sábado, 31 de diciembre de 2016

El plato MICHELIN" a


Este nuevo pictograma apareció por primera vez en la Guía MICHELIN España & Portugal 2017. “El plato MICHELIN”, que identifica "una cocina de calidad", reconoce los restaurantes seleccionados que no poseen estrellas o Bib Gourmand. Este símbolo quiere resaltar el hecho de que estar seleccionado en la Guía MICHELIN es garantía de calidad.

Michelin y TripAdvisor, de aparentes enemigos a socios estratégicos


 Muchos daban por hecho que eran enemigos irreconciliables. O, al menos, dos formas de entender la gastronomía y la hostelería tan alejadas la una de la otra que cualquier tipo de alianza no es que fuera imposible, es que era sencillamente impensable.
Si Michelin representa la crítica profesional y supuestamente seria e incorrompible -luego hablamos de eso-, TripAdvisor representa todo lo contrario: opiniones de los clientes, polémicas continúas, cocineros hartos de ser incluidos en esta web contra su voluntad, agencias especializadas en la compra-venta de opiniones falsas e incluso gourmets venidos a más que amenazaban al negocio de turno con una mala opinión si no eran tratados como ellos consideraban que merecían.
Es cierto que muchos estarán ahora carraspeando y comentando que -ejem- igual tampoco son tan diferentes, pero seguramente lo que nadie esperaba es que Michelin y TripAdvisor firmaran una alianza estratégica de colaboración. No se conocen los términos exactos del acuerdo ni si ha habido cheque de por medio, pero una cosa parece clara: la famosa guía roja acaba de bendecir a TripAdvisor y su cuestionable sistema.

A falta de datos y sin ser demasiado malos, es fácil imaginar que ese acuerdo es parte de la compra por parte de The Fork (el grupo propietario de El Tenedor y de TripAdvisor) de Bookatable, el sistema de reservas que era hasta ahora de Michelin. ¿Yo te compro esto y tú le dices a los finolis de tus fans que somos amigos? Seguro que la reunión no fue en estos términos, pero se capta la idea.
No es el único movimiento de Michelin en estos meses. El pasado verano se hizo con un 40% de Robert Parker, una de las guías de vino más respetadas, o al menos más populares del mundo. Los “puntos Parker” son parte del lenguaje común en muchas bodegas y cabe suponer que ahora su peso será mayor en los restaurantes estrellados que quieran tener contentos a los inspectores.
Efectivamente, todo esto va más de negocio, economía y empresas que de gastronomía, por mucho que se venda esa idea del joven cocinero que consigue y recibe ilusionado su primera Estrella. Que también es verdad, pero es solo la parte bonita de una foto que cada vez está más descolorida. Sin ir más lejos, la última edición presentada hace unas semanas fue criticada con bastante dureza por las ausencias, algunas Estrellas nuevas, el amiguismo de inspectores y cocineros…
Lo de TripAdvisor suma un punto más a la larga lista. Que sí, que es solo identificar de forma oficial los restaurantes con Estrella, Bib Gourmad o Plato Michelin en TripAdvisor, pero todo el mundo sabe que el acuerdo significa mucho más.

De hecho, nos encantaría ver la cara de algunos chefs declarados enemigos de TripAdvisor que han pedido en repetidas ocasiones no aparecer en su web. ¿Qué dirán ahora? ¿Criticarán también a la guía roja por esta decisión o pedirán incluso su salida?
O tal vez el acuerdo incluya una letra pequeña en la que TripAdvisor se compromete a cuidar un poco mejor a los restaurantes Michelin para evitar que clientes descontentos manchen su expediente.
Muchas dudas y preguntas y una sola certeza: la polémica continuará, Michelin hará como que le da igual y todos seguiremos escribiendo sobre el tema. Después de todo, somos parte de este circo.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Servicio de mesa.-a


Servicio de mesa es tanto la vajilla, la cubertería y la mantelería destinada al servicio de la mesa como su disposición en ella; así como la actividad del sirviente que sirve la mesa. Está sometido a convenciones de cierta rigidez protocolaria, especialmente en los banquetes y comidas de alguna solemnidad, en la práctica de las casas reales y nobles durante la Edad Media y el Antiguo Régimen, y en la que, por emulación, se seguía en los domicilios las clases altas y la burguesía del siglo XIX y la primera mitad del XX.
En el negocio contemporáneo de la hostelería (restaurantes, bares, pubs y establecimientos similares), servicio de mesa es el servicio que hace un camarero/a cuando sirve bebidas o comidas a la mesa de los comensales. Es diferente del servicio de barra (más típico de los bares) en el que la solicitud y el servicio se hace directamente en la barra (no en la mesa de los comensales). en la mayoría de los restaurantes de todo el mundo el servicio de mesa es lo más común mientras que en los resturantes de comida rápida lo más habitual es un servicio de barra (o mostrador).

Características

En el servicio de mesa por regla general el camarera/o solicita los platos o bebidas a los comensales y posteriormente los sirve. en este tipo de servicio los clientes pagan antes de abandonar la mesa y generalmente lo hacen a la persona que les atendió. En algunos países el servicio está incluido en el precio de las consumiciones, mientras que en otros va incluido en una especie de propina.

