun en las sociedades que aseguran lo han eliminado. La mentalidad todavía incide. Influye tanto que, cuando un hombre es embajador y va a una cena con su cónyuge, a ella la sientan en el lugar que le toca, como esposa del embajador. Cuando una mujer es embajadora, a su cónyuge lo sientan en el lugar que le toca de acuerdo con su rango diplomático. Eso es un síntoma de machismo.

“Cuando estaba en Polonia, a mí nunca me decían ‘señora embajadora’, sino ‘señora embajador’. Aunque Polonia tenía muchas mujeres diplomáticas, jefas de misión, consideraban como embajadoras solo a las esposas de los embajadores.

“En Cuba, donde la Revolución abogó, desde el primer momento, por la eliminación del machismo, por la igualdad de la mujer, también ha sido difícil romper esa mentalidad. Durante mucho tiempo, eso se evidenció en que si nombraban a un funcionario para trabajar en el servicio exterior, inmediatamente el centro de trabajo de su esposa la liberaba; pero nombraban a una mujer y el centro de trabajo de su esposo decía que no. Hoy tenemos un paso de avance tremendo, embajadores han aceptado alternar con sus esposas y que ellas también puedan ser las embajadoras.

“La mujer está perfectamente capacitada para enfrentarse a este trabajo. Y en algunos casos, la mujer tiene determinadas sensibilidades que le facilitan entrar en lugares a los que a un hombre le cuesta más trabajo acceder”.

A España llegó en 1999 y permaneció allí hasta 2004. En el Gobierno estaba José María Aznar. ¿Le gusta navegar en medio de Gobiernos hostiles?

–Los años en España fueron inolvidables y muy complicados. Fue un reto que me hizo crecer como persona y como diplomática. Efectivamente, tuvimos el gran reto de enfrentar un Gobierno hostil, proestadounidense. Creían que, después de Estados Unidos, quienes debían gobernar América Latina eran ellos. Un Gobierno ideológicamente contrario a las ideas de la Revolución. Eso hizo que fuera muy difícil mantener una relación con él.

“A la vez, el trabajo se simplificó tanto que nos permitió salir de lo habitual, comprender mejor que el embajador se acredita en el país, no solo en la capital. Por tanto, comenzamos a andar el país, a trabajar pueblo a pueblo. España es diversa, hay multiplicidad de autonomías, con sus diferentes factores históricos, y en cada uno de esos lugares hay un sentimiento especial hacia Cuba.

“En esos años difíciles nos centramos en trabajar con la solidaridad, y para ello fue fundamental el acompañamiento de José Ramón Fernández. Fue un factor decisivo. El Gallego contribuyó a hacer que la política cubana pudiera horadar la política de Aznar. Esa tarea le fue encomendada, y la cumplió con una gran inteligencia. Él tenía un prestigio tremendo. Fue un hombre que hizo un gran trabajo por la política exterior de Cuba siendo el presidente del Comité Olímpico Cubano, pero particularmente puedo dar fe de que lo hizo en España”.

Un camino de dos vías


La diplomática cubana Isabel Allende Karam presenta el libro "Un siglo de teoría de las relaciones internacionales" en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, en La Habana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate/Archivo.
Y la embajadora se convirtió en rectora, estuvo 14 años consecutivos al frente de la academia diplomática.

–Me convertí en rectora del ISRI porque así me lo indicaron. Fue un gran reto, porque requería de mí una reorientación profesional. El día en que le entregué la rectoría del ISRI al embajador Rogelio Polanco, le dije que había sido una de las actividades más difíciles y retadoras a las que me había enfrentado, y también una de las más gratificantes.

“Uno aprende mucho con la docencia. Es un camino de dos vías, tú aportas conocimiento, pero los estudiantes también lo hacen, y no solo en la clase. Te sorprenden. Su agudeza y capacidad de profundizar son tantas que te ponen a correr para poder conducirlos.

“Los jóvenes cubanos me han dado muchas lecciones de valentía, honestidad, comprensión, pero, sobre todo, de ser buenos revolucionarios. Son distintos, porque cada generación es parecida a su época. Ahora, cuando un joven te dice ‘rectora, queremos salir a la calle a festejar el retorno de los Cinco Héroes, porque no nos podemos quedar aquí’, y salen gritando con una bandera, te están dando una lección.