Reglas para un servicio de mesa

Por regla general se entiende por un servicio de mesa aceptable se alcanza cuando el camarero/a atiende a los clientes siguiendo los preceptos que a continuación se enumeran:

Diligencia. Sirviendo primero las bebidas y los aperitivos para acortar la espera a los comensales, sirviendo los platos tan pronto salen de la cocina, etc.
Educación se debe tratar al cliente con el respeto que se merece y en todo momento con la discreción adecuada, manteniendo las distancias y no elevar la voz cuidando en todo momento los tonos.
No apurar meter prisas es malo ya que incomoda a los clientes sobremanera, para las prisas existen servicios de barra en los que no hay camareros.
No molestar procurando no interrumpir las charlas y discursos de las mesas:
Memorizando los platos solicitados y las personas que lo solicitaron
Previniendo ciertas necesidades de los comensales como: saleros, vinagreras, etc.
No preguntando excesivamente por la comida
La regla general de un buen servicio de mesa es aquel que se nota tan sólo: al comienzo (en la solicitud inicial por parte de los comensales) y al final (cuando se abonan las consumiciones).

Tipos de servicios

Servicio gueridón - Es el servicio delante del comensal, esto es que preparan el platillo, en una mesita o gueridón, delante de la persona que va a degustar el platillo y el camarero ofrece las raciones arados a la mesa y el camarero especializado se encarga de separarlos delante de los comensales.

Servicio a la inglesa - Un cabeza de mesa sirve a todos y cada uno de los comensales las mismas cantidades y proporciones.

Servicio americano - Son traídos directamente de la cocina.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Familia de Karl Marx.-a


Esposa de Carlos Marx

Me encontré por vez primera con la historia de la familia Marx en las últimas páginas de una revista en Londres. El artículo trataba de diversas celebridades londinenses y una frase me llamó la atención. Decía que, de las tres hijas supervivientes de Marx, dos se habían suicidado.
Hice una pausa en la lectura a mitad del artículo pensando que no sabía prácticamente nada de la vida familiar y personal de Marx. Para mí era una gran cabeza en lo alto de un enorme pedestal de granito en el cementerio de Highgate, y un corpus de textos teórico de centenares de libros. Nunca había dedicado ni un minuto a las mujeres que le cuidaron día a día mientras él dedicaba sus esfuerzos a crear una teoría que iba a revolucionar al mundo, ni a la vida privada del hombre cuyas ideas contribuyeron a producir el socialismo europeo y a propagar el comunismo desde Rusia a África, desde Asia al Caribe.
Empecé a leer en busca de su historia, y lo que encontré fue que todos los aspectos de la filosofía de Marx, todos y cada uno de los matices de sus palabras, habían sido diseccionados, y que se habían escrito docenas de biografías desde todas las perspectivas políticas posibles, pero en inglés no había ni un solo libro que contase la historia de la familia Marx. Ni un solo texto entre los muchos volúmenes sobre Marx se centraba en las vidas de su esposa Jenny y de sus hijos y de los otros dos miembros de la ‘familia’, Friedrich Engels y Helene Demuth. Encontré varias biografías de Jenny Marx y de la hija menor de Marx, Eleanor, pero ni un solo texto contaba el agridulce drama que había sido la historia de su vida ni contextualizaba el impacto que sus luchas habían tenido en la obra de Marx. Decidí intentarlo yo.
Empecé reuniendo las miles de páginas de cartas que los miembros de la familia Marx se habían escrito unos a otros y con sus amigos y colaboradores durante más de seis décadas. Muchas de ellas estaban en archivos de Moscú y nunca habían sido publicadas en inglés. También utilicé cartas escritas por parientes y amigos más lejanos en las que hablaban de los Marx.
Leyendo esta multitud de documentos cronológicamente, contemporáneamente, empecé a oír a los diversos personajes hablando unos con otros mientras se sucedían los acontecimientos a su alrededor. Pude escuchar sus diálogos cotidianos: durante veinte años Marx y Engels se comunicaron por carta casi a diario, y las mujeres Marx fueron igualmente prolíficas. El cuadro que fue emergiendo gradualmente era el de una familia que lo había sacrificado todo en nombre de una idea que sería conocida como ‘el marxismo’, pero que durante sus vidas existía solamente en la mente de Marx. La exteriorización de sus ideas se vio continuamente frustrada.
La historia que descubrí era la historia de amor entre un hombre y una mujer que no dejó de ser apasionada y absorbente pese a las muertes de cuatro hijos, a la pobreza, la enfermedad, el ostracismo social y la traición final, cuando Marx engendró al hijo de otra mujer. Era la historia de tres mujeres jóvenes que adoraban a su padre y que se dedicaron a su gran idea, incluso a costa de sus propios sueños, incluso a costa de sus propios hijos. Era la historia de un grupo de personajes brillantes, combativos, exasperantes, divertidos, apasionados y en última instancia trágicos atrapados en las revoluciones que arrasaron la Europa del siglo XIX. Era, por encima de todo, la historia de unas esperanzas truncadas por el encuentro con el baluarte de una realidad amarga, personal y política.
En las palabras de los propios Marx encontré también que muchos de los detalles que han aflorado en las biografías escritas durante los últimos 125 años habían sido a menudo cambiados o malinterpretados, a veces por razones políticas, a veces por razones personales. Esto es lo que pasa siempre con las figuras polémicas, pero me atrevo a decir que nunca más que en el caso de Marx.