“O cuando dijeron: ‘Tenemos que salir a la calle a decir nuestro sentimiento por la desaparición del Comandante’, los mismos que se pasaron la madrugada entera, por iniciativa propia, expresando su dolor en las redes sociales, y luego fueron a la calle a gritar: ‘Yo soy Fidel’. Vivir eso es lo más gratificante del mundo. Creo que el ISRI ha sido una gran experiencia para mi vida y es muy bueno que mi vida laboral termine en el ISRI”.

¿Por qué insiste en rescatar la historia de la diplomacia revolucionaria?

–No hay futuro, ni presente, sin pasado. Fidel siempre nos lo recordaba. Cuando se realizó el primer congreso del Partido, hizo una síntesis histórica de todas las condiciones que habían llevado a la Revolución. Sin eso no podemos entender el por qué de la Revolución. Tampoco podemos entender los principios de la diplomacia revolucionaria.

“Debemos conocer qué legado nos han dejado quienes tanto hicieron por nuestra felicidad. Todos los días uno aprende algo nuevo, pero no puedo olvidar lo que he aprendido de las personas que me han acompañado durante estos 57 años de trabajo en el Minrex, de los compañeros de fila y de los jefes.

“Aquellos que me hicieron repetir un informe no sé cuántas veces (quería matarlos en aquel momento, pero hoy se los agradezco infinitamente). Aquellos que me enseñaron a hacer un análisis, que me condujeron por este o aquel camino. Todos han aportado algo a mi formación. Si los olvidamos, estamos olvidando la historia.

“La historia de la diplomacia cubana hay que hacerla no solo hablando de la política exterior de Cuba, porque ambas cosas están muy imbricadas, sino también de las personas que han hecho esa diplomacia, en las más disímiles posiciones.

“El 11 de septiembre es el día de los mártires del servicio exterior, porque ese día mataron a Félix García Rodríguez, que no era embajador, no era consejero, era un funcionario del Minrex que estuvo dispuesto a dar su vida. De la misma manera, tampoco podemos olvidar a todos los intelectuales cubanos y revolucionarios que le dieron su vida a este ministerio, no podemos olvidar que este ministerio se inició y está compuesto por personas de muy diversas procedencias, todas con un denominador común: ser revolucionario”.

¿Qué es la diplomacia revolucionaria para Isabel Allende?

–Dignidad, ética, honestidad, apego a las mejores tradiciones de este pueblo. Es una diplomacia de pueblo y para el pueblo.

¿Y el Ministerio de Relaciones Exteriores?

–Mi vida está íntimamente vinculada a este ministerio, porque aquí fue donde crecí, me hice mejor persona y revolucionaria. Aquí conocí a los compañeros que me acompañaron en mi boda, en los momentos más difíciles de mi vida, en la muerte de mis padres; a los que cuidaron y jugaron con mis hijos… Aquí realicé mi vida.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Aburguesamiento de la concertación chilena a

Y, si la aceptación del veto de la derecha para impedir una Constitución que refleje la opinión mayoritaria de los chilenos en orden a sustituir el modelo de sociedad legado por la dictadura, va unida a una total carencia de autocrítica por haber consolidado dicho modelo, no podemos más que concluir que la profunda derechización del liderazgo de la ex Concertación continúa plenamente vigente y que  puede perfectamente continuar, con la política de los “consensos” que le permitieron consolidar el “modelo chileno”. Y con la misma lógica con que le regaló a la derecha, en 1989, la mayoría parlamentaria, hoy, en 2019, se apresta a regalarle el poder de veto en la elaboración de una ¿nueva? Constitución.


La aceptación del veto de la derecha por parte de la ex Concertación –a través del aberrante quórum de 2/3 para
aprobar una nueva Constitución- no nos debiese sorprender, a la luz del profundo proceso de derechización experi-mentado por el liderazgo de dicho conglomerado político desde fines de los 80.

En efecto, como lo reconoció en 1997 con toda crudeza Edgardo Boeninger, el principal ministro de Aylwin (Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad; Edit. Andrés Bello, Santiago), el liderazgo concertacionista experimentó a fines de los 80 una “convergencia” con el pensamiento económico de la derecha, “convergencia que políticamente el conglomerado opositor no estaba en condiciones de reconocer” (Ibid.; p. 369) y que “la incorporación de concepciones económicas más liberales a las propuestas de la Concertación, se vio facilitada por la naturaleza del proceso político en dicho período, de carácter notoriamente cupular, limitado a núcleos pequeños de dirigentes que actuaban con considerable libertad en un entorno de fuerte respaldo de adherentes y simpatizantes” (Ibid.; pp. 369-70).

Lo anterior explica una de las acciones más insólitas en la historia política de la humanidad: el deseo de una coalición política de tener minoría parlamentaria en lugar de mayoría. De este modo, la Concertación –a través del acuerdo de reformas constitucionales concordado con Pinochet a mediados de 1989- ¡le regaló a la futura oposición de derecha la mayoría parlamentaria que habría tenido segura de mantenerse el texto original de la Constitución del 80! En efecto, pensando obviamente en que Pinochet sería ratificado como presidente en 1988 y teniendo en cuenta la histórica minoría electoral de la derecha, la Constitución estipulaba que el Gobierno a establecerse en 1990 tendría mayoría parlamentaria con la mayoría absoluta en una cámara y un tercio de la otra. Y en ese contexto, Pinochet habría tenido el tercio de los diputados -más que asegurado con el sistema electoral binominal- y mayoría en el Senado, gracias a los senadores designados.

A su vez, connotados intelectuales, economistas, políticos y empresarios de la derecha nacional e internacional han planteado grandes elogios a los líderes concertacionistas por su completa derechización y, particularmente, de quien menos lo esperaban: Ricardo Lagos. Así, tenemos al cientista político RN y ex embajador de Piñera, Oscar Godoy, quien al ser consultado si observaba un desconcierto en la derecha por “la capacidad que tuvo la Concertación de apropiarse del modelo económico”, respondió: “Sí y creo que eso debería ser un motivo de gran alegría, porque es la satisfacción que le produce a un creyente la conversión del otro. Por eso tengo tantos amigos en la Concertación, en mi tiempo éramos antagonistas y verlos ahora pensar como liberales, comprometidos en un proyecto de desarrollo de una construcción económica liberal, a mí me satisface mucho” (La Nación; 16-4-2006).
Como Pinochet perdió el plebiscito de 1988, dicho prospecto le iba a ser plenamente favorable al inminente Presidente, Patricio Aylwin, y a la Concertación. Esta iba a tener, naturalmente, la mayoría en la Cámara de Diputados e iba a alcanzar de todas maneras el tercio del Senado, pese a los senadores designados. Esto último, dado que el Senado original estaba compuesto por 26 senadores electos (dos por cada una de las entonces 13 regiones) y 9 designados, es decir, 35 senadores. El tercio de 35 es 12 y la Concertación tenía completamente asegurado elegir al menos uno en cada región, es decir, 13. Sin embargo, en el “paquete” de 54 reformas del 89 se incluyó solapadamente una que subía los quórums a mayoría absoluta en ambas cámaras -hecho que, hasta el día de hoy, la generalidad de la población chilena ignora- manteniendo los senadores designados, con lo cual el evidente efecto práctico iba a ser que la Concertación perdería su mayoría parlamentaria.

La explicación de este acto, aparentemente demencial, la encontramos perfectamente razonable con el reconocimiento posterior que hizo Boeninger: que la Concertación había llegado a una convergencia con la derecha que políticamente no estaba en condiciones de reconocer. Por lo que, si hubiese tenido mayoría parlamentaria no habría tenido excusas válidas para no cumplir con sus bases los compromisos programáticos de transformación del sistema neoliberal heredado de Pinochet. Como no la tuvo, en los años 90 pudo recurrir siempre al argumento de que no tenía las mayorías parlamentarias para hacerlo. Lo que era cierto, ¡pero ocultando decir que no la tenía porque la había regalado!