Algunos de los ejemplos son bien conocidos: inmediatamente después de su muerte en 1883, sus seguidores trataron de esterilizar su historial, eliminando las referencias a su pobreza, a sus borracheras, incluso al hecho de que tuviese un seudónimo –el Moro– con el que era conocido desde sus días universitarios.
Más tarde, durante la Guerra Fría y de nuevo después de la caída del muro de Berlín, su biografía se convirtió en un episodio más de la batalla ideológica entre el Este y el Oeste. Los detalles de su vida, y por extensión los de las vidas de sus familiares, iban cambiando en función de si quien los contaba estaba describiendo a un santo comunista o a un iluso pecador. A menos que uno supiera desde qué capital estaba escribiendo un autor, no resultaba inmediatamente aparente qué versión de la vida de Marx le estaban ofreciendo.
Los detractores de Marx a menudo le menosprecian como un burgués que vivió rodeado de lujos mientras pretendía luchar por la clase obrera. Estas acusaciones surgieron muy pronto –en vida del propio Marx– y le siguieron hasta el siglo XX con los esfuerzos que se hicieron para desacreditarle a él y a su obra.
Por otro lado, quienes querían mantener a Marx encaramado en lo alto de un pedestal socialista se esforzaron durante años negando que él fuese el padre de Freddy, el hijo de Helene Demuth. En los archivos de Moscú había cartas en las que miembros del partido discutían sobre el nacimiento de Freddy, pero cuando Stalin supo de su existencia por David Ryazanov, el director del Instituto Marx-Engels, lo consideró como un asunto insignificante y ordenó a Ryazanov que “ocultase [aquellas cartas] en lo más profundo de los archivos”. Las cartas no serían publicadas hasta cincuenta años más tarde.

A lo largo de los años han aparecido otros muchos ejemplos de errores y de falsedades, y muchos de ellos, como los ya citados, han sido descubiertos por los estudiosos y en gran parte corregidos. Pero otros, desgraciadamente, siguen repitiéndolos como si fuesen hechos, no solo los biógrafos de Marx sino también los de sus colaboradores. Yendo a las fuentes, las palabras de los propios actores principales –especialmente de las mujeres Marx, cuyas cartas parecen haber sido pasadas por alto por muchos investigadores– he tratado de clarificar algunos de los misterios que quedaban por resolver. (Por supuesto, sabemos que el propio Marx fue muy flexible con los hechos cuando lo creyó necesario, lo que significa que cuando reconoce que una cosa es verdad no tiene por qué serlo necesariamente. En estos casos he tratado de dejar claro que su versión de los hechos no era del todo fiable.)
Por rica que sea la historia de la familia Marx, descubrí que también proyectaba luz sobre el desarrollo de las ideas de Marx, ya que se desarrolló en el marco del nacimiento del capitalismo moderno. El sistema capitalista del siglo XIX maduró al mismo tiempo que lo hacían las hijas de Marx. A finales de siglo, las batallas que ellas libraron a favor de la clase obrera no se parecían en nada a las que había librado su padre a mediados de siglo. Las de Marx fueron relativamente insulsas, las de sus hijas se habían vuelto despiadadas. De hecho, este aspecto de la historia se fue haciendo más evidente a medida que avanzaba la historia.
Desde 1882 hasta su muerte en 1911, Laura Lafargue vivió discretamente con su esposo en Francia, traduciendo las obras de su padre y las de Engels al francés, y obsesionada por la muerte de sus tres hijos.
Cuando inicié este proyecto el mundo era muy diferente. Eran pocos quienes cuestionaban el sistema capitalista dominante, que se encontraba en medio de uno de sus periódicos ciclos de expansión. Pero a medida que iba pasando del trabajo de investigación al de redacción, la creencia en la infalibilidad del sistema empezó a tambalearse, hasta que, a consecuencia de la crisis financiera que alcanzó su punto culminante en otoño de 2008, académicos y economistas empezaron a cuestionar abiertamente los méritos del capitalismo de libre mercado y a considerar en voz alta cuál podría ser la alternativa. En estas circunstancias, los escritos de Marx parecían aún más clarividentes y más convincentes. En los albores del capitalismo moderno, en 1851, Marx ya había empezado a anticipar precisamente este resultado. Sus predicciones de una revolución inminente eran inevitablemente erróneas, la visión que tenía de una futura sociedad sin clases era probablemente más que utópica (por mucho que él sostuviese lo contrario), pero sus análisis de la debilidad del capitalismo se estaban cumpliendo inquietantemente. En consecuencia, fui más allá de mi propósito inicial –contar simplemente la historia de la familia Marx–, incluyendo también muchos aspectos de la teoría de Marx y una descripción más completa del desarrollo del movimiento obrero de lo que había planeado inicialmente.

Pero, a fin de cuentas, no creo que la historia de la familia Marx hubiese sido completa sin estos elementos. Esta fue la vida que vivieron; comieron, soñaron y respiraron la revolución política, social y económica. Esto, y un ab sorbente amor por Marx, fue la malla de acero que los unió.
Plutarco, al escribir poco antes de morir en el año 120 de nuestra era las biografías de los grandes hombres de Roma y Atenas, decía que la clave para entenderlos no había que buscarla en sus conquistas militares o en sus triunfos públicos, sino en su vida personal y en su carácter, hasta el menor de sus gestos o de sus palabras. Yo creo que leyendo la historia de la familia Marx los lectores llegarán a entender mucho mejor a Marx de la forma en que sugiere Plutarco.
También confío en que al hacerlo podrán valorar mejor a las mujeres en la vida de Marx, a las que, debido a la sociedad en la que crecieron, se les asignó sobre todo papeles secundarios. Creo que su coraje, su fuerza y su inteligencia han sido relegadas a un segundo plano durante demasiado tiempo. Sin ellas, no habría existido Karl Marx, y sin Karl Marx el mundo no sería como lo conocemos.

Esposa de Carlos Marx
Johanna Bertha Julie von Westphalen, llamada "Jenny" 


tumba familiar de los marx

tumba familiar de los marx

(Salzwedel, 12 de febrero de 1814-Londres, 2 de diciembre de 1881), fue una escritora1​ y pensadora política prusiana. Fue esposa del filósofo Karl Marx y primera miembro de la Liga de los Comunistas.2​ Fue una importante interlocutora intelectual de Marx, con quien tuvo siete hijos, cuatro de los cuales murieron siendo niños.

Origen familiar de Jenny von Westphalen


Jenny von Westphalen nació en Salzwedel en una prominente familia de la aristocracia prusiana. Su padre, el Barón Ludwig von Westphalen (1770-1842), era un viudo con cuatro hijos de anteriores matrimonios, que sirvió como "Regierungsrat" (burócrata con un alto cargo en la Administración Pública) en Salzwedel y en Tréveris. Su abuelo paterno fue el barón Christian Philip Heinrich von Westphalen (1723-1792), quien había sido de facto "jefe de gabinete" del duque Fernando de Brunswick durante de guerra de los Siete Años. Su abuela paterna, Jeanie Wishart (1742-1811), era una noble escocesa cuyo padre, George Wishart (1703-1785), descendía en línea directa del noveno Conde de Angus y de Lady Agnes Keith, esta última a su vez descendiente directa del rey Jacobo I y la Casa de Estuardo. La familia materna de Jeanie Wishart eran duques de Argyll, la familia aristocrática más poderosa de Escocia durante siglos. En cuanto a la madre de Jenny, era la baronesa Amalia Julia Caroline von Westphalen (de soltera Heubel), quien nació en 1780 y falleció en 1856.
El hermano de Jenny von Westphalen, Edgar Gerhard Julius Oscar Ludwig von Westphalen (1819-1890), fue compañero y amigo de Karl Marx. Otro de sus hermanos, el barón Ferdinand Otto Wilhelm Henning von Westphalen, fue el Ministro del Interior de Prusia, entre 1850 y 1858, y ordenó el arresto y deportación de su cuñado iniciando su largo exilio en Londres.

Matrimonio




Jenny von Westphalen y Karl Marx se encontraban regularmente cuando eran niños. Ella era cuatro años mayor que él. Durante la adolescencia se convirtieron en amigos íntimos, ya que ambos eran cultos y apasionados por la literatura. En el verano de 1835 comenzaron su noviazgo. Según Marx, quien confesaba estar muy enamorado, ella era la joven más linda de Tréveris.
El Barón Ludwig von Westphalen, padre de Jenny, era también amigo de Heinrich, el padre de Marx. Pronto el joven Marx también se convirtió en amigo y admirador del barón; juntos solían realizar largas caminatas, durante las cuales hablaban de filosofía y de literatura inglesa.
Jenny von Westphalen y Karl Marx se comprometieron en 1836. Un año después él le dedicaría a ella un compendio de numerosos poemas de amor.6​ Finalmente se casaron el 19 de junio de 1843 en la iglesia de San Pablo en Kreuznach (actualmente Bad Kreuznach).
Muy poco tiempo después de su matrimonio, en octubre de 1843, Karl y Jenny Marx se trasladaron a la Rue Vaneau en París y se hicieron amigos del poeta alemán Heinrich Heine, quien vivía en la Rue Matignon.

Hijos

Friedrich Engels (1820-1895), Karl Marx (1818-1883) y las hijas de Marx: Jenny Caroline, (1844-1883), Jenny Laura, (1845-1911), y Jenny Julia Eleonora (1855-1898)

Karl y Jenny Marx tuvieron siete hijos, en orden cronológico:

Jenny Caroline (1844-1883) militante socialista, (fue esposa de Charles Longuet).

Jenny Laura (1863)
Jenny Laura (1845-1911), nació en Bruselas, Bélgica y fue esposa de Paul Lafargue, junto al que se suicidó.
Edgar (1847-1855), recibió el nombre de su tío Edgar, el hermano de Jenny von Westphalen.
Herny Edward Guy "Guido" (nació en Colonia, Alemania en 1849; murió en Londres, Inglaterra en 1850).
Jenny Eveline Frances "Franziska" (1851-1852).
Jenny Julia Eleonora, autora marxista, (nació en enero de 1855; se suicidó en 1898, a los 43 años de edad).
Un niño sin nombre, que nació y murió en julio de 1857.