De tal manera que a lo largo de los 90 le fue políticamente posible al liderazgo de la Concertación ir legitimando, consolidando y “perfeccionando” poco a poco el modelo y las estructuras económico-sociales impuestas por la dictadura. Ello, además, pudo hacerlo más fácil dado el contexto económico internacional favorable y la gran afluencia de capital extranjero, que permitió hasta 1998 un extraordinario crecimiento de la economía, con el consiguiente “chorreo” y disminución significativa de los niveles de pobreza. De este modo, se consolidaron todas las estructuras y políticas económico-sociales que dejó en herencia Pinochet: El Plan Laboral, las AFP, las Isapres, la LOCE, maquillada por la LGE, las universidades privadas sin (con) fines de lucro. No solo eso, además la ley minera que permitió la creciente desnacionalización de la gran minería del cobre; el sistema que ha permitido la elusión tributaria de las grandes fortunas y que les ha brindado gigantescas formas de exención impositivas; la privatización de los servicios públicos, las concesiones de autopistas a través de contratos leoninos, la carbonización de la matriz energética, la existencia cada vez más grave de “zonas de sacrificio”, junto con el virtual monopolio de la venta de medicamentos a precios escandalosos por tres cadenas de farmacias, la concentración del poder económico en pocas decenas de grandes grupos económicos; la atomización social de los sectores populares y medios, a través de la pérdida de poder de los sindicatos, juntas de vecinos, cooperativas y de los colegios profesionales y técnicos.

Ya a fines de los 90, diversos líderes concertacionistas se permitían expresar públicamente su adhesión al neoliberalismo e, incluso, grandes elogios a la obra económica, social y cultural de Pinochet. Especialmente ilustrativos fueron los casos del destacado intelectual PPD, Eugenio Tironi y Alejandro Foxley, quien fue el ministro de Hacienda de Aylwin, ex senador, expresidente del PDC y excanciller de Bachelet. Así, el primero escribió en 1999 que “la sociedad de individuos, donde las personas entienden que el interés colectivo no es más que la resultante de la maximización de los intereses individuales, ya ha tomado cuerpo en las conductas cotidianas de los chilenos de todas las clases sociales y de todas las ideologías. Nada de ésto lo va a revertir en el corto plazo ningún gobierno, líder o partido (…) las transformaciones que han tenido lugar en la sociedad chilena de los 90 no podrían explicarse sin las reformas de corte liberalizador de los años 70 y 80 (…) Chile aprendió hace pocas décadas que no podía seguir intentando remedar un modelo económico que lo dejaba al margen de las tendencias mundiales. El cambio fue doloroso, pero era inevitable. Quienes lo diseñaron y emprendieron mostraron visión y liderazgo” (La irrupción de las masas y el malestar de las élites. Chile en el cambio de Siglo; Edit. Grijalbo, Santiago, 1999; pp. 36, 62 y 162).

Y Foxley expresó en una entrevista en 2000 que “Pinochet realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo. Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización que ocurrió una década después, al cual están tratando de encaramarse todos los países del mundo. Hay que reconocer su capacidad visionaria y la del equipo de economistas que entró en ese gobierno el año 73, con Sergio de Castro a la cabeza, en forma modesta y en cargos secundarios, pero que fueron capaces de persuadir a un gobierno militar (…) de que había que abrir la economía al mundo, descentralizar, desregular, etc. Esa es una contribución histórica que va perdurar por muchas décadas en Chile (…) que ha terminado siendo aceptada prácticamente por todos los sectores. Además, ha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos, para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar. Su drama personal es que, por las crueldades que se cometieron en materia de derechos humanos en ese período, esa contribución a la historia ha estado permanentemente ensombrecida” (Cosas; 5-5-2000).

A su vez, connotados intelectuales, economistas, políticos y empresarios de la derecha nacional e internacional han planteado grandes elogios a los líderes concertacionistas por su completa derechización y, particularmente, de quien menos lo esperaban: Ricardo Lagos. Así, tenemos al cientista político RN y ex embajador de Piñera, Oscar Godoy, quien al ser consultado si observaba un desconcierto en la derecha por “la capacidad que tuvo la Concertación de apropiarse del modelo económico”, respondió: “Sí y creo que eso debería ser un motivo de gran alegría, porque es la satisfacción que le produce a un creyente la conversión del otro. Por eso tengo tantos amigos en la Concertación, en mi tiempo éramos antagonistas y verlos ahora pensar como liberales, comprometidos en un proyecto de desarrollo de una construcción económica liberal, a mí me satisface mucho” (La Nación; 16-4-2006).