Exilio en Bélgica y Gran Bretaña

En febrero de 1845, la policía política francesa expulsó a Karl Marx y a Jenny, quien estaba embarazada, por lo cual el nacimiento de Laura tuvo lugar en Bruselas.
A partir de1846, Jenny von Westphalen desarrolló su participación política más activa tanto en la Liga de los Justos (Liga Comunista) como en la Unión de Trabajadores Alemanes dando conferencias y organizando encuentros. En enero de ese mismo año Karl y Jenny trabajaron juntos para terminar el Manifiesto Comunista, tratando ella de hacer legibles las acusaciones de Marx a la burguesía así como la idea de que la revolución era correcta, inevitable e inminente.
A principios de marzo de 1848, la policía belga detuvo con una orden de expulsión a Karl. Los Marx regresaron a París, entonces capital revolucionaria de Europa tras la revolución de febrero y la caída de Luis Felipe de Orleans y al poco tiempo se trasladaron a Colonia.
Las erupciones revolucionarias que tuvieron lugar en muchos países europeos en 1848, incluyendo los estados alemanes, les convencieron de la inminencia de una gran revolución democrática en su patria; pero tras el fracaso de la revolución alemana en junio de 1849, las autoridades prusianas detuvieron y deportaron a Karl Marx a Francia, quien se vio obligado a abandonar con su familia dirigiéndose en octubre de 1849 a Londres. Un año más tarde Jenny y sus hijos lo seguirían.
A partir de 1849-1850 los Marx vivieron en condiciones muy duras, a las que las disputas políticas, vigilancia y acoso policial, hubieron de añadir las penalidades más sórdidas de pobreza, desahucios y acoso de acreedores en Dean Street en el barrio de Soho. Lo peor de todo fue el fallecimiento de varios de sus hijos a muy corta edad.
A partir de 1851 la ayuda financiera sistemática de Friedrich Engels, gran amigo de la familia, palió en parte sus desgracias.
En 1856 los Marx se trasladaron a Grafton Terrace, cerca de Hampstead Hill, en el norte de Londres, gracias al dinero que heredó Jenny al fallecer su madre en 1856. La casa de Grafton Terrace 9, en aquel entonces en las afueras de la Londres "civilizada", tenía un pequeño jardín y dos pisos con siete habitaciones, incluyendo la cocina.
En sus últimos años Jenny Marx sufrió de dolores internos, diagnosticados como cáncer de hígado. Tras una visita familiar a Francia, falleció en Londres a la edad de 67 años el 2 de diciembre de 1881. La familia la enterró en el cementerio de Highgate. Tras la muerte de su esposa Jenny, Marx desarrolló una pleuresía; falleció el 14 de marzo de 1883 en Londres.

martes, 20 de diciembre de 2016

Carlos Marx, una vida de burdeles, borracheras y sexo con las criadas.-a


El comportamiento de Karl Marx, el pensador que clamó contra la
 opresión y defendió a las clases obreras más desprotegidas, fue muy poco
coherente con las ideas que desarrolló.

Karl Marx es el pensador que, posiblemente, más ha influido en la historia y la política de los dos últimos siglos, imprescindible para configurar el mundo tal y como lo conocemos hoy. Su obra es la responsable del surgimiento de ideologías tan importantes como el comunismo y el socialismo, que dio lugar a regímenes dominantes y longevos como la URSS de Lenin y Stalin, la China de Mao Tse Tung, la Cuba de Fidel Castro, la Camboya de Pol Pot, la Rumanía de Ceausescu o la Yugoslavia de Tito.
Desde su muerte, obviamente, se ha hablado y escrito mucho sobre sus ideas, pero no tanto sobre si estas han sido coherentes con la propia vida de su autor. Resulta chocante pensar que el hombre que se alzó contra los obreros esclavizados e introdujo conceptos como la lucha de clases, la dictadura del proletariado y la importancia del trabajo llevara una vida de burgués y fuera, durante su juventud, un estudiante aficionado a los burdeles, las borracheras y los suspensos. Esa otra parte de su vida la recogen Malcolm Otero y Santi Giménez en «El club de los execrables» (Penguin Random House, 2018), donde cuentan el lado oscuro de otros de los personajes más idolatrados de la humanidad, como Churchill, Chaplin, Picasso, Hitchcock o Einstein.
El de Marx tiene lo suyo. No hay más que ver dónde gastó su estancia en la Universidad de Bonn, muy lejos de las aulas. Se unió al Club de la Taberna de Tréveris, una asociación de bebedores de la que llegó a ser su presidente. Allí malgastó sus primeros meses con unos compañeros de batallas que, encima, le describían como un juerguista violento e infiel, muy poco preocupado por su formación. La situación tocó fondo cuando, en el primer semestre de 1836, las autoridades universitarias lo expulsaron por «desorden nocturno en la vía pública y embriaguez».
La solución de la familia Marx, una familia de clase media acomodada, fue matricularle en Derecho por la Universidad Humboldt de Berlín y tampoco le fue muy bien. Sus estudios en leyes no le interesaron mucho (o nada), pero allí por lo menos comenzó a desarrollar su querencia hacia las ideas filosóficas de los jóvenes hegelianos. Finalmente se doctoró en la Universidad de Jena —conocida en el ámbito académico como un centro donde se conseguían títulos con relativa facilidad— con una tesis sobre el materialismo de Demócrito y Epicuro.