Por otro lado, el entonces presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, Hernán Somerville, señaló a fines de 2005 que a Ricardo Lagos “mis empresarios todos lo aman, tanto en APEC (Foro de Cooperación de Asia Pacífico) como acá (en Chile), porque realmente le tienen una tremenda admiración por su nivel intelectual superior y porque, además, se ve ampliamente favorecido por un país al que todo el mundo percibe como modelo” (La Segunda; 14-10-2005).

A su vez, el destacado empresario y economista, César Barros, sostuvo el día final del gobierno de Lagos que “las alabanzas empresariales dejan pequeñas a las ‘declaraciones de amor’ que le hiciera la cúpula empresarial una vez finalizada la APEC. Un grupo de amigos empresarios que denominaban a Don Ricardo "El Príncipe" -tanto por aquello de Maquiavelo como por ser el primer ciudadano de la República- han optado en llamarlo, de ahora en adelante "el Zar de todos los Chiles’ (…) Antes de este gobierno, los empresarios repetían el padrenuestro del rol subsidiario del Estado. Y por lo tanto, un príncipe socialista solo podría hacernos daño. Pero el hombre, trabajando con cuidado y con inteligencia, los convenció de que estaba siendo el mejor Presidente de derecha de todos los tiempos y el temor y la desconfianza se transformaron en respeto y admiración” (La Tercera; 11-3-2006).

Por su parte, el dirigente de la UDI, Herman Chadwick, señaló que el gobierno de Lagos “fue muy bueno y que el ex Presidente tiene una importancia a nivel mundial que no podemos desaprovechar” (El Mercurio; 21-3-2006). Y el destacado empresario pinochetista, Ricardo Claro, declaró en lo que probablemente fue la última entrevista de su vida, que “Lagos es el único político en Chile con visión internacional y está muy al día. No encuentro ningún otro en la derecha ni en la DC” (El Mercurio; 12-10-2008).

Pero el reconocimiento más relevante y universal fue el que le hizo el número 2 -luego de Milton Friedman- de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, Arnold Harberger, quien en 2007 señaló “que estuve en Colombia el verano pasado participando en una conferencia y quien habló inmediatamente antes de mí fue el expresidente, Ricardo Lagos. Su discurso podría haber sido presentado por un profesor de economía del gran período de la Universidad de Chicago. El es economista y explicó las cosas con nuestras mismas palabras. El hecho de que partidos políticos de izquierda hayan abrazado las lecciones de la buena ciencia económica, es una bendición para el mundo” (El País, España; 14-3-2007). Y en 2010, el mismo Harberger dijo en una visita a Chile: “Yo creo que ha habido una gran evolución de política económica en Chile durante el período del gobierno militar y una vez que se formó el equipo de Patricio Aylwin, con Alejandro Foxley y otros, ellos siguieron el mismo rumbo que los gobiernos anteriores y eso ha seguido hasta hoy día” (El Mercurio; 19-12-2010).

Y, si la aceptación del veto de la derecha para impedir una Constitución que refleje la opinión mayoritaria de los chilenos en orden a sustituir el modelo de sociedad legado por la dictadura, va unida a una total carencia de autocrítica por haber consolidado dicho modelo, no podemos más que concluir que la profunda derechización del liderazgo de la ex Concertación continúa plenamente vigente y que  puede perfectamente continuar, con la política de los “consensos” que le permitieron consolidar el “modelo chileno”. Y con la misma lógica con que le regaló a la derecha, en 1989, la mayoría parlamentaria, hoy, en 2019, se apresta a regalarle el poder de veto en la elaboración de una ¿nueva? Constitución.