«Más que los jóvenes millonarios»

Marx nunca llegó a sentar la cabeza del todo. Durante su estancia en la Universidad de Berlín, donde pasó cuatro años y medio, fue encarcelado por alboroto y embriaguez y, además, fue acusado de llevar armas no permitidas. Llegó incluso a batirse en duelo y en el diploma que se le extendió la institución constaba que había sido denunciado en varias ocasiones por no saldar debidamente sus deudas económicas. En aquella época fue frecuente que su padre le llamase la atención por el mal uso que hacía del dinero que la familia le enviaba para su manutención.
Prueba de ello es la carta que este le manda preguntándole por cómo era posible que, durante el primer año en la capital alemana, se gastara 700 tárelos, tres o cuatro veces más que cualquier otro estudiante de su edad.

 «Más que los jóvenes millonarios», le decía este.

 Era casi lo que ganaba un concejal del ayuntamiento de Berlín. 
«A veces me hago a mí mismo amargos reproches por haberte aflojado demasiado la bolsa y he aquí el resultado: corre el cuarto mes del año judicial y tú ya has gastado 280 táleros. Yo no he ganado todavía esa cantidad durante todo el invierno», añadía su padre en otra carta recogida por Antonio Cruz en « Sociología: una desmitificación» (Clie, 2002).

Después de aquello, Marx se volcó en el periodismo. Se trasladó a la ciudad de Colonia en 1842 y comenzó a escribir para el periódico radical «Gaceta Renana». Allí expresó libremente unas opiniones cada vez más socialistas sobre la política, junto a unos compañeros de trabajo que le describían como un hombre dominante, impetuoso, apasionado y con una confianza sobredimensionada en sí mismo.

Matrimonio aristócrata

El pensador alemán ya se había casado con Jenny von Westphalen, una baronesa de la clase dirigente prusiana que rompió su compromiso con un joven alférez aristocrático para estar con él. Otra cosa es que Marx le correspondiera con es debido. Lo primero que hizo este fue pedirle que pagara las deudas que había contraído de sus de juergas y afición a las prostitutas. Y ni aún así detuvo sus excesos. La dote de su esposa se esfumó rápidamente. En la misma noche de bodas perdió una buena parte del dinero que le había regalado su suegra.
Obviamente, no se habló de estas cosas cuando, en mayo, un manuscrito del pensador alemán fue vendido por 523.000 dólares en una subasta celebrada en Pekín. Más de 1.250 páginas de notas que el filósofo de Tréveris produjo en Londres, entre septiembre de 1860 y agosto de 1863, como preparación para su obra cumbre, « El Capital», base de la ideología comunista. Fue precisamente durante su estancia en la capital británica, y mientras su propia familia sufría calamidades, cuando se pulió su propia herencia a base de borracheras.
Durante esos años, Marx y su familia tuvieron que sobrevivir de las pequeñas ayudas que les brindaba su suegra millonaria y sus amigos. El propio Friedrich Engel, con quien el filósofo alemán escribió su famoso « Manifiesto comunista» en 1848, tuvo que regalarles una casa. Y a pesar de ello, no consiguió que llegara a su hogar la estabilidad económica que tanto ansiaban su mujer y sus hijos. Él mismo lo confiesa en una carta a su amigo, en la que reconoce que, a pesar de no tener que pagar ningún alquiler, sus deudas no paran de crecer. Esto no impidió que Marx veraneara en los mejores balnearios ni que mandara a sus hijas a estudiar piano, idiomas, dibujo y clases de buenas maneras con los mejores profesores de Londres. Todo ello, claro, pagado por Engels.

Un nuero de «mala» familia

Resulta sorprendente igualmente que el famoso pensador socialista, promotor de la lucha de clases, llegara a escribir otra carta en la que expresaba sus dudas sobre el marido de una de estas hijas. La razón: no tenía claro que fuera de buena familia. Una actitud no muy propia de alguien que pregonaba contra la opresión y defendía a las clases obreras más desprotegidas y desfavorecidas.
Helene "Lenchen" Demuth (31 de diciembre de 1820 - 4 de noviembre de 1890) fue la ama de llaves de Jenny y Karl Marx, y luego se desempeñó como administradora de hogar y confidente política de Friedrich Engels.