Aburguesamiento

Es la conversión del pequeño burgués o del proletario en gran >burgués. Burgués fue originalmente el habitante del burgus, que así se llamaba la pequeña ciudad medieval en la que solían vivir los comerciantes, los intelectuales y los hombres de profesiones u oficios independientes, que constituyeron la burguesía original.
Con su trabajo ellos adquirieron riqueza e influencia en la sociedad. Generaron un estilo de vida, una manera de ser y una mentalidad propios, que constituyen el burguesismo, o sea una peculiar concepción del mundo, con sus singulares valores y sentido de la vida. A partir de eso se suele hablar de “vida burguesa”, “arte burgués” e incluso, con impropiedad y todo, de “democracia burguesa”. Convertida en clase dominante, la burguesía  —que en el pasado había sido ardientemente revolucionaria—  se convirtió en conservadora. Su actual filosofía de la vida es que nada cambie, que todo siga igual, que se mantenga intocado el orden de cosas social que es tan generoso en privilegios para ella.
Esto dio lugar a que la palabra burgués significa hombre adinerado, amante de las comodidades, de mentalidad conservadora, satisfecho de su suerte, desconfiado del cambio.



 Hoy se usa el término “aburguesamiento”, en forma despectiva, para significar el proceso de “conservatización” de una persona que antes profesaba ideas progresistas, cuyo cambio de mentalidad suele ir acompañada del amor por el dinero y las comodidades propias de la burguesía.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Los 60 Guardias Civiles asturianos enterrados en valle de los caidos sin «merecerlo» a

Cruz Laureada de San Fernando.


Para sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos, un mausoleo en el que reposan casi 34.000 cadáveres, el gobierno socialista de Pedro Sánchez aduce que el dictador que dio un golpe de Estado y gobernó España cuatro largas décadas no murió en batalla. Y que, por tanto, no hay espacio para él en un lugar que pretende servir de memoria de las víctimas de la Guerra Civil. Franco, de este modo, forma parte de un reducidísimo número de casos excepcionales que completa un grupo que llegó desde Asturias.
Se trata de unos sesenta Guardia Civiles que fallecieron en Sama de Langreo durante luchas de la revolución de 1934 y que fueron trasladados después al mausoleo por la insistencia de sus viudas.  “Cuando solicitaron espacio para sus esposos al principio no se lo concedieron”, cuenta Carmen García, profesora titular de la Universidad de Oviedo y directora de varias investigaciones sobre la represión.
Las autoridades apuntaron que el Valle de los Caídos serviría de homenaje sólo para los caídos en la contienda. Pero las mujeres no admitieron la negativa. “Siguieron presionando y lograron el gobierno trasladase allí los restos de sus esposos”, destaca la experta. Y asegura que “son los únicos, junto con el dictador”, que se encuentran en el Valle de los Caídos a pesar de que no murieron luchando en el conflicto cainita.
Junto a ellos, se encuentran otros casi 3.600 cadáveres más procedentes de Asturias, que sí fallecieron durante la Guerra Civil. Los que estaban identificados, más o menos la mitad de los totales y en su gran mayoría del bando nacionalista, llegaron al mausoleo en cajas individuales. Y el resto, más o menos la mitad, lo hicieron en cajas colectivas. Sin nombre y con el único detalle de su lugar de procedencia. De esta forma, los estudios de Carmen García certifican que al Valle de los Caídos fueron a parar militares y Guardias Civiles de Grado (47), Las Regueras (17), Navia (5), Salas (21), Somiedo (6) y Tineo (7)
A estos hay que sumar otros 108 militares trasladados desde Oviedo. Desde la capital de Asturias llegaron también 16 milicianos y 1018 difuntos sin identificar que se movieron cuando se desmanteló el cementerio municipal de guerra de San Pedro de los Arcos. Y al Valle de los Caídos fueron a parar, además, los cadáveres de fosas comunes de lugares de toda Asturias, como los enclaves ovetenses del Monte Naranco o La Cadelllada.

El mausoleo de los Caidos, que en “un primer momento se pensó sólo para los caídos por Dios y por España (en referencia al bando encabezado por el dictador). Y más adelante, debido a lo mucho que tardó en construirse, recibió traslados muchos cementerios de guerra de toda España con fallecidos de ambos bandos”.

Nota sobre Sama de Langreo (Asturias)

Escudo del concejo de Langreo (Asturias): Escudo cortado y medio partido. Primer cuartel: la Cruz de los Ángeles en oro y piedras preciosas, acompañado de dos ángeles arrodillados. Este es el emblema del Arzobispado de Oviedo al que perteneció el concejo. Segundo cuartel partido: diez yelmos de plata.Tercer cuartel, pico y pala puesto en aspa cargado de una rueda dentada, el todo surmontado de la Cruz de la Victoria.