Otra dato curioso es que, a pesar de las penurias económicas que arrastró, el autor del «Manifiesto comunista» tuvo una criada trabajando en su casa durante toda su vida. Su nombre era Helene Demuth y servía a familias ricas desde los diez años. Después de pasar por varias mansiones llegó a la de la baronesa Westphalen, la suegra de Marx. Cuando la hija de esta se casó con el pensador, les regaló a su sirvienta, que tuvo que seguir al matrimonio hasta París y Londres aunque solo hablaba alemán.
Por su trabajo, Karl Marx no la pagaba ni un solo céntimo, a pesar que se encargaba de las tareas domésticas, de cuidar a sus siete hijos y de administrar los pocos recursos de la familia. Y por si no fuera poco, el filósofo mantuvo con ella una relación extramatrimonial. En 1850 dejó embarazada a su mujer y, aprovechando un viaje de esta a Holanda para conseguir fondos para la causa marxista, también a su criada. Él no lo reconoció, hasta el mundo de que le dijo a su esposa que el padre era su amigo Engels. Hasta le puso el nombre de su colaborador.
A causa de esto, la mujer de Marx no podía ver a Engels. Marx mantuvo la mentira durante un tiempo, pidiéndole a su esposa que no le recriminara nada a su amigo, que no solo le regaló un piso, sino que asumió una paternidad que no le correspondía. Y cuando la señora von Westphalen por fin conoció la verdad, aquello se convirtió en una especie de herida familiar silenciada para los restos. 
«No se hablaba del asunto, en parte porque el hecho les parecía escandaloso a la luz de la moral burguesa imperante en la época, y en parte porque no se ajustaba a los rasgos heroicos e idílicos propios de un ídolo de las masas. Se borraron, pues, todas las huellas de ese hijo y, sólo la casualidad, preservó de la destrucción una carta que aclaraba el asunto», escribió el filósofo alemán Hans Blumenberg, en «Karl Marx en documentos propios y testimonios gráficos» (Salvat 1984).

Pero ahí no acabaron las andanzas del fundador del comunismo. Además de su afición por los prostíbulos londinenses, cuentan Otero y Giménez que, mientras su mujer estaba convaleciente con varicela, intentó abusar de su sobrina. Todo ello mientras su familia sufría un revés tras otro. De sus siete hijos, solo consiguieron sobrevivir tres hijas. Y de estas, una murió de cáncer a los 38 años y las otras dos se suicidaron. Una de ellas, Laura, lo hizo junto con a su marido, Paul Lafargue, uno de los introductores del marxismo en España y autor del famoso «El derecho a la pereza».
 Habían pactado hace años ya que se quitarían la vida cuando su salud no les permitiera mantener su independencia vital y lo cumplieron pasados los 60 años. La otra, Eleanor, se envenenó a los 43 al descubrir que su compañero, el socialista Edward Aveling, se había casado en secreto con una amante.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Checa en Madrid a




Una investigación dirigida por Alfonso Bullón de Mendoza ha descubierto que en la capital existían 345 checas, 120 de ellas sin inventariar en la «Causa general» que se hizo durante la posguerra.

Entre julio y octubre de 1936 se produjo la gran represión, el terror rojo. Madrid se llenó de checas; alrededor de 345 tribunales populares. La Dirección General de Seguridad del gobierno republicano dejó la purga en manos de los partidos y sindicatos del Frente Popular. En aquellos primeros meses de la Guerra Civil se produjo la primera fase de la revolución: la liquidación del enemigo. Las checas contaban con la documentación electoral de las autoridades, lo que fue muy útil para una represión masiva ya que 220.000 personas votaron al Frente Popular y 180.000 a la derecha. 
La represión en estas condiciones era sencilla. Es más; los revolucionarios asesinaron al 30% de la policía madrileña y la sustituyeron con chequistas. Ocuparon edificios emblemáticos, como el Cinema Europa, en la calle Bravo Murillo –hoy un centro comercial–, o el Círculo de Bellas Artes; incluso conventos, como el de las Salesas Reales. Allí llevaban a los «fascistas», definidos como aquellas personas que no eran de izquierdas, y los encarcelaban, interrogaban, torturaban y asesinaban. Algunos pasaron por varias checas hasta que eran incluidos en una «saca». En esos meses la ratio de muertos a manos de los chequistas fue de veinticinco al día. Todo cambió cuando Santiago Carrillo, Margarita Nelken y el PCE se ocuparon de la represión: la liquidación se racionalizó, al estilo estalinista y nacionalsocialista, y se llegó a episodios como la matanza de Paracuellos del Jarama, entre noviembre y diciembre de 1936. 

El equipo de investigación dirigido por Alfonso Bullón de Mendoza, catedrático de Historia en la Universidad CEU San Pablo, y compuesto por los historiadores Francisco Marhuenda, Sara Izquierdo Álvarez, Ángel David Martín Rubio, y Jaime Escolar García, ha llevado a cabo un estudio tan esencial como escalofriante de la represión revolucionaria en Madrid durante la Guerra Civil. Al calor de la Ley de Memoria Histórica, y tras cinco años de trabajo, el equipo ha localizado y cartografiado las 345 checas madrileñas –hallando 120 que no estaban inventariadas en la «Causa General» que se hizo en la posguerra–, a las que suman 23 prisiones oficiales y diez comisarías. A esto han añadido dos bases datos –de víctimas y chequistas–, que dan un panorama muy completo del terror que se tuvo que vivir en la ciudad desde 1936