Mantuvo especial relevancia durante los hechos acontecidos en la Revolución de Asturias cuando milicianos socialistas a las órdenes de Belarmino Tomás asaltaron el cuartel de la Guardia Civil muriendo prácticamente los 80 guardias civiles y guardias de asalto que lo defendían, incluido su capitán José Alonso Nart, quien recibió la Cruz Laureada de San Fernando.

Alonso Nart, José. Sama de Langreo (Asturias), 28.IX.1897 – 6.X.1934. Militar y caballero Laureado de San Fernando.
Fueron sus padres el comandante de la Guardia Civil Marcelino Alonso Arenas y María del Rosario Nart y Fernández Campa. En agosto de 1913 obtuvo plaza de alumno en la Academia de Infantería de Toledo, siendo en 1916 promovido a segundo teniente y destinado al Regimiento del Príncipe, al que se incorporó en Oviedo, dándosele el mando de la Sección de Explosivos.
En 1918 fue ascendido a primer teniente y al año siguiente destinado al Batallón de Cazadores de Ibiza, en el que sirvió hasta que en mayo de 1920 se le concedió destino en el Cuerpo de la Guardia Civil, Comandancia de Orense, y al mando de la Línea de Carballino, de donde en el mes de diciembre pasó a la Comandancia de Caballería del 10.º Tercio y al mando de la Línea de Lugones (Oviedo). Durante el tiempo que permaneció en Asturias hizo la carrera de perito mecánico en la Escuela Industrial de Gijón.
En 1922 sirvió en la Comandancia de Segovia y seguidamente en el 1.er Tercio de Caballería; en 1926, en la Comandancia de Caballería del 27.º Tercio; en 1928, tras su ascenso a capitán, en la Comandancia de Melilla; en 1929, en la Plana Mayor del 10.º Tercio (Oviedo); en 1931, en la Comandancia de Vizcaya y, de nuevo, en el 10.º Tercio, con el mando de la 3.ª Compañía, en La Felguera.
Al estallar en Asturias el movimiento revolucionario del mes de octubre de 1934 se encontraba destinado en Sama de Langreo, encargándose en las primeras horas del día 5 de la defensa del cuartel, que fue atacado con dinamita y armamento de todo tipo por un grupo de revolucionarios, cuyo número fue en aumento a lo largo del día, llegando a estar rodeados por alrededor de cinco mil hombres. La compañía contaba con un oficial, tres suboficiales y treinta y seis guardias, siendo baja en los primeros ataques veinte de ellos, entre muertos y heridos.
Conminado a rendirse por el jefe de los revolucionarios con la amenaza de incendiar el cuartel, se negó a ello, por lo que comenzó el lanzamiento de cartuchos de dinamita sobre el tejado del edificio, derrumbándose parte del techo y de la segunda planta, por lo que el resto de la guarnición se vio obligada a refugiarse en la primera planta y en la baja.
Al día siguiente habían sido destruidos el segundo piso y la planta baja, destrozado el primero y casi agotadas las municiones, por lo que decidió abandonar el cuartel y tratar de llegar a Oviedo, dejando a los muertos y heridos al cuidado de sus familiares en las casas contiguas.
A través de un intenso fuego se efectuó la salida, a cuyo frente iba el capitán Alonso Nart, abriéndose paso a través del enemigo lanzando granadas de mano, una de las cuales cayó sobre el polvorín de los revolucionarios, que voló por los aires con sus ocupantes, recibiendo en ese momento una herida grave, que no le impidió seguir dirigiendo el repliegue de los escasos supervivientes que quedaban, tratando de buscar refugio en la montaña, pero durante la huida fue apresado y asesinado.
Abierto juicio contradictorio para determinar su derecho a la Cruz Laureada de San Fernando, se consideró su actuación como heroica, lo que hizo que por orden de 12 de abril de 1945 se le concediese tan preciada condecoración.

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Sevilla), Secc. 1.ª, leg. A-1401.


A. de Ceballos-Escalera y Gila, J. L. Isabel Sánchez y L. Ceballos-Escalera y Gila, La Real y Militar Orden de San Fernando, Madrid, Ministerio de Defensa, 2003.

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