Tras el golpe de Estado del 18 de Julio, el Gobierno renunció a controlar a los revolucionarios. En la práctica, las autoridades de la República fueron sustituidas por comités comunistas, socialistas y anarquistas. No hubo una defensa del régimen de 1931, sino la intención evidente de hacer la revolución. A esto el equipo de investigación de Alfonso Bullón lo llama, con razón, «colapso republicano». Las milicias frentepopulistas no distinguieron entre la ofensiva contra los sublevados y el exterminio en la retaguardia. El instrumento fueron las checas, nombre dado a la policía política bolchevique en 1917. Los comunistas ponían al frente de la checa a un jefe, y los anarquistas a un comité. Los nombres eran muy variados, desde «Agrupación Socialista», a «Ateneo Libertario», o «Comité de Vecinos». La excarcelación de presos comunes al inicio de la revolución provocó que algunos montaran su propia checa como modo de vida y ajuste de cuentas. 
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El informe de la investigación clasifica las checas en oficiales –como la «Escuadrilla del Amanecer», dependiente de la Secretaría Técnica del Director de Seguridad–, políticas o sindicales –las montadas por el PSOE, la CNT o Izquierda Republicana–, y las de milicias, que combatían en el frente y actuaban como jurado y ejecutores. 
La actuación de estas checas era conocida y apoyada por el Gobierno republicano; especialmente tras la creación en agosto del 36 del Comité Provincial de Investigación Pública, llamado Checa de Bellas Artes, y luego de Fomento. La Dirección General de Seguridad dio atribuciones a aquel comité frentepopulista para que actuara sin límites, y le enviaba los presos políticos para su exterminio. 
Más de la mitad de las víctimas fueron detenidas de julio a octubre de 1936, entre la creación de la checa de Bellas Artes y la formación de las Milicias de Vigilancia de Retaguardia de la mano del socialista Ángel Galarza. A partir de ahí, las checas se dedicaron a asesinar de forma sistemática a miles de presos. 
La mayor parte de los chequistas abandonaron Madrid junto al Gobierno en su huida a Valencia ante el avance de las tropas sublevadas. Fue entonces cuando la ciudad quedó en manos de la Junta de Defensa, con Santiago Carrillo al frente del Orden Público, y organizó la represión y muerte de los «fascistas», como en Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz.
El método de liquidación social está perfectamente recogido en el informe. La checa interrogaba al detenido con cuantos medios fueran necesarios para sacarle confesión de idea política o creencia religiosa. La tortura hacía que la persona dijera cualquier cosa. A continuación, era declarado «culpable» pero se le entregaba un papel que ponía «libertad». A la salida le montaban en un coche y le asesinaban. Los crímenes y registros en domicilios iban acompañados de robos. Otras checas conducían a los detenidos en autobuses o camiones hasta las afueras, donde los asesinaban y tiraban a una fosa previamente abierta. 

Servicio de recogida

Los espacios que ocuparon las checas, descubiertos por el equipo de investigación de Alfonso Bullón, nos muestran un mapa inédito de un Madrid salpicado de centros de detención y asesinato. Había cuatro checas por kilómetro cuadrado, lo que aumenta si se suman las cárceles. La mayor concentración estaba en los distritos Centro, Palacio, Latina y Universidad, y en el extrarradio en Vallecas y Pueblo Nuevo. 
El Ayuntamiento de Madrid dispuso de un servicio de recogida de cadáveres, que eran trasladados al Cementerio del Este y tirados en fosas comunes. Nunca será posible saber cuántas víctimas hubo de las checas, ni dónde están. En torno al 10% eran mujeres, 25% militares, y 21% religiosos. 
El informe de esta investigación pionera, que tendrá forma de libro, fue presentado a Francisca Sauquillo, presidenta del Comisionado de la Memoria Histórica del Ayuntamiento de Madrid, a quien se propuso la colocación de placas en los lugares de las checas más emblemáticas –como en los edificios hoy del Ministerio de Hacienda, Agencia Tributaria, Casa-palacio del duque del Infantado, o Palacio de la Prensa–, la creación de un centro de interpretación, y la elaboración de rutas culturales para el conocimiento imprescindible y completo de la guerra en la ciudad.

Los asesinatos y torturas de comunistas y socialistas


Cada checa tenía su lugar de ejecución. La del Radio Comunista del Oeste mataba en Ciudad Universitaria, Casa de Campo, Carretera del Pardo y Puerta de Hierro. La socialista, sita en Marqués de Riscal, lo hacía en la Pradera de San Isidro. Los anarquistas del Ateneo Libertario de Vallehermoso asesinaba en la calle Bravo Murillo, y otros los enterraban en el cementerio de las Concepcionistas franciscanas. El socialista García Atadell convirtió en checas dos pisos en Marqués de Cubas y otro en Montera para el asesinato y el robo, acumulando un buen tesoro con el que huyó. La checa de la Agrupación Socialista Madrileña, en Fuencarral, 103, contaba con un censo electoral para las matanzas, hasta el punto de que cavaron una enorme fosa en Boadilla. La checa «El Castillo», en Alonso Heredia, 9, se distinguió por las torturas: hierros candentes y arrancamiento de uñas. El Círculo Socialista del Sur mataba en los altos del Hipódromo, por arma de fuego, entre las once de la noche y la madrugada. Los edificios públicos, religiosos o de espectáculo fueron utilizados, como el teatro Beatriz, en Claudio Coello, 47, la Residencia de los Maristas o la estación de Atocha. j. v.

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